10 DE
DICIEMBRE - LUNES –
2ª – SEMANA DE ADVIENTO – C –
Virgen y Martir
Lectura del libro de Isaías (35,1-10):
EL
desierto y el yermo se regocijarán,
se
alegrará la estepa y florecerá,
germinará
y florecerá como flor de narciso,
festejará
con gozo y cantos de júbilo.
Le ha
sido dada la gloria del Líbano,
el
esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán
la gloria del Señor,
la
majestad de nuestro Dios.
Fortaleced
las manos débiles,
afianzad
las rodillas vacilantes;
decid a
los inquietos:
«Sed fuertes, no temáis.
¡He aquí
vuestro Dios! Llega el desquite,
la
retribución de Dios.
Viene en persona y os salvará.»
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos
de los sordos se abrirán;
entonces
saltará el cojo como un ciervo,
y cantará
la lengua del mudo,
porque
han brotado aguas en el desierto
y
corrientes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque,
el suelo
sediento en manantial.
En el
lugar donde se echan los chacales
habrá
hierbas, cañas y juncos.
Habrá un
camino recto.
Lo llamarán «Vía sacra».
Los
impuros no pasarán por él.
Él mismo
abre el camino
para que
no se extravíen los inexpertos.
No hay por allí leones,
ni se
acercarán las bestias feroces.
Los liberados caminan por ella
y por
ella retornan los rescatados del Señor.
Llegarán
a Sión con cantos de júbilo:
alegría
sin límite en sus rostros.
Los
dominan el gozo y la alegría.
Quedan
atrás la pena y la aflicción.
Palabra de Dios
Salmo: 84,9ab-10.11-12.13-14
R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios
anuncia la paz
a su
pueblo y a sus amigos».
La
salvación está cerca de los que lo temen,
y la
gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La
misericordia y la fidelidad se encuentran,
la
justicia y la paz se besan;
la
fidelidad brota de la tierra,
y la
justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor
nos dará la lluvia,
y nuestra
tierra dará su fruto.
La
justicia marchará ante él,
Y sus
pasos señalarán el camino. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,17-26):
UN día,
estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley,
venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor
estaba con él para realizar curaciones.
En esto,
llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y
trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde
introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la
camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él,
viendo la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados están perdonados».
Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos:
«¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar
pecados sino sólo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo:
«¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil,
decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para
perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu
camilla y vete a tu casa”».
Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla
donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios
El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos
de temor, decían:
«Hoy hemos visto maravillas».
Palabra del Señor
1. En
las culturas antiguas, era frecuente relacionar el "pecado" con la
"enfermedad". De manera que, para mucha gente, el que se ponía
enfermo es que había cometido algún pecado. Por eso, los enfermos eran doblemente desgraciados: por el sufrimiento
de la enfermedad y por la humillación de ser considerados como malas personas. Esto explica la
pregunta de los discípulos cuando vieron al ciego de nacimiento (Jn 9, 2) o lo
que les dijo Pablo a los corintios (1 Cor 11, 30).
2. Por
esto, lo primero que hace Jesús, en cuanto ve al paralítico, es decirle que sus
pecados están perdonados. O sea, Jesús rompe la relación (de entonces) entre
pecado y enfermedad. Lo cual
escandalizó e irritó a los "hombres de la religión".
Porque se imaginaron que Jesús se atribuía un
poder divino, lo que sería una blasfemia. Y quizá también porque Jesús (creían
ellos) se apropiaba un poder que era a ellos a quienes correspondía.
Ellos se sentían dueños de las conciencias. Y
no toleraban que nadie les quitase ese poder, que llega hasta el fondo de la
conciencia de cada ser humano.
¡Menudo poder!
3. Jesús
demuestra que tiene el poder sobre el pecado y la conciencia porque libera a
los que sufren de su sufrimiento y de su humillación. Esto es lo que literalmente
dice el relato. Quien libera a la gente de su dolor y de sus humillaciones, ese
es el que le puede decir a cualquiera: "Vete en paz".
La confesión es, con demasiada frecuencia, una forma
de engaño. El pecado no es ni culpa, ni
mancha, ni ofensa a Dios. Así lo dice Santo Tomás de Aquino (Sum. contra gent.
III, 122).
El pecado es ofender a otro ser humano (Mt 18,
15-17). Al ofendido es a quien hay que pedirle perdón. Si no perdonas al
ofendido, Dios no te perdona a ti.
Santa Eulalia de Mérida,
Virgen y Mártir
Martirologio Romano: En Mérida, de Lusitania (hoy España), santa Eulalia, virgen y
mártir, que, según se dice, siendo aún joven no dudó en ofrecer su vida por
confesar a Cristo († c. 304).
Breve Biografía
Nos encontramos en Mérida, Extremadura en el año 300. En primer
lugar, hay que decir que hay dos Eulalias: la de Mérida y la de Barcelona.
La vida de estas dos mártires se relata en los poemas de nuestro
compatriota Prudencio (+415).
Dice: "Nuca estuvo una criatura humana dotada de tanta gracia y
atractivo. A pesar de los 12 inviernos y trece primaveras que tenía, nunca
permitió que se le hablara de lecho nupcial, pues su cuerpo pertenecía a
Cristo"..
Vivía con este convencimiento. No soñaba lo que le aguardaba en puro
corazón y mente esclarecida.
Por aquel tiempo se desencadenó la persecución de Diocleciano. Ya
estamos en lo mismo, pero al mismo tiempo interesante y novedoso por ver la
reacción de esta chica de Mérida y de tantos otros cristianos.
Ella, no solamente no le tenía miedo a la muerte, sino que incluso
deseaba ser mártir por amor a Cristo. Desde luego, la admiración cuando se
estudia todo esto a tantos siglos de distancia, es extraordinaria.
Los padres querían impedir a toda costa que
muriese. Para ello, la encerraron en un castillo. El único que podía verla era
el sacerdote Félix y la ama de llaves.
El gobernador romano tenía la orden de que todo aquel cristiano que
no quemase incienso a los dioses iría derecho a la muerte.
Eulalia convenció al ama de llaves para que le dejara salir. Salieron
las dos juntas ante el gobernador. Le reprocharon su crueldad. En seguida mandó
martirizar primero a Julia, la empleada, y a continuación a Eulalia.
El juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de
hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa
cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el
humo.
Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una
blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron
huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura
inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que
varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al
cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un
templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese
templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven
y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.
Con el tiempo se convirtió en una de las santas españolas más
venerada.
fsantossdb@hotmail.com
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