viernes, 3 de enero de 2020

Páraate un momento: El Evangelio del dia 4 DE ENERO – SÁBADO – FERIA DE NAVIDAD – SAN MANUEL González García






4  DE ENERO – SÁBADO  – 
FERIA DE NAVIDAD –

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,7-10):

Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

Palabra de Dios

Salmo: 97

R/. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes. R/.
Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
«Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
 «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron:
 «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo:
«Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Palabra del Señor

1.  La importancia singular de este relato está en que confirma, con fuerza, que el dato central de los evangelios es el seguimiento de Jesús. Un dato que no ha tenido debidamente en cuenta la teología cristiana. Por eso la cristología que normalmente se escribe y se explica no nos descubre la hondura y la actualidad de lo que representa Jesús. Porque no se construye desde el seguimiento de Jesús
(evangelios) sino desde la fe en Jesucristo Salvador (Pablo). Por eso, los evangelios no presentan la relación de los discípulos desde le fe, sino desde el seguimiento.
No se trata de contraponer la fe y el seguimiento. Se trata de poner cada cosa en su sitio. Y darle, a cada uno de estos elementos, su importancia.

2.  Por eso, para entender los evangelios y para comprender a Jesús, lo primero que se ha de tener presente es que la primera relación de Jesús con los discípulos no se estableció a partir de la fe, sino a partir del seguimiento. Lo mismo en los sinópticos que en Juan, en el primer encuentro que tuvieron los discípulos con Jesús, lo que allí se destaca no es la fe, sino el seguimiento (Mt 4, 20. 22. 25; Mc 1,18; Lc 5, 11. 27.28; Jn 1, 37. 38. 40. 43).
Jesús no les preguntó si creían o no creían en él. Se limitó a decirles: Sígueme. Y efectivamente le siguieron.
Lo primero, para conocer a Jesús, no es "saber" de o sobre Jesús, sino "vivir" como vivió Jesús.

3.  Pero ocurre que, lo mismo en la teología que en la vida y gestión de la Iglesia, tiene mucha más importancia la fe en Jesucristo que el seguimiento de Jesús.
El Vaticano tiene una Congregación para la Doctrina de la Fe. Y en el Derecho Canónico se habla con frecuencia de la fe y la ortodoxia.   Como igualmente se cuida, se vigila y se castiga cuanto pueda representar una desviación de esa ortodoxia doctrinal, por leve que sea.
Mientras tanto, el tema del seguimiento de Jesús ha sido marginado   a la espiritualidad, a las casas de retiro y a las vidas de los santos.
- ¿Por qué se ha producido este fenómeno?    
Porque en la Iglesia se le tiene miedo al seguimiento de Jesús.
Si el seguimiento de Jesús se asumiera como elemento constitutivo de la vida de la Iglesia, todo en ella cambiaría. Entre otras cosas, el seguimiento de Jesús lleva consigo cargar con la cruz (Mt 16,24; Mc 9,34; Lc 9,23).
Se comprende por qué en la Iglesia le tenemos tanto miedo al seguimiento de Jesús. Es un "recuerdo peligroso" (J. B. Metz).

SAN MANUEL González García


Hubo un hombre enviado por Dios que se llamó D. Manuel González García.
Leyó y enseñó a leer el Evangelio a la luz de la lámpara de un sagrario.
Fue su lección preferida.
La misma que sigue brindando hoy en su obra.

Don Manuel González García nació en Sevilla, un 25 de febrero de 1877.
Familia numerosa la suya: Manuel fue el cuarto de cinco hermanos. Muy pequeño aún, tuvo la suerte de ingresar en el Colegio San Miguel, donde se formaban los niños de coro de la Giralda.
Antes de los diez años ya era uno de los seises de la Catedral, que cantaba y danzaba ante el Santísimo en las fiestas del Corpus y de la Inmaculada.
Seminarista a los doce, tiene calificación sobresaliente en todos los cursos y en todas las asignaturas. Fueron quince años de estudios, hasta llegar al doctorado en Teología y la licenciatura en Derecho Canónico. Lo ordena sacerdote en Sevilla el famoso Cardenal Spínola en 1901. Y ahora comienza su experiencia fuerte de la Eucaristía.
Don Manuel queda impactado por el desolador abandono del sagrario en un pueblecito andaluz, a1 estrenar su primera misión popular. Un hecho para el que buscará remedio mientras Dios le dé vida.
A los cuatro años de su sacerdocio, es nombrado arcipreste de Huelva. Funda su primera Revista de catequesis eucarística, el famoso Granito de arena (1907).
Inaugura y bendice escuelas populares, interviene en las Semanas Sociales de Sevilla, funda la Obra de las Tres Marías de los Sagrarios-Calvarios (1910), escribe el primer libro de una serie fecundísima de títulos: Lo que puede un cura hoy, funda para los niños, Los Juanitos del Sagrario (1912).
Consagrado Obispo en 1916, crea los Misioneros Eucarísticos Diocesanos (1918) y un poco más tarde las Hermanas Marías Nazarenas (1921), las mismas que conocemos hoy con el nombre de Misioneras Eucarísticas de Nazaret.
Pero lo más dramático de su vida está por llegar. Consagrado Obispo el 16 de enero del 1916, Don Manuel lo será de Málaga durante casi 20 años (1916-1935). Y es aquí, en esta su entrañable Málaga, después de 15 años de una incansable labor pastoral, educativa y social, donde el Señor le da a beber el cáliz de la amargura al estallar las algaradas anticlericales de la Segunda República (1931). La trágica noche del 11 de Mayo de 1931 una masa furibunda -aunque de pobre gente-, azuzada y teledirigida por los políticos de turno, incendia el Palacio Episcopal y reduce a cenizas los tesoros archivísticos, artísticos y documentales, no sólo de este lugar sino de la mayoría de los templos y conventos de Málaga.
Don Manuel y sus familiares, tras refugiarse en los sótanos, salen milagrosamente por una puerta trasera del edificio en llamas.
Descubiertos se ven acosados y seguidos por los incendiarios que, sin embargo, no se atreven a tocarlos. Expulsado de la ciudad, se refugia en Gibraltar, donde le da acogida el Obispo local, Mons. Richard Fitgerald, un 13 de Junio de 1931.
Ya no volverá jamás a su querida ciudad de Málaga, donde, como hemos dicho, había realizado una intensa labor como pastor y en la que había levantado su hermoso seminario... ¿Quién podrá olvidar la forma original que ideó para inaugurarlo?
El solemne acto tuvo lugar el 17 de octubre de 1919. Ese día, unos tres mil niños celebran en la explanada del seminario el banquete inaugural. Pero entiéndase bien, en lugar del acostumbrado y suculento banquete, reservado a un número pequeño de personajes y autoridades, fueron éstas el propio Sr. Obispo, el Gobernador, el Alcalde y los profesores del Seminario quienes sirvieron la mesa a los pequeños.
Pero a Don Manuel le queda prácticamente vedado el regreso.
Tiene que trasladarse a Madrid, como un exiliado, un indeseable o un peligroso cualquiera. Pese a todo, su celo por el Señor del Sagrario no cesa, y en esa época funda su obra la Reparación Infantil Eucarística (R.I.E.)
En 1935 es nombrado Obispo de Palencia. Son los cinco últimos años de su vida; 1936-1940- Es ahí en donde tiene la fortuna de conocer, en la Trapa de Dueñas, al Beato Hermano Rafael. Todavía encuentra tiempo para crear su última publicación periódica, la revista infantil REINE desde su nueva sede diocesana.
Soporta, Don Manuel el mayor dolor de su vida: la guerra civil española, y con ella el mayor número de sagrarios profanados, en toda la historia de España, según expresión suya.
En Palencia le sobreviene su última enfermedad. Fallece en Madrid, en el Sanatorio del Rosario, el 4 de enero de 1940. Y es sepultado en su preciosa Catedral palentina en la Capilla del Santísimo en donde hasta hoy reposan sus restos mortales bajo la inscripción sepulcral que él mismo dictó.

“Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejen abandonado!”

APÓSTOL DE LOS SAGRARIOS ABANDONADOS
Don Manuel González García es un Obispo universalmente conocido por su vida y por su obra. Ocupa en el catolicismo español de la primera mitad del siglo xx un lugar preeminente e indiscutible.
Don Manuel González, el famoso arcipreste de Huelva, el benemérito pastor de Málaga y Palencia, se nos muestra como un perfecto testigo de Jesucristo, como un acabado modelo de heroica fe eucarística. Hoy, a más de medio siglo de su muerte, sigue transmitiéndonos su profético mensaje a través del lanzallamas ardiente de su pluma. Continúa hablando a las nuevas generaciones cristianas con el mismo ímpetu suavemente arrollador, infatigablemente persuasivo, eucarísticamente irresistible. Habló mucho, y escribió siempre, dejando rienda suelta a la rica abundancia de su gran corazón. Pero creyó y oró mucho más, y por eso su semilla produjo el ciento por uno.
Las virtudes recias y ejemplarmente pastorales de Don Manuel resplandecen, cada vez más, por ello fue declarado Venerable por el Papa Juan Pablo II, el 6 de marzo de 1998 y será Beatificado el 29 de abril de 2001.
Su personalidad es inconmensurable como sacerdote, como obispo, como fundador, como catequista, como escritor y como heraldo y misionero de la Eucaristía. Aquí radica precisamente su título más glorioso; Apóstol de los Sagrarios Abandonados.
Hablar de Don Manuel González es hablar necesariamente de la Eucaristía y del Evangelio: la Eucaristía profundamente entendida a través del Evangelio.
El Evangelio plenamente vivido a través de la Eucaristía. Ese es el sencillo anverso y reverso de su testimonio y mensaje, siempre actual e imperecedero, porque supo beberlo en la fuente inagotable de donde mana toda su fuerza eclesial. Hoy como ayer, late vivo y fulgurante el ideal eucarístico que absorbió toda su vida al servicio de ese trato íntimo, afectuoso, rendido, imitativo, transformador, perenne, de los hombres con el Dios Hijo, Cordero de nuestros altares y de nuestros Sagrarios.
Practicó sin desmayo y predicó sin cansancio una auténtica piedad centrada en la Eucaristía, buscando en cada Misa, en cada Comunión y en cada visita la savia vivificante del testimonio cristiano, limpio y transparente ante Dios y ante los hombres. Los lectores de su obra saborearán el carisma eucarístico con que Dios quiso enriquecerlo, desde su inefable experiencia de Palomares del Río, donde palpó en toda su crudeza, el abandono de los hombres hacia la Eucaristía.
Todo su vocabulario ascético cabe en dos palabras densamente programáticas para una espiritualidad dinámicamente renovadora: abandono y compañía.
Llegó a experimentar tan sensiblemente el dogma de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía que casi no necesitaba la fe para creer, como él solía decir, ya que sentía muy cerca de sí al Señor. Acertó a hablar de la Eucaristía porque acertó a creer en ella. Esa es la clave de tanta pujanza mística derramada en todos sus escritos como prodigioso caudal que todo lo fecunda. Con sobrada razón se ha dicho que sus obras se convierten en limpio espejo de su alma, siendo al mismo tiempo su mejor autobiografía.
Pero él no quiso tener otro ideal pastoral ni otro programa que el Sagrario, donde Jesús permanece con nosotros hasta la consumación de los siglos.
Los biógrafos coinciden en resaltar varias de sus cualidades más características: unción de estilo, transparencia de ideas, solidez de doctrina, gracia cautivadora, actitud de reparación, actualidad de pensamiento. Quien lea su obra lo podrá confirmar con su personal experiencia y su propia edificación, puesto que tendrá la singular sensación de participar de alguna manera en sus vivencias transidas de original fervor eucarístico.
Don Manuel González resulta muy actual. Sus reflexiones pensamientos y sugerencias resultan sorprendentemente sincronizadas con las enseñanzas conciliares y encajan maravillosamente en la renovada espiritualidad postconciliar de la Iglesia de hoy. Desde luego habla de la adoración Eucarística con acento encendido pues su alma incandescente se abismó de continuo en la fiel contemplación del Sagrario, del cual se sintió en todo instante prisionero y apóstol. Nadie podrá discutirle un destacado puesto en la historia moderna de la espiritualidad eucarística.

UN FARO DE LUZ

Aquí en Sevilla es obligado recordar a quién fue sacerdote de esta archidiócesis, arcipreste de Huelva, y más tarde Obispo de Málaga y de Palencia sucesivamente: Don Manuel González, el Obispo de los Sagrarios abandonados. Él se esforzó en recordar a todos la presencia de Jesús en los sagrarios, a la que a veces, tan insuficientemente correspondemos. Con su palabra y con su ejemplo no cesaba de repetir que en el sagrario de cada iglesia poseemos un faro de luz, en contacto con el cual nuestras vidas pueden iluminarse y transformarse.

Juan Pablo II
45º Congreso Eucarístico Internacional
Sevilla, 1992

Por: Damián Darelli


jueves, 2 de enero de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 DE ENERO – VIERNES 2ª – FERIA DE NAVIDAD – “Santísimo Nombre de Jesús”




3 DE ENERO – VIERNES
2ª – FERIA DE NAVIDAD –
Lectura de la primera carta de Juan (2,29;3,1-6):

Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él. Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no le ha visto ni conocido.

Palabra de Dios

Salmo: 97,1.3cd-4.5-6

R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Juan (1,29-34):

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Palabra del Señor

1   En el lenguaje de la Biblia hay dos palabras que se utilizan para hablar del "mal".
El término adikía, el mal que se le hace "a otro ser humano" (M. Lim beck).
Y el termino amartía, el mal en relación "a Dios" (R Fiedler).
Pues bien, lo que más le preocupó a Juan Bautista fue el problema del pecado. Sobre todo, el mal que, según la religión, se le hace a Dios. Por eso, Juan presenta a Jesús como el que quita, suprime, perdona el pecado. A fin de cuentas, Juan Bautista fue hijo de un sacerdote.  El gran tema del clero es el pecado.

2.  Jesús tuvo otras preocupaciones.   A Jesús le preocupó, más que nada, el problema del sufrimiento.   
Empezando por el problema de la salud (de ahí, las numerosas curaciones de enfermos que se relatan en los evangelios).
Siguiendo por el problema del hambre (por eso, en los evangelios se habla tanto de las comidas de Jesús con toda clase gentes, sobre todo con los pobres). Y   terminando por el problema de las relaciones humanas, tales como el respeto, la bondad, el perdón y sobre todo el sincero amor a los demás, sean quienes sean.  Esto último es el gran tema del sermón del monte. Y se repite, de distintas maneras, en las parábolas.

3.  Juan fue un hombre profundamente religioso, como quedó patente en la austeridad de su vida y en su predicación. Su obsesión era la mejor relación posible con Dios.  Jesús fue también un hombre profundamente "religioso", pero entendiendo y viviendo la religiosidad de otra manera. 
La obsesión de Jesús fue la felicidad de las personas, sobre todo de las personas que más sufren en la vida. No se trata de que Jesús fuera menos religioso. Se trata de que Jesús entendió la religión como el esfuerzo que humaniza este mundo.  
Con frecuencia, los "hombres de la religión", al pensar tanto en el "pecado", se desentienden del "sufrimiento.
En esto está el virus que corrompe a las religiones.

4.  Quede claro de una vez: el pecado no es ofender a Dios, sino hacer mal a alguien. Lo afirma Sto. Tomás de Aquino: "Dios no se siente ofendido por nosotros, si no es porque actuamos contra nuestro propio bien" (Non enim Deus a nobis offenditur nisi quod contra nostrum bonum  agimus.  Sum.  contra gent., III, 122) (E. López Azpitarte).

“Santísimo Nombre de Jesús”


     Cada 3 de enero la Iglesia celebra el Día del Santísimo Nombre de Jesús.  “Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia”, decía San Bernardino de Siena.

