13 de Diciembre – Jueves
–
2ª – Semana de Adviento –
C –
Lectura del libro de Isaías (41,13-20):
YO, el
Señor, tu Dios,
te tomo
por la diestra y te digo:
«No
temas, yo mismo te auxilio».
No temas,
gusanillo de Jacob,
oruga de
Israel,
yo mismo
te auxilio
-oráculo
del Señor-,
tu
libertador es el Santo de Israel.
Mira, te
convierto en trillo nuevo,
aguzado,
de doble filo:
trillarás
los montes hasta molerlos;
reducirás
a paja las colinas;
los
aventarás y el viento se los llevará,
el
vendaval los dispersará.
Pero tú
te alegrarás en el Señor,
te
gloriarás en el Santo de Israel.
Los
pobres y los indigentes
buscan
agua, y no la encuentran;
su lengua
está reseca por la sed.
Yo, el
Señor, les responderé;
yo, el
Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré
brotar ríos en cumbres desoladas,
en medio
de los valles, manantiales;
transformaré
el desierto en marisma
y el
yermo en fuentes de agua.
Pondré en
el desierto cedros,
acacias,
mirtos, y olivares;
plantaré
en la estepa cipreses,
junto con
olmos y alerces,
para que
vean y sepan,
reflexionen
y aprendan de una vez,
que la
mano del Señor lo ha hecho,
que el
Santo de Israel lo ha creado.
Palabra de Dios
Salmo: 144,1.9.10-11.12-13ab
R/. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad.
Te
ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré
tu nombre por siempre jamás.
El Señor
es bueno con todos,
es
cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te
bendigan tus fieles.
Que
proclamen la gloria de tu reinado,
que
hablen de tus hazañas. R/.
Explicando
tus hazañas a los hombres,
la gloria
y majestad de tu reinado.
Tu
reinado es un reinado perpetuo,
tu
gobierno va de edad en edad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,11-15):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que
Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande
que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los
cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han
profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal
que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor
1. El
contraste entre "lo más grande" y "lo más pequeño" le sirve
a Jesús para explicar la diferencia y la distancia que separa la
"religión" del "Evangelio".
Juan Bautista fue el último representante de la
religión de Israel. El Reino de Dios representa el corazón del Evangelio.
Muchos cristianos no nos hemos dado
cuenta de lo que esto representa. Porque hemos interpretado el Evangelio como si
fuera "otra religión".
Si nos quedamos en esto, no nos enteramos de lo
que es el Evangelio. Ni podemos comprender lo que pretendió Jesús.
2. Juan Bautista
fue el más grande de los profetas de la "religión". Pero no pasó de eso.
Y por eso, entendió y predicó con
valentía lo que es central en la religión: la lucha contra el pecado y la
conversión de los pecadores.
Jesús entendió y vivió el Reino de Dios como la
lucha contra el sufrimiento y la curación de los que sufren (Mt 4, 23-24; 9,
35; 10, 7 y par).
3. Por eso,
Juan Bautista se quedó desconcertado cuando se enteró de lo que hacía Jesús: el
centro de la predicación del Bautista fue el "problema del pecado". Mientras que el centro de la actividad de Jesús
fue el "problema del sufrimiento".
De ahí, la pregunta:
"¿Eres tú el que tenía que venir o debemos
esperar a otro?" (Mt 11, 3).
El Evangelio desconcierta a la religión.
Si seguimos pensando en que la Iglesia tiene
que seguir luchando contra el pecado, somos (a estas alturas) discípulos del
Bautista. Si pensamos que lo central en la vida es luchar contra el
sufrimiento, somos discípulos de Jesús.
Santa Lucía de Siracusa
Mártir del
siglo IV, a quien arrancaron los ojos durante su martirio. Es patrona de los
pobres, los ciegos, de los niños enfermos y de las ciudades de Siracusa y
Venecia.
