lunes, 3 de diciembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 4 DE DICIEMBRE - MARTES – 1ª - SEMANA DE ADVIENTO – C – Santa Bárbara de Nicomedia



4   DE DICIEMBRE - MARTES –
1ª - SEMANA DE ADVIENTO – C –

Lectura del libro de Isaías (11,1-10):
Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
será elevada como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.

Palabra de Dios

Salmo:71,1-2.7-8.12-13.17

 Que en sus días florezca la justicia
y la paz abunde eternamente.
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.
 En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.
 Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,21-24):
En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».

Palabra del Señor

1.  Los evangelios relatan, no solamente lo que Jesús hacía y decía. Además de eso, y sobre todo, los evangelios nos informan de lo que Jesús sentía y vivía, en su intimidad más profunda. Esto supuesto, lo que aquí queda patente es que la experiencia más profunda   de Jesús era la alegría. Esto es determinante para la
vida de los cristianos. Porque cada cual contagia lo que vive.
El que vive amargado, contagia amargura.   El que vive resentido, contagia resentimiento. Y así sucesivamente.  Pues, bien, por esto es por lo que Jesús contagiaba sus sentimientos más profundos.   Y eso le hacía vivir feliz. Y hacer felices a quienes le seguían.

2.  Lo mejor de todo es que el motivo de tanta alegría, en la intimidad de Jesús, era que Dios se oculta a los sabios y entendidos, mientras que se revela, se da a conocer y, por tanto, a quienes se acerca es a la gente sencilla. Es la clase de gente a la que perteneció el mismo Jesús, que nació entre animales y murió entre bandidos. 
- ¿Por qué esto es tan importante?  
- ¿Por motivos sociales o políticos?
No.  El tema es más profundo. Mucho más    profundo.

3.  La "gente sencilla" no tiene nada más que su    condición humana.  Es gente sin estudios, sin títulos, sin propiedades, sin poderes ni dignidades.  Sin
influencias, ni categorías de importancia. Solo la humanidad.   
Pues bien: ahí y en eso es donde está Dios. En lo humano.   En lo propiamente humano. Porque Dios se ha humanizado.  De todo lo demás, incluido "lo divino", "Dios se vació".
Es un "Dios kenótico" (kenoo, kénosis) (Fil 2, 7-9).
(“…se despojó a sí mismo, …se humilló a sí mismo,…)

