14 de Diciembre –
Viernes –
2ª – Semana de Adviento –
C –
Lectura del libro de Isaías
(48,17-19):
ESTO dice el Señor, tu
libertador,
el Santo de Israel:
«Yo, el Señor, tu Dios,
te instruyo por tu bien,
te marco el camino a seguir.
Si hubieras atendido a mis
mandatos,
tu bienestar sería como un río,
tu justicia como las olas del
mar,
tu descendencia como la arena,
como sus granos, el fruto de tus
entrañas;
tu nombre no habría sido
aniquilado,
ni eliminado de mi presencia».
Palabra de Dios
Salmo:1,1-2.3.4.6
R/. El que te sigue, Señor,
tendrá la luz de la vida.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los
impíos,
ni entra por la senda de los
pecadores,
ni se sienta en la reunión de
los cínicos;
sino que su gozo es la ley del
Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen
fin. R/
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el
viento.
Porque el Señor protege el
camino de los justos,
pero el camino de los impíos
acaba mal. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (11,16-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús al
gentío:
«¿A quién compararé esta
generación?
Se asemeja a unos niños
sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis
bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”.
Porque vino Juan, que ni
comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come
y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y
pecadores”.
Pero la sabiduría se ha
acreditado por sus obras».
Palabra del Señor
1. Sea cual sea el origen
y el significado de la parábola de los niños
jugando a boda y entierro, lo que está fuera de duda es que aquí se
contraponen dos formas de vida: la de
Juan y la de Jesús.
La vida de Juan sugiere la idea de un
entierro, mientras
que la vida de Jesús nos evoca la experiencia gozosa de una
fiesta de boda.
2. La contraposición es
fuerte: Juan vivió como un asceta que se privaba de
casi todo, mientras
que Jesús fue un ciudadano normal, que
incluso dio pie a
que se pudiera decir
de él que era un tragón y un bebedor.
Pero lo sorprendente es que la mayoría de la gente ("esta
generación": Gen 6, 9; 7, 1; Job 5, 5; Exdo 44,17) no hizo caso ni a Juan
ni a Jesús. De hecho, lo mismo Juan que Jesús se fueron de este mundo abandonados
de casi todo el pueblo.
¿Qué nos viene a decir esta parábola?
3. Jesús da la respuesta:
"los hechos han dado la razón a la
sabiduría de Dios". La sabiduría de
Dios se hizo vida en Jesús, en la vida de Jesús (cf. Mt 11, 25-30; 1, 21-23; 4,
17; 13, 54).
Esto supuesto, fueron los hechos de la vida de Jesús, sus obras,
sus buenas obras, son las que marcan el camino a seguir en la vida. Lo cual
quiere decir: el camino a seguir en la vida no es el de los
sacerdotes del
templo, ni el de los anacoretas del desierto, ni el de los ascetas que se
privan de casi todo. Lo que importa en la vida son las "obras"
(érga), el comportamiento que cada cual tiene en su relación con los
demás. Y eso es lo que quedó de Juan y
de Jesús: de Juan, quedaron sus recriminaciones contra el pecado y los pecadores;
de Jesús, quedaron sus preocupaciones por aliviar
el sufrimiento de
enfermos, pobres, marginados y gente desgraciada. Y aquí en esto, es en lo que
se manifiesta la sabiduría de Dios.
San Juan de la Cruz
Nació en 1542 en la provincia de
Ávila (España). Tras la muerte de su padre, la familia debe emigrar a Medina
del Campo. Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas
de la Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó
en el hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los
jesuitas fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. En 1567 lo
ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con la madre
Teresa en las casas de Blas Medina.
Inicia su vida de carmelita
descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre, adoptando el de Juan de la Cruz.
