jueves, 30 de abril de 2015

Párate un momento: 1 DE MAYO - VIERNES - 4ª SEMANA DE PASCUA




1 DE MAYO
- VIERNES - 4ª SEMANA DE PASCUA

Jn 14,1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino. Tomás le dice: “Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le responde: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.

1.     Jesús dijo estas palabras cuando se despedía de sus discípulos. Fue una despedida tranquilizante, esperanzadora y hasta ilusionante: Jesús tranquiliza a sus amigos y les asegura que les prepara sitio para estar
juntos: “Os llevaré conmigo". Los detalles de humanidad son entrañables. Pero una humanidad fundida con la fe religiosa y la esperanza del que está persuadido de que las limitaciones de lo humano se verán trascendidas.

2.      Pero, ¿cómo será eso posible? Las dudas y las oscuridades de Tomás son nuestras dudas y oscuridades. De sobra sabemos que este tipo de lenguaje y estos temas entrañan siempre pensamientos e inseguridades que nunca nos tranquilizan plenamente. Es la inevitable oscuridad de la fe.


3.      La respuesta de Jesús es genial: “El camino soy Yo". Quien se esfuerza por identificarse con Jesús, con su bondad, su libertad, su cercanía a todo dolor y toda pena, su paz y su honda felicidad, quien quiere hacer eso, en su vida y en sus circunstancias concretas, está en el buen camino, en el único camino. Teniendo presente un punto capital: esto no es cuestión de religión, sino que es cuestión de humanidad. Todo ser humano que, coherente con su cultura y sus creencias, se comporta con bondad y humanidad, está en el camino correcto. Porque la clave de lo que nos enseña Jesús no está en “lo religioso” que explicó, sino en “lo humano” que vivió.





miércoles, 29 de abril de 2015

PÁRATE UN MOMENTO: 30 DE ABRIL - JUEVES - 4ª SEMANA DE PASCUA




30 DE ABRIL
- JUEVES -  4ª SEMANA DE PASCUA

Jn 13, 14-20

     Después que Jesús lavó los pies a sus discípulos les dijo: “Os aseguro: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado". Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado, me recibe a mi, y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado".

       1. Dios se ha encarnado con lo humano en el hombre Jesús. Por eso, se ha revelado en lo humano. Y se ha fundido con lo humano. Y hasta se puede afirmar que Dios se ha confundido con lo humano. De forma que, en todo lo verdaderamente humano, ahí está Dios y en eso se encuentra a Dios. Hasta el punto de que, en todo cuanto es agresión o desprecio de lo humano, por más que se haga por motivos divinos, en eso no puede estar Dios.

       2. Hay quien se resiste a aceptar que Dios se ha confundido con lo humano. Sin embargo, Jesús dice: “El que recibe a mi enviado, me recibe a mi, y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado". (Jn 13, 20). Lo mismo se dice en Mt 10, 40, aplicado también a los discípulos. Lo mismo se dice igualmente de los niños, los que entonces carecían de todo derecho  dignidad (Mc 9,37; Mt 18,5). Y lo mismo, aplicado a cualquier ser humano (Lc 10, 16; 9,48).


       3. ¿Por qué tratamos con más respeto “lo sagrado” que “lo profano”? ¿Por qué a muchas personas les preocupa más “lo religioso” que “lo laico” o “lo civil”? ¿No será porque creemos más en el Dios que está en el templo, que en el Dios que está en el niño, en el vecino, en el mendigo, en cualquiera? ¿No será eso el más claro indicio de que nos importa más el éxito de la religión que la suerte o la desgracia de los seres humanos?


martes, 28 de abril de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 29 DE ABRIL – MIÉRCOLES - 4ª SEMANA DE PASCUA






29 DE ABRIL – MIÉRCOLES -
4ª SEMANA DE PASCUA


Jn 12,44-50

En aquel tiempo, gritó Jesús: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis Palabras y no las cumpla, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
El que me rechaza y no acepta mis Palabras, tiene quien lo juzgue: la Palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía, el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre”.

1. Sin duda alguna, lo más importante y lo más fuerte que hay en el Evangelio, es que cambia nuestra idea de Dios. La existencia de Dios es un Enigma y un Misterio. Pero, además de eso, la idea misma de Dios es una contradicción. Porque, cuando hablamos de Dios, tropezamos con un
problema que no tiene solución: conciliar la omnipotencia y la bondad de Dios con el mal que hay en el mundo. A la vista de tanta desgracia, o Dios no es tan poderoso como dicen; o no es tan bueno como lo imaginamos.

2. Por tanto, Dios tiene que ser diferente de como nos lo han presentado los filósofos y los teólogos de antaño. Aquí es donde entra la genialidad del Evangelio, en el que Jesús dice: “El que me ve a mi, ve al que me ha enviado”. La gente que veía a Jesús, veía a un hombre. Pero lo grande es que, en aquel hombre, veía a Dios, que era quien lo había enviado. El hombre Jesús es la imagen de Dios. De forma que la genialidad del Evangelio está en que, a partir de Jesús, no se trata de aplicar los atributos divinos al modesto judío de Nazaret, sino de entender a Dios desde las convicciones humanas de Jesús.


3. Dios, por tanto, es tan humano como Jesús. Y tan cercano a los pobres, los enfermos, los que sufren, los que se sienten atormentados por dudas y sentimientos de culpa, como lo fue Jesús. Por eso Jesús dice que “creer” en él es “creer” en Dios.


lunes, 27 de abril de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 28 DE ABRIL - MARTES - 4ª SEMANA DE PASCUA






28 DE ABRIL
- MARTES - 4ª SEMANA DE PASCUA

Jn 10, 22-30

      En aquel tiempo, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del Templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente” Jesús les respondió: “Os lo he dicho y no me creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”

1. Cuando se trata de cargos o tareas civiles (políticas, sociales, de enseñanza...), cada cual se autentifica por los títulos, documentos, nombramientos y otros papeles que puede enseñar a quien se los pida. Cuando se trata de actuar en nombre de Dios y para representar a Dios, no hay más credenciales que la propia vida, la vida que uno lleva, las obras que hace y los frutos que produce. Por eso dice Jesús: “Las obras que yo hago, dan testimonio de mí”.

2. En la cultura antigua se decía que la coordinación entre “ergon” (tarea, obra) y “lógos” (palabra) expresa la unidad y armonía de la persona (Jeno-fonte, Epicteto, Edo 3, 8; 4 Mac 5, 38; Josefo). Cuando una persona habla defendiendo unas creencias y se comporta al revés de lo que dice, ¿qué credibilidad puede tener para que la gente acepte su enseñanza? Y tiene que ser así. Porque las verdaderas convicciones de una persona se manifiestan en lo que hace (cómo vive, lo que hace, cómo lo hace...), no en lo que dice.


3. De lo dicho se sigue una consecuencia fuerte: la predicación religiosa tendría que plantearse de forma que el predicador se dedicara y se limitara a explicar su propia vida, o sea, decirle a la gente, en catequesis, homilías y sermones: “Mirad, yo vivo así y hago lo que hago porque creo en el Evangelio y lo he tomado en serio. Solo así se podría asegurar y garantizar la unidad y armonía entre el lógos (la palabra) y el ergon (la tarea, la conducta). Eso es lo que hizo Jesús. Dar un testimonio de su vida. En realidad, el Sermón del Monte no fue sino una explicación de lo que Jesús hacía y de cómo vivía. No se trata de ser ingenuamente vanidoso, hablando uno de sí mismo. Se trata de que la propia vida sea una transparencia del Evangelio, en el que está patente lo mismo la grandeza de Jesús que la pequeñez de publicanos y pecadores. Jesús transmitió conocimientos que fueron la explicación de su propia vida.

domingo, 26 de abril de 2015

Párate un momento: 27 DE ABRIL - LUNES - 4ª SEMANA DE PASCUA. Evangelio del Dia






27 DE ABRIL
- LUNES - 4ª SEMANA DE PASCUA

Jn 10, 1-l0.

     En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños". Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entra por mi, se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar, y hacer estrago: yo he venido para que tengan vida y la tengan abundan te”.

1. La simple lectura de este texto sugiere una reflexión lógica y elemental: si uno ve una casa en la que quienes entran y salen de ella no lo hacen por la puerta, sino que saltan por las ventanas y los balcones, cualquiera que presencie una cosa tan rara, pensará que los que así entran y salen de la casa son ladrones o están locos de remate. No usar la puerta en una casa rompe la lógica de la normalidad y nos mete de lleno en lo extravagante. Pues bien, Jesús dice: “Yo soy la puerta”. Quien no entra por esta
puerta, es decir quien no se ajusta a la vida de Jesús, a su Evangelio, ¿qué busca en la comunidad cristiana o en la Iglesia? ¿No parecemos, muchas veces, gente extraña?

2. Pero también aquí tropezamos con una dificultad inevitable: si para la salvación no hay más puerta que Jesús, ¿no es eso condenar a la gran mayoría de la humanidad? ¿No es eso tanto como despreciar a quienes tienen otras creencias o han nacido en otras culturas con sus religiones? Jesús termina diciendo: “Yo he venido para que tengan vida". En los evangelios no consta que Jesús fundara una religión. Lo que Jesús quiso que todos tengamos vida. Una vida plenamente humana y feliz. Jesús la puerta, el acceso, a todas las religiones o proyectos de vida que hacen que este mundo sea más humano y más habitable. Por eso, y solo por eso, Jesús puede ser el acceso a la plenitud total de la vida.


sábado, 25 de abril de 2015








[25 de Abril] San Marcos Evangelista - Recogió en su Evangelio toda la catequesis del Apóstol San Pedro de quien fue discípulo. Acompañó a Pablo y Bernabé en sus viajes misioneros ►

http://www.pildorasdefe.net/post/evangelio/IHS.php?id2=santoral-catolico-san-marcos-evangelista-25-abril

Evangelio del Domingo 4º de Pascua. Ciclo B




Evangelio del Domingo 4º de Pascua. Ciclo B

Pasado, presente y futuro.



       En los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de Jesús resucitado. A partir de este domingo y hasta la Ascensión las lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de san Juan, se centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración sacerdotal.
No es fácil encontrar una relación entre las tres lecturas de hoy porque se usan imágenes muy distintas: Piedra angular para hablar de Jesús (1 lectura); Padre e hijos para hablar de Dios y nosotros (2ª lectura); pastor y rebaño, para hablar de Jesús y nosotros (evangelio). Buscando una relación entre ellas la vería en el ritmo del tiempo de Jesús y de nosotros.

Pasado y presente de Jesús (Hechos de los apóstoles 4,8-12)

      Se supone conocido el relato anterior. Pedro y Juan suben al templo para la oración de media tarde y en la puerta Hermosa encuentran tendido a un lisiado que les pide limosna. Pedro lo agarra de la mano derecha, lo levanta y lo cura. Ante el asombro del pueblo, Pedro pronuncia un discurso en el que atribuye la curación Jesús (este discurso se leyó en parte el domingo pasado, 3º del ciclo B). Los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, se irritan al escuchar sus palabras y al día siguiente los convocan ante el Consejo y los interrogan. La respuesta de Pedro es la siguiente:

En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: -«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

       Para un judío, el nombre equivale a la persona. El nombre de Jesús es Jesús. En estas pocas palabras se resume su pasado y su presente. El pasado ofrece una imagen de Jesús totalmente pasiva: no se recuerda su predicación ni sus milagros. Sólo se cuenta lo que hicieron con él las autoridades judías y Dios. Las autoridades lo rechazaron y crucificaron; Dios los resucitó y convirtió en piedra angular. De esto se deduce su situación presente: él es quien ha curado al lisiado, y el único que puede salvarnos a todos nosotros.

Presente y futuro del cristiano (1ª carta de Juan 3, 1-2)

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

        La 1ª lectura hablaba del pasado y el presente de Jesús. Esta 2ª habla de nuestro presente y nuestro futuro. El presente: somos hijos de Dios. El futuro: seremos semejantes a Dios. Cuando nace un niño siempre se buscan parecidos con el padre, la madre y otros miembros de la familia. Para el autor de la carta, la semejanza nuestra con Dios no es algo que se perciba ya desde ahora; se manifestará en el futuro. Pero eso no impide que seamos ya realmente hijos de Dios. Lástima que esto no se valore. Si fuéramos hijos de un deportista famoso o de un cantante de moda, todos querrían hacerse una foto con nosotros.

Pasado y futuro de Jesús (evangelio de Juan 10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

      La imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores: da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el evangelio hable de Jesús como “el buen pastor” debería haber dicho: bueno y absolutamente excepcional. Este pasaje del evangelio concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que hay un solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades cristianas que se irían formando en países paganos y a todos nosotros.

Relacionando las tres lecturas, Jesús, buen pastor nos ha salvado y nos ha conseguido el ser hijos de Dios. A nosotros nos corresponde escuchar su voz y agradecerle el don que nos ha hecho.



viernes, 24 de abril de 2015

Párate un momento: 25 DE ABRIL - SÁBADO - 3ª SEMANA DE PASCUA





25 DE ABRIL
- SÁBADO -   3ª SEMANA DE PASCUA

Santos del Día:  San Marcos Evangelista

Jn 6,60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”. Advirtiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: "¿ Esto os hace vacilar?’, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen” (Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar). Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede". Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?". Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.

1. Es comprensible la reacción de aquellos discípulos que se resistían a aceptar lo que Jesús acababa de decir. Téngase en cuenta que el texto griego, al hablar de “comer", utiliza el verbo "trógo", que tiene el matiz de “masticar”. La religión mal entendida es motivo de no pocos escándalos y de muchos abandonos. La gente ya está cansada de oír cosas que no entiende y que solo sirven para complicar la vida.

2. Por eso Jesús explica que, al contraponer el “Espíritu” a la “carne", no se refería a ningún desprecio de lo corporal, ni siquiera al menosprecio de nuestra condición carnal. Lo que Jesús quiso decir es que el Espíritu es quien nos hace comprender lo que significa todo eso de la identidad entre el pan y el cuerpo de Cristo. Una persona que no piensa nada más que en lo carnal, y que carece de Espíritu y las cosas del Espíritu no le interesan en absoluto, ¿qué hace acercándose a comulgar? Eso es lo que dijo Jesús.

3. Cuando Jesús ve que los discípulos se le van en masa, no se pone a llamarlos para explicarles mejor lo que ha dicho o para convencerlos de que se queden con él. Jesús se limita a hacer una sola pregunta a los pocos que le quedaban: "¿Vosotros también queréis iros?". Cuando Jesús decía una cosa, no daba un paso atrás. Estaba dispuesto a seguir su camino, solo. Así de fuertes eran sus convicciones. Por lo demás, la respuesta de Pedro es genial: “¿A quién vamos a acudir?”. O sea, después de haberte conocido a ti y de haber convivido contigo, ¿dónde nos vamos a meter? La vida sin ti, Jesús, ya no tiene sentido”.


jueves, 23 de abril de 2015

Párate un momento: Evangelio del dia .- 24 DE ABRIL - VIERNES - 3ª SEMANA DE PASCUA





24 DE ABRIL
- VIERNES - 3ª SEMANA DE PASCUA


Jn 6,52-59

     En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: "¿ Cómo puede este darnos a comer su carne?”. Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre: del mismo modo, el que me come, vivirá por mi. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre".

1. Para entender correctamente este texto, parece necesario tener en cuenta lo siguiente: 1) Lo más probable es que Jesús no dijo estas cosas. Así lo piensan los autores mejor documentados sobre este punto (A. Sand). Al unir “comer la carne” con “beber la sangre", seguramente estamos ante una añadidura del redactor final del IV evangelio, para conectar el discurso de Jesús con la ceremonia eucarística que ya entonces celebraban no pocas comunidades cristianas. 2) En esta forma de hablar, se expresa (según parece) la postura que los cristianos más ortodoxos adoptaron frente a los docetas, una de las muchas sectas gnósticas de aquel tiempo, que mostraban un desprecio fuerte contra lo carnal del ser humano.


2. En la eucaristía está presente Jesús. Pero en la eucaristía no nos comemos el cuerpo histórico de Jesús, el cuerpo que nació de María, el que recorrió los caminos de Palestina, el que murió en la cruz. No comemos ese cuerpo porque ese cuerpo ya no existe. En la eucaristía recibimos al Cristo resucitado. Lo recibimos realmente, de verdad. Pero eso se ha explicado en la Iglesia de distintas maneras. San Agustín decía que la eucaristía es “una figura que nos manda comulgar con la pasión del Señor”. (De Doctr. Christ., III, 24). Esta comunión la entendió la Iglesia de forma simbólica durante más de diez siglos. Comulgar no es recibir una “cosa” santa y sagrada. Comulgar es unirse a Cristo de forma que la persona y la vida de Jesús están presentes en la vida del que comulga.

Párate un momento: 23 DE ABRIL - JUEVES - 3ª SEMANA DE PASCUA - El Evangelio del día.







23 DE ABRIL
- JUEVES - 3ª SEMANA DE PASCUA

Jn 6,44-51



En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: “Nadie puede venir a mi, si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día”. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie ha visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ese ha visto al Padre. Os aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná, y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”.

1. En este texto del discurso en Cafarnaún, Jesús avanza en su propuesta. Y da un paso decisivo. Hasta ahora ha dicho algo fundamental, que repite una vez más: “Yo soy el pande/a vida”. La propuesta religiosa, que Jesús hace, es propuesta de pan que sacia apetencias y que da vida. Vida “eterna”, es decir, una vida sin limitación alguna, sin principio ni fin. Decir “eterna” no es hablar de duración, sino de plenitud. Tomar en serio a Jesús es tomar en serio la vida, la propia y la de los demás.

2. Esto supuesto, el paso decisivo que ahora da Jesús es asegurar algo sorprendente: “el pan que yo daré es mi carne”. Ya no se trata del pan que representa a Jesús en cuanto que sustituye a la Ley y pone en marcha una nueva forma de entender y vivir la religión. Ahora se trata de que Jesús mismo se da como pan. La palabra “carne” (sarx) tiene en el griego antiguo, entre otros significados, también el de “persona”, es decir, el ser humano en su totalidad. Por eso, cuando Jesús dice: “el pan que yo daré es mi carne”, quiere decir: “el pan que yo daré, no es solo el proyecto y el ejemplo de mi vida, sino que soy yo mismo. Jesús está presente en la vida del que cree en él. Jesús está en el creyente y acompaña en su vida.

3. Jesús hace esto “para la vida del mundo”, es decir, para que en mundo haya vida. Jesús no habla aquí de la vida “religiosa”, ni de la vida “sobrenatural”, “espiritual” o “eterna”. Jesús habla de la vida sin adjetivo. Es lo más elemental y lo central que todos apetecemos: vivir. Y vivir bien, con seguridad, con salud, con dignidad. Esto es lo que, ante todo sobre todo, quiere y propone Jesús.


martes, 21 de abril de 2015

Párate un momento: 22 DE ABRIL - MIÉRCOLES - 3ª SEMANA DE PASCUA





22 DE ABRIL
- MIÉRCOLES - 3ª SEMANA DE PASCUA

Jn 6,35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed; pero como os he dicho, habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día".

1. Jesús es el pan de vida. Aquí Jesús no habla todavía de la eucaristía. El “pan de vida", según se pensaba entonces, es la ley religiosa dada por Moisés a Israel. Jesús, por tanto, al decir que él es el “pan de vida’, lo que en realidad afirma es que, con su venida al mundo, se acabó la religión basada en el cumplimiento de leyes y normas, y empezó otra forma de entender y vivir la religión. Es la religión que consiste en vivir como vivió Jesús, pensar, como pensó él y tener las costumbres y preferencias que él tuvo.

2. Al proponer este proyecto de religión, Jesús no pide un imposible. Ni se trata de un proyecto de renuncias y sacrificios heroicos. Todo lo contrario. Lo que Jesús promete es que quien tome en serio su proyecto no pasará ni hambre ni sed. Es decir, encontrará la satisfacción de sus apetencias más básicas. Lo que es tanto como asegurar que, en cualquier caso, la religión tiene que ser un proyecto de satisfacción, es decir, de felicidad.


3. El problema, a juicio de Jesús, está en que la fe se conecta, no con “lo que se oye”, sino con “lo que se ve”. Lo que se oye es doctrina, teorías...; lo que se ve son hechos de vida. Y aquí es donde tropezamos con la dificultad. Los que vieron a Jesús, lo lógico es que creyeran en él. Nuestra dificultad radica en que no vemos a Jesús, sino cosas y conductas que, muchas veces, poco o nada tienen que ver con Jesús. Por eso, el recurso al Evangelio, a la “memoria” de su vida y su palabra, eso es lo que podrá fortalecer la fe que sacia nuestras apetencias más legítimas.