     “Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción” (Lc. 2, 21).

     La palabra Jesús es la forma latina del griego “Iesous”, que a su vez es la transliteración del hebreo “Jeshua” o “Joshua” o también “Jehoshua”, que significa “Yahveh es salvación”.

     El Santísimo Nombre de Jesús comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas del siglo XIV.  San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por primera vez a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.

San Bernardino solía llevar una tablilla que mostraba la Eucaristía con rayos saliendo de ella y, en el medio, se veía el monograma “IHS”, abreviación del Nombre de Jesús en griego (ιησουσ).

     Más adelante la tradición devocional le añade un significado a las siglas: "I", Iesus (Jesús), "H", Hominum (de los hombres), "S", Salvator" (Salvador). Juntos quieren decir “Jesús, Salvador de los hombres”.

San Ignacio de Loyola y los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de la Compañía de Jesús.

El Nombre de Jesús, invocado con confianza:  -Brinda ayuda en las necesidades corporales, según la promesa de Cristo:
"En mi nombre agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc. 16,17-18).
 En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hch. 3,6; 9,34) y vida a los muertos (Hch. 9,40).

-Da consuelo en las pruebas espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador el padre del hijo pródigo y del buen samaritano; al justo le recuerda el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.

-Nos protege de Satanás y sus artimañas, ya que el diablo le teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz.

-En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidan al Padre se los dará en mi nombre." (Jn. 16,23).  Por lo tanto, la Iglesia concluye todas sus oraciones con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.

     Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Flp. 2,10).

miércoles, 1 de enero de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 DE ENERO – JUEVES FERIA DE NAVIDAD – San Basilio Magno





2  DE ENERO – JUEVES
FERIA DE NAVIDAD –

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,22-28):

¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas –y es verdadera y no mentirosa– según os enseñó, permanecéis en él. Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.

Palabra de Dios

Salmo: 97

R/. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,19-28):
Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran:
«¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas:
«Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron:
«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
Él dijo:
«No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?»
Respondió:
«No.»
Y le dijeron:
 «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó:
«Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
«Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió:
 «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Palabra del Señor

1.   Lo primero que hay que tener presente, cuando leemos el IV evangelio, es que su lenguaje se diferencia bastante del de los sinópticos.
En este relato concretamente, es necesario saber   que, en el evangelio de Juan, el término "judíos" designa casi siempre a las autoridades religiosas, los que tenían los cargos de mando (Jn 2, 18; 5, 10. 16. 18; 9, 22), especialmente los dirigentes (Jn 1, 19; 11, 47; 19, 7. 12), sobre todo las autoridades supremas (Jn 8, 31; 11, 19; 12, 11) (Juan Mateos).
Pues bien, estos mandatarios se pusieron nerviosos con la fama y la influencia que iba teniendo Juan Bautista ante la gente.  Por eso mandaron a los funcionarios del Templo para decir en público lo que les preocupaba.  
- ¿Qué les preocupaba a los hombres del Templo?

2.  No les preocupaba si lo que decía y hacía Juan Bautista era verdad o mentira; si el bautismo de Juan acercaba a la gente a Dios o la alejaba de Dios.  Lo que les interesaba era saber "qué títulos tenía" Juan para decir y hacer todo aquello.
Es característico de los "hombres de la religión" centrar sus intereses y preocupaciones en tener y acumular títulos, cargos, nombramientos.
Es decir, ser importantes, no por su forma de vivir, sino por dejar claro ante la gente el poder que tienen. Y por tener buen nombre, con poder e importancia en la institución religiosa.
Esto es así, por más que se disfrace con apariencias de obediencia y humildad como virtudes ejemplares.

