miércoles, 14 de diciembre de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 16 - DE DICIEMBRE – VIERNES – 3 – SEMANA DE ADVIENTO – A – Santa Adelaida

 

 


16 - DE DICIEMBRE – VIERNES –

3 – SEMANA DE ADVIENTO – A –

Santa Adelaida

 

       Lectura del libro de Isaías (56,1-3a.6-8):

    
ESTO dice el Señor:
«Observad el derecho, practicad la justicia, porque mi salvación está por llegar, y mi justicia se va a manifestar.
      Dichoso el hombre que obra así,
el mortal que persevera en esto,
que observa el sábado sin profanarlo y preserva su mano de obrar el mal.
     El extranjero que se ha unido al Señor no diga:
     “El Señor me excluirá ciertamente de su pueblo”.
     A los extranjeros que se han unidos al Señor para servirlo,
para amor el nombre del Señor y ser sus servidores, que observan el sábado sin profanarlo y mantienen mi alianza, los traeré a mi monte santo, los llenaré de júbilo en mi casa de oración;
sus holocaustos y sacrificios
serán aceptables sobre mi altar;
porque mi casa es casa de oración
y así la llamarán todos los pueblos».
      Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel:
     «Todavía congregaré a otros, además de los ya reunidos».


Palabra de Dios

 

     Salmo: 66,2-3.5.7-8


     R/. Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

    
V/. Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobe nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación
. R/.

    
V/. Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra.
R/.

     V/. La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confinas de la tierra.
R/.

 

 

Evangelio según san Juan 5, 33-36

   En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio a la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis.

Juan era la lámpara que ardía y brillaba y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan este testimonio de mí: que el Padre me ha enviado".

 

Palabra del Señor.

 

1.  En la teología del evangelio de Juan, se habla con frecuencia de las obras que realizaba Jesús. Y se habla de sus "obras" de tal forma que tales obras son el argumento determinante y definitivo que demuestra que Jesús es testigo de Dios y revela a Dios.

El término castellano "obra" traduce el griego "ergon", que significa "tarea" o "trabajo". Y lo importante es que existe una coordinación o armonía entre el "ergon" (lo que se hace) y el "logos" (lo que se dice).

Así aparece ya en Jenofonte y Epicteto; más tarde en Josefo (cf. R. Heiligenthal).

Entonces, cuando en la persona se da esta armonía, eso entraña la unidad del comportamiento verdaderamente humano. De ahí, su fuerza para demostrar lo que es una persona y lo que dice esa persona.

 

2.  Las "obras" de Jesús son el argumento que vino a demostrar la autoridad, que tenía Jesús, para decir lo que dijo y hacer lo que hizo. Así se demostró su humanidad, su unidad, su autenticidad (Jn 5, 20. 36; 9, 3 s; 10, 25. 32. 37 s; 14, 3-12).

Esto es enteramente capital para poder entender lo que el IV evangelio nos quiere decir. Si no hay armonía entre nuestras palabras y nuestra conducta, no podremos demostrar nada en la vida. Aquí, y en esto, está la fuerza del Evangelio. Y esto es lo que ante todo tienen que asumir y cumplir los testigos del Evangelio.

 

3.  Esto es lo que no comprendieron nunca los sumos sacerdotes y dirigentes religiosos de Israel. Por eso no creyeron en Juan Bautista. Ni se fiaron jamás de Jesús. De ahí la falta de fe de aquellos hombres tan religiosos. Pero también incapacitados para creer en Juan, ante todo, y después en Jesús, en su mensaje y su Evangelio.

 

Santa Adelaida


 


 

Nace en el año 931 en la península Itálica, y el destino le lleva a convertirse en emperatriz, casada con el rey Lotario. Ya madre, queda viuda con dieciocho años. En su segundo matrimonio, también regio, sufre la cárcel y el destierro. Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Muere a las puertas del segundo milenio, en el año 999.

 

Vida de Santa Adela

Adela o Adelaida, es un nombre alemán que significa: "de noble familia". A esta santa le decían también Alicia.

Santa Adelaida fue la esposa del Emperador Otón el Grande.

Era hija del rey Rodolfo de Borgoña, el cual murió cuando ella tenía 6 años. Muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia. Su hija Emma llegó a ser reina de Francia.

Su primer esposo, Lotario, murió también muy joven, parece que envenenado por los que deseaban quitarle su reino, quedando Adelaida viuda de sólo 19 años, con su hijita Emma todavía muy pequeñita. El usurpador Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos, porque ella no quiso casarse con el hijo del tal Berengario. Su capellán se quedaba admirado porque Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura. Todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios y para su bien. Le robaron sus vestidos de reina y todas sus alhajas y joyas y le dieron unos harapos como de pordiosera. En su oscura prisión pasó varios meses dedicada a la oración. Los carceleros exclamaban: "Cuánto heroísmo tiene esta reina. ¡No grita, no se desespera, no insulta! ¡Sólo reza y sonríe en medio de sus lágrimas!".

Y mientras tanto su capellán, el Padre Martín, consiguió un plano del castillo donde ella estaba prisionera, abrió un túnel y llegando hasta su celda la sacó hacia el lago cercano donde la esperaba una barca, en la cual se la llevó hacia le libertad haciéndola llegar hasta el Castillo de Canossa, donde se refugió. Pero Berengario atacó aquel castillo y Adelaida envió unos embajadores a Otón de Alemania pidiéndole su ayuda. Otón llegó con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina.

Otón se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aconsejada por el Padre Martín, acepto este matrimonio y así llegó a ser la mujer del más importante mandatario de su tiempo. Los dos se fueron a Roma y allá el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.

Otón el grande reinó durante 36 años. Mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.

Al morir su esposo Otón I, le sucedió en el trono el hijo de Adelaida, Otón II, pero este se casó con una princesa de Constantinopla, la cual era dominante y orgullosa y le exigió que tenía que alejar del palacio a Adelaida. Otón aceptó semejante infamia y echó de su casa a su propia madre. Ella se fue a un castillo, pero pidió la ayuda de San Mayolo, abad de Cluny, el cual habló de tal manera a Otón que lo convenció que nadie mejor lo podía aconsejar y acompañar que su santa madre. Y así el emperador llamó otra vez a Adelaida y le pidió perdón y la recibió de nuevo en el palacio imperial.

Otón II murió en una guerra y su viuda la princesa de Constantinopla se apoderó del mando y trató duramente a Adelaida. Ella decía: "Solo en la religión puedo encontrar consuelo para tantas pérdidas y desventuras". En medio de sus penas encontraba fuerzas y paz en la oración. A quienes le trataban mal les correspondía tratándoles con bondad y mansedumbre.

Una extraña enfermedad acabó con la vida de la princesa de Constantinopla y Adelaida quedó como regente, encargada del gobierno de la nación, mientras su nieto Otón III llegaba a la mayoría de edad. Fue para sus súbditos una madre bondadosa. Ignoraba el odio y no guardaba resentimientos con nadie. Supo dirigir el gobierno del país alemán con bondad y mucha compresión, ganándose el cariño de las gentes.

Fundó varios monasterios de religiosos y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados.

Su director espiritual en ese tiempo fue San Odilón, el cual dejó escrito: "La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad". Santa Adelaida tuvo una gran suerte, y fue que durante toda su vida se encontró con formidables directores espirituales que la guiaron sabiamente hacia la santidad: el Padre Martín, San Adalberto, San Mayolo y San Odilón. En la vida de nuestra santa sí que se cumplió lo que dice la S. Biblia: "Encontrar un buen amigo es mejor que encontrarse un buen tesoro. Quien pide un consejo a los que son verdaderamente sabios, llegan con mucha mayor facilidad al éxito".

Cuando su hijo Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración y a mue el Espíritu Santo siga enviando sabios directores espirituales que aconsejen a los gobernadores de las naciones y los lleven hacia la verdadera sabiduría y hacia la santidad. ¡Que hermoso fuera que esto se hiciera realidad!

 

 

 

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