Párate un momento. 21 DE ABRIL - MARTES - 3ª SEMANA DE PASCUA



21 DE ABRIL
 - MARTES  -    3ª   SEMANA DE PASCUA



Jn 6, 30-35

En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: "¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo".
Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”.  Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan". Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”.

       1. Jesús empieza a explicar aquí el significado profundo del pan que dio a comer a la gente cuando el episodio de la multiplicación de los panes.
Jesús les ha dicho que no entendieron el significado profundo de lo que allí pasó. Y ellos le preguntan en qué consiste tal significado. En las Escrituras judías estaba dicho que, a los que huyeron de Egipto, Dios les dio a comer “pan del cielo” (Ex 16, 13 ss; Sal 77, 24 5; Sab 16, 20), el maná del desierto.

      2. Jesús les responde que “el pan de Dios” es el que da vida, no a algunos privilegiados solamente, sino a todo el mundo. Pero aquí es determinante saber que, en tiempo de Jesús, cuando los judíos hablaban del “pan de Dios",  con esa expresión se referían a la Ley que Dios dio al pueblo en el desierto por medio de Moisés. Esta interpretación está bien documentada y aceptada por los mejores especialistas en este asunto (X. Léon-Dufour).

      3. Pero lo sorprendente es que, a renglón seguido, Jesús añade: “Yo soy el pan de vida".  Al decir eso, Jesús estaba afirmando: “La Ley que Dios os da soy yo”.  Es decir, la religión de Jesús no consiste en la observancia de unas normas legales, sino en el seguimiento y la adhesión a una persona. La estructura básica del cristianismo no es jurídica, sino personal. En cuanto que consiste en ser fiel a la relación fiel a Jesús.


domingo, 19 de abril de 2015

Párate un momento - 20 - ABRIL - LUNES - 3ª - SEMANA DE PASCUA





 20 - ABRIL - 
     LUNES  -  3ª -  SEMANA DE PASCUA


Jn 6,22-29

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago, notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entre tanto, unas lanchas de Tiberiades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan (sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias). Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí), se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago le preguntaron. “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” Jesús les contestó: “Os lo aseguro: me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, el que os dará el Hijo del Hombre; pues este lo ha sellado el Padre, Dios".
Ellos le preguntaron. "Y qué obra tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es esta: que creáis en el que Él ha enviado”.

1. La primera preocupación que siempre han tenido, y siguen teniendo, todos los seres humanos es la preocupación por la vida, por tener una vida sana y segura. Ahora bien, la sanidad y seguridad de la vida supone alimentación y salud. Por eso, los dos grandes
temas, que aparecen constantemente en los evangelios, son la salud de los enfermos y la comida de los que carecen de alimentos, no en cuanto limosna para llenar el estómago, sino como comensalía para compartir la mesa.

2. Por eso, si hablamos de la comida, no en cuanto mera solución al hambre de cada uno, sino en cuanto comensalía, que nos lleva al tema del compartir con los demás, se comprende lo que Jesús le dijo a la gente que le buscaba. Aquella gente no comprendió el significado de la multiplicación de los panes. Solo apetecían el pan que aquel día les resolvería el problema del hambre. El problema está en que, como eso es lo único que nos preocupa a casi todos, por eso no se resuelve el problema del hambre en el mundo. Y, menos aún, el problema que es la causa de que haya tanta hambre en un mundo en el que sobran alimentos.

3. Se suele decir que este espantoso problema no se resuelve porque no hay voluntad política para resolverlo. No es eso. El problema radica en la falta de fe, es decir, en la falta de una motivación superior, de una voluntad y una fuerza superior, que nos haga sensibles a la solidaridad y a la comensalía para todos. La solución está en que tengamos fe en Él, es decir, que la “memoria subversiva” de Jesús movilice nuestras vidas.


sábado, 18 de abril de 2015

Párate un momento.- 19 de Abril Domingo 3º de Pascua. Ciclo - B









19 de Abril


Domingo 3º de Pascua. Ciclo - B

Perdón, resurrección y misión.

El perdón

Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús.
La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.

La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.
Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” 

En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la
conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Gente con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeocristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección y sus pruebas

El evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte una evolución muy interesante:

1. En el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).

2. En el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).

3. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
¿Tenéis ahí algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

4. Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ve las brasas preparadas y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”. Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de que lo es.
5. La sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde, inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.

He querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.

La sección final de Lucas

      El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

      Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de lo anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

- Y les dijo:
Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
- Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La mejor prueba de la resurrección de Jesús 

        Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.



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18 DE ABRIL
- SÁBADO 2ª SEMANA DE PASCUA -

Jn 6, 16-21

En aquel tiempo, al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, se embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada y todavía Jesús no los había alcanzado, soplaba un viento fuerte y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: “Soy yo, no temáis’. Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra enseguida, en el sitio a donde iban.

1. El relato de la multiplicación de los panes termina diciendo que aquellas gentes, entusiasmadas al ver que Jesús les había dado de comer en abundancia, quisieron proclamarlo rey. Jesús no aceptó semejante propuesta: despidió a la gente, mandó a los discípulos a la otra orilla del lago, lejos de aquella posible tentación, y él se fue solo al monte, a orar. Jesús era un “hombre de Dios", no un “hombre del poder", ni “hombre de fama” y, menos aún, un “populista”. La profunda humanidad de Jesús se alimentaba de su profunda espiritualidad.

2. Alejarse del lugar del éxito, de la popularidad y del aplauso de la gente,
resultó difícil, como una noche oscura, en un mar encrespado y con viento contrario. Así las cosas, lo que más sintieron fue el miedo, no la cercanía de Jesús que les buscaba rápido, para alcanzarlos, con la ingravidez del que se desliza por encima de las aguas agitadas.

3. La palabra de Jesús, “Soy yo", va acompañada de un mandato que
siempre agrada: “No temáis". La cercanía de Jesús, la presencia de Jesús,
va siempre acompañada de una experiencia que todos necesitamos y que tanto deseamos: liberarnos del miedo. Son demasiados los miedos que nos atenazan, nos atormentan, nos avergüenzan. Miedos inconfesables, miedos que no podemos superar. La presencia de Jesús se nota en la paz, la alegría y la ilusión que va unida a la victoria sobre el miedo.


viernes, 17 de abril de 2015

Párate un momento. 17 DE ABRIL - VIERNES 2ª SEMANA DE PASCUA


17 DE ABRIL
 - VIERNES 2ª SEMANA DE PASCUA

Jn 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea
(o de Tiberiades). Lo se guía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: "¿Con qué compraremos panes para que coman estos?” (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es eso para tantos?” Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo". Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron dijo a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie".  Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo". Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo Rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

1. Lo más seguro es que, cuando se escribió el evangelio de Juan, de la multiplicación de los panes estaba ya relatada por escrito, por lo menos, cinco veces (Mc 6, 33-46; 8, 1-9; Mt 14, 18-23; 15, 32-39; Lc 9, 10-17). Por eso cabe decir que, si el IV evangelio relata una vez más este episodio, sin duda lo hace porque quiere que los cristianos caigan en la cuenta (o se enteren) de algo que no está dicho en los otros relatos y que es importante. ¿De qué se trata?.

2. La multiplicación de los panes le sirve a Juan para introducir el capítulo que dedica al pan del cielo y a la eucaristía. Pero, en el relato de los panes, Juan señala un detalle que puede pasar inadvertido, pero que es de importancia. Se trata de que este hecho singular ocurrió cuando “estaba cerca la Pascua, la  fiesta de los judíos”.  Esta fiesta era la más importante de la religión de  Israel. Porque conmemoraba el acontecimiento de la liberación de Egipto. Los israelitas tenían la obligación de subir a Jerusalén para
matar el cordero en el templo y participar en los ceremoniales religiosos, que duraban siete días.

3. El evangelio de Juan señala que, cuando llega la Pascua, la fiesta religiosa más importante de aquel pueblo, Jesús no sube a Jerusalén, no va al templo, no participa en los ritos religiosos de su nación. Jesús se queda en Galilea, con los pobres, en el campo, en medio de la pobre gente que solo tiene panes de cebada, el pan de los necesitados, y además lo tiene escaso. Y así las cosas, la gran fiesta religiosa, para Jesús, es que los hambrientos coman hasta saciarse. Jesús “seculariza" la religión: la hace menos sagrada y menos solemne, pero más humana. Según Jesús, cuanto más humano es algo, por eso mismo es más divino.