4 - DE DICIEMBRE
– MIERCOLES –
I – SEMANA DE ADVIENTO – C –
Santa Barbara
Lectura del libro de Isaías 25, 6-10ª
En aquel día,
preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un
festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares
exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte el velo
que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las
lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo —lo
ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está
nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha
salvado.
Este es el Señor en quien
esperamos.
Celebremos y gocemos con su
salvación, porque reposará sobre este monte la mano del Señor».
Palabra de Dios
Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6
Habitaré en la casa del Señor por años
sin término. R/.
El Señor es mi
pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia
fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas
oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges
la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi
vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al
monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando
tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y
él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los
mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y
daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente,
porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero
despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un
despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó a la gente que se sentara en el
suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los
partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y
recogieron las sobras: siete canastos llenos.
Palabra del
Señor.
1.- Qué consoladoras las palabras del profeta
Isaías que nos anuncian la victoria definitiva del bien, el fin de las
catástrofes, la aniquilación de la muerte ¿Cómo no describirlo como un festín,
como un banquete espléndido en el que sobreabundará todo lo exquisito? En este
día se dispersarán nuestros temores y se confirmará nuestra esperanza:
habitaremos en la casa del Señor por toda la eternidad.
Estamos inmersos en dramas
humanos en los que abunda el dolor y la necesidad se multiplica. Miremos hacia
donde miremos, solo vemos rostros sufrientes, menesterosos; cuerpos tullidos,
familias desamparadas; personas desaparecidas: arrolladas, secuestradas;
injustamente encarceladas. Muertos.
2.- Seguimos
a Jesús buscando su palabra. Sus promesas mantienen nuestra esperanza. En la
lectura de Isaías hemos leído y en el salmo hemos repetido, que somos guiados
por un pastor bueno que repara nuestras fuerzas, compadecido de nuestra
necesidad. Su respuesta es siempre generosa, rebosante, sorprendente.
En una ocasión, escuché al Maestro Carlos Azpiroz predicar sobre los
milagros de Jesús. Nos decía que Jesús no era ningún mago, ningún ilusionista
que sacaba conejos de su chistera, sino que el poder de su amor tenía tal
efecto multiplicador del bien, que provocaba nuestro asombro ante el milagro.
En el Evangelio de san Mateo, alguien cedió unos pocos panes y algunos peces.
Con este pequeño gesto generoso, y tras pronunciar la acción de gracias,
sobreabundó el alimento para todos.
3.- Estamos viendo ejércitos de voluntarios
desplazados a las zonas inundadas de nuestro país. Armados con escobas y
recogedores caseros, mueven cantidades ingentes de lodo, mientras abrazan y
alientan a los desesperados. Hemos visto, en la sonrisa de sus rostros,
recuperar la esperanza, y en sus lágrimas, la expresión emocionada de su
gratitud. Y de la gratitud, la abundancia, como acabamos de leer en el
Evangelio.
Jesús
nos pide algo, no necesita mucho para convertir nuestra pequeña entrega,
nuestra pobre limosna, nuestro gesto acogedor, nuestra palabra de consuelo,
nuestra oración sincera, en reparación eficaz de tantas vidas heridas.
Que la meditación de la
Palabra del Señor mueva nuestro corazón y nos ayude a mantener la esperanza en
este tiempo de Adviento.
Santa Barbara
Según la leyenda habría nacido en Nicomedia, cerca del mar de Mármara, hija
de un sátrapa de nombre Dióscuro, que la encierra en una torre; según una
leyenda, esto es para evitar que los hombres admiraran su belleza y la
sedujeran, según otra para evitar el proselitismo cristiano.
En ausencia de su padre, Bárbara es convertida al catolicismo, y manda
construir tres ventanas en su torre simbolizando la Trinidad; su padre se
entera del significado de estas ventanas, se enfada y quiere matarla, por lo
que ella huye y se refugia en una peña milagrosamente abierta para ella.
Atrapada pese al milagro, se enfrenta a su destino.
Su martirio fue el mismo que el de San Vicente Mártir: habría sido atada a
un potro, flagelada, desgarrada con rastrillos de hierro, colocada en un lecho
de trozos de cerámica cortantes, quemada con hierros al fuego... Cada versión
distinta cambia, añade o quita torturas. Finalmente, el mismo Dióscuro la
habría decapitado en la cima de una montaña, por lo que un rayo le alcanza a
él, muriendo.
También existe la versión de que su padre la habría enviado al juez, quien
la mandó decapitar, versión que no incluye el rayo; por ello la primera versión
es más explicativa de los patronatos que ejerce.
Es la patrona de las profesiones que manejan explosivos (debido a la leyenda
del rayo) y muy especialmente de los mineros. En las Cuencas Mineras Asturianas
le dedican un himno llamado Santa Bárbara Bendita. Así mismo, es también
patrona de los militares que pertenecen al Arma de Artillería de la mayoría de
los ejércitos del mundo, ¡incluidos los de algunos países musulmanes!
Se celebra la
onomástica el 4 de diciembre.
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