12 de DICIEMBRE – JUEVES –
2ª – ADVIENTO – A –
Lectura
del libro de Isaías (41,13-20):
YO, el Señor, tu Dios, te tomo por la diestra y te digo:
«No
temas, yo mismo te auxilio».
No
temas, gusanillo de Jacob,
oruga de Israel, yo
mismo te auxilio -oráculo del Señor-, tu libertador es el Santo de Israel.
Mira,
te convierto en trillo nuevo, aguzado, de doble filo:
trillarás los montes
hasta molerlos; reducirás a paja las colinas; los aventarás y el viento se los
llevará, el vendaval los dispersará.
Pero
tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel.
Los
pobres y los indigentes
buscan agua, y no la
encuentran;
su lengua está reseca
por la sed.
Yo,
el Señor, les responderé;
yo, el Dios de Israel,
no los abandonaré.
Haré
brotar ríos en cumbres desoladas, en medio de los valles, manantiales; transformaré
el desierto en marisma y el yermo en fuentes de agua.
Pondré
en el desierto cedros,
acacias, mirtos, y
olivares;
plantaré en la estepa
cipreses,
junto con olmos y
alerces,
para que vean y sepan,
reflexionen y aprendan
de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha
creado.
Palabra
de Dios
Salmo:
144,1.9.10-11.12-13ab
R/. El
Señor es clemente y misericordioso,
lento a
la cólera y rico en piedad.
V/. Te ensalzaré, Dios mío,
mi rey;
bendeciré tu nombre por
siempre jamás.
El Señor es bueno con
todos,
es cariñoso con todas
sus criaturas. R/.
V/. Que todas tus criaturas
te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria
de tu reinado,
que hablen de tus
hazañas. R/.
V/. Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de
tu reinado.
Tu reinado es un reinado
perpetuo,
tu gobierno va de edad
en edad. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (11,11-15):
EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En
verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista;
aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde
los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia
y los violentos lo arrebatan.
Los
Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que
tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El
que tenga oídos, que oiga».
Palabra
del Señor
1.
Sabemos que el Adviento es el tiempo que la Iglesia dedica para que los
cristianos nos preparemos ante la próxima e inminente venida de Jesús. Concretamente, es el comienzo de su
actividad, que, desde el primer momento se centró en anunciar y explicar la
llegada del Reinado de Dios (Mc 1, 15; Mt 4, 17).
Esto supuesto, nos encontramos con un
hecho: Juan Bautista es el punto final de una etapa, que Jesús define como el
tiempo de “la Ley y los Profetas” (Mr 11, 13; Lc 16, 16), mientras que la del
tiempo nuevo, que inicia el mismo Jesús, se define como la etapa del “Reinado
de Dios”.
2.
Por tanto, hasta Juan Bautista, la gente encontraba a Dios acudiendo al
templo, observando la Ley y aceptando lo que mandaban los Profetas. A partir de Juan Bautista, a Dios se le
encuentra viviendo de forma que sea Dios —el Dios que se revela en Jesús y al
que conocemos viviendo como vivió Jesús— el que reine y esté presente en
nuestras vidas. Dicho de forma más
sencilla: hasta Juan Bautista, a Dios se le encontraba en la “religión”. A
partir de Jesús, a Dios se le encuentra en la “vida”. En la forma de vida que el Evangelio de Jesús
nos indica y nos explica.
3.
Pero ocurre que, a este cambio, al paso de la “religión” a la “vida”, se
“le hace violencia” (Mt 11, 12; Lc 16, 16).
Empezando por el propio Juan, que ya estaba en la cárcel de Herodes
esperando el degüello. Y siguiendo por
los continuos conflictos que llevaron a Jesús a la condena y al final más
trágico. La gente prefiere religión a
tener que vivir siguiendo la forma de vida que nos trazó Jesús al explicar en
qué consiste el reinado de Dios. Si Dios
reinara ahora mismo en el mundo, el mundo no estaría como está. Por supuesto, no habría en la tierra tanto
sufrimiento, tanta desigualdad, tanta injusticia, tanta violencia. ¡Padre...,
venga a nosotros tu Reino!”.
Nuestra Señora de Guadalupe
El año 1531, la Virgen María se
apareció al indígena Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el monte Tepeyac, en la
ciudad de México.
En la capa de Juan Diego se grabó milagrosamente la imagen de la
Virgen, a la que los fieles cristianos veneran sin interrupción hasta hoy. Por
medio de este santo de fe limpísima, la Madre de Dios y de la Iglesia llama a
todos los pueblos al amor a Cristo
Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia
católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de
Guadalupe, en el norte de la ciudad de México.
De acuerdo a la tradición oral mexicana, y los múltiples documentos
históricos encontrados alrededor del mundo en distintos archivos, la Virgen
María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el
cerro del Tepeyac, y una quinta ocasión en el pueblo de Santa María, Tulpetlac
en el Estado de México en la cual curó a Juan Bernardino, tío de san Juan
Diego. El relato guadalupano conocido como Nican mopohua, tras la primera
aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer
obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego en la última aparición de la
Virgen llevó en su ayate unas rosas ―flores que no son nativas de México y que
tampoco prosperan en la aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según
la orden de la Virgen. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de
Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con
rasgos mestizos.
Las mariofanías tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de
diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata fue el
mismo Juan Diego que habría contado todo lo que había acontecido.
Posteriormente esta tradición oral fue recogida en un escrito con
sonido náhuatl pero con caracteres latinos (técnica que ningún español sabía
hacer y que solo muy rara vez usaban los indígenas); este escrito es llamado el
Nican mopohua, y es atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605).
Posteriormente en 1648 es publicado el libro Imagen de la Virgen María Madre de
Dios de Guadalupe por el presbítero Miguel Sánchez, contribuyendo a recopilar
todo lo que los indígenas sabían acerca de la devoción guadalupana.
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