14 de DICIEMBRE – SÁBADO –
2ª – ADVIENTO – A –
Lectura
del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11):
EN aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego,
sus palabras quemaban
como antorcha.
Él
hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los
diezmó.
Por la palabra del Señor
cerró los cielos
y también hizo caer
fuego tres veces.
¡Qué
glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién
puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste
arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos
de fuego;
tú fuiste designado para
reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira
antes de que estallara,
para reconciliar a los
padres con los hijos
y restablecer las tribus
de Jacob.
Dichosos
los que te vieron
y se durmieron en el amor.
Palabra
de Dios
Salmo:
79,2ac.3b.15-16.18-19
R/. Oh
Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos
salve.
V/. Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre
querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven
a salvarnos. R/.
V/. Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo,
fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu
diestra plantó,
y al hijo del hombre que
tú has fortalecido. R/.
V/. Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú
fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que
invoquemos tu nombre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (17,10-13):
CUANDO bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por
qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él
les contestó:
«Elías
vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo
reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo
del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces
entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
Palabra
del Señor
1. Este
relato es el final del episodio de la Transfiguración. El monte del que bajan
Jesús y los tres discípulos que lo acompañaron, en aquella ocasión, es el monte
donde Jesús se transfiguró (Mt 17, 1).
La pregunta,
que hacen los discípulos, es comprensible. Ellos han visto allí al profeta
Elías, junto a Jesús y a Moisés (Mt 17, 3). Pero, al final, se dieron cuenta de
que estaban solos ante
Jesús. Y oyeron la voz del cielo que
les mandó escuchar solo a Jesús (Mt 17, 5).
Por eso se
comprende la pregunta: ¿para qué tiene que venir Elías?
Es cierto que
en MI 3, 23 se habla de una segunda venida de Elías. Pero, ¿era eso suficiente,
después de lo que habían visto y vivido en la transfiguración?
Por eso los
discípulos hacen la pregunta.
2.
Jesús responde identificando a Elías con Juan Bautista. En realidad, si Elías
fue el primero de los grandes profetas de Israel, Juan fue el último. Había,
por tanto, paralelismo entre ambos.
Pero Jesús fue
más lejos en su respuesta.
Porque les vino a decir: Elías (a
quien tanto estimaban los israelitas) vino en el gran profeta que fue Juan. Y,
sin embargo, siendo el más grande de los profetas, "lo trataron a su
antojo". Es decir, lo trataron mal; o sea, lo trataron como
les convenía. Sencillamente, porque lo
abandonaron cuando Herodes lo metió en la cárcel y allí lo asesinó. Nadie
defendió a Juan. Nadie se puso de su parte.
Lo dejaron solo cuando más necesitaba
la solidaridad del pueblo.
3.
Jesús deduce la consecuencia de lo dicho: "Así también el Hijo del Hombre
tendrá que sufrir en manos de ellos" (Mt 17, 12-13). Jesús era realista y
tenía los pies en el suelo. Jesús era perfectamente consciente del final que le
esperaba.
Todos
sus éxitos y la enorme popularidad que llegó a tener ante la gente, al final, a
la hora de la verdad, todo terminaría en soledad, desamparo y vacío. Porque así
somos los mortales: nos entusiasmamos con el profeta mientras el
profeta nos dice lo que nos gusta oír. Pero el día que vemos que el profeta se
mete en líos -y nos puede meter a nosotros en los mismos líos- ese día
abandonamos al profeta, hasta llegar a ver un estorbo o incluso una amenaza en
el profeta del pueblo.
Este evangelio
da mucho que pensar sobre posturas que adoptamos con frecuencia para no
complicarnos la vida.
San Juan de
la Cruz
Nació en
Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos
años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de santa Teresa de Jesús,
el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que
soportó innumerables sufrimientos y trabajos.
Murió en Úbeda en 1591, con gran
fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos
espirituales.
Su verdadero
nombre era Juan de Yepes y nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, pequeño
pueblo abulense perteneciente a Castilla y León, una comunidad autónoma de
España.
Murió su padre
cuando Juan tenía seis años; a los nueve años, se trasladó con su madre al
abulense pueblo de Medina del Campo, en donde a los 17 años, ingresa en un
colegio de jesuitas para estudiar humanidades.
El año 1563 toma
los hábitos de la orden religiosa Carmelita, adoptando el nuevo nombre de fray
Juan de san Matías; al año siguiente se traslada a Salamanca para cursar
estudios de teología en su célebre universidad. En el año 1567 es ordenado
sacerdote, y adopta el nuevo y definitivo nombre de Juan de la Cruz. Su ilustre
paisana de Ávila, Teresa de Jesús, trabó gran amistad con él y le integró en el
movimiento de la reforma carmelita que ella había iniciado.
En 1568 Juan de
la Cruz fundó el primer convento de Carmelitas Descalzos, los cuales
practicaban a ultranza la contemplación y la austeridad. Unos años después,
1577, sus intentos reformistas de las órdenes monásticas, le llevaron a sufrir
9 meses de dura prisión en un convento de Toledo, acusado de apóstata. De su
cautiverio en aquella cárcel-convento de Toledo, nace la composición de su obra
cumbre: "Cántico espiritual". En otras poesías se puede llegar a
entrever en lenguaje subliminal, el relato que hace de su astuta y sorprendente
huida en la madrugada del 15 de agosto de 1578, estando la fortaleza sobre un
peligroso acantilado sobre el Tajo profundo que ciñe a Toledo.
Para huir de la
prisión conventual toledana, contó con las influencias que ejerció su paisana
Teresa de Jesús, ante la duquesa de Alba. Con su huida dio en refugiarse en un
convento de Jaén y continuó con la reforma carmelitana, fundando varios
conventos por Andalucía. En esta región llegó a ser nombrado Vicario Provincial
de la orden de Carmelitas Descalzos; pero el buen Juan siguió con su
obstinación de la reforma, lo que le llevó a enfrentamientos con la jerarquía
religiosa y a sufrir nueva prisión en el convento de la Peñuela, en plena
Sierra Morena, en donde culminó la escritura de sus principales obras
literarias.
Cuando por fin es
excarcelado y se dispone a cumplir con el traslado que se le impone a América,
el 14 de diciembre de 1591, muere a la edad de 49 años. 135 años después, es
elevado a la categoría de santo, por la iglesia católica.
* * *
La obra poética
de san Juan de la Cruz está inspirada en un profundo sentimiento religioso. A
decir de algunos de sus biógrafos, su poesía en general tiene un estilo similar
al bíblico "Cantar de los cantares" atribuido a Salomón. Nuestro
poeta era un gran conocedor de la Biblia y de la filosofía aristotélica y
platónica; también su obra nos trae aromas de las Églogas del poeta toledano
Garcilaso de la Vega, muy impregnadas de un cultismo italianizante.
El estilo poético
que imprime a su célebre "Cántico" (que algunos denominan
"Cántico espiritual"), tiene un gran ritmo y musicalidad; compuesto a
base de liras -estrofa ideada por Garcilaso- en las que mezcla y alterna versos
heptasílabos y endecasílabos.
Toda la obra de
san Juan de la Cruz está impregnada de un gran misticismo simbolista; también
rezuma un típico estilo de la poesía bucólica y pastoril.
Hay quien afirma
que su obra poética está cargada de una encriptada sensualidad e incluso de
cierto erotismo. Son parecidas apreciaciones a las que algunos estudiosos creen
adivinar en los textos bíblicos ya mencionados.
Sus obras en
verso, además del Cántico ya citado y descrito, son: "Noche oscura";
"Llama de amor viva"; y un conjunto de poemas menores entre los que
destaca "El pastorcico".
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