Santa Bárbara de Nicomedia

Santa Bárbara, tan célebre en la Iglesia, tanto griega como latina, vino al mundo hacia la mitad del tercer siglo. La opinión más verosímil es que era de Nicomedia en Bitinia: su padre se llamaba Dióscoro, uno de los más furiosos secuaces del paganismo que jamás se conocieron; tan obstinado y tan adicto a las extravagancias y supersticiones de los paganos, que su devoción y su culto a los falsos dioses iban hasta el delirio y la necedad. Era, por otra parte, de un humor extravagante y de un natural cruel, teniendo todas sus inclinaciones bárbaras: no tenía más que esta hija, en la que Dios había juntado todas las calidades y prendas que hacen mirar a las de su sexo; una belleza extraordinaria, un talento superior, un alma noble y tan amiga de la razón, que desde su infancia se admiraba en ella una prudencia sin igual.
Por más bárbaro que fuese Dióscoro, no dejaba de amar a su única hija apasionadamente; y este misántropo era tan idólatra de su hija como de sus falsas divinidades. El temor de que hubiese otro que la amase tanto como él, le hizo tomar la ridícula resolución de hacerla invisible a los hombres. Hizo construir un cuarto acomodado en una alta torre, donde la encerró con algunas criadas desde su primera juventud; y como había reconocido en ella un espíritu extraordinario, quiso cultivarla, para lo cual la puso maestros.
Creciendo Bárbara en edad, crecía igualmente en espíritu y en sabiduría: sus delicias eran contemplar el cielo, y aquella multitud innumerable de estrellas, astros y planetas que le hermosean. No era menor la atención, admiración y gusto con que observaba la revolución periódica de los cielos y de las estaciones: el curso de los astros tan regular, y toda la armonía que advertía en la Naturaleza, la embelesaban; y, elevándose sobre, los sentidos con las solas luces de la razón, decía: ¡ Cuál debe ser la sabiduría infinita, el poder sin límites del Artífice que ha criado todo este vasto universo, que ha arreglado con tanta habilidad todas las partes de que se compone, y que le conserva con tanto orden? ¿Quién se, atreverá a imaginar, que esta grande obra, que este vasto y magnífico palacio ha sido fabricado por sí mismo, ó que este mundo tan unido, tan bien ordenado y tan adornado ha sido hecho por el acaso? ¿Quién no reconoce en este todo y en todas sus partes un Ser soberano, y una suprema inteligencia que lo conserva y lo gobierna? ¡Qué poco merecen nuestros dioses el nombre que llevan! ¡Qué divinidades tan ridículas! Se sabe cuándo nacieron estos pretendidos dioses: ellos no existieron siempre; luego no se han criado a sí mismos; porque, cuando uno no existe, no puede producirse ni criarse; luego es preciso que haya una suprema inteligencia, un Ser soberano, que no haya comenzado jamás a existir.
Hecha cristiana Bárbara, conoció luego que la verdad no podía encontrarse sino en un espíritu verdaderamente cristiano. Ilustrada por las: luces de la fe, no halló gusto en adelante sino en las máximas del Evangelio. Haciendo impresión la gracia en un alma tan inocente, no aspiró sino a la soberana felicidad. El mundo la pareció no tener cosa que fuese digna, dé un corazón cristiano. La virginidad con especialidad la parecía una virtud tan preciosa y tan, amable, que hizo propósito de perder antes la vida que este rico tesoro; siendo, la augusta calidad de esposa de Jesucristo el solo objeto de su ambición y de su ternura.
Como Dióscoro tenia distintas miras en cuanto a su hija, y ésta era su ídolo, pensó en buscarla un establecimiento correspondiente a su mérito y a sus prendas: desde luego, se le presentó un partido ventajoso, qué debía hacerla una de las señoras más principales dé la provincia. La hizo Dióscoro la proposición, y se la dotó, con todo lo que podía tentar a una señora joven. El desprecio con que miró la Santa este matrimonio no hizo que su padre perdiera de todo punto las esperanzas; el cual, teniendo que hacer un viaje, creyó que el tiempo la mudaría, y que a su vuelta la encontraría más dócil: nuestra Santa en este tiempo pidió a su padre que mandara hacerla en lo más bajo de la torre un baño para su uso. Consintió Dióscoro en ello, no atreviéndose a negar cosa, alguna a su hija : ella misma trazó el plan, y su padre mandó a los albañiles que hicieran cuanto antes la obra. Habiendo partido Dióscoro, nuestra Santa dio priesa a los obreros; pero lo que quería no era un baño, sino una capilla: mandó hacer en ella tres ventanas que, a falta de imágenes, la representaban el misterio de la Santísima Trinidad.
Habiendo vuelto Dióscoro de su viaje, corre adonde estaba su hija, la abraza, y, no dudando qué hubiese mudado de sentimientos sobre el partido que la había propuesto, la pregunta sí permanece siempre resuelta a no admitir el casamiento. Nuestra Santa le responde que la ternura con que ama a su padre no la permite apartarse de él para pasar a la casa de un esposo. Vos, padre mío, sois ya viejo, le dice con un tono tierno y afectuoso; permitid que, cuide yo de vuestra vejez. Dióscoro; enternecido y embelesado de una respuesta tan oficiosa y tan obligatoria, no la habló más de casamiento, pero, imaginando que la soledad en que había criado a su hija fuese la causa de lo disgustada que estaba del mundo, determinó ponerla en su casa, y hacerla tratar con toda especie de gentes.
