viernes, 29 de diciembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 31 DE DICIEMBRE – DOMINGO – DIA DE LA SAGRADA FAMILIA San Silvestre I, papa

 

 


31 DE DICIEMBRE – DOMINGO –

 DIA DE LA SAGRADA FAMILIA

 San Silvestre I, papa 

Lectura del libro del Eclesiástico (3,2-6.12-14):

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha.

Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

 

Salmo 127

 

R/. Dichosos los que temen al Señor

y siguen sus caminos

Dichoso el que teme al Señor,

y sigue sus caminos.

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,

en medio de tu casa; tus hijos,

como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida. R/.

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,12-21):

Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y celebrad la Acción de Gracias: la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-40

    Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor.

(De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor"), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones".

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.

Impulsado por el Espíritu, fue al templo.

Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.

Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:

«Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

 

Fiesta de la Sagrada Familia

 



        Dos lecturas que encajan

En una fiesta de la Sagrada Familia, esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras.

El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, “honrar padre y madre” implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, “aunque chocheen”.

La carta a los Colosenses ha sido elegida por los consejos finales a las mujeres, los maridos, los hijos y los padres. En la cultura del siglo I debían resultar muy “progresistas”. Hoy día, el primero de ellos provoca la indignación de muchas personas: “Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.” Cuando se conoce la historia de aquella época resulta más fácil comprender al autor.

     Un evangelio atípico

Si san Lucas hubiera sabido que, siglos más tarde, iban a inventar la Fiesta de la Sagrada Familia, probablemente habría alargado la frase final de su evangelio de hoy: “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.” Pero no habría escrito la típica escena en la que san José trabaja con el serrucho y María cose sentada mientras el niño ayuda a su padre. A Lucas no le gustan las escenas románticas que se limitan a dejar buen sabor de boca.

Como no escribió esa hipotética escena, la liturgia ha tenido que elegir un evangelio bastante extraño. Porque, en la fiesta de la Sagrada Familia, los personajes principales son dos desconocidos: Simeón y Ana. A José ni siquiera se lo menciona por su nombre (sólo se habla de “los padres de Jesús” y, más tarde, de “su padre y su madre”). El niño, de sólo cuarenta días, no dice ni hace nada, ni siquiera llora. Sólo María adquiere un relieve especial en la bendición que le dirige Simeón, que más que bendición parece una maldición gitana.

Sin embargo, en medio de la escasez de datos sobre la familia, hay un detalle que Lucas subraya hasta la saciedad: cuatro veces repite que es un matrimonio preocupado con cumplir lo prescrito en la Ley del Señor. Este dato tiene enorme importancia. Jesús, al que muchos acusarán de ser mal judío, enemigo de la Ley de Moisés, nació y creció en una familia piadosa y ejemplar. El Antiguo y el Nuevo Testamento se funden en esa casa en la que el niño crece y se robustece.

La misma función cumplen las figuras de Simeón y Ana. Ambos son israelitas de pura cepa, modelos de la piedad más tradicional y auténtica. Y ambos ven cumplidas en Jesús sus mayores esperanzas. 

        Sorpresa final

Las lecturas de hoy, que comenzaron tan centradas en el tema familiar, terminan centrando la atención en Jesús. Con dos detalles fundamentales:

1. Jesús es el importante. La escena de Simeón lo presenta como el Mesías, el salvador, luz de las naciones, gloria de Israel. Ana deposita en él la esperanza de que liberará a Jerusalén. José y María son importantes, pero secundarios.

2. Jesús es motivo de desconcierto y angustia. Lo que Simeón dice de él desconcierta y admira a José y María. Pero a ésta se le anuncia lo más duro. Cualquier madre desea que su hijo sea querido y respetado, motivo de alegría para ella. En cambio, Jesús será un personaje discutido, aceptado por unos, rechazado por otros; y a ella, una espada le atravesará el alma. Lucas está anticipando lo que será la vida de María, no sólo en la cruz, sino a lo largo de toda su existencia.


San Silvestre I, papa 





San Silvestre I, papa, que piadosamente rigió la Iglesia durante muchos años, tiempo en el cual Constantino Augusto construyó basílicas venerables, y en el Concilio Niceno aclamó a Cristo como Hijo de Dios. En este día su cuerpo fue enterrado en Roma, en el cementerio de Priscila.

Silvestre nació alrededor del año 270. De niño, su padre Rufino le puso bajo la dirección del presbítero romano Cirino, un hombre sabio y prudente. Siendo ya adolescente, se distinguió por sus actos de caridad. Con el nombre de Silvestre fue elegido Papa en el año 314, sucediendo a San Melquiades. En 22 años de pontificado, reorganizó la vida clerical, la liturgia y los principios monásticos, fomentó la fundación de iglesias y basílicas, propuso mejoras del Culto Divino y dedicó mucha atención a los necesitados.

Asimismo, la Iglesia se benefició de que su pontificado coincidiese en el tiempo con el reinado de Constantino el Grande: el emperador toleró primero y favoreció después la expansión del cristianismo en el Imperio y regaló a Silvestre el palacio de Letrán, hasta que se construyó el Vaticano. El Papa Silvestre murió el 31 de diciembre de 335.

 

J.M. Ballester Esquivias (@jmbe12)

 

 

jueves, 28 de diciembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 DE DICIEMBRE – SÁBADO – OCTAVA DE NAVIDAD Traslación de Santiago Apóstol

 



30 DE DICIEMBRE – SÁBADO –

 OCTAVA DE NAVIDAD

Traslación de Santiago Apóstol

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,12-17):

 

Os escribo, hijos míos, que se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os escribo, jóvenes, que ya habéis vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al Padre. Os repito, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno.

No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo –las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 95,7-8a.8b-9.10

R/. Alégrese el cielo, goce la tierra

 

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,

aclamad la gloria y el poder del Señor,

aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

 

Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas,

postraos ante el Señor en el atrio sagrado,

tiemble en su presencia la tierra toda. R/.

 

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,

él afianzó el orbe, y no se moverá;

él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,36-40):

 

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.

Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

 

Palabra del Señor

 

1.  La devoción, la piedad, el fervor religioso de la profetisa Ana es ejemplar: siempre en el Templo, dedicada a la oración, mortificándose con ayunos. Y así, durante más de ochenta años.

Cuando la piedad religiosa es auténtica, produce personas ejemplares, profundamente buenas. 

Necesitamos cultivar el espíritu, la paz interior, la oración. Así nos liberamos de las tensiones y el desgaste que producen los afanes de la vida.

 

2.  La oración, la contemplación, el silencio interior, en el sosiego de un espacio adecuado, ya sea el templo, ya sea la soledad del campo o la montaña, nos rehacen, nos liberan de crispaciones y ansiedades. Y así se ponen las condiciones para ver y enjuiciar nuestros problemas como normalmente no los solemos ver.

 

3.  La oración y la austeridad han sido, durante miles de años, mediaciones privilegiadas para el encuentro de cada cual con su verdadera humanidad.  Y, mediante eso, para el encuentro con Dios. La oración y la austeridad fueron determinantes para Jesús, hasta el momento mismo de su muerte.

El peligro, que pueden tener estas formas de vida, es que nos alejen de la realidad, de los problemas que se viven en la sociedad, del sufrimiento de los que padecen, no porque ellos quieren sacrificarse, sino porque la economía y la política los machacan.  

 Las personas que viven en monasterios, en la clausura del convento, en la seguridad económica del que no tiene ni que pensar en el dinero (porque lo tiene seguro y asegurado), tales personas tienen que vivir más en contacto con la realidad y ser más sensibles a los problemas que vive la mayoría de la gente.

 

Traslación de Santiago Apóstol

 


Las últimas noticias históricas de [Santiago Apóstol] nos llegan de Palestina, donde muerte mártir (el primero de los Apóstoles de Jesús) decapitado en Jerusalén. A partir de aquí surge una profunda tradición de que su cuerpo es trasladado al fin del mundo, al occidente europeo, a Galicia (España).

Arribaría en barco a Iria Flavio (Padrón) y de allí sería conducido tierra adentro hasta acabar enterrado en tierras de la actual Santiago de Compostela.

La historia da lugar a la tradición con el paso de las generaciones y la invasión musulmana, hasta reencontrarse la tumba en el siglo IX, iniciándose una segunda historia del Apóstol Santiago que marcaría España y toda Europa con el Camino de Santiago.

 

Vida de Traslación de Santiago Apóstol

 

De hecho, por los breves apostólicos de dos papas, Gregorio XIII y Sixto V, se celebra en Santiago y en España la fiesta de la Traslación.

El rey Herodes mandó decapitar a Santiago Apóstol. Fue el protomártir de los Apóstoles; luego le seguirían todos los demás y sucedió en la ciudad Santa de Jerusalén. Este es el dato histórico y punto de partida de una leyenda que parece ser un inverosímil juego imaginativo, pero, como tantas veces sucede, la fantasía mejor intencionada cubre los espacios en blanco que la historia no puede rellenar con datos comprobables.

Y la leyenda se expone así resumiendo: Una vez muerto Santiago, los siete discípulos que había llevado consigo cuando estuvo en España robaron por la noche el cuerpo que Herodes prohibió enterrar y dejó expuesto a las aves, perros y alimañas. Ocultamente lo llevaron hasta el puerto de Jaffa donde milagrosamente encontraron una nave sin remeros ni piloto, pero con todo lo necesario para una larga travesía. Ayudados por un viento favorable y sin escollos ni tempestad arriban a Iria Flavia —hoy Padrón— cerca de Finisterre. Con esto cumplen el deseo que les había encargado el propio Santiago previendo el acontecimiento de su muerte.

Tierra adentro encuentran una gruta. Les parece sitio apto para depositar los restos mortales. Manos a la obra, destruyen un ídolo de piedra de los paganos del país y excavan en la piedra un sepulcro donde depositan el cuerpo con su cabeza que habían transportado. Luego levantan una casa que será capilla. Teodoro y Atanasio se quedarán custodiando la reliquia, mientras que los otros cinco compañeros saldrán por los campos y poblados a predicar el Evangelio. Cuando mueren los dos custodios reciben sepultura junto a los restos de Santiago.

Las invasiones y guerras que se suceden en el lugar son factores determinantes para que, junto con el mismo paso de los años, se relegue al olvido transitoriamente tanto el lugar ya tapado por los matorrales como el tesoro que contiene.

Cuando reina Alfonso el Casto se descubren los antiguos sepulcros y el rey manda edificar un templo. Y otros monarcas le siguen. Es Compostela. Los papas conceden privilegios, Urbano II desliga el obispado de la jurisdicción de Braga y con Calixto II comienza a ser arzobispado. Los milagros y las maravillas se producen en el tiempo para españoles y extranjeros. Se señala de modo muy especial la protección en la larga lucha de reconquista llegando a aplicársele el alias de "Matamoros" por haberlo visto con todas las armas precediendo al ejército cristiano. Las rutas del peregrinaje de Europa comienzan a tener otro camino para culminar el perdón de los pecados con arrepentimiento.

 

(Fuente: archimadrid.es)

 

 

 

 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 DE DICIEMBRE – VIERNES – OCTAVA DE NAVIDAD Santo Tomas Becket

 

 


29 DE DICIEMBRE – VIERNES –

 OCTAVA DE NAVIDAD

Santo Tomas Becket

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,3-11):

En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos.

Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe vivir como vivió él.

Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo –lo cual es verdadero en él y en vosotros–, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya.

Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Palabra de Dios

 

Salmo: 95,1-2a.2b-3.5b-6

R/. Alégrese el cielo, goce la tierra

Cantad al Señor un cántico nuevo,

cantad al Señor, toda la tierra;

cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,

sus maravillas a todas las naciones. R/.