Pasa año y medio de austeridad, alegría, oración y silencio en casa pobre entre
las encinas. Luego, la expansión es inevitable; reclaman su presencia en
Mancera, Pastrana y el colegio de estudios de Alcalá; ha comenzado la siembra
del espíritu carmelitano. La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para
sus monjas; ahora dispone de confesores descalzos que entienden -porque lo
viven- el mismo espíritu. Por cinco años es Juan el confesor del convento de la
Encarnación de Ávila. La confianza que la reformadora tiene en el reformador
-aunque posiblemente no llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de
manifiesto en las expresiones que emplea para referirse a él; le llamará "senequista"
para referirse a su ciencia, "santico de fray Juan" al hablar de su
santidad, previendo que "sus huesecicos harán milagros". Morirá en
1591.
Vida de San Juan de la Cruz
Patrón de la teología mística y de los poetas en español
Era hijo de Gonzalo de Yepes y de
Catalina Álvarez, tejedores de buratos. El padre y el hermano pequeño, Luis,
mueren cuando Juan tiene sólo tres años, por lo que la madre y los dos hijos
restantes (Francisco y el propio Juan) se ven obligados por la acuciante
pobreza (las penalidades pasadas hicieron de Juan un hombre de escasa
corpulencia, bastante bajo de estatura (Santa Teresa lo llamaba "mi medio
fraile")) a trasladarse primero a Arévalo (donde viven durante cuatro
años) y en 1551 a Medina del Campo. Allí, aliviados algo por el incremento de
fortuna que les ha reportado el matrimonio del hermano mayor, se instalan
definitivamente. Juan, gracias a su condición de pobre de solemnidad, puede
asistir al Colegio de los Niños de la Doctrina, privilegio que le obliga a
realizar ciertas contraprestaciones, como asistir en el convento, la ayuda a
Misa y a los Oficios, el acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna.
La mínima formación recibida en el colegio le capacitó para continuar su
formación en el recién creado (1551) colegio de los jesuitas, que le dieron una
sólida base en Humanidades. Como alumno externo y a tiempo parcial, debía
compaginar sus estudios con un trabajo asistencial en el Hospital de Nuestra
Señora de la Concepción de Medina, especializado en la curación de enfermedades
venéreas contagiosas.
Así, pues, entre 1559 y 1563, estudia
con los jesuitas; durante los primeros tres años, recibe la formación según la
novedosa ratio studiorum, en la que el latín era la base de todos los estudios;
en el cuarto año, aparte de recibir formación en retórica, aprende a escribir
en latín, a construir versos latinos y a traducir a Cicerón, César, Virgilio,
Ovidio, Marcial y Horacio. Simultáneamente, vive las nuevas corrientes del
humanismo cristiano, con estilo y comportamientos renovados en la pedagogía.
A los veintiún años, en 1563, ingresa
en los Padres Carmelitas de Medina (orden de los Carmelitas), adoptando el
nombre de fray Juan de Santo Matía. Tras realizar el noviciado entre 1563 y
1564 en el convento de Santa Ana, se traslada a Salamanca donde estudiará en el
Colegio de San Andrés de los Cármenes entre 1564 y 1567 los tres cursos
preceptivos para bachillerarse en Artes. Durante el tercer curso, fue nombrado,
por sus destrezas dialécticas, prefecto de estudiantes en el colegio de San
Andrés.
En 1567 regresa a Medina del Campo
por unos pocos días para ser ordenado presbítero y celebrar su primera misa en
presencia de su hermano, del resto de su familia y de sus amigos del convento.
Allí conocerá a Teresa de Cepeda y Ahumada, futura Santa Teresa de Jesús, que
había llegado a la ciudad para fundar una nueva sede de su Reforma Carmelita,
los llamados carmelitas descalzos. Teresa convence a Juan y lo une a su causa
de reforma de los Carmelitas. Esta orden reformada tropezó con una gran
hostilidad por parte de los carmelitas calzados.
Juan regresa a Salamanca e inicia
estudios de Teología durante el curso 1567-1568, pero solo realiza un curso,
cuando los preceptivos hubieran sido cuatro, por lo que no obtuvo ni siquiera
el grado de bachiller.
En agosto de 1568 abandona Salamanca
para acompañar a Teresa en su fundación femenina de Valladolid.
