Evangelio del Domingo 4º de Pascua. Ciclo B
Pasado, presente y futuro.
En
los domingos anteriores se han recordado diversas apariciones de
Jesús resucitado. A partir de este domingo y hasta la Ascensión las
lecturas del evangelio, tomadas siempre del evangelio de san Juan, se
centrarán en diversos aspectos de la relación entre Jesús y el
cristiano: buen pastor, vid y sarmientos, mandamiento nuevo, oración
sacerdotal.
No
es fácil encontrar una relación entre las tres lecturas de hoy
porque se usan imágenes muy distintas: Piedra angular para hablar de
Jesús (1 lectura); Padre e hijos para hablar de Dios y nosotros (2ª
lectura); pastor y rebaño, para hablar de Jesús y nosotros
(evangelio). Buscando una relación entre ellas la vería en el ritmo
del tiempo de Jesús y de nosotros.
Pasado
y presente de Jesús (Hechos de los apóstoles 4,8-12)
Se
supone conocido el relato anterior. Pedro y Juan suben al templo para
la oración de media tarde y en la puerta Hermosa encuentran tendido
a un lisiado que les pide limosna. Pedro lo agarra de la mano
derecha, lo levanta y lo cura. Ante el asombro del pueblo, Pedro
pronuncia un discurso en el que atribuye la curación Jesús (este
discurso se leyó en parte el domingo pasado, 3º del ciclo B). Los
sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, se irritan al
escuchar sus palabras y al día siguiente los convocan ante el
Consejo y los interrogan. La respuesta de Pedro es la siguiente:
En
aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: -«Jefes del
pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos
interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre;
pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido
el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a
quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta
éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis
vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular;
ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro
nombre que pueda salvarnos.»
Para
un judío, el nombre equivale a la persona. El nombre de Jesús es
Jesús. En estas pocas palabras se resume su pasado y su presente. El
pasado ofrece una imagen de Jesús totalmente pasiva: no se recuerda
su predicación ni sus milagros. Sólo se cuenta lo que hicieron con
él las autoridades judías y Dios. Las autoridades lo rechazaron y
crucificaron; Dios los resucitó y convirtió en piedra angular. De
esto se deduce su situación presente: él es quien ha curado al
lisiado, y el único que puede salvarnos a todos nosotros.
Presente
y futuro del cristiano (1ª carta de Juan 3, 1-2)
Queridos
hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos
de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció
a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste,
seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
La
1ª lectura hablaba del pasado y el presente de Jesús. Esta 2ª
habla de nuestro presente y nuestro futuro. El presente: somos hijos
de Dios. El futuro: seremos semejantes a Dios. Cuando nace un niño
siempre se buscan parecidos con el padre, la madre y otros miembros
de la familia. Para el autor de la carta, la semejanza nuestra
con Dios no es algo que se perciba ya desde ahora; se manifestará en
el futuro. Pero eso no impide que seamos ya realmente hijos de Dios.
Lástima que esto no se valore. Si fuéramos hijos de un deportista
famoso o de un cantante de moda, todos querrían hacerse una foto con
nosotros.
Pasado
y futuro de Jesús (evangelio de Juan 10, 11-18)
En
aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da
la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de
las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo
hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan
las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las
mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al
Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas
que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y
escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por
esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder
recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.
Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este
mandato he recibido de mi Padre.»
La
imagen del pastor era frecuente en el Antiguo Oriente para referirse
al rey: simbolizaba la relación correcta con sus súbditos, que no
debía ser despótica sino preocupada por su bienestar. Jesús se la
aplica, pero llegando a un extremo que no se da entre los pastores:
da la vida por sus ovejas. Es cierto que un pastor, a diferencia del
asalariado, está dispuesto a luchar con el lobo para defender al
rebaño. Pero no es normal que esté dispuesto a morir por sus
ovejas. A tanto no llega. Jesús, en cambio, ve así su misión: dar
la vida por ellas. No lo hace por obligación, forzado, sino
libremente. Sabiendo que esa vida que entrega la podrá recuperar. Y
esto tampoco puede hacerlo un pastor normal y corriente. Aunque el
evangelio hable de Jesús como “el buen pastor” debería haber
dicho: bueno y absolutamente excepcional. Este pasaje del evangelio
concede también especial importancia al futuro de Jesús: a su labor
con respecto a otras ovejas, a las que debe buscar para que hay un
solo rebaño y un solo pastor. Es una referencia a las comunidades
cristianas que se irían formando en países paganos y a todos
nosotros.
Relacionando
las tres lecturas, Jesús, buen pastor nos ha salvado y nos ha
conseguido el ser hijos de Dios. A nosotros nos corresponde escuchar
su voz y agradecerle el don que nos ha hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario