31 - DE DICIEMBRE
– MARTES –
OCTAVA DE NAVIDAD – C –
San Silvestre I, papa
Lectura de la primera carta del apóstol san
Juan (2,18-21):
Hijos míos, es el momento
final. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos
han aparecido, por lo cual nos damos cuenta de que es el momento final.
Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de
los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de
manifiesto que no todos son de los nuestros.
En
cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis.
Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y
porque ninguna mentira viene de la verdad.
Palabra de Dios
Salmo:
95,1-2.11-12.13-14
R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra
Cantad al Señor un cántico
nuevo, cantad
al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su
victoria. R/.
Alégrese el cielo, goce la
tierra, retumbe
el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del
bosque. R/.
Delante del Señor, que ya
llega, ya
llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con
fidelidad. R/.
Comienzo
del santo evangelio según san Juan (1,1-18):
En el principio ya existía
la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra
en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y
sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la
vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no
la recibió.
Surgió
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la
luz, sino testigo de la luz.
La
Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, Al mundo vino, y en el
mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les
da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de
sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se
hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria
propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan
da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que
viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."»
Pues
de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la Ley se dio
por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A
Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor
1.- Todo
cuanto podemos contemplar de Dios es a través de la vida que recibimos como
don. Esa vida es también luz que disipa las tinieblas. A cuantos recibieron la
vida y la luz de Dios fueron llamados hijos de Dios, porque creen en su nombre
y han nacido de Dios.
El verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros. Quien es la luz de los hombres también está lleno de gracia y verdad.
De su plenitud hemos recibido gracia, tras gracia. Por medio de Jesucristo,
palabra encarnada, nos ha llegado la gracia y la verdad y es quien nos ha dado
a conocer al Padre.
2.- Estas son las palabras que resumen
el prólogo de San Juan, en el Evangelio de hoy. Recibimos por medio de
Jesucristo la luz de la vida y el conocimiento de la ternura de Dios. En un
diálogo eterno y divino se nos manifiesta el amor que Dios nos tiene, la
esencia de su verdad y la esencia de su gracia hacia la humanidad.
Dios permanece a la espera de una
respuesta libre y afirmativa al requerimiento de su amor. Nos espera en el
camino de la vida y nos espera para ofrecernos su ternura, reflejado a modo
humano en la sencillez y fragilidad de un recién nacido.
3.- En estos días de Navidad,
finalizando ya el año, hemos de procurar trascender toda inercia de
temporalidad. Los finales son siempre difíciles, quebradizos, desencarnados.
Por eso, es bueno elevar la mirada a ese Dios que viene a nuestro encuentro. En
él se encuentra la vida y la dicha que anhelamos, que se manifiesta siempre
iluminando el camino y el tránsito de nuestro devenir. No sólo hemos de elevar
la mirada a Dios, sino también hemos de procurar que esta vida sea testimonio
de su amor y su creación. Permitamos que Dios nos ame, que se manifieste en
Jesús como ese hálito de vida que requerimos como fortaleza para nuestra
esperanza. Feliz Navidad y que este año que termina deje paso a la vida
próspera en el Dios que nos habita con su ternura.
San Silvestre I, papa
San Silvestre I, papa,
que piadosamente rigió la Iglesia durante muchos años, tiempo en el cual
Constantino Augusto construyó basílicas venerables, y en el Concilio Niceno
aclamó a Cristo como Hijo de Dios. En este día su cuerpo fue enterrado en Roma,
en el cementerio de Priscila.
Silvestre nació
alrededor del año 270. De niño, su padre Rufino le puso bajo la dirección del
presbítero romano Cirino, un hombre sabio y prudente. Siendo ya adolescente, se
distinguió por sus actos de caridad. Con el nombre de Silvestre fue elegido
Papa en el año 314, sucediendo a San Melquiades. En 22 años de pontificado,
reorganizó la vida clerical, la liturgia y los principios monásticos, fomentó
la fundación de iglesias y basílicas, propuso mejoras del Culto Divino y dedicó
mucha atención a los necesitados.
Asimismo, la Iglesia se benefició de que
su pontificado coincidiese en el tiempo con el reinado de Constantino el
Grande: el emperador toleró primero y favoreció después la expansión del
cristianismo en el Imperio y regaló a Silvestre el palacio de Letrán, hasta que
se construyó el Vaticano. El Papa Silvestre murió el 31 de diciembre de 335.
J.M. Ballester
Esquivias (@jmbe12)
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