3.  Juan Bautista, que era un profeta y un verdadero hombre de Dios, se veía a sí mismo sin título alguno. Era un "don nadie". Y "don nada".  Solo una "voz". Una voz en un desierto. Una voz sin audiencia, sin resonancia, sin propaganda.
Un grito que pide solamente una cosa: que los caminos de la vida se allanen; que esta vida no sea tan tortuosa, tan costosa, que podamos recuperar la libertad perdida y volver al propio hogar. A esto se refería el profeta Isaías (40,3), que anunciaba el regreso de los desterrados judíos de Babilonia a su patria.
Así, con esta forma de vivir y con este mensaje, fue como Juan le preparó el camino a Jesús. 

San Basilio Magno y San Gregorio Nazianceno, obispos y doctores de la Iglesia.

 
Memoria de los santos Basilio Magno y Gregorio Nazianceno, obispos y doctores de la Iglesia. Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia (hoy en Turquía), apellidado “Magno” por su doctrina y sabiduría, enseñó a los monjes la meditación de la Escritura, el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna, ordenando su vida según las reglas que él mismo redactó. Con sus egregios escritos educó a los fieles y brilló por su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos. Falleció el día uno de enero de 379. Gregorio, amigo suyo, fue obispo de Sancina, en Constantinopla y, finalmente, de Nacianzo. Defendió con vehemencia la divinidad del Verbo, mereciendo por ello ser llamado “Teólogo”. La Iglesia se alegra de celebrar conjuntamente la memoria de tan grandes doctores.

San Basilio

San Basilio nació en Cesarea (Asia Menor) alrededor del año 330 y en una familia de Santos. Sus hermanos fueron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre fue San Basilio el Viejo, su madre Santa Emelia y su abuela Santa Macrina.
Su compañero de estudios e inseparable amigo en la defensa de la fe fue San Gregorio Nacianceno. Cuando San Basilio estaba en el éxito de su carrera profesional, sintió un gran impulso de abandonar el mundo y fue ayudado por su hermana Santa Macrina, quien junto a su viuda madre y otras mujeres vivían en comunidad en un lugar retirado.
Basilio recibió el bautismo, visitó diversos monasterios y en un sitio agreste se entregó al retiro solitario con la plegaria y el estudio. Se le unieron algunos discípulos y formó el primer monasterio del Asia Menor. Sus enseñanzas se viven hasta hoy en los monjes de oriente e influenció incluso en San Benito, quien lo consideraba su maestro.
Fue ordenado sacerdote y San Gregorio Nacianceno lo animó a que le ayude con la defensa del clero, las iglesias y las verdades de fe. Fue nombrado primer auxiliar del Arzobispo de Cesarea y usó la herencia que le dejó su madre para ayudar a los necesitados. Solía salir con delantal y cucharón repartiendo comida.
Más adelante reemplazó al fallecido arzobispo y defendió la autonomía de la Iglesia ante el emperador Valente. Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar con frecuencia. Partió a la Casa del Padre el primero de enero del año 379.

San Gregorio

San Gregorio Nacianceno nació en Capadocia (actual Turquía) el mismo año que San Basilio. Su padre fue San Gregorio el Mayor, Obispo de Nacianzo, su madre Santa Nona y sus hermanos Santos Cesáreo y Gorgonia.
También se unió a San Basilio en la vida solitaria, pero fue ordenado sacerdote y le costó un tiempo entregarse a este servicio. Por el 372 San Basilio quería consagrarlo Obispo de Sasima, lugar que estaba sobre terrenos en disputa por las Dos Capadocias (Territorio dividido). Esto trajo enemistad entre los amigos.
Con el tiempo los Santos se volvieron a reconciliar y después de recorrer varias ciudades, San Gregorio se estableció en Constantinopla. Fue consagrado Obispo, pero sufrió por difamaciones y persecuciones de los herejes.
El Concilio de Constantinopla (381) estableció y confirmó las conclusiones del Concilio de Nicea contra los herejes que negaban la divinidad de Cristo y otras verdades de fe.
San Gregorio fue nombrado Obispo de Constantinopla, pero sus enemigos pusieron en duda la validez de su elección por lo que para restaurar la paz el Santo volvió a Nacianzo. Allí se convirtió en el Obispo de este territorio, después se retiró al retiro y partió a la Casa del Padre el 25 de enero del año 389 o 390.