lunes, 14 de abril de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 - DE ABRIL – MIERCOLES SANTO – C Santa Engracia

 

 


16 - DE ABRIL –

MIERCOLES SANTO – C

Santa Engracia

 

    Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):

 

   Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.

   El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

   El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí?

   Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.

   Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 68,8-10.21-22.31.33-34

 

   R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

 

   Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/. 

 

   La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro.

        En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R/.

 

   Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias.

        Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

        Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):

 

   En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso:

   «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

   Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

   El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

   Él contestó:

   «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»

   Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.

   Mientras comían dijo:

    «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

   Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

   «¿Soy yo acaso, Señor?»

   Él respondió:

   «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar.

   El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»

   Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

   «¿Soy yo acaso, Maestro?»

   Él respondió:

   «Tú lo has dicho.»

 

Palabra del Señor

 

   1.- El texto que acabamos de contemplar en la primera lectura es conocido como el “tercer cántico del Siervo del Señor”, que declara en primera persona cuál es su destino, pues se considera bendecido por Dios, ya que le ha dotado con todos los caracteres de un discípulo suyo y, por lo tanto, se considera con la suficiente fuerza para animar a los que se encuentran abatidos, y poco le importa que sus enemigos lo estén ultrajando, resiste cualquier tipo de violencia contra él, pues está convencido que el Señor Dios no lo abandonará nunca; es por eso que no teme someterse a cualquier tipo de juicio pues ha puesto toda su confianza en el Señor, y sabe que la escucha de su Palabra le aporta la fuerza y el coraje suficiente para enfrentarse a lo que sea.

   Isaías nos está abriendo la puerta para que, confiando totalmente en el Señor, podamos enfrentarnos a cualquier tipo de problema, sin importar la dureza de las dificultades, con la garantía de que la ayuda que nos proporciona el inmenso amor de Dios, que se nos da gratuitamente, a través de Jesucristo, nos va a dar la fortaleza suficiente para ayudar a los decaídos que tenemos a nuestro alrededor, los pobres, los enfermos, y en definitiva, los más necesitados de la misericordia de Dios.

   Como nos dice el salmista: “por ti he aguantado afrentas” y en otro lado “miradlo los humildes y alegraos, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón”.

 

   2.- ¿Soy yo acaso, Maestro?

  Este fragmento del capítulo 26 del evangelio de Mateo, nos relata cómo los discípulos de Jesús preparan su cena de despedida y cómo les anuncia la traición que va a sufrir, personalizada en Judas; pero que también podría hacerse extensiva al resto de los apóstoles, empezando por Pedro que lo negó tres veces y siguiendo por el abandono de todos aquellos que, ante la aparición de la guardia del templo, huyeron para esconderse.

   Indudablemente la acción de Judas Iscariote es totalmente reprobable, pero, en algunas ocasiones ¿no nos podríamos aplicar la misma pregunta? ¿Soy yo acaso, Maestro?, cuando anteponemos nuestro propio egoísmo a los dictados de nuestra conciencia, y prostituimos nuestra escala de valores, dándole prioridad incluso a nuestro propio beneficio, ¿no estamos materializando actitudes como las de los discípulos que se escondieron por miedo a los judíos?

 

   3.- La historia de la Iglesia ha refutado, y con razón, la traición de Judas, pero ¡Cuántas traiciones, a lo largo de la historia, ha tenido que soportar Jesús! ¡Cuántas veces se ha utilizado el nombre de Dios para cometer toda serie de atrocidades!

   Esta Semana Santa es una excelente oportunidad para que nos preguntemos ¿Soy yo acaso, Maestro? Y reflexionemos cuántas veces hemos mirado hacia otro lado ante situaciones de injusticia, ante los que necesitan lo mínimo necesario, ante aquellos en situación de exclusión, ante los que se han visto forzados a abandonar su tierra por motivos de violencia o necesidad de buscar un mundo mejor, ante tantos y tantos momentos en que nos han mirado con ojos de súplica y hemos apartado la vista, por todo ello no dejemos de preguntarnos ¿Soy yo acaso, Maestro?

 

Santa Engracia

 


 

  Martirologio Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, España, santa Engracia, virgen y mártir, que sufrió duros suplicios, quedándole las llagas como testimonio de su martirio. († s.IV)

  Etimológicamente: Engracia = Aquella que se encuentra en estado de gracia, es de origen latino.

 

Breve Biografía

 

  Habían proliferado los cristianos en el Imperio al amparo de la menor presión de las leyes en tiempo de Galieno. Los había en el campo y más en las ciudades, se les conoce en el foro, se les ve entre los esclavos, en el ejército y en los mercados. Han contribuido otras causas a desparramar la fe de Cristo entre las gentes: el aburrimiento del culto a los vanos dioses paganos, el testimonio que dieron los mártires y que muchos vieron, la transmisión boca a boca de los creyentes y el buen ejemplo.

  Diocleciano ha conseguido la unidad territorial, política y administrativa; quiere unificar también la religión y para ello debe hacer sucumbir la religión de Cristo frente a la del Estado. Da cuatro edictos al respecto y elige cuidadosamente a las personas que sean capaces de hacerlos cumplir. Daciano será quien siembre el territorio de España, bajando desde el noreste hasta el centro, con semillas de cristianos.

  Engracia es la joven novia graciosa que viaja desde Braccara, en Galecia, hasta el Rosellón, en Francia, para reunirse con su amado. Dieciocho caballeros de la casa y familia la acompañan y le dan cortejo. Al llegar a Zaragoza y enterarse de las atrocidades que está haciendo el prefecto romano, se presenta espontáneamente ante Daciano para echarle en cara la crueldad, injusticia e insensatez con que trata a sus hermanos. Termina martirizada, con la ofrenda de su vida y la de sus compañeros.

  Las actas del martirio - ¡qué pena que sean del siglo VII, tan tardías, y por ello con poco valor histórico!- describen los hechos martiriales con el esquema propio a que nos tienen acostumbrados en el que es difícil atreverse a separar qué cosa responde a la realidad y qué es producto imaginativo consecuencia de la piedad de los cristianos.

  El diálogo entre la frágil doncella y el cruel mandatario aparece duro y claro; ella emplea razonamientos plenos de humanidad y firmes en la fe con los que asegura la injusticia cometida - hoy se invocarían los derechos humanos -, la existencia de un Dios único a quien sirve, la necedad de los dioses paganos y la disposición a sufrir hasta el fin por el Amado; él utiliza los recursos del castigo, la amenaza, la promesa y el regalo. En resumen, la pormenorizada y prolija descripción del tormento de la joven cuenta que primero es azotada luego sufre los horrores de ser atada a un caballo y arrastrada, le rajan el cuerpo con garfios, llegan a cortarle los pechos y le meten en su cuerpo un clavo; para que más sufra, no la rematan, la abandonan casi muerta sometida al indecible sufrimiento por las heridas hasta que muere. Los dieciocho acompañantes fueron degollados a las afueras de la ciudad.

  Un siglo más tarde del glorioso lance cantó Prudencio en su Peristephanon las glorias de los innumerables mártires cesaraugustanos, nombró a los dieciocho sacrificados y a la joven virgen Engracia, invitando al pueblo a postrarse ante sus túmulos sagrados.

  Engracia es la figura de la mártir que el pueblo, siempre sensible a la grandeza, ha sabido mirar con simpatía, la ha dorado con el mimo del agradecimiento, la bendice por su valentía, la compadece por sus sufrimientos y quisiera imitarla en su fidelidad.

 

 

 

 

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