25 - DE DICIEMBRE
– DOMINGO –
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
MISA DEL DIA
Lectura del
libro de Isaías (52,7-10):
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es
rey!» Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al
Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el
Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo
brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la
victoria de nuestro Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6
R/. Los confines de la tierra han
contemplado
la victoria de nuestro Dios
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.
Lectura de la
carta a los Hebreos (1,1-6):
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a
nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado
por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido
realizando las edades del mundo.
Él es reflejo de
su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa.
Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha
de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto
más sublime es el nombre que ha heredado.
Pues, ¿a qué
ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él
un padre, ¿y el será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el
mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»
Palabra de Dios
Lectura del
santo evangelio según san Juan (1,1-18):
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio
de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra
había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba
Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él
todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra
era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y
en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la
conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la
recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos
no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y
la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da
testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene
detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su
plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por
medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios
nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor
Natividad del Señor
1. El
evangelio de Juan, a diferencia de los otros evangelios, no empieza con un
relato, sino con un "prólogo", que se sitúa sobre cualquier posible
narración histórica. Este prólogo no fue copiado por el autor del IV evangelio,
tomándolo de otro autor anterior. Los entendidos en este asunto dicen ahora que
el evangelio de Juan presenta aquí una clave de lectura para todo el conjunto
de relatos que enseguida va a exponer.
- ¿Y dónde
está esa clave de lectura?
Está básicamente
al final: A Dios, nadie lo ha visto jamás: el Hijo único del Padre es quien nos
lo ha dado a conocer (Jn 1,18) (cf. J. Beutler, J. Zumstein).
Es decir,
Dios no está a nuestro alcance, el ser humano no puede conocerlo. Solamente
en Jesús vemos a Dios y en Jesús lo conocemos.
2. Y
la Palabra se hizo carne. La encarnación de Dios en Jesús significa
que Dios se despoja de todo su poder y autoridad. Es el "Dios
kenótico" (del verbo griego kenoó, "vaciar", "despojar"),
el Dios que "se vacía de sí mismo", el Dios despojado de sí mismo, de
su poder y su gloria (Fil 2, 7), que se funde con lo humano.
Dios salva
descendiendo, despojándose, privándose de medios, poderes y
dignidades. Es exactamente al revés de lo que pensamos los
mortales. Nosotros nos imaginamos que, desde arriba, desde el poder
y la fuerza, es desde donde podemos cambiar este mundo tan
desquiciado. Pero Dios ve la vida y las cosas de otra manera.
Hay
futuro y esperanza, no en el crecimiento del poder, sino en la convivencia y
comunión con lo humano, con lo más humano que hay en todo ser humano.
3. A
Dios nadie lo ha visto jamás. Dios, por definición, es el TRASCENDENTE, está
fuera de lo que nosotros podemos conocer.
Desde el
momento en que decimos que lo conocemos, eso que conocemos ya no es Dios, sino
un "objeto" que nosotros elaboramos. Una "representación"
que nos hacemos.
Lo que
nosotros podemos conocer de Dios es lo que se nos ha revelado en el niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La grandeza de Dios es la
grandeza de este niño, que no tiene otra grandeza que la grandeza de su
humanidad.
Reflexión
final
El fiel cristiano que haya acudido a la iglesia pensando escuchar unas
lecturas bonitas y sencillas sobre Jesús niño y los pastores se encuentra en la
misa del día con unas lecturas muy teológicas, pero que le recuerdan la
dignidad e importancia de ese niño que ve en el pesebre.
Vida de Natividad de nuestro Señor Jesucristo
Varios nombres se celebran este día:
Natividad, Noelia, Natalia, etc.
Pasados innumerables siglos desde de la
creación del mundo, cuando en el principio Dios creó el cielo y la tierra y
formó al hombre a su imagen; después también de muchos siglos, desde que el
Altísimo pusiera su arco en las nubes tras el diluvio como signo de alianza y
de paz; veintiún siglos después de la emigración de Abrahán, nuestro padre en
la fe, de Ur de Caldea; trece siglos después de la salida del pueblo de Israel
de Egipto bajo la guía de Moisés; cerca de mil años después de que David fue
ungido como rey, en la semana sesenta y cinco según la profecía de Daniel; en
la Olimpíada ciento noventa y cuatro, el año setecientos cincuenta y dos de la
fundación de la Urbe, el año cuarenta y dos del imperio de César Octavio
Augusto; estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno
Padre, queriendo consagrar el mundo con su piadosísima venida, concebido del
Espíritu Santo, nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judea,
hecho hombre, de María Virgen: la Natividad de nuestro Señor Jesucristo según
la carne.
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