3 - DE DICIEMBRE
– MARTES –
I – SEMANA DE ADVIENTO – C –
SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero
Lectura del libro de Isaías
(11,1-10):
AQUEL día,
brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con
rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de
su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura, y la
lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como
el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al
escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está
lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como
enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.
Palabra de Dios
Salmo: 71,1-2.7-8.12-13.17
Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. R/.
Dios mío,
confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus
humildes con rectitud. R/.
En sus días
florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la
tierra. R/.
Él librará al pobre que clamaba, al afligido
que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del
indigente, y salvará la vida de los pobres. R/.
Que su nombre sea eterno, y su fama
dure como el sol; él sea la bendición de todos los
pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas
de la tierra. R/.
Evangelio según san Lucas 10,
21-24
En aquel tiempo, lleno
de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:
"Te doy gracias, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino
el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo
quiere revelar".
Volviéndose a los discípulos, les dijo:
"¡Dichosos los ojos que
ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon
ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que oís, pero no lo
oyeron".
Palabra del Señor.
1.- La “visión” de Isaías
queda completada, preciosa, con este bello texto que las comunidades cristianas
eligieron para sus celebraciones litúrgicas, porque en él vieron un fiel
reflejo de Jesús. Todo el texto es un bello poema aplicable a Jesús, rodeado de
los dones, de las gracias ecuánimes del Espíritu. Es un texto pre-pentecostés.
No es que el profeta
Isaías pensase en el Mesías, a quien también esperaba, sino que supo ensalzar
al hijo del rey, esperado con ilusión por el pueblo, y que él ensalza como en
sueño profético, poético, para que fuese bien recibido. El brote renovado del
tronco de Jesé del que nacerá un vástago lleno de virtudes loables porque el
espíritu del Señor se posará sobre él. Todos los dones del Espíritu tomarán
forma y vida en el nuevo heredero del trono. Son los mismos dones que
celebramos en la fiesta de Pentecostés y que los cristianos pedimos a Dios nos
conceda para caminar con rectitud. Así hay verdadera continuidad entre el
Antiguo Testamento y el Nuevo testamento. No hay saltos en el vacío.
Después, el
desarrollo de la vida, de la vida cristiana que nos corresponde vivir, es un
proceso lento, histórico, de tales dones pedidos con entusiasmo cada vez que
celebramos el cierre del ciclo litúrgico de la Pascua y que comienza ahora en
el Adviento y Navidad. Por eso decimos: felices pascuas; la de ahora, la
navideña, y la de dentro de unos meses, la post-pascual.
2.- La liturgia no da
saltos en el vacío, sino que toda ella es prolongación de una experiencia
comunitaria y personal que se inicia en el Adviento, retoma su fuerza en
Cuaresma y Pascua y alimenta el tiempo llamado ordinario, que no debe de ser
tal, sino tiempo de serenidad espiritual para no agotar al Espíritu que clama
en nosotros ¡Abba! ¡Padre!
Tiempo, como indica el Salmo 71, en que florezca la justicia y la paz,
por ser ese tiempo primaveral, de florecimiento, de exaltación gozosa porque la
salvación sigue estando presente hasta el fin de los tiempos. Vista y vivida
así la liturgia, vemos que hay una unidad de salvación.
3.- El evangelista participa de esta alegría
pascual en este tiempo de Adviento. Se le contagió la alegría de aquellas
comunidades cristianas que fue conociendo y en las que se sentía muy a gusto.
Allí pudo comprobar lo que había escuchado a Pablo en Atenas y que él, Lucas,
el joven médico, recrea al escuchar a las buenas gentes que creen en Jesús, el
Cristo.
Jesús, personaje alegre
donde los haya, con algún momento de tristeza, también exclamó: Te doy gracias,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendido, y las has revelado a los pequeños; a los sencillos, a los
de corazón abierto y acogedor, ansiosos de salvación y dicha.
Los sabios y entendidos,
tan pagados de sí mismos, no necesitan nada, se bastan a sí mismos; lo saben
todo. Su prepotencia los alimenta… hasta que… ¡Qué advertencia tan preclara por
parte de Jesús! Hemos de tener cuidado de no ser “tan enterados”, sino más
sencillos y acogedores, aunque eso no nos exime de saber lo suficiente para
explicar y dar testimonio con claridad y sin envoltorios eruditos alambicados.
