3 de Diciembre – Lunes –
1ª – Semana de Adviento
– C –
Lectura del libro de Isaías (2,1-5):
Visión de
Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.
En los días futuros estará firme
el monte
de la casa del Señor,
en la cumbre
de las montañas,
más
elevado que las colinas.
Hacia él confluirán todas las naciones,
caminarán
pueblos numerosos y dirán:
«Venid,
subamos al monte del Señor,
a la casa
del Dios de Jacob.
Él nos instruirá en sus caminos
y
marcharemos por sus sendas;
porque de
Sión saldrá la ley,
la
palabra del Señor de Jerusalén».
Juzgará entre las naciones,
será
árbitro de pueblos numerosos.
De las
espadas forjarán arados,
de las
lanzas, podaderas.
No alzará
la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán
para la guerra.
Casa de
Jacob, venid;
caminemos
a la luz del Señor.
Palabra de Dios
Salmo: 121,1-2.4-5.6-7.8-9
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué
alegría cuando me dijeron:
«Vamos a
la casa del Señor»!
Ya están
pisando nuestros pies
tus
umbrales, Jerusalén. R/.
Jerusalén está fundada
como
ciudad bien compacta.
Allá
suben las tribus,
las
tribus del Señor. R/.
Según la
costumbre de Israel,
a
celebrar el nombre del Señor;
en ella
están los tribunales de justicia,
en el palacio
de David. R/.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan
seguros los que te aman,
haya paz
dentro de tus muros,
seguridad
en tus palacios». R/.
Por mis
hermanos y compañeros,
voy a
decir: «La paz contigo».
Por la
casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo
todo bien. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-11):
En aquel
tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y
sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo
digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo
disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y
va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo
hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta
fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con
Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
Palabra del Señor
1. Por
más extraño que parezca, hablando con
propiedad, los evangelios no son libros de religión. Porque - ¿cómo
puede ser un libro de religión una
recopilación
de relatos en la que el protagonista de esos relatos, Jesús de Nazaret, fue
perseguido, odiado, condenado y asesinado por la religión y sus dirigentes?
Los evangelios son un proyecto de vida. Es
decir, los evangelios nos enseñan cómo tenemos que vivir quienes pensamos y
decimos que creemos en Jesús y seguimos a Jesús.
2. En
este relato, Jesús elogia la fe de un centurión romano. Y la elogia hasta el
extremo de afirmar, en público, que nadie en Israel tenía tanta fe como aquel
extranjero. No cabe duda de que Jesús entendía la fe, no como un "acto
religioso", sino como un "comportamiento humano". Sin duda alguna, se trata
del
comportamiento de aquel hombre importante ante el sufrimiento de un sirviente,
quizá incluso un esclavo.
3. Una
persona cree en Jesús en la medida en que
no soporta el sufrimiento de quienes se ven amenazados, hundidos en el
dolor, desatendidos y sin
esperanza.
En este mundo, en el que tanto se sufre, una persona que va por la vida como en
este episodio se muestra el centurión, esa persona cree en Jesús en la medida
en que ve, en la vida de Jesús, la solución para tanta desgracia y tanto dolor.
La fe es ver, en el "proyecto de
vida" que vivió Jesús, la solución al dolor y descomposición de este
mundo.
San Francisco Javier
Nació en 1506 en la
localidad navarra de Javier (España). De familia pudiente, cursó sus estudios
en la novedosa universidad de París. Allí coincidió con Íñigo de Loyola, quien
minará el ánimo estudiantil de Javier para convencerle finalmente de la temporalidad
de los bienes terrenales (“Javier, de qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu
alma”) y de la ingente labor que quedaba para hacer llegar el menaje de Cristo
a todos los pueblos. De arrolladora energía, trabaja en la fundación de la
Compañía de Jesús (los Jesuitas) e inicia una incansable labor de
evangelización.
Su periplo le llevará
por medio mundo, desde el cabo de Buena Esperanza hasta La India o El Japón,
dejando profundas huellas en todas las ciudades que pisó. Deseoso de seguir
difundiendo el mensaje de Jesús, muere a las puertas de China tal día como hoy
en 1552. Es patrón de las misiones y de la Comunidad Foral de Navarra.
Vida de San Francisco Javier
Tierras del lejano Oriente conocieron la figura de Cristo y millares
de sus gentes le siguieron gracias al sobrehumano esfuerzo apostólico de
Javier, apoyado por la corona portuguesa y animado con el aliento del papado.
Las dificultades de las comunicaciones fueron la causa de que la
noticia de su muerte llegara a Roma con tres años de retraso. Cuando acariciaba
el sueño de entrar en China, en la isla de Sancián, dentro de una cabaña de
ramas y arcilla, enfermo de pulmonía, moría Javier con sólo cuarenta y seis
años.
Fue canonizado el 12 de marzo de 1622 junto con San Ignacio de
Loyola, San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús y el santo de Madrid, San Isidro
Labrador. ¡Buen grupo formado por cuarteto español y solista italiano!
Es patrono de las misiones en Oriente y comparte el patronato
universal de las misiones católicas con Teresa de Lisieux.
No se sabe con qué pretensión pusieron algunos tanto énfasis en
tacharlo de aventurero, poco constante e impetuoso temerario. Puede que juzgue
así el tibio, el envidioso o el indiferente, pero no pasarían más allá de unas
afirmaciones sin fundamento. Quizá sólo sea el afán de originalidad en el
ejercicio de la crítica "ilustrada", o la búsqueda del nombre propio,
o la concepción del apostolado concebido por algunos de modo tan particular que
se torna exclusivo y excluyente del que hacen los demás, como si el soplo del
Espíritu tuviera que estar controlado por su esquema personal. De todos modos,
siempre han existido los "prudentes" y hasta los ha habido "muy
prudentes" quienes, lógicamente, han corrido el riesgo de que otros
llamaran a su prudencia pereza, y a su mucha prudencia cobardía; porque,
puestos a pensar, siempre ha habido para todos los gustos ¿verdad? Después de
todo, las cosas no son como a uno les gustaría verlas, sino como son; y a fuer
de sinceros, Javier es santo ante Dios y ante los hombres, mientras que sus
detractores, sólo dijeron cosas.
Javier pertenecía a una familia navarra de clase. Su padre, don Juan
de Jassu, es doctor por Bolonia en ambos derechos y experto en negociaciones
políticas entre reyes y reinos. Su madre es María de Azpilcueta, de la casa
solar del valle del Baztán, heredera de la posesión de Javier. El hijo nació el
día 7 de abril de 1506 en el castillo de su familia, cuando aún no se habían
ido al traste las instituciones políticas, ni se había arruinado el castillo
familiar.
París le conoció como alumno y le poseyó como maestro en el período
de once años (1525-1536). Reside en el colegio de Santa Bárbara, patrocinado
por el rey de Portugal. Se gradúa en Letras, es licenciado en Filosofía y hace
los estudios teológicos hasta el año 1536 con la salsa de luchas intelectuales
avivadas por el protestantismo naciente que encontró una de sus principales
barreras en la universidad de París.
El contacto con estudiantes como el saboyano Cornelio Fabro y el
valenciano Juan de la Peña produce un cambio de esquema en su mente, abriendo
el campo de sus aspiraciones eclesiásticas terrenas a otro nivel superior en el
que entra ya la aspiración a la santidad. Si se añade como colofón el trato con
Iñigo de Loyola se entiende mejor la transformación, a pesar de que la
distancia en cuestiones políticas entre Ignacio y Javier fueran diametralmente
opuestas.
Hace los primeros votos en Montmartre el 15 de agosto de 1534. Luego
está en Roma con el fundador, haciendo unos meses de secretario. Recibe la
ordenación sacerdotal en Venecia, el año 1537 y destaca por su afán de santidad
y disponibilidad para el apostolado.
Un día interviene el embajador lusitano, Pedro Mascareñas, y hay
revuelo. Venía orientado desde París donde le dijeron que aquél incipiente
grupo de seguidores de Ignacio tiene la garra y carisma suficiente para colmar
las aspiraciones del rey de Portugal, don Juan III, quien tiene en ese momento
proyectos de atender, consolidar y extender sus posesiones de Ultramar, tanto
en las Indias como en Brasil.
Como el papa Paulo III acepta el plan y lo apoya, no hay mucho más
que hablar. Javier pasa un año en Portugal para familiarizarse con la lengua y
las costumbres, sin que pase desapercibida su presencia y trabajo en la Corte,
logrando por méritos propios la confianza del rey y sus ministros.
Al embarcar para Goa lleva amplísimas facultades que le facilitarán
la realización de su labor sin trabas; es legado papal y nuncio por breves
pontificios expedidos en la Curia y lleva, además, el encargo oficioso del rey
para poner orden y concierto en los asentamientos ya instalados.
Parte en 1542; después del gran éxito en Goa durante cinco meses,
extendió su labor al sur de la India y a Ceilán (hoy Sri Lanka), donde
convirtió a decenas de miles de personas; también en Malabar, Travancor, y
Meliapur. En 1545 Malaca verá su figura enseñando el catecismo predicando por
todos sitios; buen púlpito serán las plazas y las calles. Misionero sin límites
geográficos irá a las islas Amboino, Cerán, Ternate, Tidoro y las islas del
Moro. No lo tendrá fácil -a pesar de sus papeles y credenciales- con las
dificultades y obstáculos que le ponen los mercaderes en Ceilán. No siempre y
todo es llegar a gentes nuevas; a veces regresa y visita las comunidades
primeras, compone catecismos, reagrupa a los cristianos, hace lo que puede para
organizarlos y dejarlos preparados para que los pueda atender el clero que
viene detrás. Es el primer misionero del Japón, cuando pisa Kagoshima en agosto
del 1549, acompañado de otro jesuita y un hermano lego; después de aprender
japonés durante un año, la táctica es la misma, predicación sencilla del
evangelio con paciencia y caridad. En 1551, cuando abandonó Japón, había
fundado una pujante comunidad cristiana. A veces hubo bautismos en masa, porque
su impaciencia divina provoca una conmoción espiritual. Le llegó el nombramiento
de Provincial cuando estaba en estas lides evangelizadoras.
Embarcado para Sancian (Shuangzhong), le animaba la esperanza de
llegar a la China; joven le pilló el cariño de Dios, que fue siempre su patrón,
cuando le llamó. Año 1552. Su cuerpo incorrupto se conserva en Goa, en la
iglesia del Buen Jesús.
Los misioneros van en las manos de Dios como Francisco Javier,
llamado el Apóstol de la Indias; con la confianza puesta en el soplo del
Espíritu; si las velas están desplegadas y el soplo es fuerte, se llega pronto
y a muchos.
Oración a San Francisco
Javier
Oh Dios, que quisiste
agregar a tu Iglesia las naciones de las Indias por la predicación y por los
milagros de San Francisco Javier: concédenos que, pues veneramos la gloria de
sus insignes merecimientos, imitemos, también los ejemplos de sus heroicas
virtudes. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos
de los siglos. Amén.
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