7 DE
DICIEMBRE – VIERNES –
1ª – SEMANA
DE ADVIENTO – C –
Lectura del libro de Isaías (29,17-24):
Esto dice
el Señor:
«Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, y el
vergel parecerá un bosque.
Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro;
sin
tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor,
y los
pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel;
porque
habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico; y serán
aniquilados los que traman para hacer el mal: los que condenan a un hombre con
su palabra, ponen trampas al juez en el tribunal, y por una nadería violan el
derecho del inocente.
Por eso, el Señor, que rescató a Abrahán,
dice a la
casa de Jacob: “Ya no se avergonzará Jacob,
ya no
palidecerá su rostro, pues, cuando vean sus hijos mis acciones en medio de
ellos, santificarán mi nombre,
santificarán
al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel”.
Los insensatos encontrarán la inteligencia y los que murmuraban
aprenderán la enseñanza».
Palabra de Dios
Salmo: 26,1.4.13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor
es mi luz y mi salvación,
¿a quién
temeré?
El Señor
es la defensa de mi vida,
¿quién me
hará temblar? R/.
Una cosa
pido al Señor,
eso
buscaré:
habitar
en la casa del Señor
por los
días de mi vida;
gozar de
la dulzura del Señor,
contemplando
su templo. R/.
Espero
gozar de la dicha del Señor
en el
país de la vida.
Espera en
el Señor, sé valiente,
ten
ánimo, espera en el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,27-31):
En aquel
tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les
dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos.
Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.
Palabra del Señor
1. Si
algo hay claro en este relato, es la idea que Jesús tenía sobre lo que es la
fe. Para Jesús, la fe es la seguridad de que él es la solución de nuestras
dificultades, incluso cuando se trata de dificultades o problemas que, según
nuestra mentalidad, no tienen solución. Creer en Jesús es fiarse de Jesús,
tener nuestra
seguridad
en él.
2. León
Tolstoi escribió esto: "Jesucristo enseña a los seres humanos que hay algo
en ellos, que les sitúa por encima de esta vida, de ajetreos, alegrías y
temores.
Quien
llega a entender las enseñanzas de Cristo, se sentirá como un pájaro que no
sabía que tenía alas; y ahora, de pronto, se da cuenta de que puede volar,
puede ser libre y ya no tiene nada que temer".
3. El
concilio de Trento definió que la fe es algo más que la mera confianza; es el
acto de aceptación de lo que Dios nos ha revelado y prometido (Denz. 798; 822;
cf. K. Rahner). Esto es importante. Es fundamental. Pero es más importante y fundamental fiarse
de Jesús totalmente en la vida. Incluso ante la muerte, como ocurrió con
Lázaro, tal como Jesús se lo dijo a sus hermanas, Marta y María.
San Ambrosio de Milán
Nació en
Tréveris (Alemania) en el año 340. Fue elegido obispo de Milán en el año 374,
siendo un gran administrador. Ambrosio es el símbolo de la Iglesia que renace
después de los duros años del ocultamiento y de las persecuciones. San Agustín,
quien fue un asiduo oyente de los sermones de San Ambrosio, nos cuenta en sus
Confesiones que el prestigio de la elocuencia del obispo de Milán era muy
grande y muy eficaz el tono de este apóstol de la amistad. Sus libros
publicados que han llegado hasta nosotros son las rápidas transcripciones y
reutilizaciones de sus discursos, poco o nada revisados. Como buen pastor le
gusta enseñar cantos litúrgicos a su pueblo. Por eso compuso un buen número de
himnos, algunos son todavía familiares en la liturgia ambrosiana. Fue él quien
introdujo en occidente el canto alternado de los salmos.
Vida de San Ambrosio de Milán
San Ambrosio, (Tréveris, c. 340 - Milán, 397) fue un destacado
arzobispo de Milán, y un importante teólogo y orador. Es uno de los Padres de
la Iglesia y uno de los 33 doctores de la Iglesia Católica.
