15 - DE
DICIEMBRE – DOMINGO –
III – SEMANA DE ADVIENTO – C –
"GAUDETE"
SAN VALERIANO, Obispo
Lectura de la
profecía de Sofonías (3,14-18a):
Alégrate, hija
de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de
Jerusalén.
El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo.
El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temerás mal alguno.
Aquel día dirán a Jerusalén: «¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!»
El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta.
Palabra de Dios
Salmo: Is 12,2-3.4bed.5-6
R/. Gritad jubilosos, porqué es grande
en medio de ti el Santo de Israel.
«Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no
temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo de las
fuentes de la salvación. R/.
«Dad gracias al
Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que
su nombre es excelso». R/.
Tañed para el
Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: porque es
grande en medio de ti el Santo de Israel. R/.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Filipenses (4,4-7):
Hermanos:
Alegraos siempre en el Señor; os lo repito,
alegraos.
Que vuestra mesura la conozca todo el mundo.
El Señor está cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión,
en la oración y súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean
presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (3,10-18):
En aquel
tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«Entonces, ¿qué debemos hacer?»
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con
el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos
y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?»
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros, ¿qué debemos hacer nosotros?»
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de
nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se
preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió
dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es
más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él
os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para
aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera
que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones,
anunciaba al pueblo el Evangelio.
Palabra del Señor
Alegría, conversión, buena nueva.
Si el domingo pasado no hubiéramos
celebrado la fiesta de la Inmaculada, los textos habrían dejado claro el tono
alegre del Adviento. Los de este domingo lo acentúan todavía más. La primera
lectura comienza: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate
de todo corazón, Jerusalén”. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos,
habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La
carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre
alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina
hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría.
Las lecturas ofrecen materia abundante
(¡demasiada!). Quien vaya a comentarlas debe seleccionar lo más importante para
su auditorio.
Alegría de Jerusalén y alegría de Dios (Sofonías 3,14-18)
Este breve
texto, probablemente del siglo V a.C., aborda dos problemas políticos, con un
final religioso. Jerusalén ha sufrido la deportación a Babilonia, el rey y la
dinastía de David han desaparecido, los persas son los nuevos dominadores. No
tiene libertad ni rey. El profeta anuncia un cambio total: el Señor expulsa a
los enemigos y será el rey de Israel. Lo más sorprendente es el motivo de este
gran cambio: el amor de Dios. Cuando se recuerda que los profetas consideran la
historia del pueblo una historia de pecado asombra que Dios pueda gozarse y
complacerse en él. Las palabras finales se adaptan perfectamente al espíritu
del Adviento. La Iglesia, tantas veces pecadora, sigue gozando del amor de
Dios. Lo mismo puede decirse de cada uno de nosotros.
Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel;
alégrate de todo corazón, Jerusalén.
El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus
enemigos.
El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya
no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan
tus manos.
El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que
salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se
alegra con júbilo como en día de fiesta».
Alegría, mesura y oración
(Filipenses 4,4-7)
Pablo escribe a su comunidad más querida. En la parte final de la carta,
tres cosas le aconseja: alegría, mesura y oración.
Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre
alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con
acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de
Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús.
Alegría, confiando en la pronta vuelta del Señor. Al principio de su actividad
misionera, Pablo estaba convencido de que Cristo volvería pronto. Lo mismo
esperaban la mayoría de los cristianos a mediados del siglo I. Aunque esto no
se realizó, las palabras “El Señor está cerca” son verdad: no en sentido
temporal, sino como realidad profunda en la Iglesia y en cada uno de nosotros.
Mesura. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la mesura como
una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a
la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a
la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.
Oración. En pocas palabras, Pablo traza un gran
programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración
que es súplica, pero también acción de gracias; una oración que no se
avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.
Una «buena noticia» bastante
extraña (Lucas 3,10-18)
El domingo pasado, el texto del evangelio presentaba
a Juan Bautista: momento de su intervención como profeta, actividad (bautismo
para el perdón de los pecados) y cumplimiento de lo anunciado por Isaías.
A
continuación, ofrece Lucas un resumen de su mensaje, dividido en tres partes:
1)
exhortación a la penitencia y a dar buenos frutos; de lo contrario, el hacha ya
está preparada para cortar el árbol y tirarlo al fuego;
2)
lo anterior provoca en la gente el deseo de saber qué debe hacer; Juan responde
con unos consejos prácticos;
3)
anuncio de la venida de un personaje más importante con un bautismo superior al
suyo.
La
liturgia ha omitido la primera parte, pero conviene tenerla en cuenta para
comprender los consejos que siguen.
Consejos prácticos (10-14)
En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:
− ¿Entonces qué hacemos?
Él contestó:
− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el
que tenga comida, haga lo mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?
;Él les contestó:
− No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron:
− ¿Qué hacemos nosotros?
Él les contestó:
− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la
paga.