La Santa sintió vivamente dejar su soledad; pero instruida por el Espíritu Santo, y fortalecida con la gracia; determinó hacerse un retiro interior en el fondo del corazón, en donde esperaba no perder jamás de vista a su Dios. Como su padre era el pagano más supersticioso que se vio jamás, había procurado llenar su casa de ídolos: al entrar Bárbara en ella quedó sorprendida de esta tapicería; y, no pudiendo disimular su indignación, dijo a su padre con un tono indignado : ¿Qué hacen aquí todos estos ridículos muñecos? Dióscoro, herido vivamente de esta pregunta, y de los términos de menosprecio de que se había servido para burlarse de. sus dioses, la respondió con un tono áspero mezclado de amenazas : ¿Cómo hablas así? ¿Llamas muñecos a los sagrados ídolos de nuestros dioses? ¿Ignoras acaso el respeto que se les debe, y a qué castigo se expone el que les insulté? Nuestra Santa, movida de compasión a vista de una ceguedad tan lastimosa, y animada al mismo tiempo de un nuevo celo, le dice: ¿Es posible, padre mío, que un hombre del juicio y cordura que Vos tenga por dioses a las obras de los hombres? ¿Ignoráis las infamias de una Venus, y los horrendos desórdenes de un Marte, de un Neptuno, de un Apolo, de un Júpiter? Esta sola multiplicidad de divinidades ¿no es el mayor monstruo que se puede pensar? Sabed, padre mío, que no hay más que un solo Dios, el cual es el Ser supremo, Criador de todas las cosas, todopoderoso, infinito, soberano Señor del Universo, sólo Juez árbitro de la suerte de todos los hombres; y este Dios único, y sólo digno de respeto y adoración, es el Dios de los cristianos; toda otra divinidad es una pura quimera. Dióscoro estaba tan aturdido de lo que oía, que parecía haber quedado yerto todo el tiempo que duró el razonamiento. Mas, volviendo de su pasmo, se abandonó a su natural fogoso y brutal; y haciéndole olvidar su cólera que era padre, arrebatado de un furor que no le permitía usar libremente de la razón, corre a tomar el sable para degollar a su hija, jurando por sus dioses que él mismo ha de ser su verdugo. No ignoraba la Santa lo que era capaz de hacer su padre; y así creyó que debía quitarle la ocasión de cometer un tan horrible parricidio. Escapando, pues, de su furor por medio de la fuga, atraviesa un campo para buscar un asilo donde ocultarse. No bien vuelto en sí Dióscoro, corre en su seguimiento; pero una roca se divide milagrosamente para franquearla el paso; más esta maravilla hizo poca impresión en aquel furioso; el cual, habiéndola perdido de vista, se puso mucho más colérico. Se informa dónde estaba aquella a quien perseguía con tanto furor y rabia. Un pastor le señala una gruta cubierta de ramas, donde la hija había ido a esconderse. Habiéndola encontrado el bárbaro padre, se arroja sobre ella como un lobo rabioso sobre una inocente, oveja; la arrastra por los cabellos, y, habiéndose convertido en furor toda su ternura, la trata con tanta crueldad, que hubiera causado lástima aun a las bestias más feroces. Llevándola, después medio muerta a su casa, hubiera acabado de quitarla la vida si hubiera creído poderlo hacer impunemente. Resolvió delatarla al gobernador por cristiana, esperando que pudiera negar la fe a vista de los suplicios; ó que, si perseveraba en querer ser cristiana, por lo menos tendría el bárbaro placer de verla expirar en los tormentos.
No aguardó Dióscoro mucho tiempo a ejecutar su cruel designio: va a buscar al presidente, llamado Marciano, y le presenta aquella inocente víctima atada como un criminal, y maltratada toda a golpes. Viendo Marciano a esta joven doncella, en quien la mansedumbre y la modestia igualaban a la belleza, se movió a compasión: la hizo quitar los cordeles con que estaba atada, y, blasfemando de la severidad que el padre había usado con ella, emplea todos los artificios para hacerla renunciar su religión. Alaba su belleza, su talento, sus raros méritos, y la promete todo lo que puede lisonjear y tentar a una doncella joven, si quiere obedecer las órdenes del Emperador, y adorar los dioses del imperio. Entonces nuestra Santa, que hasta aquí no había dicho palabra, habló al gobernador con tanta energía y elocuencia de la nada de todas las ventajas pasajeras con que la lisonjeaba, de la quimérica y extravagante divinidad de los pretendidos dioses de los paganos, y de la verdad y santidad de la religión cristiana, que toda la asamblea quedó admirada: el juez mismo se sorprendió, pero temiendo caer en desgracia de la corte si disimulaba el hecho, o si no usaba de severidad con esta joven cristiana, la hizo despedazar a golpes, que hicieron de todo su cuerpo una sola llaga; después, poniendo sobre su carne uno horroroso cilicio de cerdas, la hizo cerrar en un calabozo, donde cada instante sufría un horrible y doloroso suplicio. Jesucristo se la apareció por la noche, la consoló, la animó y la prometió sostenerla en medio de los tormentos; y, para darle pruebas sensibles de su protección, la curó repentinamente de todas sus llagas.
