martes, 8 de abril de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 - DE ABRIL – JUEVES – 5ª – SEMANA DE CUARESMA - C San Miguel de los Santos

 

  

10 - DE ABRIL – JUEVES –

 5ª – SEMANA DE CUARESMA - C

San Miguel de los Santos

 

 Lectura del libro del Génesis (17,3-9):

 

En aquellos días, Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:

  «Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.

  Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.

  Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios».

  El Señor añadió a Abrahán:

  «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 104,4-5.6-7.8-9

 

       R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente

 

V/. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro.

        Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.

 

V/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido!

El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R/.

 

V/. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. R/.

 

       Lectura del santo evangelio según san Juan (8,51-59):

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

   «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».

   Los judíos le dijeron:

  «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices:

  “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”?

  ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió?

  También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».

  Jesús contestó:

   «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis.

   Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».

   Los judíos le dijeron:

  «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».

  Jesús les dijo:

  «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».

   Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

 

Palabra del Señor

 

1.- El pasaje del Génesis que hemos escuchado en la primera lectura, está enclavado en el relato de la Alianza de Dios con Abram. En la parte del diálogo que la lectura nos presenta hoy, solo interviene Dios. “Abram cayó rostro en tierra, y Dios siguió hablando” (V 3). Podemos imaginar la escena: Abram está en actitud de escucha y sumisión, actitud de humilde acogida de las promesas que Dios va desgranándole una tras otra.

 

   2.- En la lectura encontramos estos tres puntos: una descendencia numerosa, una tierra, una relación.

Una descendencia numerosa. Dios comienza la explicación dándole un nombre nuevo, necesita dejar atrás su larga vida para comenzar algo nuevo. “Dejarás el nombre de Abram y tomarás el de Abrahán”, (v 6ª) éste, tiene relación con la promesa desconcertante de hacer de él un hombre fecundo. Este hombre que siempre había deseado tener un hijo, encontrándose ya en este momento siendo un anciano y su esposa Saray estéril, oye, sin casi oír y esperando contra toda esperanza, creyó. (Les invito a leer el capítulo 15 de Gn) Abrahán, seguro que con los ojos cerrados, la faz contra el suelo, espera, ¿qué sentiría? ¡Y Dios sigue hablándole!

Por eso sobrecoge la promesa que Dios le hace,  “… te hago padre de una muchedumbre de pueblos. Te hare inmensamente fecundo…”  con esta promesa entrañable y difícil de asumir, Abrahán creyó, puso su fe en Dios y se lanzó a la mayor aventura espiritual de todos los tiempos.

Una tierra. Dios prosigue desgranando los puntos en los que se apoya su Alianza, sabe que Abrahán le está escuchando y quiere fortalecerle. “Establezco mi alianza contigo, como alianza perpetua, yo seré tu Dios y el de tus descendientes, os daré la tierra en la que ahora peregrinas”. Dios conoce nuestras fuerzas, así como conoce las de Abrahán y le promete la tierra de Canaán a perpetuidad, a él, que es un extranjero indefenso, que no posee ni un palmo de tierra, Dios se compromete a guardarle fidelidad, y Él es fiel.

Una relación. Dios dijo a Abrahán: "Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones”.(v 9) Dios elige a Abrahán, y Abrahán se fía de Él, aquí comienza un camino de relación que no tendrá fin, es un dialogo que dará pie a una amistad, amistad que siempre la inicia Dios. Este modo de relación es el que va a resultar más durable y decisivo en la alianza que Dios otorga a Abrahán  y a su descendencia y en Jesús hasta nosotros. Es un juramento de mutua fidelidad, Abrahán dejó todo para apoyarse únicamente en Dios.

 

3.- Yo les aseguro, si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás.

   En el evangelio de hoy prosiguen el enfrentamiento y los conflictos entre Jesús y los fariseos. Jesús no puede ya callar su propia identidad. A la referencia sobre Abrahán, Jesús añade un nuevo tema que va a herir el orgullo de los que se sentían buenos judíos. Él afirma con cierta solemnidad “En verdad, en verdad os digo: el que guarda mi palabra no probará la muerte jamás”. Jesús ofrece la vida eterna y la coloca en relación con la aceptación (escucha y práctica) de su Palabra.

