12 DE DICIEMBRE
– MARTES –
2 – ADVIENTO
– B –
Nuestra Señora de Guadalupe
Lectura del libro de Isaías (40,1-11):
«CONSOLAD, consolad a mi pueblo
—dice vuestro
Dios—;
hablad al
corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha
cumplido su servicio,
y está pagado
su crimen,
pues de la
mano del Señor ha recibido
doble paga
por sus pecados».
Una voz
grita:
«En el
desierto preparadle
un camino al
Señor;
allanad en la
estepa
una calzada
para nuestro Dios;
que los
valles se levanten,
que montes y
colinas se abajen,
que lo
torcido se enderece
y lo
escabroso se iguale.
Se revelará
la gloria del Señor,
y verán todos
juntos
—ha hablado
la boca del Señor—».
Dice una voz:
«Grita».
Respondo:
«¿Qué debo gritar?».
«Toda carne
es hierba
y su belleza
como flor campestre:
se agosta la
hierba, se marchita la flor,
cuando el
aliento del Señor
sopla sobre
ellos;
sí, la hierba
es el pueblo;
se agosta la
hierba, se marchita la flor,
pero la
palabra de nuestro Dios
permanece por
siempre».
Súbete a un
monte elevado,
heraldo de
Sión;
alza fuerte
la voz,
heraldo de
Jerusalén;
álzala, no
temas,
di a las
ciudades de Judá:
«Aquí está
vuestro Dios.
Mirad, el
Señor Dios llega con poder
y con su
brazo manda.
Mirad, viene
con él su salario
y su
recompensa lo precede.
Como un
pastor que apacienta el rebaño,
reúne con su
brazo los corderos
y los lleva
sobre el pecho;
cuida él
mismo a las ovejas que crían».
Palabra de Dios
Salmo:
95,1-2.3.10ac.11-12.13-14
R/. Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al
Señor, toda la tierra;
cantad al
Señor, bendecid su nombre,
proclamad día
tras día su victoria. R/.
Contad a los pueblos su gloria,
sus
maravillas a todas las naciones.
Decid a los
pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a
los pueblos rectamente». R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el
mar y cuanto lo llena;
vitoreen los
campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los
árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a
regir la tierra:
regirá el
orbe con justicia
y los pueblos
con fidelidad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,12-14):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«¿Qué os
parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja
las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra,
en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no
se habían extraviado.
Igualmente,
no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de
estos pequeños».
Palabra del Señor
1. En
Adviento, recordamos los cristianos la "venida de Dios". Adviento se
deriva del latín "Adventus", que significa "venida" o
"llegada". Es decir, en estos días, que preceden a la Navidad, nos
preparamos para la venida, la llegada, de Dios al mundo.
¿A qué viene
Dios a la Tierra?
¿Qué busca en
la Historia humana?
Te busca a
ti. Me busca a mí. Nos busca a todos. Dios, hecho visible en Jesús que no viene
a castigar. Ni quiere amenazar. Quiere encontrar todo lo que ande
perdido, extraviado, en peligro.
2. Jesús
no habla de pecadores, sino de "extraviados". El Evangelio de Jesús
no ve a los pecadores como malas personas, sino como seres humanos que van por
la vida como perdidos, como personas que viven desorientadas, solitarias, sin
verle sentido a la vida.
El que anda
perdido, sufre más de lo que imaginamos. Ni tiene a quién acudir. Jesús lo
busca. Jesús vino al mundo para eso.
3. Es
frecuente, en los ambientes religiosos, pensar mal de los extraviados, de los
desorientados. Si fuéramos siempre "buenas personas", no andaríamos pensando en
la bondad o la maldad de la gente, de los conocidos, de quien sea.
Lo que
tendría que ser el centro de nuestras preocupaciones debería ser el desamparo
de los extraviados. Y, si fuésemos así, en lugar de ir censurando a los malos,
iríamos buscando a los perdidos.
Nuestra Señora de Guadalupe
El año 1531, la Virgen María se apareció al indígena Juan Diego
Cuauhtlatoatzin en el monte Tepeyac, en la ciudad de México.
En la capa de
Juan Diego se grabó milagrosamente la imagen de la Virgen, a que los
fieles cristianos veneran sin interrupción hasta hoy. Por medio de este santo
de fe limpísima, la Madre de Dios y de la Iglesia llama a todos los pueblos al
amor a Cristo
Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia
católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de
Guadalupe, en el norte de la ciudad de México.
De acuerdo a la tradición oral mexicana, y los múltiples documentos
históricos encontrados alrededor del mundo en distintos archivos, la Virgen
María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el
cerro del Tepeyac, y una quinta ocasión en el pueblo de Santa María, Tulpetlac
en el Estado de México en la cual curó a Juan Bernardino, tío de san Juan
Diego. El relato guadalupano conocido como Nican mopohua, tras la primera
aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer
obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego en la última aparición de la
Virgen llevó en su ayate unas rosas ―flores que no son nativas de México y que
tampoco prosperan en la aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según
la orden de la Virgen. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de
Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con
rasgos mestizos.
Las mariofanías tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de
diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata fue el
mismo Juan Diego que habría contado todo lo que había acontecido.
Posteriormente esta tradición oral fue recogida en un escrito con sonido
náhuatl pero con caracteres latinos (técnica que ningún español sabía hacer y
que solo muy rara vez usaban los indígenas); este escrito es llamado el Nican
mopohua, y es atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605).
Posteriormente en 1648 es publicado el libro Imagen de la Virgen María Madre de
Dios de Guadalupe por el presbítero Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar
todo lo que los indígenas sabían acerca de la devoción guadalupana.
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