Por la mañana la hizo comparecer Marciano ante su tribunal, y, hallándola perfectamente curada, quiso persuadirla que debía su curación al poder de los dioses; pero la Santa, mirando con compasión a este pagano, le dijo: Señor, ¿sois tan ciego que creáis que unos ídolos, que necesitan de la mano de los hombres para ser lo que son, hayan podido obrar este prodigio? Ninguno de vuestros quiméricos dioses tiene poder para tanto; quien me ha curado es sólo Jesucristo, vuestro Dios y mío. Aunque hagáis piezas mi cuerpo, el que me ha dado la salud puede también darme la vida. Yo le he hecho un sacrificio de la mía, asegurada que vive eternamente con él en el Cielo el que muere aquí por su amor. Irritado el tirano de esta respuesta, la hizo despedazar con uñas de hierro, y después la hizo quemar los costados con hachas encendidas. Todo el tiempo que duró este cruel y horroroso suplicio tuvo la Santa levantados sus ojos al Cielo, y con rostro risueño decía: Señor, que conocéis el fondo de los corazones: Vos sabéis que el mío no ama sino a Vos, no desea sino a Vos, y en Vos sólo pone toda su confianza. Dignaos socorrerme en este duró combate, y no permitáis que vuestra esclava y vuestra esposa sea jamás vencida. No me arrojéis de vuestra presencia; haced que vuestro santo espíritu no se aparte jamás de mí. El tirano, enfurecido y despechado al ver la intrepidez de esta heroína cristiana, mandó que la cortasen los pechos. Aunque el suplicio fue cruel, y el dolor vivo y agudo en una doncella de diez y ocho a veinte años, la mano del Todopoderoso la fortaleció y la sostuvo. Se la apareció segunda vez Jesucristo, y derramó en su alma tantas dulzuras, que casi no sintió en adelante el rigor de los suplicios. Por último, perdiendo el presidente toda esperanza de vencer su fe y de cansar su perseverancia, la condenó a que la cortasen la cabeza.
Dióscoro, este padre cruel, inhumano y bestial, no contento con haber estado presente a todos los suplicios de su hija, llevó la barbarie hasta el extremo de querer ser él su último verdugo. Pidió al juez le hiciese el gusto de que su hija no muriese por otras manos que por las suyas. Una petición tan bárbara, que causó horror a todos los que estaban presentes, le fue, otorgada. Aquella casta víctima fue llevada fuera de la ciudad a una pequeña colina, donde apenas llegó se puso de rodillas, levantó los ojos al Cielo, y habiendo hecho una breve oración, suplicando al Señor que aceptara el sacrificio que le hacía de su vida, alargó el cuello a aquel padre inhumano: el que de un golpe de sable terminó una tan bella vida y la procuró la gloria del martirio el día 4 de Diciembre, siendo emperador, Maximino. El Cielo miró con horror la inhumanidad de este padre bárbaro y quiso librar al mundo de este monstruo de crueldad; pues al bajar de la colina, todo teñido en la sangre de su propia hija, estando el Cielo sereno y el aire muy quieto, se oyó el ruido, de un trueno, y un rayo vino a estrellar al pie del monte a este padre inhumano. Poco tiempo después tuvo la misma suerte el gobernador Marciano, siendo muerto por otro rayo. Desde entonces se hizo universal el culto de esta gran Santa, tanto en la iglesia griega como en la latina, y en toda ella es invocada, especialmente contra los truenos y rayos. Por el mismo motivo la invocan también para alcanzar de Dios la gracia de no morir sin los últimos: sacramentos. Un insigne milagro aumentó esta, devoción y la confianza, de los fieles en esta gran Santa.
El año de 1448 sucedió en la ciudad de Gorcun, en Holanda, que, un hombre llamado Enrique, muy devoto de Santa Bárbara, por la, confianza que tenía de que le alcanzaría la gracia de no, morir sin sacramentos; se encontró rodeado de un fuego, sin esperanza de salvar la vida. En este conflicto recurrió a su santa protectora, la que, se le apareció; y aunque no le había quedado ya sino un soplo de vida, por haber sido tan maltratado del fuego que no tenía figura de hombre, le dijo que Dios le alargaba la vida hasta el día siguiente, para darle tiempo de recibir los últimos sacramentos de la Iglesia; y, habiéndose apagado el fuego al mismo instante, se confesó, recibió el Viático y la Extremaunción; el mismo sacerdote que le confesó, llamado Teodorico Pauli, dejó a la posteridad la historia de este gran milagro. En la historia de San Estanislao Kostka, de la Compañia de Jesús, se halla otra prueba insigne de esta singular protección, de resultas de una confianza semejante a la expresada.
Habiendo sido llevado a Constantinopla el cuerpo de esta Santa, fue depositado, al fin del noveno siglo, en una iglesia erigida a honra suya por el emperador León. Pero en el año 991, siendo emperador Basilio, dieron estas Santas Reliquias a los venecianos, cuya mayor parte se guarda todavía hoy en la iglesia de los PP. de la Compañía la de Jesús de Venecia.

