lunes, 3 de marzo de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 4 - DE MARZO – MARTES – 8ª- SEMANA DE T.O. – C SAN CASIMIRO

 


 

4 - DE MARZO – MARTES –

 8ª- SEMANA DE T.O. – C

SAN CASIMIRO

 

   Lectura del libro del Eclesiástico (35,1-12):

 

  Quien observa la ley multiplica las ofrendas, quien guarda los mandamientos ofrece sacrificios de comunión.

   Quien devuelve un favor hace una ofrenda de flor de harina,

quien da limosna ofrece sacrificios de alabanza.

   Apartarse del mal es complacer al Señor, un sacrificio de expiación es apartarse de la injusticia.

   No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues esto es lo que prescriben los mandamientos.

   La ofrenda del justo enriquece el altar, su perfume sube hasta el Altísimo.

   El sacrificio del justo es aceptable, su memorial no se olvidará.

   Glorifica al Señor con generosidad, y no escatimes las primicias de tus manos.

   Cuando hagas tus ofrendas, pon cara alegre y paga los diezmos de buena gana.

   Da al Altísimo como él te ha dado a ti, con generosidad, según tus posibilidades.

   Porque el Señor sabe recompensar y te devolverá siete veces más.

   No trates de sobornar al Señor, porque no lo aceptará; no te apoyes en sacrificio injusto. Porque el Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas.

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 49,5-6.7-8.14.23

 

       R/. Al que sigue buen camino

le haré ver la salvación de Dios

 

   «Congregadme a mis fieles,

que sellaron mi pacto con un sacrificio».

        Proclame el cielo su justicia;

Dios en persona va a juzgar. R/.

 

 «Escucha, pueblo mío, voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti; —yo soy Dios, tu Dios—.

       No te reprocho tus sacrificios,

pues siempre están tus holocaustos ante mí». R/.

 

 

       Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo.

      «El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios». R/.

 

 

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,28-31):

 

   En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:

    «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

   Jesús dijo:

   «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna.

   Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

 

Palabra del Señor

 

1.  Es oportuno lo que en el día de hoy nos dice este libro sapiencial. Se trata de dar sentido a lo que se ofrece para “el altar” de acuerdo con la ley. Ante todo, indica que la ofrenda al altar, para las necesidades del culto, por ejemplo, o sostén de los encargados de él, termina en Dios, y por lo tanto es un ofertorio a Dios. Lo que exige que el ofertorio -que es lo esencial de cualquier sacrificio-, ha de ser agradable a Dios.

  Y A Dios lo que le gusta es la generosidad. Ésta se mide como enseña Jesús cuando la mujer pobre ofrece de lo que necesita para vivir, no en lo que se da, sino en aquello que se queda quien ofrece. Siempre será mucho más lo que Dios recibimos que lo que a Él ofrecemos. Él infinita generosidad. En el salmo responsorial, el Señor pide que se le ofrezca sacrificio de alabanza y de acción de gracias, que se manifiesta en “seguir el buen camino”.

 

  2.- Y de generosidad, de ofertorio, habla el texto evangélico. Pedro se quiere hacer valer ante Jesús, pues ha dejado todo, algo tan querido como la familia, la casa, sus bienes, para seguir a Jesús. Un cambio radical de vida. Una auténtica conversión a Jesús.

   Jesús le promete que la generosidad de Pedro no va a ser inútil. Jesús será más generoso que él lo ha sido, pues Jesús mismo es una ofrenda, la mayor que se puede hacer al ser humano, él mismo ser la ofrenda. No dejado nada para sí, se ha entregado, ha puesto en manos de los seres humanos lo que es. No será inútil lo que por Él se deje, lo que a él se le ofrezca. Y así se lo indica a Pedro.

 

3.-   ¿Nos hemos preguntado cuál es el nivel de nuestra generosidad? Es decir: ¿con qué nos hemos quedado y qué ofrecemos a Jesús y a la causa del Evangelio? ¿Estamos convencidos de que será mucho más y mejor lo que recibiremos, que lo que damos?

