domingo, 15 de diciembre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 de DICIEMBRE – LUNES – 3ª – ADVIENTO – A – Santa Adela




16 de DICIEMBRE – LUNES –
3ª – ADVIENTO – A –
Santa Adela

Lectura del libro de los Números (24,2-7.15-17a):

EN aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae y se le abren los ojos:
¡Qué bellas tus tiendas, oh Jacob,
y tus moradas, Israel!
Como vegas dilatadas,
como jardines junto al río,
como áloes que plantó el Señor
o cedros junto a la corriente;
el agua fluye de sus cubos,
y con el agua se multiplica su simiente.
Su rey es más alto que Agag,
y descuella su reinado».
Y entonó sus versos:
«Oráculo de Balaán, hijo de Beor,
oráculo del hombre de ojos perfectos;
oráculo del que escucha palabras de Dios
y conoce los planes del Altísimo,
que contempla visiones del Poderoso,
que cae en éxtasis, y se le abren los ojos:
Lo veo, pero no es ahora,
lo contemplo, pero no será pronto:
Avanza una estrella de Jacob,
y surge un cetro de Israel».

Palabra de Dios

Salmo: 24,4-5ab.6-7bc.8-9

R/. Señor, instrúyeme en tus sendas

V/. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

V/. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

V/. El Señor es bueno y es recto,
enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humilles con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,23-27):

EN aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».
Jesús les replicó:
«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».
Ellos se pusieron a deliberar:
«Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».
Y respondieron a Jesús:
«No sabemos».
Él, por su parte, les dijo:
«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Palabra del Señor

1.  El episodio que se recoge en este relato nos presenta el diálogo, entre Jesús y los sumos sacerdotes, a la mañana siguiente (Mt 21, 18) de la violenta expulsión de los mercaderes del templo (Mt 21, 12-13).
Los dirigentes y funcionarios del santuario, que ganaban cantidades importantes de dinero con el gran negocio  de la venta de animales para los sacrificios del culto sagrado, andaban preocupados, seguramente nerviosos. Jesús los había desenmascarado al afirmar que habían convertido la "casa de oración" en una "cueva de bandidos" (Mt 21, 13; Jer 7, 11).
Para aquellos hombres, aquello fue una agresión ofensiva. De otra manera, es lo que ahora ocurre, en catedrales, conventos, iglesias de valor histórico o estético, en las que los creyentes y los turistas tienen que pagar para visitar el lugar sagrado.
"Lo sagrado" se ha convertido en "mercancía" y en "negocio".
Los cristianos, al menos, no deberíamos consentir esto.

2.  Es notable que los funcionarios del templo no le preguntaron a Jesús si ellos eran o no eran los responsables de aquel "bandidaje". Es decir, no les interesa saber si ellos eran culpables o si estaban equivocados. Lo único que les preocupa es saber si Jesús tenía o no tenía "autoridad" (exousía) para hacer lo que hizo y decir lo que dijo.
O sea, a los "hombres de la religión" no les preocupa saber si ellos proceden bien o mal. Lo que quieren saber es si Jesús podía hacer aquello.
En otras palabras, la religión se preocupa por el poder, no por la propia responsabilidad.
Aquellos sacerdotes, como la gran mayoría de los de ahora, están seguros de que ellos poseen la verdad. Y lo que les quita el sueño es saber qué poder tienen los que no están de acuerdo con ellos.

3.  Jesús no era un ingenuo. Por eso, hizo dos cosas:
1) No les respondió a una pregunta que llevaba veneno.
2) Les hizo él otra pregunta que puso al descubierto las contradicciones en que vivían aquellos sacerdotes.
Los profesionales de lo sagrado no suelen reconocer sus equivocaciones, sus fallos, la contradicción en que muchas veces viven.
Cuando se ven confrontados a sus oscuros comportamientos, se quedan sin palabra. Prefieren callar, en vez de decir honestamente: "Estamos   equivocados".
La reforma de la Iglesia tiene que empezar por la reforma a fondo del clero, por la transparencia de obispos y sacerdotes, por la pobreza de los que se autodenominan "seguidores de Jesús".

Santa Adelaida

Nace en el año 931 en la península Itálica, y el destino le lleva a convertirse en emperatriz, casada con el rey Lotario. Ya madre, queda viuda con dieciocho años. En su segundo matrimonio, también regio, sufre la cárcel y el destierro. Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Muere a las puertas del segundo milenio, en el año 999.