En la primera parte de su discurso Juan
Bautista ha exigido la conversión, producir frutos buenos. ¿En qué consisten?
Lucas responde poniendo unas preguntas en boca de la multitud, de los
recaudadores de impuestos (los publicanos) y de los soldados. La presencia de
recaudadores no extraña, teniendo en cuenta que también se interesarán por la
predicación de Jesús. Más extraña resulta la mención de los soldados (strateuo, menoi) ya que
este colectivo no se vuelve a mencionar en el NT; debe tratarse de judíos al
servicio de Herodes Antipas.
La respuesta más exigente es la primera,
dirigida a todos: compartir el vestido y la comida. Recuerda lo que pide Dios
en el libro de Isaías: «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres
sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne» (Is
58,7).
La
respuesta a los recaudadores se queda en lo negativo: «No exijáis más de lo ordenado». La
actividad de los publicanos abarcaba muchos aspectos de la vida diaria: derechos
de importación y exportación, portazgos, peaje, impuestos urbanos, etc. «Y si
el pacífico residente, el labrador, el comerciante o el fabricante se veía
constantemente expuesto a sus exacciones, el viajero, el caravanero o el
buhonero se encontraban con su vejatoria presencia en cada puente, por la
carretera y a la entrada de las ciudades. Se tenía que descargar cada bulto, y
todo su contenido era abierto y registrado; hasta las cartas eran abiertas; y
debe haberse precisado de algo más que de la paciencia oriental para soportar
la insolencia de los recaudadores y para someterse a sus ‘falsas acusaciones’
al fijar arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o el valor de
las mercancías (A. Edersheim, Usos y costumbres de los judíos,
Clie, Terrasa 2003, 76-78).
La respuesta a
los soldados une lo negativo: «no maltratéis ni extorsionéis a nadie» y lo
positivo: «contentaos con vuestra paga».
«Tanto para
los soldados como para los publicanos, Lucas se interesa por una ética de la
justa adquisición de bienes y del buen uso del dinero» (Bovon, El
evangelio según san Lucas I, 252). Algo que puede llamar la atención a
quienes piensen que la mejor forma de prepararse a celebrar la venida del Señor
es centrarse en actos de piedad.
Anuncio (15-17)
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el
Mesías; él tomó la palabra y dejo a todos:
− Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco
desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y
fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el
granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.
La denuncia inicial y los consejos prácticos
no crean malestar en la gente, animan a preguntarse por la identidad de Juan.
Este responde hablando de un personaje con más autoridad (no le da el título de
Mesías), que llevará a cabo una misión doble: positiva (bautismo) y ambigua
(bieldo).
Dos temas
indica Juan a propósito del personaje futuro: la mayor importancia de su
persona y el mayor valor de su bautismo. La mayor importancia de la persona la
expresa aludiendo a su fuerza, porque del Mesías se espera que la tenga para
derrocar a los enemigos, y a la indignidad de Juan respecto a él, ya que no
puede cumplir ni siquiera el servicio de un esclavo.
La mayor
importancia del bautismo queda clara por la diferencia entre el agua, en uno, y
el Espíritu Santo y el fuego, en el otro. Bautizar significar «lavar»,
«purificar». Y si se quiere mejorar la conducta del pueblo, nada mejor que el
Espíritu de Dios: «Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis
preceptos y que cumpláis mis mandamientos» (Ez 36,27). Además, el fuego purifica
más que el agua.
Basándose en
el Salmo 2, algunos textos concebían al Mesías con un cetro en la mano para
triturar a los pueblos rebeldes y desmenuzarlos como cacharros de loza. Juan no
lo presenta con un cetro, utiliza una imagen más campesina: lleva un bieldo,
con el que separará el trigo de la paja, para quemar ésta en una hoguera
inextinguible.
Al comienzo de
su intervención, Juan hizo referencia al hacha dispuesta a talar los árboles inútiles;
al final, al bieldo que echa la paja en la hoguera. Dos imágenes potentes para
animar a la conversión.
Sumario (18)
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena
Noticia.
Este versículo resume la actividad de Juan
fijándose en su predicación y sin mencionar el bautismo. Las palabras de Juan
pueden parecer muy duras, pero constituyen una buena noticia para quien está
dispuesto a convertirse.
SAN VALERIANO, Obispo
Vida
de San Valeriano obispo
Conmemoración de san Valeriano, obispo de
Abbensa, en África Proconsular, que, siendo más que octogenario, en la
persecución vandálica fue conminado por el rey arriano Genserico a que
entregara los utensilios de la Iglesia y, al rehusar constantemente hacerlo,
fue expulsado de la ciudad con orden de que nadie le dejara vivir ni en su casa
ni en el campo, y durante mucho tiempo estuvo a la intemperie, en la vía
pública, acabando así su vida bienaventurada como confesor de la verdad
ortodoxa (c. 460).
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