 

SAN CASIMIRO

 



San Casimiro de Polonia
(año 1484)

  En su idioma, el polaco, Casimiro significa: "el que impone la paz". (Kas = imponer, Mir = paz).

  Casimiro nació en 1458 en Cracovia. Era el tercero de los trece hijos de Casimiro, rey de Polonia. Muchos santos han salido de familias muy numerosas, y de esta clase de familias llegan a la Iglesia Católica excelentes vocaciones.

   Su madre Isabel, hija del emperador de Austria, era una fervorosa católica y se esmeró con toda el alma porque sus hijos fueran también entusiastas practicantes de la religión. Ella en una carta a una amiga hace una formidable lista de las cualidades que debe tener una buena madre, y seguramente que esas cualidades fueron las que practicó con sus propios hijos.

  Y además de la educación que le dieron sus padres, Casimiro tuvo la gran suerte de que el rey le consiguió dos maestros que eran buenísimos educadores. El Padre Juan y el profesor Calímaco. El Padre Juan era Polaco y dejó fama de ser muy sabio y muy santo, pero su mayor honor le viene de haber sido el que encaminó a San Casimiro hacia una altísima santidad. El Profesor Calímaco era un gran sabio que había sido secretario del Papa Pío II, y después estuvo 30 años en la corte del rey de Polonia ayudándole en la instrucción de los jóvenes. Calímaco dijo: "Casimiro es un adolescente santo", y el Padre Juan escribió también: "Casimiro es un joven excepcional en cuanto a virtud".

  Claro está que no basta con recibir una buena educación de parte de los papás y tener buenos profesores, sino que es necesario que el joven ponga de su parte todo el empeño posible por ser bueno. Pues de los otros doce hermanos de Casimiro, que tuvieron los mismos profesores, ninguno llegó a la santidad, y algunos hasta dieron malos ejemplos. En cambio, nuestro santo llegó a unas alturas de virtud que admiraron a los que lo conocieron y lo trataron.

  Dicen los biógrafos de San Casimiro que su más grande anhelo y su más fuerte deseo era siempre agradar a Dios. Para eso trataba de dominar su cuerpo, antes de que las pasiones sensuales mancharan su alma. Siendo hijo del rey, sin embargo, vestía muy sencillamente, sin ningún lujo. Se mortificaba en el comer, en el beber, en el mirar y en el dormir. Muchas veces dormía sobre el puro suelo y se esforzaba por no tomar licor. Y esto en un palacio real donde las gentes eran bastante inclinadas a una vida fácil y de muchas comodidades y comilonas.

       Para Casimiro el centro de su devoción era la Pasión y Muerte de Jesucristo. En aquellos tiempos los maestros espirituales insistían frecuentemente en que para ser fervoroso y crecer en el amor a Dios aprovecha muchísimo el meditar en la Pasión de Jesucristo. Nuestro santo pasaba mucho tiempo meditando en la Agonía de Jesús en el Huerto y en los azotes que padeció, como también en la coronación de espinas y las bofetadas que le dieron a Nuestro Señor. Ratos y ratos se estaba pensando en la subida de Jesús al Calvario y en las cinco heridas del crucificado, y meditando en el amor que llevó a Jesús a sacrificarse por nosotros. Le gustaban los cristos muy sangrantes, y ante un crucifijo se quedaba tiempos y tiempos meditando, suplicando y dando gracias.

  Otra gran devoción de Casimiro era la de Jesús Sacramentado. Como durante el día estaba sumamente ocupado ayudando a su padre a gobernar el Reino de Polonia y de Lituania, aprovechaba el descanso y el silencio de las noches para ir a los templos y pasar horas y horas adorando a Jesús en la Santa Hostia.

