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DE ABRIL – MIÉRCOLES -
4ª
SEMANA DE PASCUA
Jn
12,44-50
En
aquel tiempo, gritó Jesús: “El
que cree en mí, no cree en mí, sino en el
que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo
he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en
tinieblas. Al que oiga mis Palabras y no las cumpla, yo no le juzgo,
porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
El
que me rechaza y no acepta mis Palabras, tiene quien lo juzgue: la Palabra
que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo
no he hablado por cuenta mía, el Padre que me envió es quien me ha
ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato
es vida
eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el
Padre”.
1. Sin
duda alguna, lo más importante y lo más fuerte que hay en el
Evangelio, es que cambia nuestra idea de Dios. La existencia de Dios
es un Enigma
y un Misterio. Pero, además de eso, la idea misma de Dios es una contradicción.
Porque, cuando hablamos de Dios, tropezamos con un
problema
que no tiene solución: conciliar la omnipotencia y la bondad de Dios
con el mal que hay en el mundo. A la vista de tanta desgracia, o Dios no
es tan poderoso como dicen; o no es tan bueno como lo imaginamos.
2. Por
tanto, Dios tiene que ser diferente de como nos lo han presentado los
filósofos y los teólogos de antaño. Aquí es donde entra la
genialidad del Evangelio, en el que Jesús dice: “El que me ve a
mi, ve al que me ha enviado”. La gente que veía a Jesús, veía a
un hombre. Pero lo grande es que, en aquel hombre, veía a Dios, que
era quien lo había enviado. El hombre Jesús es la imagen de Dios.
De forma que la genialidad del Evangelio está en que, a partir de
Jesús, no se trata de aplicar los atributos divinos al modesto judío
de Nazaret, sino de entender a Dios desde las convicciones humanas de
Jesús.
3. Dios,
por tanto, es tan humano como Jesús. Y tan cercano a los pobres, los
enfermos, los que sufren, los que se sienten atormentados por dudas y
sentimientos de culpa, como lo fue Jesús. Por eso Jesús dice que
“creer” en él es “creer” en Dios.
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