(P. Juan Croisset, S.J.)



domingo, 2 de diciembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 de Diciembre – Lunes – 1ª – Semana de Adviento – C – San Francisco Javier




3 de Diciembre – Lunes –
1ª – Semana de Adviento – C –

Lectura del libro de Isaías (2,1-5):

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.
En los días futuros estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cumbre de las montañas,
más elevado que las colinas.
Hacia él confluirán todas las naciones,
caminarán pueblos numerosos y dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob.
Él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley,
la palabra del Señor de Jerusalén».
Juzgará entre las naciones,
será árbitro de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, venid;
caminemos a la luz del Señor.

Palabra de Dios

Salmo: 121,1-2.4-5.6-7.8-9

R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
 Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.
 Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R/.
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-11):
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

Palabra del Señor

1.  Por más extraño que parezca, hablando con   propiedad, los evangelios no son libros de religión. Porque - ¿cómo puede ser un libro de religión una
recopilación de relatos en la que el protagonista de esos relatos, Jesús de Nazaret, fue perseguido, odiado, condenado y asesinado por la religión y sus dirigentes?
Los evangelios son un proyecto de vida. Es decir, los evangelios nos enseñan cómo tenemos que vivir quienes pensamos y decimos que creemos en Jesús y seguimos a Jesús.

