3 - DE MARZO
– LUNES –
8ª-
SEMANA DE T.O. – C
Santos Emeterio y Celedonio,
de Calahorra
Lectura del libro del
Eclesiástico (17,20-28):
A los que se arrepienten Dios les permite volver, y consuela a los que
han perdido la esperanza,
y los hace partícipes de la suerte de los justos.
Retorna
al Señor y abandona el pecado, reza ante su rostro y elimina los obstáculos.
Vuélvete
al Altísimo y apártate de la injusticia y detesta con toda el alma la
abominación.
Reconoce
los justos juicios de Dios, permanece en la suerte que te ha asignado y en la
oración al Dios altísimo.
En
el abismo ¿Quién alabará al Altísimo como lo hacen los vivos y quienes le dan
gracias?
Para
el muerto, como quien no existe, desaparece la alabanza,
solo el que está vivo y sano alaba al Señor.
¡Qué
grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que retornan a él!
Palabra de Dios
Salmo:
31,1-2.5.6.7
R/. Alegraos, justos, y gozad
con el Señor
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le
han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito y en cuyo espíritu no hay
engaño. R/.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito; propuse:
«Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.
Por eso, que todo fiel te suplique en el momento
de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. R/.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (10,17-27):
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo,
se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús
le contestó:
«Por
qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los
mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él
replicó:
«Maestro,
todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús
se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una
cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un
tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A
estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¿Qué
difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».
Los
discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos,
¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar
por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».
Ellos
se espantaron y comentaban:
«Entonces,
¿quién puede salvarse?».
Jesús
se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Palabra del Señor
1.- La lectura de hoy, nos ofrece por
parte de Dios dos actitudes importantes: la misericordia y el perdón para
nuestros pecados e injusticias contra el prójimo, y su apoyo y estímulo para
alejarnos del mal obrar.
Porque estamos creados para alabanza de Dios, es una temeridad vivir alejados
del Señor por el pecado y enfrentados con el prójimo por la injusticia. Sería,
además, una desgracia irreparable morir sin la gozosa posibilidad de poder
alabarle y darle gracias para siempre.
Por este motivo, la Palabra de Dios nos hace hoy una esperanzada mención
de la misericordia de Dios para quien se arrepiente de sus pecados y una
apremiante exhortación a convertirse al Señor.
Y todo ello para realizarlo ahora, sin
dejarlo para más adelante porque, como dice San Agustín, «temo que la
penitencia de un hombre enfermo también sea ella enferma».
2.- Jesús hace realidad este mensaje profético de misericordia y
esperanza cuando afirma «que ha venido a buscar lo que estaba perdido». Ganar
la vida
Ya Jesús había dicho: El que no acepte el reino de Dios como un niño, no
entrará en él. Consiste en aceptarlo poniendo nuestra confianza no en nosotros
mismos, no en lo que somos o tenemos, sino en el amor y en el poder de Dios.
Uno de los obstáculos para esta confianza en el Señor son las riquezas. Por
eso, Jesús proclamó dichosos a los pobres. Son dichosos porque esta liberación
que han operado en su corazón les permite tener abiertas las puertas de las
riquezas del reino de Dios.
3.- El hombre rico del evangelio no pudo responder a la mirada llena de
cariño con la que le recibió Jesús. Tampoco pudo responder a su invitación:
Sígueme, ven a vivir conmigo y como yo. Si no siguió a Jesús, fue porque en
realidad confiaba más en sus propias riquezas que en lo que Jesús le podía
aportar.
En nuestra sociedad de consumo se habla más de poseer o de placeres que
de alegría. Muchos que han pretendido poseerlo todo y experimentar
prematuramente todo viven en una situación de angustia, conflicto y tristeza.
Sólo Dios basta.
¿Tengo alguna experiencia de la alegría
que da el haber seguido la llamada de Cristo?
Pidamos al Señor mucha fe en su amor y
en su poder, una fe que nos permita liberarnos de cuanto nos impide seguirle de
cerca.
Santos Emeterio y Celedonio, de Calahorra
En Calahorra, en la Hispania
Tarraconense, santos Emeterio y Celedonio, los
cuales, estando cumpliendo la milicia en los campamentos junto a León, en la
provincia de Galicia, por confesar el nombre de Cristo al inicio de la
persecución fueron conducidos a Calahorra y allí coronados con el martirio (c.
s. IV).
Vida
En verso recogió por escrito los relatos de su muerte el poeta hispano
Prudencio.
Calahorra está unida a estos
soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su
nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses
-antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar «ex
legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina
es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que
estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el
documento histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo VII.
En la parte alta de Calahorra está la iglesia
del Salvador -probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por
donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral
visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a la
residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue destruida por
los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el códice primero del
archivo catedralicio.
No se conocen las circunstancias del martirio
de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador
Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su
tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara
constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se
extendiera el incendio. Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una
aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano?
Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de
Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II.
Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la
historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de
suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304)
porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no
perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los
hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco
respetuosos con la historia.
El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos
de sangre según algunos relatores- que fueron honrados con la condecoración
romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo
guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la
apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar. Así son de cambiantes
los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a dar la vida por
Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de crecerles el cabello.
En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando
la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios»
después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre
castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas fáciles,
amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el lugar y momento
del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven,
asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio
como señal de su triunfo señero.
Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a
dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador;
con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio
día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que recogió
la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos. Hoy Emeterio y
Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus
compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra que los tiene por
hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de patria, de ideal, de
profesión, de fe, de martirio y de gloria.
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