15 - DE ABRIL
– MARTES
SANTO – C
San Telmo
Confesor
Lectura
del libro de Isaías (49,1-6):
Escuchadme,
islas; atended, pueblos lejanos: El Señor me llamó desde el vientre materno, de
las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada
afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó
en su aljaba y me dijo:
- «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti
me glorificaré».
Y yo pensaba:
«En vano me he cansado, en viento y en nada
he gastado mis fuerzas». En realidad, el Señor defendía mi causa, mi recompensa
la custodiaba Dios. Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre
como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a
Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios. Y mi Dios era mi fuerza:
- «Es poco que seas mi siervo para
restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de
Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el
confín de la tierra».
Palabra de Dios
Salmo: 70,1-2.3-4a.5-6ab.15.17
R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.
A ti,
Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
Sé tú mi roca
de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú,
Señor, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi
juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en
ti, en el seno tú me sostenías. R.
Mi boca
contará tu justicia, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R.
Lectura del santo evangelio
según san Juan (13,21-33.36-38):
En aquel
tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y
dio testimonio diciendo:
- «En verdad, en verdad os digo: uno de
vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros
perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba
reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que
averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús,
le preguntó:
- «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan
untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de
Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás.
Entonces Jesús le dijo:
- «Lo que vas a hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se
refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba
comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de
tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre,
y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo
glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar
con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a
vosotros:
"Donde yo voy, vosotros no podéis
ir"»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
- «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora,
me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
- «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora?
Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
- «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad,
en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres
veces».
Palabra del Señor
1.- Los
días de la Semana santa que transcurren entre el entusiasmo del Domingo de
Ramos y la tragedia del Viernes Santo, son días para meditar el porqué y el
para qué de estos acontecimientos que afectan a Jesús, pero también a la
Iglesia, al mundo y a cada uno de nosotros en particular.
La figura del Siervo de Yahvé nos introduce
en los sentimientos íntimos de Jesús en aquellos momentos y nos muestran un
camino para todos.
El misterioso Siervo de Yahvé del libro de
Isaías se interroga sobre el sentido de su vida en medio de los acontecimientos
que la componen. Se encuentra en un momento de desconsuelo, desánimo, sensación
de fracaso: “En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis
fuerzas”.
2.- Pero
la fe le abre a otra voz que le señala otra interpretación de su existencia y
otro horizonte: él no es fruto de la casualidad y del azar, sino alguien amado
y elegido desde toda la eternidad: “estaba yo en el vientre y el Señor me
llamó; en las entrañas maternas y pronunció mi nombre”. Dios le dio identidad y
le mostró su amor: “Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso”.
Desde esta experiencia el Siervo de Yahvé
reinterpreta su vida: “Mientras yo pensaba: en vano me he cansado…en realidad
mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios”.
Desde esta
convicción, se abre a una nueva perspectiva de futuro: no ya el fracaso, sino
la ampliación de su misión: “Es poco que seas mi siervo y restablezcas las
tribus de Jacob. Te hago luz de ls naciones para que mi salvación llegue al
confín de la tierra”.
3.- ¿Dolor y gozo juntos?
Dos sentimientos, al parecer contrapuestos,
embargan a Jesús en este relato de la última cena según san Juan: “Jesús,
profundamente conmovido, dijo: “Os aseguro que uno de vosotros me va a
entregar”. Dolor, sentimiento de traición, desilusión, fracaso, frustración,
abandono….
Pero Jesús dice después: “Ahora es
glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará”).
La clave de comprensión son las palabras
“gloria” y “glorificar”. Como nos indicó el cardenal Martini, “gloria”
significa ordinariamente honor, homenaje, poder, éxito y, sin embargo, aquí
indica un camino de infamia, maltrato y tortura por parte de los hombres: la
gloria se manifiesta en el Crucificado.
4.- ¿Por qué y para qué? “Juan nos lo
hace comprender: “Porque Dios amó tanto al mundo que le dio a su hijo” (Jn 3,
6). Y, por lo tanto, Dios muestra su gloria amando al mundo y, amándolo así:
dando a su Hijo mediante la cruz. Dios se revela en su gloriosa plenitud por
medio de esta donación total que Jesús hace libremente de sí mismo por
nosotros” (C.M. MARTINI, El Evangelio de san Juan, 117-118). Y esto es lo que
pedimos en el padrenuestro cuando decimos: “santificado (glorificado) sea tu nombre”.
En esta hora de traición y abandono, Jesús
muestra su opción amorosa y salvífica en el diálogo que tiene con cada uno de
sus interlocutores: confianza y confidencia con el discípulo amado (aunque no
denuncia a Judas, ya que cuando se va, los demás piensan que es para algo
bueno: cuidar los detalles de la cena o atender a los pobres). Con Judas,
dándole un trozo de pan untado de su mismo plato (símbolo de cortesía,
predilección, honor en aquella cultura), o sea, renovándole su amistad. Y
cuando Judas la rechaza, Jesús le da otra muestra de amor, respetando su
libertad: “lo que creas que has de hacer, hazlo pronto.”