  Sus preferidos eran los pobres. La gente se admiraba de que, siendo hijo de un rey, nunca ni en sus palabras ni en su trato se mostraba orgulloso o despreciador con ninguno, ni siquiera con los más miserables y antipáticos. Un biógrafo (enviado por el Papa León X a recoger datos acerca de él) afirma que la caridad de Casimiro era casi increíble, un verdadero don del Espíritu Santo. Que el amor tan grande que le tenía a Dios, lo llevaba a amar inmensamente al prójimo, y que nada le era tan agradable y apetecible como la entrega de todos sus bienes en favor de los más necesitados, y no sólo de sus bienes materiales, sino de su tiempo, sus energías, de su influencia respecto a su padre y de su inteligencia. Que prefería siempre a los más afligidos, a los más pobres, a los extranjeros que no tenían a nadie que los socorriera, y a los enfermos. Que defendía a los miserables y por eso el pueblo lo llamaba "el defensor de los pobres".

      Su padre quiso casarlo con la hija del emperador Federico, pero Casimiro dijo que le había prometido a la Virgen Santísima conservarse en perpetua castidad. Y renunció a tan honroso matrimonio.

  Los secretarios y otras personas que vivieron con Casimiro durante varios años estuvieron todos de acuerdo en afirmar que lo más probable es que este santo joven no cometió ni un solo pecado grave en toda su vida. Y esto es tanto más admirable en cuanto que vivía en un ambiente de palacio de gobierno donde generalmente hay mucha relajación de costumbres. La gente se admiraba al ver que un joven de veinte años observaba una conducta tan equilibrada y seria como si ya tuviera sesenta.

  A su padre el rey le advertía con todo respeto, pero con mucha valentía, las fallas que encontraba en el gobierno, especialmente cuando se cometían injusticias contra los pobres. Y el papa atendía con rapidez a sus peticiones y trataba de poner remedio. Casimiro llegó lo mismo que San Luis Gonzaga, San Gabriel de la Dolorosa, San Estanislao de Koska, San Juan Berchmans, y Santa Teresita de Jesús, a una gran santidad, en muy pocos años.

       Se enfermó de tuberculosis, y el 4 de marzo de 1484, a la corta edad de 26 años, murió santamente dejando en todos los más edificantes recuerdos de bondad y de pureza. Lo sepultaron en Vilma, capital de Lituania. A los 120 años de enterrado abrieron su sepulcro y encontraron su cuerpo incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Ni siquiera sus vestidos se habían dañado, y eso que el sitio donde lo habían sepultado era muy húmedo.

  Sobre su pecho encontraron una poesía a la Stma. Virgen, que él había recitado frecuentemente y que mandó que la colocaran sobre su cadáver cuando lo fueran a enterrar. Esa poesía que él había propagado mucho empieza así:

  Cada día alma mía, di a María su alabanza. En sus fiestas la honrarás y su culto extenderás, etc., etc.

  Hasta después de muerto quería que en su sepulcro se honrara a la Virgen María a quien le tuvo inmensa devoción durante toda su vida. San Casimiro trabajó incansablemente por extender la religión católica en Polonia y Lituania, y estas dos naciones han conservado admirablemente su fe católica, y aún en este tiempo cuando las gentes ven que está en peligro su religión, invocan al santo joven que fue tan entusiasta por nuestra religión. Y él demuestra con verdaderos prodigios lo mucho que intercede ante Dios en favor de los que lo invocan con fe.

 

 

 

 

 

 

domingo, 2 de marzo de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE MARZO – LUNES – 8ª- SEMANA DE T.O. – C Santos Emeterio y Celedonio de Calahorra

 

 


 

3 - DE MARZO – LUNES –

8ª- SEMANA DE T.O. – C

Santos Emeterio y Celedonio,

 de Calahorra

 

       Lectura del libro del Eclesiástico (17,20-28):

 

  A los que se arrepienten Dios les permite volver, y consuela a los que han perdido la esperanza,

y los hace partícipes de la suerte de los justos.

  Retorna al Señor y abandona el pecado, reza ante su rostro y elimina los obstáculos.

  Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia y detesta con toda el alma la abominación.

  Reconoce los justos juicios de Dios, permanece en la suerte que te ha asignado y en la oración al Dios altísimo.

