lunes, 1 de noviembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia4 - DE NOVIEMBRE – JUEVES – 31ª – SEMANA DEL T. O. – B – SAN CARLOS BORROMEO

 


4 - DE NOVIEMBRE – JUEVES –

31ª – SEMANA DEL T. O. – B –

SAN  CARLOS  BORROMEO

 

    Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (14,7-12):

 

Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo: si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor.

Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos. Pero tú, ¿por qué juzgas mal a tu hermano? ¿Por qué lo deprecias? Todos vamos a comparecer ante el tribunal de Dios, como dice la Escritura: Juro por mí mismo, dice el Señor, que todos doblarán la rodilla ante mí y todos reconocerán públicamente que yo soy Dios.

En resumen, cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta de sí mismo a Dios.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 26

R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

 

El Señor es mi luz y mi salvación,

¿a quién voy a tenerle miedo?

El Señor es la defensa de mi vida,

¿quién podrá hacerme temblar? R/.

Lo único que pido, lo único que busco

es vivir en la casa del Señor toda mi vida,

para disfrutar las bondades del Señor

y estar continuamente en su presencia. R/.

Espero ver la bondad del Señor

en esta misma vida.

Ármate de valor y fortaleza

y confía en el Señor. R/.

 

    Lectura del santo Evangelio según san Lucas (15,1-10):

 

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:

«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola:

«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."

Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Comer y beber con gente de mala vida, con malas compañías, diríamos ahora, compartir "el botellón" del fin de semana, visitar la "bacanal" de los que frecuentan locales de fiesta, todo eso es fundirse con gente poco recomendable. Hasta escandalizar a los piadosos y observantes.  

 Todo esto, sin embargo, es lo que Jesús vio que tenía que hacer. Y lo que las autoridades eclesiásticas vieron que tenían que condenar (cf. Adolf Holl).

A fin de cuentas, acoger a los pecadores y comer con ellos es una expresión que indica un estilo de vida. Y unos criterios éticos poco recomendables. Sobre todo, si pensamos que acoger el camino, que traza aquí Jesús, para reconciliar a los pecadores, a los alejados, a los extraviados, a los perdidos, no es el camino del reproche, de la amenaza, del juicio y la condena. Es exactamente todo lo contrario.

Jesús traza el camino que lleva a la amistad, a la convivencia, a la cercanía humana y todo lo que supone la comida compartida.  No es, por tanto, el procedimiento pastoral que echa mano de las verdades que hay que enseñar; ni de las normas que hay que imponer; ni de los rituales religiosos que hay que celebrar y a los que hay que asistir.

El medio para conseguir la alegría en el cielo es la comensalía en la tierra. No consiste en recurrir a la observancia de la práctica religiosa, sino a la experiencia compartida de experiencias humanas.

 

2.  Buscar al perdido es necesitar a aquel o aquello que se quiere mucho, algo sin lo cual no se puede vivir. El que busca no condena, ni juzga, ni rechaza. Siente necesidad. La necesidad que brota del vacío. Y del deseo de llenar ese vacío.

Pero lo notable es que, en el caso de Jesús, su forma de relacionarse con los demás era tal, que los perdidos y extraviados lo buscaban y en él encontraban la respuesta de lo que tanto anhelaban: la paz y el sosiego interior.

La respuesta al deseo y el vacío, que los vicios no pueden satisfacer.

 

3.  El problema está en que las relaciones entre los cristianos no suelen ser de "necesidad", sino de "sospecha", de "juicio", de "rechazo" y demasiadas veces también de "condena".  

Porque las ideas mandan más que el corazón. Y así, lo que hemos conseguido es montar una religión y una Iglesia que se rompe por todas partes, que se fractura, se divide, se enferma.

El buen pastor ya no es pastor. Porque, a veces, da la impresión de que quien anda extraviado es el pastor.

Extraviado hasta el extremo que, si hay ovejas que lo buscan, lo que encuentran es un censor y un juez.

Por supuesto, no siempre un amigo que te invita a sentarte junto a él en la misma mesa.

 

SAN  CARLOS  BORROMEO



Nació en Arona (Lombardía) en el año 1538; después de haberse graduado en ambos derechos, fue agregado al colegio cardenalicio por su tío Pío IV y nombrado obispo de Milán. Fue un verdadero pastor de su grey; visitó varias veces toda su diócesis, convocó sínodos, decretó muchas disposiciones orientadas a la salvación de las almas y fomentó en gran manera las costumbres cristianas.

Murió el día 3 de noviembre del año 1584.

San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las palabras de Jesús; "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará".

Era de familia muy rica. Su hermano mayor, a quien correspondía la mayor parte de la herencia, murió repentinamente al caer de un caballo. El consideró la muerte de su hermano como un aviso enviado por el cielo, para estar preparado porque el día menos pensado llega Dios por medio de la muerte a pedirnos cuentas. Renunció a sus riquezas y fue ordenado sacerdote y más tarde arzobispo de Milán. Aunque no faltan las acusaciones de que su elección fue por nepotismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.

Como obispo, su diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo llevaba una sola palabra: "Humilitas", humildad.  El, siendo noble y riquísimo, vivía cerca del pueblo, privándose de lujos. Fue llamado con razón "padre de los pobres"

       San Carlos Borromeo Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.

Para con los necesitados era supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo mismo era exigentísimo y severo.

Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido moderno).

Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor.

Fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.

Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.

Murió joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a muchos con la gracia. ……murió diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy". En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.

 

 

   

 

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE NOVIEMBRE – MIERCOLES – 31ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Martín de Porres

  


3 - DE NOVIEMBRE – MIERCOLES

– 31ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Martín de Porres

 

    Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (13,8-10):

 

A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»

Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 111,1-2.4-5.9

 

    R/. Dichoso el que se apiada y presta

 

Dichoso quien teme al Señor

y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra,

la descendencia del justo será bendita. R/.

 

En las tinieblas brilla

como una luz el que es justo,

clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,

y administra rectamente sus asuntos. R/.

 

Reparte limosna a los pobres;

su caridad es constante, sin falta,

y alzará la frente con dignidad. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):

 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

 

Palabra del Señor

                                                          

1.   El significado central de lo que Jesús afirma, en este evangelio, toca las

fibras más profundas del corazón humano. Se trata de poner en segundo

plano, en la organización de nuestra vida, las relaciones humanas a las que, en principio al menos, se les concede la mayor importancia.  Y se trata, sobre

todo, de escoger (como lo hizo el propio Jesús) la función más detestable que

una sociedad puede adjudicar a un ciudadano: la de un delincuente subversivo y al que hay que liquidar (Gerd Theissen).

Esto, ni más ni menos, es lo que

viene a decir Jesús en este discurso.

 

2.   El problema está en saber lo que el Evangelio quiere enseñar con este lenguaje y esta mentalidad.

Por supuesto, no se trata de que Jesús propuso, como ideal de vida, el programa de un delincuente o un terrorista. Los delincuentes y terroristas son gente peligrosa, gente pervertida y perversa, canallas que causan demasiado sufrimiento, casi siempre a personas inocentes. Jesús no pudo proponer eso, ni querer nada que se parezca a eso.

Entonces, ¿qué es lo que Jesús propone aquí como ideal de vida?

 

3.   No es un lenguaje ascético. Y, menos aún, un masoquismo propio de gente trastornada.  El proyecto de Jesús se entiende si ponemos los pies en el suelo, en esta tierra de tanta corrupción y de tantas y tales injusticias, que, traducidas a expresión fonética, serían el clamor de un griterío desesperado, desgarrado y de amenaza creciente.

Pues bien, desde el suelo de esta tierra, lo que se palpa es que quien dice "¡Basta ya!" y actúa en consecuencia, ese tiene que estar dispuesto a ser visto como un individuo peligroso, dispuesto a romper los lazos familiares más sagrados, dispuesto a poner en peligro su propia seguridad y su misma respetabilidad. Porque, en este mundo, el que quiere tener buen nombre, tiene que aparecer siempre como equidistante de todo y de todos, en el más "respetado equilibrio".

Pues bien, el que organice así su vida, ese que se despida del seguimiento de Jesús. Esto es lo que el Evangelio propone:  la coherencia ética hasta el límite. Por eso tendríamos que preguntarnos muy en serio:

- ¿es este el programa pastoral de nuestros obispos?  ¿O tenemos como

pastores de la Iglesia a hombres que lo que desean es estar bien con todos y

ser apreciados por todos?

De ser así, no vamos a ninguna parte.

 

San Martín de Porres

 

Nació en la ciudad de Lima, Perú, el día 9 de diciembre del año 1579. Fue hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava, y de Ana Velásquez, negra libre panameña.

Martín es bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde años más tarde Santa Rosa de Lima también lo fuera.

Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer arzobispo de Lima, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su Madre.

A los doce Martín entró de aprendiz de peluquero, y asistente de un dentista. La fama de su santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.

Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes, quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.

Las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.

San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: "Pasar desapercibido y ser el último". Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le confía la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida.

Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el pelo a un estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.

San Martín llevaba ya dos años en el convento, y hacía seis que no veía a su padre, éste lo visita y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual deciden que Fray Martín se convierta en hermano cooperador.

El 2 de junio de 1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: "Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor". La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: "No hay gusto mayor que dar a los pobres".

Su hermana Juana tenía buena posición social, por lo que, en una finca de ella, daba cobijo a enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.

Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador.

Los religiosos de la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa, por lo que el Superior le prohíbe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan cautivados por su docilidad. 

Cuando vio que se acercaba el momento feliz de ir a gozar de la presencia de Dios, pidió a los religiosos que le rodeaban que entonasen el Credo. Mientras lo cantaban, entregó su alma a Dios. Era el 3 de noviembre de 1639.

Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos, singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por conseguir alguna reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.

Su culto se ha extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato en 1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín de la caridad".

 

Su fiesta se celebra el 3 de noviembre.