domingo, 1 de diciembre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE DICIEMBRE – MARTES – I – SEMANA DE ADVIENTO – C – SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero

 

 


 

3 - DE DICIEMBRE – MARTES –

I – SEMANA DE ADVIENTO – C –

SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero

 

        Lectura del libro de Isaías (11,1-10):

 

   AQUEL día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.

  Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor.

  Le inspirará el temor del Señor.

       No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.

   La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

   Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor.

   La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja.

   El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid.

   Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar.

   Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 71,1-2.7-8.12-13.17

 

   Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. R/. 

 

   Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. R/.

 

    En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. R/.

 

 Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. R/.

 

   Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

 

   Evangelio según san Lucas 10, 21-24

         En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:

       "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.

   Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.

   Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar".

    Volviéndose a los discípulos, les dijo:

          "¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que oís, pero no lo oyeron".

 

Palabra del Señor. 

 

      1.- La “visión” de Isaías queda completada, preciosa, con este bello texto que las comunidades cristianas eligieron para sus celebraciones litúrgicas, porque en él vieron un fiel reflejo de Jesús. Todo el texto es un bello poema aplicable a Jesús, rodeado de los dones, de las gracias ecuánimes del Espíritu. Es un texto pre-pentecostés.

        No es que el profeta Isaías pensase en el Mesías, a quien también esperaba, sino que supo ensalzar al hijo del rey, esperado con ilusión por el pueblo, y que él ensalza como en sueño profético, poético, para que fuese bien recibido. El brote renovado del tronco de Jesé del que nacerá un vástago lleno de virtudes loables porque el espíritu del Señor se posará sobre él. Todos los dones del Espíritu tomarán forma y vida en el nuevo heredero del trono. Son los mismos dones que celebramos en la fiesta de Pentecostés y que los cristianos pedimos a Dios nos conceda para caminar con rectitud. Así hay verdadera continuidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo testamento. No hay saltos en el vacío.

         Después, el desarrollo de la vida, de la vida cristiana que nos corresponde vivir, es un proceso lento, histórico, de tales dones pedidos con entusiasmo cada vez que celebramos el cierre del ciclo litúrgico de la Pascua y que comienza ahora en el Adviento y Navidad. Por eso decimos: felices pascuas; la de ahora, la navideña, y la de dentro de unos meses, la post-pascual.

 

        2.- La liturgia no da saltos en el vacío, sino que toda ella es prolongación de una experiencia comunitaria y personal que se inicia en el Adviento, retoma su fuerza en Cuaresma y Pascua y alimenta el tiempo llamado ordinario, que no debe de ser tal, sino tiempo de serenidad espiritual para no agotar al Espíritu que clama en nosotros ¡Abba! ¡Padre!

        Tiempo, como indica el Salmo 71, en que florezca la justicia y la paz, por ser ese tiempo primaveral, de florecimiento, de exaltación gozosa porque la salvación sigue estando presente hasta el fin de los tiempos. Vista y vivida así la liturgia, vemos que hay una unidad de salvación.

 

        3.-  El evangelista participa de esta alegría pascual en este tiempo de Adviento. Se le contagió la alegría de aquellas comunidades cristianas que fue conociendo y en las que se sentía muy a gusto. Allí pudo comprobar lo que había escuchado a Pablo en Atenas y que él, Lucas, el joven médico, recrea al escuchar a las buenas gentes que creen en Jesús, el Cristo.

        Jesús, personaje alegre donde los haya, con algún momento de tristeza, también exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendido, y las has revelado a los pequeños; a los sencillos, a los de corazón abierto y acogedor, ansiosos de salvación y dicha.

         Los sabios y entendidos, tan pagados de sí mismos, no necesitan nada, se bastan a sí mismos; lo saben todo. Su prepotencia los alimenta… hasta que… ¡Qué advertencia tan preclara por parte de Jesús! Hemos de tener cuidado de no ser “tan enterados”, sino más sencillos y acogedores, aunque eso no nos exime de saber lo suficiente para explicar y dar testimonio con claridad y sin envoltorios eruditos alambicados. No es de extrañar la exclamación alegre y final de Jesús: ¡Bienaventurados, dichosos, vosotros que veis lo que tenéis que ver, y oís lo que tenéis que oír con capacidad de escucha y de visión clara!

        Por eso, en este tiempo de nieblas ideológicas y teológicas, sepamos exclamar y orar con sinceridad: ¡Señor, que vea! ¡Señor, que escuche bien! Amén.

Para preguntarnos: ¿De qué doy gracias a Dios con más frecuencia?

        El Mesías, tal como lo describe Isaías, no juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas. ¿Qué te sugieren estas dos ideas en tu vida?

 

SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero

 


San Francisco Javier

 

Nació en el castillo de Javier (Navarra) en 1506. Cuando estudiaba en París, se unió al grupo de san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Roma en el año 1537, y se dedicó a obras de caridad. En 1541 marchó al Oriente.

Evangelizó incansablemente la India y el Japón durante diez años, y convirtió a muchos a la fe.

Murió en el año 1552 en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China.

 

   (Francisco de Jasso y Azpilicueta; Castillo de Javier, Navarra, 1506 - Isla de Sancián, China, 1552) Misionero español.

Mientras estudiaba filosofía y teología en París conoció a Ignacio de Loyola, quien le reclutó para su proyecto de fundar una nueva orden: Francisco hizo sus primeros votos en París (1534), se ordenó sacerdote en Venecia (1537) y participó en la fundación de la Compañía de Jesús en Roma (1539). Desde entonces se consagró a la actividad misionera: en 1541 fue enviado a la India como legado pontificio, con la misión de evangelizar las tierras situadas al este del cabo de Buena Esperanza, respondiendo a una petición de Juan III de Portugal.  Instalado en 1542 en Goa (capital de la India portuguesa), desplegó una intensa actividad cuidando enfermos, visitando presos, predicando el cristianismo, convirtiendo nativos, negociando con las autoridades locales y defendiendo la justicia frente a los abusos de los colonos. Su apostolado se extendió por el sur de la India, Ceilán, Malaca, las Islas Molucas y Japón. Cuando se disponía a entrar en China para continuar su labor, murió de pulmonía a las puertas de Cantón. Fue canonizado en 1622 y declarado patrono de las misiones de la Iglesia católica.

  Francisco de Jasso era el hijo menor de Juan de Jasso y Atondo, presidente del Real Consejo de Navarra, y de María de Azpilicueta y Aznárez, titular del señorío de Javier, defensores de la causa de Juan de Albret frente a Fernando el Católico en la guerra que determinó la anexión de Navarra a la Corona de Castilla (1512-1515). Tras la muerte de su padre (1515) y la demolición de las torres y murallas del castillo de Javier por orden del Cardenal Cisneros (1516) como consecuencia del apoyo prestado por sus hermanos Juan y Miguel a la sublevación en favor del rey navarro destronado, Francisco Javier se orientó hacia la carrera eclesiástica y el cultivo de las humanidades, que estudió en Leyre y Pamplona.

  En 1525, probablemente ya adquirida la tonsura, se trasladó a París para completar su formación; ingresó como interno en el Colegio de Santa Bárbara, donde trabó amistad con Pedro Fabro e Ignacio de Loyola. En 1530 se graduó como maestro en artes y pasó a ejercer la enseñanza de la filosofía con el cargo de catedrático regente en el Colegio Dormans-Beauvais, a la vez que cursaba estudios de teología. Con el propósito de adquirir prebendas eclesiásticas, solicitó en 1531 del cabildo de Pamplona la concesión de una canonjía, alegando su condición de clérigo navarro y su titulación en artes.

   Sin embargo, su relación con Ignacio de Loyola, quien pretendía atraerle para el proyecto de fundación de una nueva orden religiosa, así como su desagrado por el ambiente universitario y la impresión que le causó la muerte de su madre y de su hermana, acaecida por aquellas fechas, determinaron a Francisco Javier a abandonar sus pretensiones de promoción dentro del estamento eclesiástico. Junto con Ignacio de Loyola y otros cinco compañeros, reunidos en la capilla parisina de Montmartre, el 15 de agosto de 1534 hizo votos de castidad y pobreza, de vida consagrada al apostolado y de peregrinar a Tierra Santa, o bien, en el caso de que esto último no fuese posible, de ponerse a disposición del papa.

   En 1537 se trasladó a Venecia, donde se reunió con sus compañeros con el objeto de viajar a Roma para obtener la bendición papal antes de iniciar su peregrinación; durante su estancia en Venecia recibió noticia de la concesión de la canonjía solicitada, a la que renunció, y del inicio de la guerra entre Constantinopla y Venecia, lo que significaba el retraso indefinido del viaje a Tierra Santa. Ordenado sacerdote el 24 de junio de ese año, se dedicó a la predicación en Bolonia hasta su marcha a Roma (1538), donde Francisco Javier y sus compañeros se entrevistaron con Paulo III y abandonaron definitivamente sus propósitos de peregrinación.

        Durante su estancia en la Santa Sede gestionaron la fundación de una nueva orden religiosa, la Compañía de Jesús, a la que el Papa concedió su aprobación verbal en septiembre de 1539. Ese año Ignacio de Loyola tuvo noticia de que Juan III de Portugal solicitaba misioneros que marchasen a evangelizar sus posesiones en las Indias Orientales y encomendó la tarea a Francisco Javier, quien en marzo de 1540 partió a la corte portuguesa para organizar la expedición, con el título de legado pontificio para todas las tierras situadas al este del Cabo de Buena Esperanza.

   Iniciado el viaje en abril de 1541, arribó a Goa, capital de las posesiones portuguesas en la India, trece meses después. Ejerció en esta ciudad una activa labor evangelizadora, especialmente a partir de la fundación del colegio-seminario de Santa Fe para sacerdotes nativos, y de dedicación a los enfermos y presos. En septiembre de 1542 organizó una expedición misionera a la costa de Pesquería, en el sureste de la India, para predicar la doctrina cristiana entre los poblados parabas; estableció una comunidad cristiana y la dotó de un catecismo en lengua indígena. Tras ello inició la evangelización de Travancor y Ceilán (1544), Madras y Malaca (1545) y las Islas Molucas (1546-1547). Francisco Javier administró el bautismo a miles de nativos, superó la oposición de los brahmanes y estableció una asidua correspondencia con los miembros de la Compañía de Jesús en Roma, cuyas noticias, a las que se unió su fama de taumaturgo, dieron origen a numerosas vocaciones misioneras entre sus compañeros.

   Tras una nueva estancia en la India y en Malaca, dedicada a reorganizar las misiones establecidas y a proveerlas de unas normas de funcionamiento, marchó a evangelizar a Japón, adonde llegó en 1549; predicó durante dos años en Kagoshima, Hirado, Yamaguchi y Bungo, estableciendo favorables contactos para su labor con los daymios o gobernadores feudales japoneses, aunque la oposición de los monjes budistas dificultó enormemente su actividad. Ante las escasas conversiones logradas en Japón, se persuadió de que para obtener éxito en su empresa era necesario evangelizar previamente China, puesto que consideraba que los japoneses habían asimilado la cultura de este imperio y que, por tanto, el ejemplo de la cristianización en China ejercería una influencia decisiva sobre Japón.

      Reclamado por las comunidades misioneras de la India, regresó a Goa en 1551, donde inició los trámites necesarios para organizar su pretendido viaje a China, dificultados por la prohibición existente en este imperio sobre la entrada de extranjeros en su territorio. Tras su nombramiento como provincial de la India, que había sido constituida como provincia jesuítica independiente de Portugal, partió rumbo a China con una embajada portuguesa en abril de 1552, pero tuvo que detenerse en Malaca, donde permaneció dos meses intentando vencer la resistencia que el gobernador Álvaro de Ataide opuso al proyecto.

   Finalmente reemprendió el viaje hasta llegar a la isla de Sancián, donde le sobrevino la muerte antes de que llegara el junco chino que debía transportarlo a Cantón. Sus restos fueron trasladados a Goa en 1554, donde su culto se extendió rápidamente. A comienzos del siglo XVII se inició el proceso de su beatificación, proclamada por Paulo V el 25 de octubre de 1619; nombrado patrón de Navarra en 1621, el 12 de marzo del año siguiente fue canonizado por Gregorio XV, juntamente con Teresa de Jesús e Ignacio de Loyola. Pío X le declaró patrono de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide en 1904, y Pío XI patrón de todas las misiones en 1927.

  Su fiesta se celebra el 3 de diciembre.

 

 

 

 

 

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