El Señor ha hecho el cielo;

honor y majestad lo preceden,

fuerza y esplendor están en su templo. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-35):

 

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor:

 «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.

Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María su madre:

 «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

 

Palabra del Señor

 

1.  El redactor de este episodio destaca que Jesús nació en una familia y fue educado en unas costumbres, en las que la observancia de la ley religiosa era un asunto capital.

Hasta cinco veces se insiste en el cumplimiento de la ley, en Jerusalén, en el Templo, en el culto religioso (Lc 2, 22. 23. 24. 27. 39). Por eso es más llamativa la libertad que, en su edad adulta, mostró Jesús respecto al hecho religioso y lo sagrado. Una libertad que, cuando Jesús se dedicó a predicar y atender a los que sufren en la vida, fue motivo de escándalo y, al final, le costó la vida.

El dictamen de los dirigentes religiosos fue tajante: Nosotros tenemos una ley, y según esa ley, tiene que morir Jn 19, 7).

Comparando la infancia de Jesús con su ministerio y su muerte, queda patente que la religión no soportó —ni soporta— el Evangelio.

 

2. Entonces, ¿por qué Jesús fue un hombre profundamente religioso? Porque fue un ser humano. Con todas sus consecuencias. Y lo humano entraña debilidad. Y necesidad de tantas cosas. Por eso Jesús fue un hombre de oración. Necesitaba pedir al Padre la fuerza que necesitaba. Como se puso de manifiesto en la pasión. Y, antes que eso, en las largas noches que pasaba orando en la soledad del campo y de los montes.

 

3. Jesús demostró que tenemos que entender y vivir la religiosidad de otra manera.

No la "religión de la sumisión" a lo sagrado, sino la "religión de la libertad" para la misericordia ante el sufrimiento humano.  

Es un hecho que la sumisión impide o recorta con frecuencia la misericordia. Esta libertad es el eje del Evangelio. Y de la nueva religiosidad que Jesús nos enseñó. Con sus palabras y, sobre todo, con el ejemplo de su propia vida.

 

Santo Tomas Becket

 



Santo Tomas Becket, obispo y mártir, que por defender la justicia y la Iglesia fue obligado a desterrarse de la sede Canterbury y de la misma Inglaterra, volviendo al cabo de seis años a su patria, donde padeció mucho hasta que fue asesinado en la catedral por los esbirros del rey Enrique II, emigrando a Cristo.

 

Vida de Santo Tomas Becket

 

Este mártir que entregó su vida por defender los derechos de la religión católica nació en Londres en 1118.

Era hijo de un empleado oficial, y en sus primeros años fue educado por los monjes del convento de Merton. Después tuvo que trabajar como empleado de un comerciante, al cual acompañaba los días de descanso a hacer largas correrías dedicados a la cacería. Desde entonces adquirió su gran afición por los viajes, aunque fueran por caminos muy difíciles.

Un día persiguiendo una presa de cacería, corrió con tan gran imprudencia que cayó a un canal que llevaba el agua para mover un molino. La corriente lo arrastró y ya iba a morir triturado por las ruedas, cuando, sin saber cómo ni por qué, el molino se detuvo instantáneamente. El joven consideró aquello como un aviso para tomar la vida más en serio.

A los 24 años consiguió un puesto como ayudante del Arzobispo de Inglaterra (el de Canterbury) el cual se dio cuenta de que este joven tenía cualidades excepcionales para el trabajo, y le fue confiando poco a poco oficios más difíciles e importantes. Lo ordenó de diácono y lo encargó de la administración de los bienes del arzobispado. Lo envió varias veces a Roma a tratar asuntos de mucha importancia, y así Tomás llegó a ser el personaje más importante, después del arzobispo, en aquella iglesia de Londres. Monseñor afirmaba que no se arrepentía de haber depositado en él toda su confianza, porque en todas las responsabilidades que se le encomendaban se esmeraba por desempeñarlas lo mejor posible.

Dicen los que lo conocieron que Santo Tomás Becket era delgado de cuerpo, semblante pálido, cabello oscuro, nariz larga y facciones muy varoniles. Su carácter alegre lo hacía atractivo y agradable en su conversación. Sumamente franco, trataba de decir siempre la verdad y de no andar fingiendo lo que no sentía, pero siempre con el mayor respeto. Sabía expresar sus ideas de manera tan clara, que a la gente le gustaba oírle explicar los asuntos de religión porque se le entendía todo fácilmente y bien.

Tomás como buen diplomático había obtenido que el Papa Eugenio Tercero se hiciera muy amigo del rey de Inglaterra, Enrique II, y este en acción de gracias por tan gran favor, nombró a nuestro santo (cuando sólo tenía 36 años) como Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores. Tomás puso todas sus cualidades al servicio de tan alto cargo, y llegó a ser el hombre de confianza del rey. Este no hacía nada importante sin consultarle. Su presencia en el gobierno contribuyó a que dictaran leyes muy favorables para el pueblo. Acompañaba a Enrique II en todas sus correrías por el país y por el exterior (pues Inglaterra tenía amplias posesiones en Francia) y procuraba que en todas partes quedara muy en alto el nombre de su gobierno. Y no tenía miedo en corregir también al monarca cuando veía que se estaba extralimitando en sus funciones. Pero siempre de la manera más amigable posible.

En el 1161 murió el Arzobispo Teobaldo, y entonces al rey le pareció que el mejor candidato para ser arzobispo de Inglaterra era Tomás Becket. Este le advirtió que no era digno de tan sublime cargo. Que su genio era violento y fuerte, y que tomaba demasiado en serio sus responsabilidades y que por eso podía tener muchos problemas con el gobierno civil si lo nombraban jefe del gobierno eclesiástico. Pero su confesor decía: "En su vida privada es intachable, y sabe mantener una gran dignidad aún en ocasiones peligrosas y en tentaciones de toda especie". Y un Cardenal de mucha confianza del Sumo Pontífice lo convenció de que debía aceptar, y al fin aceptó.

Cuando el rey empezó a insistirle en que aceptara el oficio de Arzobispo, Santo Tomás le hizo una profecía o un anuncio que se cumplió a la letra. Le dijo así: "Si acepto ser Arzobispo me sucederá que el rey que hasta ahora es mi gran amigo, se convertirá en mi gran enemigo". Enrique no creyó que fuera a suceder así, pero sí sucedió.

Ordenado de sacerdote y luego consagrado como Arzobispo, pidió a sus ayudantes que en adelante le corrigieran con toda valentía cualquier falta que notaran en él. Les decía: "Muchos ojos ven mejor que dos. Si ven en mi comportamiento algo que no está de acuerdo con mi dignidad de arzobispo, les agradeceré de todo corazón si me lo advierten".

Desde que fue nombrado arzobispo (por el Papa Alejandro III) la vida de Tomás cambió por completo. Se levantaba muy al amanecer. Luego dedicaba una hora a la oración y a la lectura de la S. Biblia. Después del desayuno estudiaba otra hora con un doctor en teología, para estar al día en conocimientos religiosos. Cada día repartía el personalmente las limosnas a muchísimos pobres que llegaban al Palacio Arzobispal. Muy pronto y los pobres que allí recibían ayuda eran el doble de los que antes iban a pedir limosna.

Cada día tenía algunos invitados a su mesa, pero durante las comidas, en vez de música escuchaba la lectura de algún libro religioso. Casi todos los días visitaba algunos enfermos del hospital. Examinaba rigurosamente la conducta y la preparación de los que deseaban ser sacerdotes, y a los que no estaban bien preparados o no habían hecho los estudios correspondientes no los dejaba ordenarse de sacerdotes, aunque llegaran con recomendaciones del mismo rey.

Tomás había dicho al rey cuando este le propuso el arzobispado: "Ya verá que los envidiosos tratarán de poner enemistades entre nosotros dos. Además, el poder civil tratará de imponer leyes que vayan contra la Iglesia Católica y no podré aceptar eso. Y hasta el mismo rey me pedirá que yo le apruebe ciertos comportamientos suyos, y me será imposible hacerlo". Esto se fue cumpliendo todo exactamente.

El rey se propuso ponerles enormes impuestos a los bienes de la Iglesia Católica. El arzobispo se opuso totalmente a ello, y desde entonces el cariño de Enrique hacía su antiguo canciller Tomás, se apagó casi por completo. Luego pretendió el rey imponer un fuerte castigo a un sacerdote. El arzobispo se opuso, diciendo que al sacerdote lo juzga su superior eclesiástico y no el poder civil. La rabia del mandatario se encendió furiosamente. Enrique redactó una ley en la cual la Iglesia quedaba casi totalmente sujeta al gobierno civil. El arzobispo exclamó: "No permita Dios que yo vaya jamás a aprobar o a firmar semejante ley". Y no la aceptó. ¡Nueva rabia del rey! Enseguida este se propuso que en adelante sería el gobierno civil quien nombrara para ciertos cargos eclesiásticos. Tomás se le opuso terminantemente. Resultado: tuvo que salir del país.

Tomás se fue a Francia a entrevistarse con el Papa Alejandro III y pedirle que lo reemplazara por otro en este cargo tan difícil. "Santo Padre le digo yo soy un pobre hombre orgulloso. Yo no fui nunca digno de este oficio. Por favor: nombre a otro, y yo terminaré mis días dedicado a la oración en un convento". Y se fue a estarse 40 días rezando y meditando en una casa de religiosos.

Pero el Pontífice intervino y obtuvo que entre Enrique y Tomás hicieran las paces. Y así volvió a Inglaterra. Sin embargo, el problema peor estaba por llegar.

Después de seis años de destierro y cuando ya le habían sido confiscados por el rey todos sus bienes y los de sus familiares, el arzobispo Tomás regresó a Inglaterra el 1º de diciembre con el título de "Delegado del Sumo Pontífice". El trayecto desde que desembarcó hasta que llegó a su catedral de Canterbury fue una marcha triunfal. Las gentes aglomeradas a lo lago de la vía lo aclamaban. Las campanas de todas las iglesias repicaban alegremente y parecía que la hora de su triunfo ya había llegado. Pero era otra clase de triunfo distinta la que le esperaba en ese mes de diciembre. La del martirio.

Como él mismo lo había anunciado, los envidiosos empezaron a llevar cuentos y cuentos al rey contra el arzobispo. Y dicen que un día en uno de sus terribles estallidos de cólera, Enrique II exclamó: "No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?".

Al oír semejante exclamación de labios del mandatario, cuatro sicarios se fueron donde el santo arzobispo resueltos a darle muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos. Era el 29 de diciembre de 1170. Lo atacaron a cuchilladas. No opuso resistencia. Murió diciendo: "Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica". Tenía apenas 52 años.

Se llama apoteosis la glorificación y gran cantidad de honores que se rinden a una persona. La noticia del asesinato de un arzobispo recorrió velozmente Europa causando horror y espanto en todas partes. El Papa Alejandro III lanzó excomunión contar el rey Enrique, el cual profundamente arrepentido duró dos años haciendo penitencia y en el año 1172 fue reconciliado otra vez con su religión y desde entonces se entendió muy bien con las autoridades eclesiásticas. El mártir Tomás consiguió después de su muerte, esto que no había logrado obtener durante su vida.

Tres años después el Sumo Pontífice lo declaró santo, a causa de su martirio y por los muchos milagros que se obraban en su sepulcro.

Dos personajes con nombres de Tomás, ocuparon el cargo de Canciller en Inglaterra, junto con dos reyes de nombre Enrique. Y ambos fueron martirizados por defender a la santa Iglesia Católica. Santo Tomás Becket, martirizado por deseos de Enrique II y Santo Tomás Moro, martirizado por orden del impío rey Enrique VIII.

 

Fuente: Spider Martirologio + Churchforum