16 - DE
ABRIL –
MIERCOLES
SANTO – C
Santa Engracia
Lectura del libro de Isaías (50,4-9a):
Mi Señor me ha
dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de
aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni
me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que
mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los
ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría
defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo
contra mí? Que se me acerque.
Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me
condenará?
Palabra de Dios
Salmo: 68,8-10.21-22.31.33-34
R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el
día de tu favor
Por ti he
aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero
para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu
templo, y las afrentas con que te afrentan caen
sobre mí. R/.
La afrenta me
destroza el corazón, y desfallezco. Espero
compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel, para mi sed
me dieron vinagre. R/.
Alabaré el
nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción
de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al
Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia
a sus cautivos. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (26,14-25):
En aquel
tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les
propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo
entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta
monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los
discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena
de Pascua?»
Él contestó:
«ld a la ciudad, a casa de Fulano, y
decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua
en tu casa con mis discípulos."»
Los discípulos cumplieron las instrucciones
de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo:
«Os aseguro que uno de vosotros me va
a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a
preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió:
«El que ha mojado en la misma fuente que yo,
ése me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito
de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no
haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a
entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió:
«Tú lo has dicho.»
Palabra del Señor
1.- El texto
que acabamos de contemplar en la primera lectura es conocido como el “tercer
cántico del Siervo del Señor”, que declara en primera persona cuál es su
destino, pues se considera bendecido por Dios, ya que le ha dotado con todos
los caracteres de un discípulo suyo y, por lo tanto, se considera con la
suficiente fuerza para animar a los que se encuentran abatidos, y poco le
importa que sus enemigos lo estén ultrajando, resiste cualquier tipo de
violencia contra él, pues está convencido que el Señor Dios no lo abandonará
nunca; es por eso que no teme someterse a cualquier tipo de juicio pues ha
puesto toda su confianza en el Señor, y sabe que la escucha de su Palabra le
aporta la fuerza y el coraje suficiente para enfrentarse a lo que sea.
Isaías nos está abriendo la puerta para que,
confiando totalmente en el Señor, podamos enfrentarnos a cualquier tipo de
problema, sin importar la dureza de las dificultades, con la garantía de que la
ayuda que nos proporciona el inmenso amor de Dios, que se nos da gratuitamente,
a través de Jesucristo, nos va a dar la fortaleza suficiente para ayudar a los
decaídos que tenemos a nuestro alrededor, los pobres, los enfermos, y en
definitiva, los más necesitados de la misericordia de Dios.
Como nos dice el salmista: “por ti he
aguantado afrentas” y en otro lado “miradlo los humildes y alegraos, buscad al
Señor y vivirá vuestro corazón”.
2.- ¿Soy yo acaso, Maestro?
Este fragmento del capítulo 26 del evangelio
de Mateo, nos relata cómo los discípulos de Jesús preparan su cena de despedida
y cómo les anuncia la traición que va a sufrir, personalizada en Judas; pero
que también podría hacerse extensiva al resto de los apóstoles, empezando por
Pedro que lo negó tres veces y siguiendo por el abandono de todos aquellos que,
ante la aparición de la guardia del templo, huyeron para esconderse.
Indudablemente la acción de Judas Iscariote
es totalmente reprobable, pero, en algunas ocasiones ¿no nos podríamos aplicar
la misma pregunta? ¿Soy yo acaso, Maestro?, cuando anteponemos nuestro propio
egoísmo a los dictados de nuestra conciencia, y prostituimos nuestra escala de
valores, dándole prioridad incluso a nuestro propio beneficio, ¿no estamos
materializando actitudes como las de los discípulos que se escondieron por
miedo a los judíos?
3.- La historia de la Iglesia ha refutado, y
con razón, la traición de Judas, pero ¡Cuántas traiciones, a lo largo de la
historia, ha tenido que soportar Jesús! ¡Cuántas veces se ha utilizado el
nombre de Dios para cometer toda serie de atrocidades!
Esta Semana Santa es una excelente
oportunidad para que nos preguntemos ¿Soy yo acaso, Maestro? Y reflexionemos
cuántas veces hemos mirado hacia otro lado ante situaciones de injusticia, ante
los que necesitan lo mínimo necesario, ante aquellos en situación de exclusión,
ante los que se han visto forzados a abandonar su tierra por motivos de
violencia o necesidad de buscar un mundo mejor, ante tantos y tantos momentos
en que nos han mirado con ojos de súplica y hemos apartado la vista, por todo
ello no dejemos de preguntarnos ¿Soy yo acaso, Maestro?
Santa Engracia
Martirologio
Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, España, santa Engracia, virgen y
mártir, que sufrió duros suplicios, quedándole las llagas como testimonio de su
martirio. († s.IV)
Etimológicamente: Engracia = Aquella que
se encuentra en estado de gracia, es de origen latino.
Breve Biografía
Habían proliferado los
cristianos en el Imperio al amparo de la menor presión de las leyes en tiempo
de Galieno. Los había en el campo y más en las ciudades, se les conoce en el
foro, se les ve entre los esclavos, en el ejército y en los mercados. Han contribuido
otras causas a desparramar la fe de Cristo entre las gentes: el aburrimiento
del culto a los vanos dioses paganos, el testimonio que dieron los mártires y
que muchos vieron, la transmisión boca a boca de los creyentes y el buen
ejemplo.
Diocleciano ha
conseguido la unidad territorial, política y administrativa; quiere unificar
también la religión y para ello debe hacer sucumbir la religión de Cristo
frente a la del Estado. Da cuatro edictos al respecto y elige cuidadosamente a
las personas que sean capaces de hacerlos cumplir. Daciano será quien siembre
el territorio de España, bajando desde el noreste hasta el centro, con semillas
de cristianos.
Engracia es la joven
novia graciosa que viaja desde Braccara, en Galecia, hasta el Rosellón, en
Francia, para reunirse con su amado. Dieciocho caballeros de la casa y familia
la acompañan y le dan cortejo. Al llegar a Zaragoza y enterarse de las
atrocidades que está haciendo el prefecto romano, se presenta espontáneamente
ante Daciano para echarle en cara la crueldad, injusticia e insensatez con que
trata a sus hermanos. Termina martirizada, con la ofrenda de su vida y la de
sus compañeros.
Las actas del martirio
- ¡qué pena que sean del siglo VII, tan tardías, y por ello con poco valor
histórico!- describen los hechos martiriales con el esquema propio a que nos
tienen acostumbrados en el que es difícil atreverse a separar qué cosa responde
a la realidad y qué es producto imaginativo consecuencia de la piedad de los
cristianos.
El diálogo entre la
frágil doncella y el cruel mandatario aparece duro y claro; ella emplea
razonamientos plenos de humanidad y firmes en la fe con los que asegura la
injusticia cometida - hoy se invocarían los derechos humanos -, la existencia
de un Dios único a quien sirve, la necedad de los dioses paganos y la
disposición a sufrir hasta el fin por el Amado; él utiliza los recursos del
castigo, la amenaza, la promesa y el regalo. En resumen, la pormenorizada y
prolija descripción del tormento de la joven cuenta que primero es azotada
luego sufre los horrores de ser atada a un caballo y arrastrada, le rajan el
cuerpo con garfios, llegan a cortarle los pechos y le meten en su cuerpo un
clavo; para que más sufra, no la rematan, la abandonan casi muerta sometida al
indecible sufrimiento por las heridas hasta que muere. Los dieciocho
acompañantes fueron degollados a las afueras de la ciudad.
Un siglo más tarde del
glorioso lance cantó Prudencio en su Peristephanon las glorias de los
innumerables mártires cesaraugustanos, nombró a los dieciocho sacrificados y a
la joven virgen Engracia, invitando al pueblo a postrarse ante sus túmulos
sagrados.
Engracia es la figura
de la mártir que el pueblo, siempre sensible a la grandeza, ha sabido mirar con
simpatía, la ha dorado con el mimo del agradecimiento, la bendice por su
valentía, la compadece por sus sufrimientos y quisiera imitarla en su
fidelidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario