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DE MAYO
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VIERNES - 4ª SEMANA DE PASCUA
Jn
14,1-6
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No perdáis la calma:
creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay
muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os
prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy
yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dice: “Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos
saber el camino?” Jesús le responde: “Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.
1. Jesús
dijo estas palabras cuando se despedía de sus discípulos. Fue una
despedida tranquilizante, esperanzadora y hasta ilusionante: Jesús tranquiliza
a sus amigos y les asegura que les prepara sitio para estar
juntos:
“Os llevaré conmigo". Los detalles de humanidad son
entrañables. Pero
una humanidad fundida con la fe religiosa y la esperanza del que está
persuadido de que las limitaciones de lo humano se verán
trascendidas.
2. Pero,
¿cómo será eso posible? Las dudas y las oscuridades de Tomás son
nuestras dudas y oscuridades. De sobra sabemos que este tipo de lenguaje
y estos temas entrañan siempre pensamientos e inseguridades que
nunca nos tranquilizan plenamente. Es la inevitable oscuridad de la fe.
3. La
respuesta de Jesús es genial: “El camino soy Yo". Quien se
esfuerza por identificarse con Jesús, con su bondad, su libertad, su
cercanía a todo dolor y toda pena, su paz y su honda felicidad,
quien quiere hacer eso, en su vida y en sus circunstancias concretas,
está en el buen camino, en el único camino. Teniendo presente un
punto capital: esto no es cuestión de religión, sino que es
cuestión de humanidad. Todo ser humano que, coherente con su cultura
y sus creencias, se comporta con bondad y humanidad, está en el
camino correcto. Porque la clave de lo que nos enseña Jesús no está
en “lo religioso” que explicó, sino en “lo humano” que
vivió.
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