viernes, 13 de diciembre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 de DICIEMBRE – SÁBADO – 2ª – ADVIENTO – A – San Juan de la Cruz






14 de DICIEMBRE – SÁBADO –
2ª – ADVIENTO – A –

Lectura del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11):

EN aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego,
sus palabras quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que estallara,
para reconciliar a los padres con los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor.

Palabra de Dios

Salmo: 79,2ac.3b.15-16.18-19

R/. Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

V/. Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

V/. Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.

V/. Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,10-13):

CUANDO bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor

1.  Este relato es el final del episodio de la Transfiguración. El monte del que bajan Jesús y los tres discípulos que lo acompañaron, en aquella ocasión, es el monte donde Jesús se transfiguró (Mt 17, 1).
La pregunta, que hacen los discípulos, es comprensible. Ellos han visto allí al profeta Elías, junto a Jesús y a Moisés (Mt 17, 3). Pero, al final, se dieron cuenta de que estaban solos ante
Jesús. Y oyeron la voz del cielo que les mandó escuchar solo a Jesús (Mt 17, 5).
Por eso se comprende   la pregunta: ¿para qué tiene que venir Elías?
Es cierto que en MI 3, 23 se habla de una segunda venida de Elías. Pero, ¿era eso suficiente, después de lo que habían visto y vivido en la transfiguración?
Por eso los discípulos hacen la pregunta.

2.   Jesús responde identificando a Elías con Juan Bautista. En realidad, si Elías fue el primero de los grandes profetas de Israel, Juan fue el último. Había, por tanto, paralelismo entre ambos.
Pero Jesús fue más lejos en su respuesta.
Porque les vino a decir: Elías (a quien tanto estimaban los israelitas) vino en el gran profeta que fue Juan. Y, sin embargo, siendo el más grande de los profetas, "lo trataron a su antojo". Es decir, lo trataron mal; o sea, lo trataron como
les convenía. Sencillamente, porque lo abandonaron cuando Herodes lo metió en la cárcel y allí lo asesinó. Nadie defendió a Juan. Nadie se puso de su parte.
Lo dejaron solo cuando más necesitaba la solidaridad del pueblo.

3.   Jesús deduce la consecuencia de lo dicho: "Así también el Hijo del Hombre tendrá que sufrir en manos de ellos" (Mt 17, 12-13). Jesús era realista y tenía los pies en el suelo. Jesús era perfectamente consciente del final que le esperaba. 
Todos   sus éxitos y la enorme popularidad que llegó a tener ante la gente, al final, a la hora de la verdad, todo terminaría en soledad, desamparo y vacío. Porque así somos los mortales: nos   entusiasmamos con el profeta mientras el profeta nos dice lo que nos gusta oír. Pero el día que vemos que el profeta se mete en líos -y nos puede meter a nosotros en los mismos líos- ese día abandonamos al profeta, hasta llegar a ver un estorbo o incluso una amenaza en el profeta del pueblo. 
Este evangelio da mucho que pensar sobre posturas que adoptamos con frecuencia para no complicarnos la vida.


San Juan de la Cruz


Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos.
Murió en Úbeda en 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.

Su verdadero nombre era Juan de Yepes y nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, pequeño pueblo abulense perteneciente a Castilla y León, una comunidad autónoma de España.
Murió su padre cuando Juan tenía seis años; a los nueve años, se trasladó con su madre al abulense pueblo de Medina del Campo, en donde a los 17 años, ingresa en un colegio de jesuitas para estudiar humanidades.
El año 1563 toma los hábitos de la orden religiosa Carmelita, adoptando el nuevo nombre de fray Juan de san Matías; al año siguiente se traslada a Salamanca para cursar estudios de teología en su célebre universidad. En el año 1567 es ordenado sacerdote, y adopta el nuevo y definitivo nombre de Juan de la Cruz. Su ilustre paisana de Ávila, Teresa de Jesús, trabó gran amistad con él y le integró en el movimiento de la reforma carmelita que ella había iniciado.
En 1568 Juan de la Cruz fundó el primer convento de Carmelitas Descalzos, los cuales practicaban a ultranza la contemplación y la austeridad. Unos años después, 1577, sus intentos reformistas de las órdenes monásticas, le llevaron a sufrir 9 meses de dura prisión en un convento de Toledo, acusado de apóstata. De su cautiverio en aquella cárcel-convento de Toledo, nace la composición de su obra cumbre: "Cántico espiritual". En otras poesías se puede llegar a entrever en lenguaje subliminal, el relato que hace de su astuta y sorprendente huida en la madrugada del 15 de agosto de 1578, estando la fortaleza sobre un peligroso acantilado sobre el Tajo profundo que ciñe a Toledo.
Para huir de la prisión conventual toledana, contó con las influencias que ejerció su paisana Teresa de Jesús, ante la duquesa de Alba. Con su huida dio en refugiarse en un convento de Jaén y continuó con la reforma carmelitana, fundando varios conventos por Andalucía. En esta región llegó a ser nombrado Vicario Provincial de la orden de Carmelitas Descalzos; pero el buen Juan siguió con su obstinación de la reforma, lo que le llevó a enfrentamientos con la jerarquía religiosa y a sufrir nueva prisión en el convento de la Peñuela, en plena Sierra Morena, en donde culminó la escritura de sus principales obras literarias.
Cuando por fin es excarcelado y se dispone a cumplir con el traslado que se le impone a América, el 14 de diciembre de 1591, muere a la edad de 49 años. 135 años después, es elevado a la categoría de santo, por la iglesia católica.

* * *
La obra poética de san Juan de la Cruz está inspirada en un profundo sentimiento religioso. A decir de algunos de sus biógrafos, su poesía en general tiene un estilo similar al bíblico "Cantar de los cantares" atribuido a Salomón. Nuestro poeta era un gran conocedor de la Biblia y de la filosofía aristotélica y platónica; también su obra nos trae aromas de las Églogas del poeta toledano Garcilaso de la Vega, muy impregnadas de un cultismo italianizante.
El estilo poético que imprime a su célebre "Cántico" (que algunos denominan "Cántico espiritual"), tiene un gran ritmo y musicalidad; compuesto a base de liras -estrofa ideada por Garcilaso- en las que mezcla y alterna versos heptasílabos y endecasílabos.
Toda la obra de san Juan de la Cruz está impregnada de un gran misticismo simbolista; también rezuma un típico estilo de la poesía bucólica y pastoril.
Hay quien afirma que su obra poética está cargada de una encriptada sensualidad e incluso de cierto erotismo. Son parecidas apreciaciones a las que algunos estudiosos creen adivinar en los textos bíblicos ya mencionados.
Sus obras en verso, además del Cántico ya citado y descrito, son: "Noche oscura"; "Llama de amor viva"; y un conjunto de poemas menores entre los que destaca "El pastorcico".


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