  En el abismo ¿Quién alabará al Altísimo como lo hacen los vivos y quienes le dan gracias?

  Para el muerto, como quien no existe, desaparece la alabanza,

solo el que está vivo y sano alaba al Señor.

  ¡Qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que retornan a él!

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 31,1-2.5.6.7

 

      R/. Alegraos, justos, y gozad con el Señor

 

  Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

 

   Había pecado, lo reconocí,

no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,

y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

    Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. R/.

   Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-27):

 

  En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:

  «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

  Jesús le contestó:

  «Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

  Él replicó:

  «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

  Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:

  «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».

  A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.

  Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

  «¿Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».

  Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:

  «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

  Ellos se espantaron y comentaban:

  «Entonces, ¿quién puede salvarse?».

  Jesús se les quedó mirando y les dijo:

   «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

 

Palabra del Señor

 

   1.- La lectura de hoy, nos ofrece por parte de Dios dos actitudes importantes: la misericordia y el perdón para nuestros pecados e injusticias contra el prójimo, y su apoyo y estímulo para alejarnos del mal obrar.

   Porque estamos creados para alabanza de Dios, es una temeridad vivir ale­jados del Señor por el pecado y enfrentados con el prójimo por la injusticia. Sería, además, una desgracia irreparable morir sin la gozosa posibilidad de poder alabarle y darle gracias para siempre.

   Por este motivo, la Palabra de Dios nos hace hoy una esperanzada mención de la misericordia de Dios para quien se arrepiente de sus pecados y una apremiante exhortación a convertirse al Señor.

Y todo ello para realizarlo ahora, sin dejarlo para más adelante porque, como dice San Agustín, «temo que la penitencia de un hombre enfermo también sea ella enferma».

 

   2.- Jesús hace realidad este mensaje profético de misericordia y esperanza cuando afirma «que ha venido a buscar lo que estaba perdido». Ganar la vida

   Ya Jesús había dicho: El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Consiste en aceptarlo poniendo nuestra confianza no en nosotros mismos, no en lo que somos o tenemos, sino en el amor y en el poder de Dios. Uno de los obstáculos para esta confianza en el Señor son las riquezas. Por eso, Jesús proclamó dichosos a los pobres. Son dichosos porque esta liberación que han operado en su corazón les permite tener abiertas las puertas de las riquezas del reino de Dios.

 

   3.- El hombre rico del evangelio no pudo responder a la mirada llena de cariño con la que le recibió Jesús. Tampoco pudo responder a su invitación: Sígueme, ven a vivir conmigo y como yo. Si no siguió a Jesús, fue porque en realidad confiaba más en sus propias riquezas que en lo que Jesús le podía aportar.

   En nuestra sociedad de consumo se habla más de poseer o de placeres que de alegría. Muchos que han pretendido poseerlo todo y experimentar prematuramente todo viven en una situación de angustia, conflicto y tristeza. Sólo Dios basta.

¿Tengo alguna experiencia de la alegría que da el haber seguido la llamada de Cristo?

Pidamos al Señor mucha fe en su amor y en su poder, una fe que nos permita liberarnos de cuanto nos impide seguirle de cerca.

 

Santos Emeterio y Celedonio,                  de Calahorra

 


 

En Calahorra, en la Hispania Tarraconense, santos Emeterio y Celedonio, los cuales, estando cumpliendo la milicia en los campamentos junto a León, en la provincia de Galicia, por confesar el nombre de Cristo al inicio de la persecución fueron conducidos a Calahorra y allí coronados con el martirio (c. s. IV).

 

       Vida

 

En verso recogió por escrito los relatos de su muerte el poeta hispano Prudencio.
     Calahorra está unida a estos soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses -antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar «ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el documento histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo VII.
    
En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador -probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el códice primero del archivo catedralicio.
   
No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera el incendio. Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II. Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.
   
El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos relatores- que fueron honrados con la condecoración romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar. Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.
    Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos. Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.

 

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