viernes, 14 de diciembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 15 de Diciembre – Sábado – 2ª – Semana de Adviento – C – San Urbicio





15 de Diciembre – Sábado –
2ª – Semana de Adviento – C –

Lectura del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11):

En aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego, sus palabras quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que estallara,
para reconciliar a los padres con los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor.

Palabra de Dios

Salmo: 79,2ac.3b.15-16.18-19

R/. Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.
Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,10-13):
Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor

1.   Cuando Jesús baja, con tres de sus discípulos, del monte de la transfiguración, les dice a aquellos seguidores que él va a terminar sus días como acabó
Juan Bautista.  Es decir, ejecutado con una muerte violenta.  La referencia a Elías es lo que menos interesa aquí. Elías, lo mismo que Moisés, desaparecieron en el monte de la transfiguración.
Y Dios dijo que a quien hay que escuchar y seguir es solo a Jesús: "Este es mi hijo muy amado. Escuchadle".

2.  Así las cosas, Jesús hace la afirmación central de este episodio: "Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos". Es decir, Jesús tiene que recorrer el mismo camino de sufrimiento que Juan Bautista (U. Luz).
El macabro relato del asesinato de Juan termina diciendo que los discípulos de Juan fueron a contar a Jesús lo sucedido (Mt 14, 12). Juan y Jesús padecieron el mismo destino. Pero con una diferencia importante: a Juan lo mató Herodes, un rey pecador y cobarde, mientras que a Jesús lo condenó (y forzó su muerte
más cruel, colgado de una cruz) la suprema autoridad religiosa: los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno.

3.  Juan y Jesús nos enseñan que el poder no soporta a los hombres libres que educan a los pueblos ya las gentes en la libertad al servicio de la misericordia.
Pero hay una diferencia fundamental entre Juan y Jesús: a Juan lo mató el poder político, en tanto que a Jesús lo mató el poder religioso. Es verdad que, "en el
mundo romano del s. I, a nadie se le ocurría pensar que la religión y la política estuvieran separadas" (W. Carter). Pero también es cierto que, para muchos ciudadanos, una condena "religiosa" daña el recuerdo del difunto mucho más hondamente que una condena solo "política".

San Urbicio

Monje eremita

Martirologio Romano: En Nocito, al pie de la sierra de Guara, san Úrbez o Urbicio, el cual, nacido en Burdeos de familia noble, fue monje y sacerdote del monasterio de san Martín de la Val de Onsera, estableciéndose finalmente en Nocito, donde evangelizó los pueblos vecinos († 802)

Simpático santo mitad español y mitad francés.

Urbicio o Urbe no es recordado porque ejerciera funciones eclesiásticas, quiero decir que no fue cura, ni fraile, ni obispo, ni papa. Tampoco es celebrado como mártir que sufriera crueles tormentos y entregara cruentamente su vida por la religión. No se debe su veneración a funciones de gobierno hechas ejemplarmente con visión cristiana de las realidades temporales, como sucede con tantos reyes y gobernantes cuya gestión les sirvió para ejercitar de modo heroico las virtudes. Ni es fundador de una familia religiosa. Ciertamente esto es a lo que nos tiene acostumbrados la más común hagiografía de los santos.
La tradición sobre su vida nos lo presenta como nacido en Burdeos. Los moros que dominan España entran en Aquitania y lo hacen cautivo, cuando sólo tenía catorce años, junto con su madre Asteria. Madre e hijo llevan a partir de entonces su esclavitud con espíritu cristiano y anhelando siempre el tiempo de su liberación. Cuando la consigue Asteria, todos sus esfuerzos van encaminados a recaudar fondos con los que liberar a su hijo; pero, muere sin llegar a conseguirlo. Vive Urbicio en su cautiverio, y de modo ejemplar, aquellas virtudes que el Apóstol Pablo recomienda a los esclavos cristianos en las relaciones con sus dueños: sirve a su amo pensando que sirve al Amo de todos, se ejercita en la humildad, da ejemplo de honradez y de pureza; se hace notar por su continua y sincera piedad. El asunto de su libertad, estando en tierra hispana, lo tiene puesto es las manos de los niños santos de Alcalá, los santos Justo y Pastor.
Su libertad, cuando llega, la atribuye a la intercesión de estos santos de los que se siente deudor. Programa y realiza un viaje de agradecimiento a Alcalá. Las consecuencias de esta visita fueron trascendentales, ya que Urbicio partió de la ciudad llevándose las reliquias de los dos mártires, se desconoce si por haberle sido entregadas por los propio complutenses, temerosos de que éstas fueran profanadas por los musulmanes, o si simplemente las robó.
La última fase de su vida se sitúa en Huesca donde está retirado y entregado a la oración, en completa pobreza y dura penitencia. En el valle de Nocito reproduce el antiguo estilo de los anacoretas egipcios. La gente del lugar visita al hombre santo ansiosa de recibir la instrucción cristiana que sale firme y bondadosa de su boca, se admira de su austeridad y se siente movida al amor a Dios y caridad con el prójimo ante su ejemplo.

Muere en el año 802.

El piadoso relato, adornado con recursos imaginativos, posiblemente supuso una ayuda importante para los cristianos que, en aquel momento histórico, sufrían duramente por el hecho de ser discípulos de Jesucristo. Quizá mantuvo en la fe a muchos y a lo mejor hasta los animó a practicar con valentía la piedad concomitante a la fe. Incluso debió responsabilizar a más de uno a ser catequista —apóstol— para los demás.

es.catholic.net

No hay comentarios:

Publicar un comentario