10 - DE
DICIEMBRE – SÁBADO –
2 – SEMANA
DE ADVIENTO – A –
Santa Eulalia de Mérida
Lectura del libro
del Eclesiástico (48,1-4.9-11):
En aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego, sus palabras
quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre, y con su celo los diezmó. Por la
palabra del Señor cerró los cielos y también
hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos! ¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente, en un carro de caballos de fuego; tú fuiste
designado para reprochar los tiempos futuros, para aplacar
la ira antes de que estallara, para
reconciliar a los padres con los hijos y restablecer
las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron y se
durmieron en el amor.
Palabra de Dios
Salmo:
79,2ac.3b.15-16.18-19
R/. Oh
Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines,
resplandece.
Despierta tu poder y ven a
salvarnos. R/.
Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has
fortalecido. R/.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu
nombre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (17,10-13):
Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué
dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les
contestó:
«Elías vendrá
y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron,
sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va
a padecer a manos de ellos».
Entonces
entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
Palabra del Señor
1. Cuando
Jesús baja, con tres de sus discípulos, del monte de la transfiguración, les
dice a aquellos seguidores que él va a terminar sus días como acabó Juan Bautista. Es decir, ejecutado con una muerte violenta. La
referencia a Elías es lo que menos interesa aquí. Elías, lo mismo que Moisés,
desaparecieron en el monte de la transfiguración.
Y Dios dijo
que a quien hay que escuchar y seguir es solo a Jesús: "Este es mi hijo
muy amado. Escuchadle".
2. Así
las cosas, Jesús hace la afirmación central de este episodio: "Así también
el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos". Es decir, Jesús tiene
que recorrer el mismo camino de sufrimiento que Juan Bautista (U. Luz).
El macabro
relato del asesinato de Juan termina diciendo que los discípulos de Juan fueron
a contar a Jesús lo sucedido (Mt 14, 12). Juan y Jesús padecieron el mismo
destino. Pero con una diferencia importante: a Juan lo mató Herodes, un rey
pecador y cobarde, mientras que a Jesús lo condenó (y forzó su muerte más cruel, colgado de una cruz) la suprema autoridad religiosa: los sumos
sacerdotes y el Sanedrín en pleno.
3. Juan
y Jesús nos enseñan que el poder no soporta a los hombres libres que educan a
los pueblos ya las gentes en la libertad al servicio de la misericordia.
Pero hay una
diferencia fundamental entre Juan y Jesús: a Juan lo mató el poder político, en
tanto que a Jesús lo mató el poder religioso. Es verdad que, "en el mundo romano del s. I, a nadie se le ocurría pensar que la religión y la
política estuvieran separadas" (W. Carter). Pero también es cierto que,
para muchos ciudadanos, una condena "religiosa" daña el recuerdo del
difunto mucho más hondamente que una condena solo "política".
Santa Eulalia de Mérida
Eulalia, de
esclarecido linaje por su nacimiento, pero más todavía por su muerte, nació en
Mérida a finales del siglo III.
Prudencio hace una primorosa descripción de su martirio, coincidiendo
admirablemente con las actas escritas por un testigo ocular.
Murió, tras crueles torturas, a la edad de doce años, un día 10 de
diciembre.
Breve Biografía
Nos encontramos en Mérida, Extremadura en el año 300. En primer lugar, hay
que decir que hay dos Eulalias: la de Mérida y la de Barcelona.
La vida de estas dos mártires se relata en los poemas de nuestro compatriota
Prudencio (+415).
Dice: "Nuca estuvo una criatura humana dotada de tanta gracia y
atractivo. A pesar de los 12 inviernos y trece primaveras que tenía, nunca
permitió que se le hablara de lecho nupcial, pues su cuerpo pertenecía a
Cristo"…
Vivía con este convencimiento. No soñaba lo que le aguardaba en puro corazón
y mente esclarecida.
Por aquel tiempo se desencadenó la persecución de Diocleciano. Ya estamos en
lo mismo, pero al mismo tiempo interesante y novedoso por ver la reacción de
esta chica de Mérida y de tantos otros cristianos.
Ella, no solamente no le tenía miedo a la muerte, sino que incluso deseaba
ser mártir por amor a Cristo. Desde luego, la admiración cuando se estudia todo
esto a tantos siglos de distancia, es extraordinaria.
Los padres querían impedir a toda costa que muriese. Para ello, la
encerraron en un castillo. El único que podía verla era el sacerdote Félix y la
ama de llaves.
El gobernador romano tenía la orden de que todo aquel cristiano que no
quemase incienso a los dioses iría derecho a la muerte.
Eulalia convenció al ama de llaves para que le dejara salir. Salieron las
dos juntas ante el gobernador. Le reprocharon su crueldad. En seguida mandó
martirizar primero a Julia, la empleada, y a continuación a Eulalia.
El juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y
que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de
Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.
Dice el poeta Prudencio que, al morir la santa, la gente vio una blanquísima
paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos
de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve
cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después
llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven
mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa
Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos
peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio
de ella muy notables favores de Dios.
Con el tiempo se convirtió en una de las santas españolas más venerada.
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