Hijo de un prefecto romano (Simmaco) de las Galias, Ambrosio estudió
letras y jurisprudencia en Roma y fue después secretario del prefecto de la
ciudad, Petronio Probo. A los 31 años era ya él, a su vez, prefecto de las
provincias de Emilia y Liguria, con residencia en Milán. A inicios de su
carrera política fue elegido obispo de la diócesis milanesa, que rigió hasta su
muerte, acaecida en el año 397.
La leyenda cuenta que un día, cuando aún no sabía hablar, estando en
el jardín de la residencia de su padre en Tréveris, acudió un enjambre de
abejas a revolotear por su rostro, y que varias de ellas se deslizaron, sin
picarle, en el interior de su boca. Al verlo, exclamó el prefecto: "Este
niño va a ser algo grande". Con algo más de edad, el niño veía que todos
besaban cuando del obispo cuando éste visitaba su casa y él presentaba también
la suya a los criados y a su hermana, para que se la besaran, diciendo:
"¿No sabéis que también yo voy a ser obispo?". Y cuando Petronio
Probo le despedía al partir para tomar posesión de su cargo de prefecto en
Milán —nombramiento para el cual le había propuesto al emperador—, le dijo:
"Ve, hijo mío, y pórtate, no como juez, sino como obispo".
A los dos años de su prefectura en Milán, cuando apenas había
empezado a desarrollar su programa de gobierno, falleció el obispo y se planteó
el problema de la elección de sucesor, la cual, según la costumbre establecida,
debían hacer el clero y el pueblo. Hubo disputas y un día, mientras el clero
deliberaba en la parte superior de la basílica catedral, y el pueblo aguardaba
abajo la decisión con una actitud que fácilmente podían degenerar en motín, el
gobernador creyó deber suyo presentarse en medio de los fieles para hablarles y
tranquilizarles.
Apenas había terminado su exhortación, cuando se oyó una voz
infantil, que decía: "Ambrosio, obispo". "¡Ambrosio,
obispo!", empezó a gritar la muchedumbre. Y el clero se unió a la
aclamación general. El único que protestaba era el elegido y podía alegar una
razón magnífica. El Concilio de Nicea, en 325, había prohibido que los no
bautizados fuesen escogidos para el episcopado, y Ambrosio no estaba bautizado
todavía.
Los electores no cedieron. Se consultó al Papa, quien aprobó la
elección, suspendiendo la disposición de Nicea. Pero cuando los obispos
designados fueron en busca de Ambrosio, con el propósito de disponerlo y
consagrarlo, no lo encontraron en la ciudad; se había evadido al campo y sólo
por la traición de un amigo pudieron dar con su paradero.
Recibió el bautismo, la ordenación y la consagración en 374 y
seguidamente tomó posesión de su Sede.
El nuevo prelado demostró muy pronto que estaba a la altura de su
dignidad. Su vida, ya siempre sobria, se hizo ahora austera y penitente.
Distribuyó a los pobres todo su dinero y se trazó un programa pastoral
vastísimo, al cual se adaptó con gran actividad durante todo su pontificado.
Uno de los rasgos más característicos de su actuación fue siempre la caridad
para con los pobres, enfermos, moribundos, cautivos, viudas y huérfanos. Fundó
hospitales y albergues.
Más guerrero que intelectual fue el primer cristiano en conseguir que
se reconociera el poder de la iglesia por encima de la del estado. Y desterró
definitivamente en sucesivas confrontaciones a los paganos de la vida política
romana.
En el orden espiritual, lo primero que hizo fue perfeccionar su
cultura teológica y bíblica, bajo la guía personal o los escritos de maestros
como San Basilio, San Cirilo de Alejandría, San Gregorio Nacianceno, y otros
eclesiásticos de su tiempo, vivientes o ya difuntos, aparte del famoso
sacerdote Simpliciano, que le aleccionaba directamente y que había de ser su
sucesor como Prelado de Milán.
Desde su juventud había sido Ambrosio hombre de relaciones escogidas.
Con San Basilio tuvo una especial comunicación y amistad. Desde su juventud
había sido Ambrosio hombre de relaciones escogidas. Ya en sus tiempos de Roma
frecuentó seguramente con San Jerónimo, con San Paulino de Nola, con Santa
Paula y sus hijas.
