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DE ABRIL
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MIÉRCOLES - 3ª SEMANA DE PASCUA
Jn 6,35-40
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “