sábado, 31 de diciembre de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 - DE ENERO – LUNES – ANTES DE LA EPIFANIA – A San Basilio Magno

 

 


2 - DE ENERO – LUNES –

ANTES DE LA EPIFANIA – A

San Basilio Magno

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,22-28):

 

¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna.

Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas –y es verdadera y no mentirosa– según os enseñó, permanecéis en él. Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 97

R/. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas:

su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,

revela a las naciones su justicia:

se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,19-28):

Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran:

«¿Tú quién eres?»

Él confesó sin reservas:

«Yo no soy el Mesías.»

Le preguntaron:

«¿Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?»

Él dijo:

«No lo soy.»

«¿Eres tú el Profeta?»

Respondió:

«No.»

Y le dijeron:

 «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»

Él contestó:

«Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:

«Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»

Juan les respondió:

 «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

 

Palabra del Señor

 

1.   Lo primero que hay que tener presente, cuando leemos el IV evangelio, es que su lenguaje se diferencia bastante del de los sinópticos.

En este relato concretamente, es necesario saber que, en el evangelio de Juan, el término "judíos" designa casi siempre a las autoridades religiosas, los que tenían los cargos de mando (Jn 2, 18; 5, 10. 16. 18; 9, 22), especialmente los dirigentes (Jn 1, 19; 11, 47; 19, 7. 12), sobre todo las autoridades supremas (Jn 8, 31; 11,19; 12, 11) (Juan Mateos).

Pues bien, estos mandatarios se pusieron nerviosos con la fama y la influencia que iba teniendo Juan Bautista ante la gente.  Por eso mandaron a los funcionarios del Templo para decir en público lo que les preocupaba.  

- ¿Qué les preocupaba a los hombres del Templo?

 

2.  No les preocupaba si lo que decía y hacía Juan Bautista era verdad o mentira; si el bautismo de Juan acercaba a la gente a Dios o la alejaba de Dios.  Lo que les interesaba era saber "qué títulos tenía" Juan para decir y hacer todo aquello.

Es característico de los "hombres de la religión" centrar sus intereses y preocupaciones en tener y acumular títulos, cargos, nombramientos.

Es decir, ser importantes, no por su forma de vivir, sino por dejar claro ante la gente el poder que tienen. Y por tener buen nombre, con poder e importancia en la institución religiosa.

Esto es así, por más que se disfrace con apariencias de obediencia y humildad como virtudes ejemplares.

 

3.  Juan Bautista, que era un profeta y un verdadero hombre de Dios, se veía a sí mismo sin título alguno. Era un "don nadie". Y "don nada".  Solo una "voz". Una voz en un desierto. Una voz sin audiencia, sin resonancia, sin propaganda.

Un grito que pide solamente una cosa: que los caminos de la vida se allanen; que esta vida no sea tan tortuosa, tan costosa, que podamos recuperar la libertad perdida y volver al propio hogar. A esto se refería el profeta Isaías (40,3), que anunciaba el regreso de los desterrados judíos de Babilonia a su patria.

Así, con esta forma de vivir y con este mensaje, fue como Juan le preparó el camino a Jesús. 

 

San Basilio Magno y San Gregorio Nazianceno, obispos y doctores de la Iglesia.

 


Memoria de los santos Basilio Magno y Gregorio Nazianceno, obispos y doctores de la Iglesia. 

Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia (hoy en Turquía), apellidado “Magno” por su doctrina y sabiduría, enseñó a los monjes la meditación de la Escritura, el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna, ordenando su vida según las reglas que él mismo redactó. Con sus egregios escritos educó a los fieles y brilló por su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos. Falleció el día uno de enero de 379.

Gregorio, amigo suyo, fue obispo de Sancina, en Constantinopla y, finalmente, de Nacianzo. Defendió con vehemencia la divinidad del Verbo, mereciendo por ello ser llamado “Teólogo”. La Iglesia se alegra de celebrar conjuntamente la memoria de tan grandes doctores.

 

San Basilio

 

San Basilio nació en Cesarea (Asia Menor) alrededor del año 330 y en una familia de Santos. Sus hermanos fueron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre fue San Basilio el Viejo, su madre Santa Emelia y su abuela Santa Macrina.

Su compañero de estudios e inseparable amigo en la defensa de la fe fue San Gregorio Nacianceno. Cuando San Basilio estaba en el éxito de su carrera profesional, sintió un gran impulso de abandonar el mundo y fue ayudado por su hermana Santa Macrina, quien junto a su viuda madre y otras mujeres vivían en comunidad en un lugar retirado.

Basilio recibió el bautismo, visitó diversos monasterios y en un sitio agreste se entregó al retiro solitario con la plegaria y el estudio. Se le unieron algunos discípulos y formó el primer monasterio del Asia Menor. Sus enseñanzas se viven hasta hoy en los monjes de oriente e influenció incluso en San Benito, quien lo consideraba su maestro.

Fue ordenado sacerdote y San Gregorio Nacianceno lo animó a que le ayude con la defensa del clero, las iglesias y las verdades de fe. Fue nombrado primer auxiliar del Arzobispo de Cesarea y usó la herencia que le dejó su madre para ayudar a los necesitados. Solía salir con delantal y cucharón repartiendo comida.

Más adelante reemplazó al fallecido arzobispo y defendió la autonomía de la Iglesia ante el emperador Valente. Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar con frecuencia. Partió a la Casa del Padre el primero de enero del año 379.

 

San Gregorio

 

San Gregorio Nacianceno nació en Capadocia (actual Turquía) el mismo año que San Basilio. Su padre fue San Gregorio el Mayor, Obispo de Nacianzo, su madre Santa Nona y sus hermanos Santos Cesáreo y Gorgonia.

También se unió a San Basilio en la vida solitaria, pero fue ordenado sacerdote y le costó un tiempo entregarse a este servicio. Por el 372 San Basilio quería consagrarlo Obispo de Sasima, lugar que estaba sobre terrenos en disputa por las Dos Capadocias (Territorio dividido). Esto trajo enemistad entre los amigos.

Con el tiempo los Santos se volvieron a reconciliar y después de recorrer varias ciudades, San Gregorio se estableció en Constantinopla. Fue consagrado Obispo, pero sufrió por difamaciones y persecuciones de los herejes.

El Concilio de Constantinopla (381) estableció y confirmó las conclusiones del Concilio de Nicea contra los herejes que negaban la divinidad de Cristo y otras verdades de fe.

San Gregorio fue nombrado Obispo de Constantinopla, pero sus enemigos pusieron en duda la validez de su elección por lo que para restaurar la paz el Santo volvió a Nacianzo. Allí se convirtió en el Obispo de este territorio, después se retiró al retiro y partió a la Casa del Padre el 25 de enero del año 389 o 390.

 

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