Lo mismo con Pedro: le confronta con su
vanidad y bravuconería, le señala lo frágil de su fidelidad, pero le abre a su
confianza y a su futuro: “donde yo voy no me puedes acompañar ahora, me
acompañarás más tarde”.
Profundicemos contemplativamente en los
sentimientos de Jesús, sus opciones y sus acciones. Veamos que son milagros
eficaces de su amor salvador.
Démosle gracias y pidamos imitarle.
San Telmo
Confesor
Es uno de los
santos medievales más populares, cuya figura se agrandó por el juego de la
fábula y cuyos milagros verdaderos o menos contribuyeron a meterlo en las
entrañas del pueblo.
Vida de San Telmo Confesor
Su verdadero nombre de pila es Pedro y llevó como apellidos González Termo.
Nació en una familia muy cristiana alrededor del año 1185, cuando es rey en
León Fernando II y en Castilla Alfonso VIII; se bautizó en la iglesia románica
de san Martín de Frómista, en Palencia.
Un tío suyo que es canónigo y llega a obispo se encarga de su educación. El
joven Telmo entra en los Estudios Generales - centro, orgullo de los
palentinos, recientemente establecido por Alfonso VIII, el vencedor de las
Navas, antes aún que el de Salamanca, fundado en el siglo XIII por Alfonso IX-.
Su inteligencia está mejor dotada que la de muchos; rinde más por los buenos
maestros que por el esfuerzo que pone. No está Palencia para mucho intelectual
esfuerzo ya que en la época no mandan los letrados teólogos sino los armados
caballeros; es el tiempo del romance con juglares y trovadores que ganan su
vida cantando batallas por el camino de Santiago bien cercano. A decir verdad,
a Telmo le va la jarana, la bulla, la chanza y los torneos. Influye en la estudiantina
y en el pueblo. Tiene éxito entre las mozas y es ¡sobrino mimado del obispo!
Aunque las disposiciones son mínimas y parece que no habrá muchas promesas de
buen clérigo, su tío lo hace canónigo y al poco tiempo lo eleva a deán con
pingüe beneficio.
Rechaza el deanato, renuncia a la canongía y a sus prebendas. Llama a las
puertas del convento de Dominicos que ha poco fundó en Palencia Domingo de
Guzmán y donde se forman monjes que para la disputa con los albigenses. Allí se
entrega a la oración, con disciplina y sacrificio, orden, obediencia,
sacrificio, humildad, estudio, servicio a los demás y... ¡con alegría por
dentro! Pasado un tiempo, con dotes de predicador innatas, explica la doctrina
al pueblo, se producen conversiones, dedica tiempo a los pobres y visita a los
enfermos.
Andalucía es promesa ahora que Fernando el Santo es rey de los dos reinos.
Se ha pasado la línea de Sierra Morena y la arrebatar el sur a la Medialuna es
el empeño de la cruzada. Los ejércitos están necesitados de ilusión, los
soldados tienen alma que cuidar cuando los avances y retrocesos son vandálicos
y las pasiones entran en juego. Allá está Telmo predicando, perdonando,
alentando y encauzando a caballeros y mesnadas.
De nuevo en Galicia, es Lugo quien se beneficia de su actividad apostólica.
Las predicaciones son multitudinarias y con frecuencia son insuficientes los
templos. Difunde ampliamente el Santo Rosario y tiene los primeros contactos
con los marineros.
Córdoba es también, cuando la toman en el 1236, el lugar donde ejerce Telmo
el ministerio y ahora es consejero y confesor del rey Fernando, además de
atender a los ejércitos. Una preciosa tabla de la catedral de Tuy representa al
rey arrodillado dentro de la real tienda con Telmo sentado impartiéndole perdón
y consejo. Pero, como no es palaciego, terminado el encargo, vuelve a la
Galicia de sus sueños.
Tuy se aprovechará de sus desvelos. Enseña lo que sabe, tiene cura de almas,
resalta su oficio de padre de los pobres, dirige conciencias, socialmente
influye -con la formación que da a los pescadores y marineros- poniendo los
cimientos de lo que luego serán las cofradías y los gremios. Dicen que le
vieron hacer milagros, mandar a las nubes, aplacar tormentas, atravesar a pie
el Miño, conseguir milagrosamente comida y predecir el día y hora de su muerte
conocidos por aviso del Cielo.
El obispo don Lucas -el autor del Chronicon Mundi- presidió sus funerales,
mandó fabricar su mausoleo, conservar religiosamente sus reliquias y recoger
información judicial para abrir su proceso.
Fuente: archimadrid
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