Como escritor, su obra más voluminosa es el comentario al evangelio
de San Lucas; otras obras son tratados sobre los sacramentos y sobre la
virginidad. Dejó también escritos contra los arrianos. Finalmente, compuso para
el rezo una serie de himnos solemnes, que se utilizan todavía en la liturgia
actual.
La situación de Ambrosio en Milán, su conocimiento de los asuntos
políticos y su autoridad de jurista, hacían de él un consejero técnico para los
emperadores en materia religiosa, en la cual éstos necesariamente debían
intervenir, pues desde que Constantino se había hecho protector de la Iglesia,
-y, con tal pretexto, una especie de obispo externo a la Jerarquía- no podían
desinteresarse de los conflictos que incesantemente se provocaban entre
cristianos y paganos, entre ortodoxos y arrianos.
Fallecido Valentiniano I en 375, quedaba heredero del Imperio su hijo
Graciano, de veinte años. El otro hijo era un niño de cuatro, que fue educado
en Sirmio por su madre Justina. Ambrosio fue para ambos más que un consejero
político, un tutor, un confidente, un padre. Graciano se formó a su lado, y
favoreció la caída del paganismo como religión del Estado.
Al principio el reparto de poder entre cristianos y paganos estaba
más o menos en equilibrio con Graciano, emperador romano y cristiano católico.
A la muerte de Graciano (383), víctima de una sedición cantonal en las Galias
capitaneada por un usurpador llamado Máximo, Ambrosio, a súplicas de Justina,
se encaminó a Tréveris para parlamentar con él y calmar sus iras. Así ganaba
tiempo en favor del pequeño Valentiniano II cuyo trono se veía amenazado.
Gracias a la habilidad del Prelado obtuvo una especie de tregua que podría
resultar muy provechosa.
Al regresar de la embajada suponía que la emperatriz le estaría
agradecida. Pero ella verdadera simpatía por los arrianos, y pidió al obispo
una basílica de la ciudad para ellos. La actitud de Ambrosio y su creciente
popularidad la hicieron desistir. Él se había encerrado con el pueblo católico
en la basílica, y contestó a los emisarios de Justina: "Mis bienes son de
la patria, pero lo que es de Dios no tengo derecho a entregarlo".
El pueblo se apiñó en torno a Ambrosio y le defendió. Y Justina tuvo
que doblegarse. No mucho tiempo más tarde la emperatriz falleció, pero la lucha
entre paganos, herejes y católicos se acentuó definitivamente.
La llamada guerra de las estatuas enfrentaba desde Constantino a las
diversas religiones con representación en el senado. En el 384, el partido
pagano aprovechó la debilidad de Valentiniano II para devolver la Estatua de la
Victoria al senado, lo que provocó la ira de Ambrosio.
Finalmente, Ambrosio hizo declarar a Valentino II que los emperadores
tenían que estar a las órdenes de Dios al igual que los ciudadanos tenían que estar
a las órdenes del emperador como soldados.
A partir de aquí, Ambrosio consigue hacer efectiva una demanda por la
que la Iglesia ostenta un poder superior no solo al Estado Romano sino a todos
los estados. Estas ideas de la Iglesia como institución universal e
internacional por una parte y de control sobre los estados por otra permitiría
a la iglesia sobrevivir a la caída del Imperio.
Durante el reinado de Teodosio, éste habría ordenado a un obispo
local que sufragara los daños de la destrucción de una sinagoga a manos de los
cristianos. El emperador estaba dispuesto a acabar con esas prácticas
intimidatorias.
Ambrosio se opuso de nuevo, y consiguió del emperador que declarara
libre a la iglesia de tener que responder por tales cuestiones. Algo que resulto
muy pernicioso ya que dio vía libre para la persecución cristiana de miles de
paganos.
En el 393 el emperador Teodosio I prohibió los Juegos Olímpicos por
influencia de San Ambrosio, al considerarlos paganos.
Convirtió y bautizó a san Agustín. Creó nuevas formas litúrgicas y
promovió el culto a las reliquias en Occidente.
Su fiesta se celebra el 7 de diciembre.
Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Ambrosio
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