domingo, 2 de marzo de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE MARZO – LUNES – 8ª- SEMANA DE T.O. – C Santos Emeterio y Celedonio de Calahorra

 

 


 

3 - DE MARZO – LUNES –

8ª- SEMANA DE T.O. – C

Santos Emeterio y Celedonio,

 de Calahorra

 

       Lectura del libro del Eclesiástico (17,20-28):

 

  A los que se arrepienten Dios les permite volver, y consuela a los que han perdido la esperanza,

y los hace partícipes de la suerte de los justos.

  Retorna al Señor y abandona el pecado, reza ante su rostro y elimina los obstáculos.

  Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia y detesta con toda el alma la abominación.

  Reconoce los justos juicios de Dios, permanece en la suerte que te ha asignado y en la oración al Dios altísimo.

  En el abismo ¿Quién alabará al Altísimo como lo hacen los vivos y quienes le dan gracias?

  Para el muerto, como quien no existe, desaparece la alabanza,

solo el que está vivo y sano alaba al Señor.

  ¡Qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que retornan a él!

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 31,1-2.5.6.7

 

      R/. Alegraos, justos, y gozad con el Señor

 

  Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

 

   Había pecado, lo reconocí,

no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,

y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

    Por eso, que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. R/.

   Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-27):

 

  En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:

  «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

  Jesús le contestó:

  «Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

  Él replicó:

  «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

  Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:

  «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».

  A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.

  Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

  «¿Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».

  Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:

  «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

  Ellos se espantaron y comentaban:

  «Entonces, ¿quién puede salvarse?».

  Jesús se les quedó mirando y les dijo:

   «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

 

Palabra del Señor

 

   1.- La lectura de hoy, nos ofrece por parte de Dios dos actitudes importantes: la misericordia y el perdón para nuestros pecados e injusticias contra el prójimo, y su apoyo y estímulo para alejarnos del mal obrar.

   Porque estamos creados para alabanza de Dios, es una temeridad vivir ale­jados del Señor por el pecado y enfrentados con el prójimo por la injusticia. Sería, además, una desgracia irreparable morir sin la gozosa posibilidad de poder alabarle y darle gracias para siempre.

   Por este motivo, la Palabra de Dios nos hace hoy una esperanzada mención de la misericordia de Dios para quien se arrepiente de sus pecados y una apremiante exhortación a convertirse al Señor.

Y todo ello para realizarlo ahora, sin dejarlo para más adelante porque, como dice San Agustín, «temo que la penitencia de un hombre enfermo también sea ella enferma».

 

   2.- Jesús hace realidad este mensaje profético de misericordia y esperanza cuando afirma «que ha venido a buscar lo que estaba perdido». Ganar la vida

   Ya Jesús había dicho: El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Consiste en aceptarlo poniendo nuestra confianza no en nosotros mismos, no en lo que somos o tenemos, sino en el amor y en el poder de Dios. Uno de los obstáculos para esta confianza en el Señor son las riquezas. Por eso, Jesús proclamó dichosos a los pobres. Son dichosos porque esta liberación que han operado en su corazón les permite tener abiertas las puertas de las riquezas del reino de Dios.

 

   3.- El hombre rico del evangelio no pudo responder a la mirada llena de cariño con la que le recibió Jesús. Tampoco pudo responder a su invitación: Sígueme, ven a vivir conmigo y como yo. Si no siguió a Jesús, fue porque en realidad confiaba más en sus propias riquezas que en lo que Jesús le podía aportar.

   En nuestra sociedad de consumo se habla más de poseer o de placeres que de alegría. Muchos que han pretendido poseerlo todo y experimentar prematuramente todo viven en una situación de angustia, conflicto y tristeza. Sólo Dios basta.

¿Tengo alguna experiencia de la alegría que da el haber seguido la llamada de Cristo?

Pidamos al Señor mucha fe en su amor y en su poder, una fe que nos permita liberarnos de cuanto nos impide seguirle de cerca.

 

Santos Emeterio y Celedonio,                  de Calahorra

 


 

En Calahorra, en la Hispania Tarraconense, santos Emeterio y Celedonio, los cuales, estando cumpliendo la milicia en los campamentos junto a León, en la provincia de Galicia, por confesar el nombre de Cristo al inicio de la persecución fueron conducidos a Calahorra y allí coronados con el martirio (c. s. IV).

 

       Vida

 

En verso recogió por escrito los relatos de su muerte el poeta hispano Prudencio.
     Calahorra está unida a estos soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses -antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar «ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el documento histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo VII.
    
En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador -probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el códice primero del archivo catedralicio.
   
No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera el incendio. Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II. Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.
   
El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos relatores- que fueron honrados con la condecoración romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar. Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.
    Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos. Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.

 

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