No es de extrañar la exclamación alegre y final de Jesús: ¡Bienaventurados,
dichosos, vosotros que veis lo que tenéis que ver, y oís lo que tenéis que oír
con capacidad de escucha y de visión clara!
Por eso, en este tiempo de
nieblas ideológicas y teológicas, sepamos exclamar y orar con sinceridad:
¡Señor, que vea! ¡Señor, que escuche bien! Amén.
Para preguntarnos: ¿De qué doy gracias a Dios con más frecuencia?
El Mesías, tal como lo
describe Isaías, no juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas. ¿Qué te
sugieren estas dos ideas en tu vida?
SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero
San Francisco Javier
Nació en el castillo de Javier (Navarra)
en 1506. Cuando estudiaba en París, se unió al grupo de san Ignacio. Fue
ordenado sacerdote en Roma en el año 1537, y se dedicó a obras de caridad. En
1541 marchó al Oriente.
Evangelizó incansablemente la India y el Japón durante diez años, y
convirtió a muchos a la fe.
Murió en el año 1552 en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China.
(Francisco de Jasso
y Azpilicueta; Castillo de Javier, Navarra, 1506 - Isla de Sancián, China,
1552) Misionero español.
Mientras
estudiaba filosofía y teología en París conoció a Ignacio de Loyola, quien le
reclutó para su proyecto de fundar una nueva orden: Francisco hizo sus primeros
votos en París (1534), se ordenó sacerdote en Venecia (1537) y participó en la
fundación de la Compañía de Jesús en Roma (1539). Desde entonces se consagró a
la actividad misionera: en 1541 fue enviado a la India como legado pontificio,
con la misión de evangelizar las tierras situadas al este del cabo de Buena
Esperanza, respondiendo a una petición de Juan III de Portugal. Instalado en 1542 en Goa (capital de la India
portuguesa), desplegó una intensa actividad cuidando enfermos, visitando
presos, predicando el cristianismo, convirtiendo nativos, negociando con las
autoridades locales y defendiendo la justicia frente a los abusos de los
colonos. Su apostolado se extendió por el sur de la India, Ceilán, Malaca, las
Islas Molucas y Japón. Cuando se disponía a entrar en China para continuar su
labor, murió de pulmonía a las puertas de Cantón. Fue canonizado en 1622 y
declarado patrono de las misiones de la Iglesia católica.
Francisco de Jasso
era el hijo menor de Juan de Jasso y Atondo, presidente del Real Consejo de
Navarra, y de María de Azpilicueta y Aznárez, titular del señorío de Javier,
defensores de la causa de Juan de Albret frente a Fernando el Católico en la
guerra que determinó la anexión de Navarra a la Corona de Castilla (1512-1515).
Tras la muerte de su padre (1515) y la demolición de las torres y murallas del
castillo de Javier por orden del Cardenal Cisneros (1516) como consecuencia del
apoyo prestado por sus hermanos Juan y Miguel a la sublevación en favor del rey
navarro destronado, Francisco Javier se orientó hacia la carrera eclesiástica y
el cultivo de las humanidades, que estudió en Leyre y Pamplona.
En 1525,
probablemente ya adquirida la tonsura, se trasladó a París para completar su
formación; ingresó como interno en el Colegio de Santa Bárbara, donde trabó
amistad con Pedro Fabro e Ignacio de Loyola. En 1530 se graduó como maestro en
artes y pasó a ejercer la enseñanza de la filosofía con el cargo de catedrático
regente en el Colegio Dormans-Beauvais, a la vez que cursaba estudios de
teología. Con el propósito de adquirir prebendas eclesiásticas, solicitó en
1531 del cabildo de Pamplona la concesión de una canonjía, alegando su
condición de clérigo navarro y su titulación en artes.
Sin embargo, su
relación con Ignacio de Loyola, quien pretendía atraerle para el proyecto de
fundación de una nueva orden religiosa, así como su desagrado por el ambiente
universitario y la impresión que le causó la muerte de su madre y de su
hermana, acaecida por aquellas fechas, determinaron a Francisco Javier a
abandonar sus pretensiones de promoción dentro del estamento eclesiástico.
Junto con Ignacio de Loyola y otros cinco compañeros, reunidos en la capilla
parisina de Montmartre, el 15 de agosto de 1534 hizo votos de castidad y
pobreza, de vida consagrada al apostolado y de peregrinar a Tierra Santa, o
bien, en el caso de que esto último no fuese posible, de ponerse a disposición
del papa.
En 1537 se
trasladó a Venecia, donde se reunió con sus compañeros con el objeto de viajar
a Roma para obtener la bendición papal antes de iniciar su peregrinación;
durante su estancia en Venecia recibió noticia de la concesión de la canonjía
solicitada, a la que renunció, y del inicio de la guerra entre Constantinopla y
Venecia, lo que significaba el retraso indefinido del viaje a Tierra Santa.
Ordenado sacerdote el 24 de junio de ese año, se dedicó a la predicación en
Bolonia hasta su marcha a Roma (1538), donde Francisco Javier y sus compañeros
se entrevistaron con Paulo III y abandonaron definitivamente sus propósitos de
peregrinación.
Durante su estancia en la Santa Sede
gestionaron la fundación de una nueva orden religiosa, la Compañía de Jesús, a
la que el Papa concedió su aprobación verbal en septiembre de 1539. Ese año
Ignacio de Loyola tuvo noticia de que Juan III de Portugal solicitaba
misioneros que marchasen a evangelizar sus posesiones en las Indias Orientales
y encomendó la tarea a Francisco Javier, quien en marzo de 1540 partió a la
corte portuguesa para organizar la expedición, con el título de legado
pontificio para todas las tierras situadas al este del Cabo de Buena Esperanza.
Iniciado el viaje
en abril de 1541, arribó a Goa, capital de las posesiones portuguesas en la
India, trece meses después. Ejerció en esta ciudad una activa labor
evangelizadora, especialmente a partir de la fundación del colegio-seminario de
Santa Fe para sacerdotes nativos, y de dedicación a los enfermos y presos. En
septiembre de 1542 organizó una expedición misionera a la costa de Pesquería,
en el sureste de la India, para predicar la doctrina cristiana entre los
poblados parabas; estableció una comunidad cristiana y la dotó de un catecismo
en lengua indígena. Tras ello inició la evangelización de Travancor y Ceilán
(1544), Madras y Malaca (1545) y las Islas Molucas (1546-1547). Francisco
Javier administró el bautismo a miles de nativos, superó la oposición de los
brahmanes y estableció una asidua correspondencia con los miembros de la
Compañía de Jesús en Roma, cuyas noticias, a las que se unió su fama de
taumaturgo, dieron origen a numerosas vocaciones misioneras entre sus
compañeros.
Tras una nueva
estancia en la India y en Malaca, dedicada a reorganizar las misiones
establecidas y a proveerlas de unas normas de funcionamiento, marchó a
evangelizar a Japón, adonde llegó en 1549; predicó durante dos años en
Kagoshima, Hirado, Yamaguchi y Bungo, estableciendo favorables contactos para
su labor con los daymios o gobernadores feudales japoneses, aunque la oposición
de los monjes budistas dificultó enormemente su actividad. Ante las escasas
conversiones logradas en Japón, se persuadió de que para obtener éxito en su
empresa era necesario evangelizar previamente China, puesto que consideraba que
los japoneses habían asimilado la cultura de este imperio y que, por tanto, el
ejemplo de la cristianización en China ejercería una influencia decisiva sobre
Japón.
Reclamado por las comunidades misioneras de la India, regresó a Goa en 1551,
donde inició los trámites necesarios para organizar su pretendido viaje a
China, dificultados por la prohibición existente en este imperio sobre la
entrada de extranjeros en su territorio. Tras su nombramiento como provincial
de la India, que había sido constituida como provincia jesuítica independiente
de Portugal, partió rumbo a China con una embajada portuguesa en abril de 1552,
pero tuvo que detenerse en Malaca, donde permaneció dos meses intentando vencer
la resistencia que el gobernador Álvaro de Ataide opuso al proyecto.
Finalmente
reemprendió el viaje hasta llegar a la isla de Sancián, donde le sobrevino la
muerte antes de que llegara el junco chino que debía transportarlo a Cantón.
Sus restos fueron trasladados a Goa en 1554, donde su culto se extendió
rápidamente. A comienzos del siglo XVII se inició el proceso de su
beatificación, proclamada por Paulo V el 25 de octubre de 1619; nombrado patrón
de Navarra en 1621, el 12 de marzo del año siguiente fue canonizado por
Gregorio XV, juntamente con Teresa de Jesús e Ignacio de Loyola. Pío X le
declaró patrono de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide en 1904, y Pío XI
patrón de todas las misiones en 1927.
Su fiesta se
celebra el 3 de diciembre.
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