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DE ABRIL
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MARTES - 4ª SEMANA DE PASCUA
Jn 10, 22-30
En aquel tiempo, se celebraba en Jerusalén la fiesta de
la Dedicación del Templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el
templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le
preguntaban: "¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si
tú eres el Mesías, dínoslo francamente” Jesús les respondió:
“Os lo he dicho y no me creéis: las obras que yo hago en nombre de
mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis,
porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las
conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán
para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las
ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi
Padre. Yo y el Padre somos uno”
1. Cuando se
trata de cargos o tareas civiles (políticas, sociales, de
enseñanza...), cada cual se autentifica por los títulos,
documentos, nombramientos y otros papeles que puede enseñar a quien
se los pida. Cuando se trata de actuar en nombre de Dios y para
representar a Dios, no hay más credenciales que la propia vida, la
vida que uno lleva, las obras que hace y los frutos que produce. Por
eso dice Jesús: “Las obras que yo hago, dan testimonio de mí”.
2. En la
cultura antigua se decía que la coordinación entre “ergon”
(tarea, obra) y “lógos” (palabra) expresa la unidad y armonía
de la persona (Jeno-fonte, Epicteto, Edo 3, 8; 4 Mac 5, 38; Josefo).
Cuando una persona habla defendiendo unas creencias y se comporta al
revés de lo que dice, ¿qué credibilidad puede tener para que la
gente acepte su enseñanza? Y tiene que ser así. Porque las
verdaderas convicciones de una persona se manifiestan en lo que hace
(cómo vive, lo que hace, cómo lo hace...), no en lo que dice.
3. De lo dicho
se sigue una consecuencia fuerte: la predicación religiosa tendría
que plantearse de forma que el predicador se dedicara y se limitara a
explicar su propia vida, o sea, decirle a la gente, en catequesis,
homilías y sermones: “Mirad, yo vivo así y hago lo que hago
porque creo en el Evangelio y lo he tomado en serio. Solo así se
podría asegurar y garantizar la unidad y armonía entre el lógos (la
palabra) y el ergon (la tarea, la conducta). Eso es lo que hizo
Jesús. Dar un testimonio de su vida. En realidad, el Sermón del
Monte no fue sino una explicación de lo que Jesús hacía y de cómo
vivía. No se trata de ser ingenuamente vanidoso, hablando uno de sí
mismo. Se trata de que la propia vida sea una transparencia del
Evangelio, en el que está patente lo mismo la grandeza de Jesús que
la pequeñez de publicanos y pecadores. Jesús transmitió
conocimientos que fueron la explicación de su propia vida.
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