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DE ABRIL -
MARTES DE
LA OCTAVA DE PASCUA
Santo(s)
del día : San
Juan Bautista de la Salle
Jn 20,11-18
En aquel tiempo, estaba María
junto al sepulcro, fuera, llorando. Mientras lloraba se acercó al
sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la
cabecera y otro a los pies donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: “Mujer,¿por qué lloras?” Ella les contesta:
“Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús de pie, pero no sabía que
era Jesús. Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién
buscas?” Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: “Señor,
si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo
recogeré”~ Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le
dice: “Rabboni” (que significa Maestro). Jesús le dice:
“Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis
hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y
Dios vuestro". María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
“He visto al Señor y ha dicho esto".
1. Lo más
importante que contienen los relatos de la resurrección es que
muestran que la vida y la presencia de Jesús, en este mundo y en
esta vida, no se acabó con la muerte en la cruz. De Jesús no nos
queda solo la memoria de sus enseñanzas y el ejemplo de su vida.
Además de eso, nos queda sobre todo su presencia. Por su
Encarnación, Dios, en el hombre Jesús de Nazaret, se fundió y se
confundió con lo humano. Por su Resurrección, Jesús prolonga su
presencia en cada ser humano, hasta el fin de los tiempos. La
cristología tradicional (descendente) tenía su centro en la
Encarnación. La cristología moderna (ascendente) tiene su centro en
la Resurrección. El centro está en el hombre Jesús, en el que Dios
se encarna y se revela (Encarnación) y que fue constituido Hijo de
Dios, siendo para siempre el Viviente (Resurrección).
2. En la vida
de Jesús, ocuparon un lugar de singular importancia las mujeres.
Ellas le acompañaron (Lc 8, 2-3). Se dejó besar, tocar y perfumar
por ellas (Lc 7, 36-50; Jn 12, 3). Siempre las comprendió, las
disculpó, les devolvió su dignidad (Jn 8, 1-11; Mc 5, 25-34). Y en
los relatos de Pascua, las primeras apariciones del Resucitado son
para las mujeres, de forma que ellas fueron las primeras que
anunciaron que Jesús, el Señor, está vivo entre nosotros.
3. Es un dolor
que en la Iglesia, desde sus orígenes en las comunidades que fundó
Pablo, el puritanismo helenista ha tenido (y sigue teniendo) más
fuerza que la presencia del Resucitado. Y lo peor de todo es que este
puritanismo ha impregnado la cultura de Occidente en forma, sobre
todo, de marginación, exclusión y hasta desprecio de la mujer. Es
evidente que la miseria del puritanismo no tiene nada que ver con la
memoria del Resucitado.
Para el Resucitado, lo primero fueron las mujeres, mientras que, para
muchos ahora, son lo último.
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