2.  En este relato, Jesús elogia la fe de un centurión romano. Y la elogia hasta el extremo de afirmar, en público, que nadie en Israel tenía tanta fe como aquel extranjero. No cabe duda de que Jesús entendía la fe, no como un "acto religioso", sino como un "comportamiento humano".   Sin duda alguna, se trata
del comportamiento de aquel hombre importante ante el sufrimiento de un sirviente, quizá incluso un esclavo.

3.  Una persona cree en Jesús en la medida en que   no soporta el sufrimiento de quienes se ven amenazados, hundidos en el dolor, desatendidos y sin
esperanza. En este mundo, en el que tanto se sufre, una persona que va por la vida como en este episodio se muestra el centurión, esa persona cree en Jesús en la medida en que ve, en la vida de Jesús, la solución para tanta desgracia y tanto dolor.
La fe es ver, en el "proyecto de vida" que vivió Jesús, la solución al dolor y descomposición de este mundo.

San Francisco Javier


Nació en 1506 en la localidad navarra de Javier (España). De familia pudiente, cursó sus estudios en la novedosa universidad de París. Allí coincidió con Íñigo de Loyola, quien minará el ánimo estudiantil de Javier para convencerle finalmente de la temporalidad de los bienes terrenales (“Javier, de qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma”) y de la ingente labor que quedaba para hacer llegar el menaje de Cristo a todos los pueblos. De arrolladora energía, trabaja en la fundación de la Compañía de Jesús (los Jesuitas) e inicia una incansable labor de evangelización.
Su periplo le llevará por medio mundo, desde el cabo de Buena Esperanza hasta La India o El Japón, dejando profundas huellas en todas las ciudades que pisó. Deseoso de seguir difundiendo el mensaje de Jesús, muere a las puertas de China tal día como hoy en 1552. Es patrón de las misiones y de la Comunidad Foral de Navarra.

