13 DE ABRIL - LUNES
2ª SEMANA DE PASCUA
Jn
3,1-8
Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe
judío. Fue a ver a Jesús de noche y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de
parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces
si Dios no está con él”. Jesús le contestó: “Te aseguro, el que no nazca de
nuevo, no puede ver el Reino de Dios”.
Nicodemo le pregunta: “ ¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso
puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?” Jesús le
contestó: “Te aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar
en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu
es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo; el
viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de donde viene ni
adónde va. Así es todo e/que ha nacido del Espíritu”.
1. “Nacer de nuevo” es “ser una persona
distinta”. A veces, encontramos personas que dicen: “si yo naciera de nuevo,
viviría de otra forma distinta, sería diferente, haría o dejaría de hacer tal o
cual cosa”. Por tanto, lo que
Jesús
le dijo al fariseo Nicodemo es que su vida tenía que cambiar de tal forma, que
quien lo viera lo tendría por otra persona, como si viera a otro hombre. Y
conste que Nicodemo fue siempre un hombre honrado (Jn 7,
50;
19, 39). Pues incluso a este hombre Jesús le pide que cambie como si viniera de
nuevo a este mundo.
2. ¿En qué tendría que cambiar? Jesús no le
pide que deje de pertenecer al partido de los fariseos. Ni que cambie en tal o
cual cosa. Lo que le pide es que sea un hombre “de espíritu”. ¿Qué es eso?
“Espíritu” traduce la palabra griega “pneuma”, que significa “viento”. Por tanto, Jesús le
pide a Nicodemo que sea como el viento, que “no sabes de dónde viene ni a dónde
va”. Por tanto, lo que Jesús le pide a
Nicodemo es que sea libre, es decir, que, como el viento, no esté atado a nada
ni a nadie.
3. Jesús no le dice a Nicodemo que haga
siempre lo que le dé la gana.
Porque
eso no es libertad. Los que tienen adicción a algo, cuando satisfacen su adicción,
hacen lo que les da la gana. Pero no son libres. Son esclavos de su adición. La
libertad, que pide Jesús, brota del espíritu. Es libertad al servicio de la
misericordia, alga tan desconocido e infrecuente que nadie sabe “ni de dónde
viene ni a dónde va”.
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