15 de Diciembre – Sábado
–
2ª – Semana de Adviento –
C –
Lectura del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11):
En
aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego, sus palabras quemaban
como antorcha.
Él hizo
venir sobre ellos hambre,
y con su
celo los diezmó.
Por la
palabra del Señor cerró los cielos
y también
hizo caer fuego tres veces.
¡Qué
glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién
puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste
arrebatado en un torbellino ardiente,
en un
carro de caballos de fuego;
tú fuiste
designado para reprochar los tiempos futuros,
para
aplacar la ira antes de que estallara,
para
reconciliar a los padres con los hijos
y
restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos
los que te vieron
y se
durmieron en el amor.
Palabra de Dios
Salmo: 79,2ac.3b.15-16.18-19
R/. Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de
Israel, escucha,
tú que te
sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta
tu poder y ven a salvarnos. R/.
Dios del
universo, vuélvete:
mira
desde el cielo, fíjate,
ven a
visitar tu viña.
Cuida la
cepa que tu diestra plantó,
y al hijo
del hombre que tú has fortalecido. R/.
Que tu
mano proteja a tu escogido,
al hombre
que tú fortaleciste.
No nos
alejaremos de ti:
danos
vida, para que invoquemos tu nombre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,10-13):
Cuando
bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir
Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha
venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así
también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el
Bautista.
Palabra del Señor
1.
Cuando Jesús baja, con tres de sus discípulos, del monte de la
transfiguración, les dice a aquellos seguidores que él va a terminar sus días
como acabó
Juan
Bautista. Es decir, ejecutado con una
muerte violenta. La referencia a Elías
es lo que menos interesa aquí. Elías, lo mismo que Moisés, desaparecieron en el
monte de la transfiguración.
Y Dios dijo que a quien hay que escuchar y
seguir es solo a Jesús: "Este es mi hijo muy amado. Escuchadle".
2. Así
las cosas, Jesús hace la afirmación central de este episodio: "Así también
el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos". Es decir, Jesús tiene
que recorrer el mismo camino de sufrimiento que Juan Bautista (U. Luz).
El macabro relato del asesinato de Juan termina
diciendo que los discípulos de Juan fueron a contar a Jesús lo sucedido (Mt 14,
12). Juan y Jesús padecieron el mismo destino. Pero con una diferencia
importante: a Juan lo mató Herodes, un rey pecador y cobarde, mientras que a
Jesús lo condenó (y forzó su muerte
más
cruel, colgado de una cruz) la suprema autoridad religiosa: los sumos
sacerdotes y el Sanedrín en pleno.
3. Juan
y Jesús nos enseñan que el poder no soporta a los hombres libres que educan a
los pueblos ya las gentes en la libertad al servicio de la misericordia.
Pero hay una diferencia fundamental entre Juan
y Jesús: a Juan lo mató el poder político, en tanto que a Jesús lo mató el
poder religioso. Es verdad que, "en el
mundo
romano del s. I, a nadie se le ocurría pensar que la religión y la política
estuvieran separadas" (W. Carter). Pero también es cierto que, para muchos
ciudadanos, una condena "religiosa" daña el recuerdo del difunto
mucho más hondamente que una condena solo "política".
San Urbicio
Monje eremita
Martirologio Romano: En Nocito, al pie de la sierra de Guara, san
Úrbez o Urbicio, el cual, nacido en Burdeos de familia noble, fue monje y
sacerdote del monasterio de san Martín de la Val de Onsera, estableciéndose
finalmente en Nocito, donde evangelizó los pueblos vecinos († 802)
Simpático santo mitad español y mitad
francés.
Urbicio o Urbe no es recordado porque ejerciera funciones
eclesiásticas, quiero decir que no fue cura, ni fraile, ni obispo, ni papa.
Tampoco es celebrado como mártir que sufriera crueles tormentos y entregara
cruentamente su vida por la religión. No se debe su veneración a funciones de
gobierno hechas ejemplarmente con visión cristiana de las realidades
temporales, como sucede con tantos reyes y gobernantes cuya gestión les sirvió
para ejercitar de modo heroico las virtudes. Ni es fundador de una familia
religiosa. Ciertamente esto es a lo que nos tiene acostumbrados la más común
hagiografía de los santos.
La tradición sobre su vida nos lo presenta como nacido en Burdeos.
Los moros que dominan España entran en Aquitania y lo hacen cautivo, cuando
sólo tenía catorce años, junto con su madre Asteria. Madre e hijo llevan a
partir de entonces su esclavitud con espíritu cristiano y anhelando siempre el
tiempo de su liberación. Cuando la consigue Asteria, todos sus esfuerzos van
encaminados a recaudar fondos con los que liberar a su hijo; pero, muere sin
llegar a conseguirlo. Vive Urbicio en su cautiverio, y de modo ejemplar,
aquellas virtudes que el Apóstol Pablo recomienda a los esclavos cristianos en
las relaciones con sus dueños: sirve a su amo pensando que sirve al Amo de
todos, se ejercita en la humildad, da ejemplo de honradez y de pureza; se hace
notar por su continua y sincera piedad. El asunto de su libertad, estando en
tierra hispana, lo tiene puesto es las manos de los niños santos de Alcalá, los
santos Justo y Pastor.
Su libertad, cuando llega, la atribuye a la intercesión de estos
santos de los que se siente deudor. Programa y realiza un viaje de
agradecimiento a Alcalá. Las consecuencias de esta visita fueron
trascendentales, ya que Urbicio partió de la ciudad llevándose las reliquias de
los dos mártires, se desconoce si por haberle sido entregadas por los propio
complutenses, temerosos de que éstas fueran profanadas por los musulmanes, o si
simplemente las robó.
La última fase de su vida se sitúa en Huesca donde está retirado y
entregado a la oración, en completa pobreza y dura penitencia. En el valle de
Nocito reproduce el antiguo estilo de los anacoretas egipcios. La gente del
lugar visita al hombre santo ansiosa de recibir la instrucción cristiana que
sale firme y bondadosa de su boca, se admira de su austeridad y se siente
movida al amor a Dios y caridad con el prójimo ante su ejemplo.
Muere en el año 802.
El piadoso relato, adornado con recursos imaginativos, posiblemente
supuso una ayuda importante para los cristianos que, en aquel momento
histórico, sufrían duramente por el hecho de ser discípulos de Jesucristo.
Quizá mantuvo en la fe a muchos y a lo mejor hasta los animó a practicar con
valentía la piedad concomitante a la fe. Incluso debió responsabilizar a más de
uno a ser catequista —apóstol— para los demás.
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