Vida de Santa Adela
Adela o Adelaida, es un nombre alemán que significa: "de noble familia". A esta santa le decían también Alicia.
Santa Adelaida fue la esposa del Emperador Otón el Grande.
Era hija del rey Rodolfo de Borgoña, el cual murió cuando ella tenía 6 años. Muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia. Su hija Emma llegó a ser reina de Francia.
Su primer esposo, Lotario, murió también muy joven, parece que envenenado por los que deseaban quitarle su reino, quedando Adelaida viuda de sólo 19 años, con su hijita Emma todavía muy pequeñita. El usurpador Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos, porque ella no quiso casarse con el hijo del tal Berengario. Su capellán se quedaba admirado porque Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura. Todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios y para su bien. Le robaron sus vestidos de reina y todas sus alhajas y joyas y le dieron unos harapos como de pordiosera. En su oscura prisión pasó varios meses dedicada a la oración. Los carceleros exclamaban: "Cuánto heroísmo tiene esta reina. ¡No grita, no se desespera, no insulta! ¡Sólo reza y sonríe en medio de sus lágrimas!".
Y mientras tanto su capellán, el Padre Martín, consiguió un plano del castillo donde ella estaba prisionera, abrió un túnel y llegando hasta su celda la sacó hacia el lago cercano donde la esperaba una barca, en la cual se la llevó hacia le libertad haciéndola llegar hasta el Castillo de Canossa, donde se refugió. Pero Berengario atacó aquel castillo y Adelaida envió unos embajadores a Otón de Alemania pidiéndole su ayuda. Otón llegó con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina.
Otón se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aconsejada por el Padre Martín, acepto este matrimonio y así llegó a ser la mujer del más importante mandatario de su tiempo. Los dos se fueron a Roma y allá el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.
Otón el grande reinó durante 36 años. Mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.
Al morir su esposo Otón I, le sucedió en el trono el hijo de Adelaida, Otón II, pero este se casó con una princesa de Constantinopla, la cual era dominante y orgullosa y le exigió que tenía que alejar del palacio a Adelaida. Otón aceptó semejante infamia y echó de su casa a su propia madre. Ella se fue a un castillo, pero pidió la ayuda de San Mayolo, abad de Cluny, el cual habló de tal manera a Otón que lo convenció que nadie mejor lo podía aconsejar y acompañar que su santa madre. Y así el emperador llamó otra vez a Adelaida y le pidió perdón y la recibió de nuevo en el palacio imperial.
Otón II murió en una guerra y su viuda la princesa de Constantinopla se apoderó del mando y trató duramente a Adelaida. Ella decía: "Solo en la religión puedo encontrar consuelo para tantas pérdidas y desventuras". En medio de sus penas encontraba fuerzas y paz en la oración. A quienes le trataban mal les correspondía tratándoles con bondad y mansedumbre.
Una extraña enfermedad acabó con la vida de la princesa de Constantinopla y Adelaida quedó como regente, encargada del gobierno de la nación, mientras su nieto Otón III llegaba a la mayoría de edad. Fue para sus súbditos una madre bondadosa. Ignoraba el odio y no guardaba resentimientos con nadie. Supo dirigir el gobierno del país alemán con bondad y mucha compresión, ganándose el cariño de las gentes.
Fundó varios monasterios de religiosos y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados.
Su director espiritual en ese tiempo fue San Odilón, el cual dejó escrito: "La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad". Santa Adelaida tuvo una gran suerte, y fue que durante toda su vida se encontró con formidables directores espirituales que la guiaron sabiamente hacia la santidad: el Padre Martín, San Adalberto, San Mayolo y San Odilón. En la vida de nuestra santa sí que se cumplió lo que dice la S. Biblia: "Encontrar un buen amigo es mejor que encontrarse un buen tesoro. Quien pide un consejo a los que son verdaderamente sabios, llegan con mucha mayor facilidad al éxito".
Cuando su hijo Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración y a mue el Espíritu Santo siga enviando sabios directores espirituales que aconsejen a los gobernadores de las naciones y los lleven hacia la verdadera sabiduría y hacia la santidad. ¡Que hermoso fuera que esto se hiciera realidad!

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