Vida de San Francisco Javier
Tierras del lejano Oriente conocieron la figura de Cristo y millares de sus gentes le siguieron gracias al sobrehumano esfuerzo apostólico de Javier, apoyado por la corona portuguesa y animado con el aliento del papado.
Las dificultades de las comunicaciones fueron la causa de que la noticia de su muerte llegara a Roma con tres años de retraso. Cuando acariciaba el sueño de entrar en China, en la isla de Sancián, dentro de una cabaña de ramas y arcilla, enfermo de pulmonía, moría Javier con sólo cuarenta y seis años.
Fue canonizado el 12 de marzo de 1622 junto con San Ignacio de Loyola, San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús y el santo de Madrid, San Isidro Labrador. ¡Buen grupo formado por cuarteto español y solista italiano!
Es patrono de las misiones en Oriente y comparte el patronato universal de las misiones católicas con Teresa de Lisieux.
No se sabe con qué pretensión pusieron algunos tanto énfasis en tacharlo de aventurero, poco constante e impetuoso temerario. Puede que juzgue así el tibio, el envidioso o el indiferente, pero no pasarían más allá de unas afirmaciones sin fundamento. Quizá sólo sea el afán de originalidad en el ejercicio de la crítica "ilustrada", o la búsqueda del nombre propio, o la concepción del apostolado concebido por algunos de modo tan particular que se torna exclusivo y excluyente del que hacen los demás, como si el soplo del Espíritu tuviera que estar controlado por su esquema personal. De todos modos, siempre han existido los "prudentes" y hasta los ha habido "muy prudentes" quienes, lógicamente, han corrido el riesgo de que otros llamaran a su prudencia pereza, y a su mucha prudencia cobardía; porque, puestos a pensar, siempre ha habido para todos los gustos ¿verdad? Después de todo, las cosas no son como a uno les gustaría verlas, sino como son; y a fuer de sinceros, Javier es santo ante Dios y ante los hombres, mientras que sus detractores, sólo dijeron cosas.
Javier pertenecía a una familia navarra de clase. Su padre, don Juan de Jassu, es doctor por Bolonia en ambos derechos y experto en negociaciones políticas entre reyes y reinos. Su madre es María de Azpilcueta, de la casa solar del valle del Baztán, heredera de la posesión de Javier. El hijo nació el día 7 de abril de 1506 en el castillo de su familia, cuando aún no se habían ido al traste las instituciones políticas, ni se había arruinado el castillo familiar.
París le conoció como alumno y le poseyó como maestro en el período de once años (1525-1536). Reside en el colegio de Santa Bárbara, patrocinado por el rey de Portugal. Se gradúa en Letras, es licenciado en Filosofía y hace los estudios teológicos hasta el año 1536 con la salsa de luchas intelectuales avivadas por el protestantismo naciente que encontró una de sus principales barreras en la universidad de París.
El contacto con estudiantes como el saboyano Cornelio Fabro y el valenciano Juan de la Peña produce un cambio de esquema en su mente, abriendo el campo de sus aspiraciones eclesiásticas terrenas a otro nivel superior en el que entra ya la aspiración a la santidad. Si se añade como colofón el trato con Iñigo de Loyola se entiende mejor la transformación, a pesar de que la distancia en cuestiones políticas entre Ignacio y Javier fueran diametralmente opuestas.
Hace los primeros votos en Montmartre el 15 de agosto de 1534. Luego está en Roma con el fundador, haciendo unos meses de secretario. Recibe la ordenación sacerdotal en Venecia, el año 1537 y destaca por su afán de santidad y disponibilidad para el apostolado.
Un día interviene el embajador lusitano, Pedro Mascareñas, y hay revuelo. Venía orientado desde París donde le dijeron que aquél incipiente grupo de seguidores de Ignacio tiene la garra y carisma suficiente para colmar las aspiraciones del rey de Portugal, don Juan III, quien tiene en ese momento proyectos de atender, consolidar y extender sus posesiones de Ultramar, tanto en las Indias como en Brasil.
Como el papa Paulo III acepta el plan y lo apoya, no hay mucho más que hablar. Javier pasa un año en Portugal para familiarizarse con la lengua y las costumbres, sin que pase desapercibida su presencia y trabajo en la Corte, logrando por méritos propios la confianza del rey y sus ministros.
Al embarcar para Goa lleva amplísimas facultades que le facilitarán la realización de su labor sin trabas; es legado papal y nuncio por breves pontificios expedidos en la Curia y lleva, además, el encargo oficioso del rey para poner orden y concierto en los asentamientos ya instalados.
Parte en 1542; después del gran éxito en Goa durante cinco meses, extendió su labor al sur de la India y a Ceilán (hoy Sri Lanka), donde convirtió a decenas de miles de personas; también en Malabar, Travancor, y Meliapur. En 1545 Malaca verá su figura enseñando el catecismo predicando por todos sitios; buen púlpito serán las plazas y las calles. Misionero sin límites geográficos irá a las islas Amboino, Cerán, Ternate, Tidoro y las islas del Moro. No lo tendrá fácil -a pesar de sus papeles y credenciales- con las dificultades y obstáculos que le ponen los mercaderes en Ceilán. No siempre y todo es llegar a gentes nuevas; a veces regresa y visita las comunidades primeras, compone catecismos, reagrupa a los cristianos, hace lo que puede para organizarlos y dejarlos preparados para que los pueda atender el clero que viene detrás. Es el primer misionero del Japón, cuando pisa Kagoshima en agosto del 1549, acompañado de otro jesuita y un hermano lego; después de aprender japonés durante un año, la táctica es la misma, predicación sencilla del evangelio con paciencia y caridad. En 1551, cuando abandonó Japón, había fundado una pujante comunidad cristiana. A veces hubo bautismos en masa, porque su impaciencia divina provoca una conmoción espiritual. Le llegó el nombramiento de Provincial cuando estaba en estas lides evangelizadoras.
Embarcado para Sancian (Shuangzhong), le animaba la esperanza de llegar a la China; joven le pilló el cariño de Dios, que fue siempre su patrón, cuando le llamó. Año 1552. Su cuerpo incorrupto se conserva en Goa, en la iglesia del Buen Jesús.
Los misioneros van en las manos de Dios como Francisco Javier, llamado el Apóstol de la Indias; con la confianza puesta en el soplo del Espíritu; si las velas están desplegadas y el soplo es fuerte, se llega pronto y a muchos.