El 28 de noviembre de 1568 funda en
Duruelo el primer convento de Descalzos de la rama masculina del Carmelo
Descalzo siguiendo la Regla Primitiva, esto es, un establecimiento que propugna
el retorno a la práctica original de la Orden; en la ceremonia, cambia su
nombre por el de fray Juan de la Cruz. En 1570 la fundación se trasladó a
Mancera, donde Juan desempeño el cargo de Subprior y Maestro de novicios; tras
una estancia en Pastrana para poner en marcha su noviciado, se establece en
1571 en Alcalá de Henares, como Rector del colegio recién fundado.
Juan se convierte en uno de los
principales formadores para los nuevos adeptos a esta reforma carmelitana. En
1572, Juan de la Cruz viaja, a invitación de Teresa de Jesús, al Convento de la
Encarnación, en donde asumirá las tareas de Vicario y Confesor de las monjas.
Permanecerá aquí hasta finales de 1577, por lo que acompañará a la madre Teresa
a la fundación de diversos conventos de Descalzas, como el de Segovia.
Durante este periodo, en el seno de
la Orden del Carmen se habían agravado los conflictos jurisdiccionales entre
los carmelitas calzados y descalzos, debidos a distintos enfoques espirituales
de la reforma; por lo demás, el pleito se enmarcaba también en la confrontación
entre el poder real y el pontificio por dominar el sector de las órdenes
religiosas. Así, en 1575, el Capítulo General de los Carmelitas decidió enviar
un visitador de la Orden para suprimir los conventos fundados sin licencia del
General y de recluir a la madre Teresa en un convento. Finalmente, en 1580 el
Carmelo Descalzo se erige en Provincia exenta y en 1588 es reconocida como
Orden.
En este contexto es en el que se
produce el encarcelamiento de Juan de la Cruz, quien ya en 1575 había sido
detenido y encarcelado en Medina del Campo durante unos días por los frailes
calzados. La noche del 3 de diciembre de 1577 Juan de la Cruz es nuevamente
apresado y trasladado al convento de frailes carmelitas de Toledo, donde es
obligado a comparecer ante un tribunal de frailes calzados para retractarse de
la Reforma teresiana. Ante su negativa, es recluido en una prisión conventual
durante ocho meses.
Es durante este periodo de reclusión
cuando escribe las treinta y una primeras estrofas del Cántico espiritual (en
la versión conocida como proto cántico), varios romances y el poema de la
fonte.
Tras concienciarse de que su
liberación iba a ser difícil, planea detenidamente su fuga y entre el 16 y el
18 de mayo de 1578, con la ayuda de un carcelero, se escapa en medio de la
noche y se acoge en el convento de las Madres Carmelitas Descalzas, también en
Toledo. Para mayor seguridad, las monjas lo envían al Hospital de Santa Cruz,
en el que estuvo mes y medio.
En 1578 se dirige a Andalucía para
recuperarse completamente. Pasa por Almodóvar del Campo y luego llega como
Vicario al convento de El Calvario en la serranía jienense. Entabla amistad con
Ana de Jesús, tras algunas visitas a la fundación de Beas de Segura.
En junio de 1579 se establece en la
fundación de Baeza donde permanece como Rector del Colegio Mayor hasta 1582, en
que marcha para Granada tras ser nombrado Tercer Definidor y Prior de los
Mártires de esa ciudad. Realiza numerosos viajes por Andalucía y Portugal, por
razones del cargo. En 1588 es elegido Primer Definidor y Tercer Consiliario de
la Consulta, la cual le traslada a Segovia.
Tras un nuevo enfrentamiento
doctrinal en 1590, es destituido en 1591 de todos sus cargos, quedando como
simple súbdito de la comunidad. Durante su viaje de vuelta a Segovia, cae
enfermo en el convento de La Peñuela y es trasladado a Úbeda, donde muere la
noche del 13 al 14 de diciembre.
Su sepulcro, un magnífico mausoleo,
digno de visita, se encuentra el el convento de Carmelitas de Segovia, al pie
de las Peñas "rajeras"
Fuente: Spider Martirologio + Wikipedia
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