Para un fariseo escuchar a Jesús que puede rescatarnos de la muerte, no puede admitirlo, porque, ¿quién tiene poder sobre la vida y la muerte?, para ellos como para nosotros: solo Dios. Si solo Dios tiene este poder, solo queda hacerle una pregunta sobre su identidad: ¿quién eres Jesús? Para ellos, o es Dios o está endemoniado.  Dios no es, ellos conocen la Ley y los Profetas, saben interpretarlos. Pero han llegado a confundir de un modo lamentable la letra con el espíritu, la ley con la vida. Se sienten herederos de Abrahán, dueños absolutos de su fe. Conservarlas literalmente era el mejor modo de compaginar la fidelidad a Dios con su propio afán de poder y dominio, ellos eran los guardianes  de su cumplimiento.  Esta mezcla les ha hecho ciegos.  Con esta mirada, los fariseos no les queda más que afirmar, que está poseído por un demonio y deben deshacerse de él. ¿Qué mejor pretexto para encontrar la forma de matarlo?  ¡Llevan tanto tiempo buscando…!

 

4.- Pero aún no ha llegado su hora, y Jesús vuelve a responder presentándose en relación al Padre, a quién él conoce y por quien es enviado a anunciar la palabra. Y su anuncio es contundente: “Vuestro padre Abrahán se regocijo pensando en ver mi Día: lo vio y se alegró”. Esta respuesta, encendió su cólera y volvió la discusión. ¡Quién se creía que era para osar compararse con el gran profeta Abrahán! Vemos que ellos siguen sin entender, y nosotros, ¿entendemos?

Jesús no se queda tranquilo, quiere como hizo con los judíos, llevarnos más lejos y al finalizar este discurso, nos deja una  última respuesta: “En verdad, en verdad os digo: antes que Abrahán existiera, Yo soy” ¡Qué gran revelación! Los judíos rechazan la luz. ¡Qué oportunidad perdida! Ojala demos nosotros con ella y nos preparemos con autenticidad a vivir generosamente esta semana Santa.

Quizás Jesús hoy nos haga la misma pregunta en forma de queja con su respuesta que el evangelio de Juan escribe en versículos anteriores (v 43) ¿Por qué no entendéis (conocéis) mi lenguaje?

   Estamos invitados a buscar nuestra respuesta.

 

San Miguel de los Santos

 


En Valladolid, ciudad de España, san Miguel de los Santos, presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad, que se entregó por completo a obras de caridad y a la predicación de la palabra de Dios. (1625)

 

Nació un 29 de septiembre de 1591 en Vic (Barcelona, España), en el seno de una familia muy piadosa y siendo el séptimo de ocho hermanos.

   Ingresa en el convento de los trinitarios calzados de Barcelona en 1603. En 1606 inicia el noviciado en San Lamberto (Zaragoza), profesando el 30 de septiembre de 1607.

   Llevado por el espíritu de la reforma, se pasa a la descalcez. Toma el nuevo hábito en Oteiza, cerca de Pamplona. Realiza su segundo noviciado en Madrid y Alcalá de Henares, profesando en esta ciudad el 29 de enero de 1609.

   Fue conventual en La Solana y Sevilla de 1609 a 1611. Estudió filosofía en Baeza desde 1611 a 1614, año que fue enviado a Salamanca a cursar la teología. Al cabo de un año regresó a Baeza, donde concluyó sus estudios teológicos. Desconocemos el lugar y fecha de su ordenación. Durante los siete años que reside en Baeza (1615-1622) ejerció de confesor, predicador y vicario. Finalmente es enviado a Valladolid en mayo de 1622, como ministro del convento, en donde fallece el 10 de abril de 1625, a los treinta y tres años.

   Vivió su ideal cristiano en la descalcez trinitaria, con sencillez y rigurosa observancia. Destacó por su profundidad mística, mostrada, sobre todo, en su devoción al sacramento de la Eucaristía y en sus frecuentes éxtasis. Se distinguió también por la continua mortificación de su cuerpo y por una intensa vida de apostolado. Se le atribuye un breve tratado místico sobre la tranquilidad del alma. La Orden Trinitaria lo reconoce como patrón de la juventud trinitaria. Fue beatificado el 2 de mayo de 1779 y canonizado el 8 de junio de 1862, fecha en que, la Orden de la Santísima Trinidad, celebra su fiesta.

 

 

 

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