lunes, 27 de abril de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 28 DE ABRIL - MARTES - 4ª SEMANA DE PASCUA






28 DE ABRIL
- MARTES - 4ª SEMANA DE PASCUA

Jn 10, 22-30

      En aquel tiempo, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del Templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente” Jesús les respondió: “Os lo he dicho y no me creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”

1. Cuando se trata de cargos o tareas civiles (políticas, sociales, de enseñanza...), cada cual se autentifica por los títulos, documentos, nombramientos y otros papeles que puede enseñar a quien se los pida. Cuando se trata de actuar en nombre de Dios y para representar a Dios, no hay más credenciales que la propia vida, la vida que uno lleva, las obras que hace y los frutos que produce. Por eso dice Jesús: “Las obras que yo hago, dan testimonio de mí”.

2. En la cultura antigua se decía que la coordinación entre “ergon” (tarea, obra) y “lógos” (palabra) expresa la unidad y armonía de la persona (Jeno-fonte, Epicteto, Edo 3, 8; 4 Mac 5, 38; Josefo). Cuando una persona habla defendiendo unas creencias y se comporta al revés de lo que dice, ¿qué credibilidad puede tener para que la gente acepte su enseñanza? Y tiene que ser así. Porque las verdaderas convicciones de una persona se manifiestan en lo que hace (cómo vive, lo que hace, cómo lo hace...), no en lo que dice.


3. De lo dicho se sigue una consecuencia fuerte: la predicación religiosa tendría que plantearse de forma que el predicador se dedicara y se limitara a explicar su propia vida, o sea, decirle a la gente, en catequesis, homilías y sermones: “Mirad, yo vivo así y hago lo que hago porque creo en el Evangelio y lo he tomado en serio. Solo así se podría asegurar y garantizar la unidad y armonía entre el lógos (la palabra) y el ergon (la tarea, la conducta). Eso es lo que hizo Jesús. Dar un testimonio de su vida. En realidad, el Sermón del Monte no fue sino una explicación de lo que Jesús hacía y de cómo vivía. No se trata de ser ingenuamente vanidoso, hablando uno de sí mismo. Se trata de que la propia vida sea una transparencia del Evangelio, en el que está patente lo mismo la grandeza de Jesús que la pequeñez de publicanos y pecadores. Jesús transmitió conocimientos que fueron la explicación de su propia vida.

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