Vida de Santa Lucía de Siracusa
De acuerdo con "las actas" de Santa Lucía, nuestra santa
nació en Siracusa, Secilia (Italia), de padres nobles y ricos y fue educada en
la fe cristiana. Perdió a su padre durante la infancia y se consagró a Dios
siendo muy joven. Sin embargo, mantuvo en secreto su voto de virginidad, de
suerte que su madre, que se llamaba Eutiquia, la exhortó a contraer matrimonio
con un joven pagano. Lucía persuadió a su madre de que fuese a Catania a orar
ante la tumba de Santa Agata para obtener la curación de unas hemorragias. Ella
misma acompañó a su madre, y Dios escuchó sus oraciones. Entonces, la santa
dijo a su madre que deseaba consagrarse a Dios y repartir su fortuna entre los
pobres. Llena de gratitud por el favor del cielo, Eutiquia le dio permiso. El
pretendiente de Lucía se indignó profundamente y delató a la joven como
cristiana ante el procónsul Pascasio. La persecución de Diocleciano estaba
entonces en todo su furor.
El juez la presionó cuanto pudo para convencerla a que apostatara de
la fe cristiana. Ella le respondió:
"Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor
Jesucristo".
El juez le preguntó: "Y si la sometemos a torturas, ¿será capaz
de resistir?".
La jovencita respondió: "Sí, porque los que creemos en Cristo y
tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros
y nos da fuerza, inteligencia y valor".
El juez entonces la amenazó con llevarla a una casa de prostitución
para someterla a la fuerza a la ignominia. Ella le respondió: "El cuerpo
queda contaminado solamente si el alma consciente". Santo Tomás de Aquino,
el mayor teólogo de la Iglesia admiraba esta respuesta de Santa Lucía.
Corresponde con un profundo principio de moral: No hay pecado si no se
consiente al mal.
No pudieron llevar a cabo la sentencia pues Dios impidió que los
guardias pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Entonces, los
guardias trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron.
Finalmente, la decapitaron. Pero aún con la garganta cortada, la joven siguió
exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes con Dios a los de las
criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor,
sellaron su conmovedor testimonio con la palabra "amén".
Aunque no se puede verificar la historicidad de las diversas
versiones griegas y latinas de las actas de Santa Lucía, está fuera de duda
que, desde antiguo, se tributaba culto a la santa de Siracusa. En el siglo VI,
se le veneraba ya también en Roma entre las vírgenes y mártires más ilustres.
En la Edad Media se invocaba a la santa contra las enfermedades de los ojos,
probablemente porque su nombre está relacionado con la luz. Ello dio origen a
varias leyendas, como la de que el tirano mandó a los guardias que le sacaran
los ojos y ella recobró la vista.
Cuando ya muchos decían que Santa Lucia es pura leyenda, se probó su
historicidad con el descubrimiento, en 1894, de la inscripción sepulcral con su
nombre en las catacumbas de Siracusa. Su fama puede haber sido motivo para embelesar
su historia, pero no cabe duda de que la santa vivió en el siglo IV.
Se le representa normalmente con una espada que le atraviesa el
cuello, una palma, un libro, una lámpara de aceite y en ocasiones también con
dos ojos en un platón.
Oración a Santa Lucía de Siracusa:
¡Oh Bienaventurada y amable Virgen Santa Lucía, universalmente
reconocida por el pueblo cristiano como especial y poderosa abogada de la
vista, llenos de confianza a ti acudimos!; pidiéndote la gracia de que la
nuestra se mantenga sana y le demos el uso para la salvación de nuestra alma,
¡sin turbar jamás nuestra mente en espectáculos peligrosos! Y que todo lo que
ellos vean se convierta en saludable y valioso motivo de amar cada día más a
Nuestro Creador y Redentor Jesucristo, a quien, por tu intercesión, oh
protectora nuestra; esperamos ver y amar eternamente en la patria celestial.
Amén.
(Fuente corazones.org)
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