19 de Abril
Domingo
3º de Pascua. Ciclo - B
Perdón,
resurrección y misión.
El
perdón
Las
tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo
el mundo gracias a la muerte de Jesús.
La
primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que
se borren vuestros pecados.
La
segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no
pequéis.
Pero,
si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo,
el justo.”
En
el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la
conversión
y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.
Gente
con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la
conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeocristiana para
amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se
encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo
típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la
muerte de Jesús.
La
resurrección y sus pruebas
El
evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la
resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros
cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona
condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades,
religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy
convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús
seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la
expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte
una evolución muy interesante:
1. En
el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un
ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen
asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).
2. En
el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del
mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden
abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
3.
Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a
propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había
cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los
apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero
Jesús les ofrece pruebas físicas
irrefutables:
camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice
y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos
este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las
manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a
comer un trozo de pescado ante ellos.
En
aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por
el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio
de ellos y les dice: Paz
a vosotros.
Llenos
de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:¿Por
qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?
Mirad mis manos
y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un
fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho
esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer
por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
¿Tenéis
ahí algo que comer?
Ellos
le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de
ellos.
4.
Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la
posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese
tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber
visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al
sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al
lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ve las brasas preparadas
y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se
atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”.
Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y
certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de
que lo es.
5. La
sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde,
inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy
curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no
parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había
expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino
dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que
no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.
He
querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque
a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas
arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de
acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa
certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en
él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.
La
sección final de Lucas
El
hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una
prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores
del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que
cuenta Lucas.
Por
eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a
todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el
sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es
abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través
de ella, de lo anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se
ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de
perdón y salvación.
-
Y les dijo:
Esto
es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito
en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía
que cumplirse.
Entonces
les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
-
Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los
muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y
el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.
La
mejor prueba de la resurrección de Jesús
Las
últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En
su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos
de esto.” La
frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a
nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión
del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de
Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de
la resurrección de Jesús.