Oración a San Francisco Javier
Oh Dios, que quisiste agregar a tu Iglesia las naciones de las Indias por la predicación y por los milagros de San Francisco Javier: concédenos que, pues veneramos la gloria de sus insignes merecimientos, imitemos, también los ejemplos de sus heroicas virtudes. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 de Diciembre – 1ª – DOMINGO DE ADVIENTO – C





2 de Diciembre –
1ª – DOMINGO  DE ADVIENTO – C

Lectura del libro de Jeremías (33,14-16):
YA llegan días
—oráculo del Señor—
en que cumpliré la promesa
que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora,
suscitaré a David un vástago legítimo
que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá,
y en Jerusalén vivirán tranquilos,
y la llamarán así:
“Es Señor es nuestra justicia”.

Palabra de Dios

Salmo: 24

R/. A ti, Señor, levanto mi alma
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
 Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,12–4,2)

Hermanos:
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

Palabra de Dios
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Palabra del Señor

Justicia, paz y liberación.



Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para celebrar la Navidad. La primera lectura promete la venida de un descendiente de David que reinará practicando el derecho y la justicia y traerá para Judá una época de paz y seguridad.
El evangelio anuncia la vuelta de Jesús con pleno poder y gloria, el momento de nuestra liberación.
¿Cómo se explica la unión de estas dos venidas tan distintas?
 Lo intentaré con la siguiente historia.

La esposa del astronauta y la Iglesia

Un día la NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar. Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.
Los niños, pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá dijo a los niños vamos a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta.
     A la iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba era de la pronta vuelta de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.

De reyes inútiles y canallas a un rey justo (Jeremías 33, 14-16)

…suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.
 “El Señor es nuestra justicia”.

     Para comprender esta lectura hay que recordar la trágica historia de los últimos reyes judíos. Josías, del que tanto se esperaba a nivel religioso y político, murió en la batalla de Meguido luchando contra los egipcios (609). Su hijo, Joacaz, fue deportado a Egipto al cabo de tres meses de reinado. Le sucede Yoyaquim/Joaquin (608-598), al que el profeta Jeremías condena por sus terribles injusticias. Mientras tanto, el dominio internacional ha pasado de Egipto a Babilonia. Nabucodonosor deporta a Joaquín/Jeconías (598-597) y nombra rey a Matanías, cambiándole el nombre por el de Sedecías, que significa “Yahvé es mi justicia”. Este nombre parece una broma, un insulto. ¿De qué justicia habla Nabucodonosor? ¿Qué se puede esperar de un fantoche impuesto por el babilonio? Y la gente se preguntaría: ¿de qué sirve la promesa hecha por Dios a David de una dinastía eterna? ¿Para qué queremos un descendiente de David, si todos los reyes son inútiles o sinvergüenzas?
En este contexto se entiende la promesa hecha por Dios a Jeremías de un rey que se llamará “Yahvé es nuestra justicia”. Un monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo. Frente a la angustia y la incertidumbre, implantará la tranquilidad.
Lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos recuerda que Dios no se desentiende de los graves problemas políticos y sociales de la humanidad.

El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2

Lectura muy importante: indica con qué espíritu debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento.

Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos…

Esperar y preparar nuestra liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.

El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero el evangelio sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.

…Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y oración.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».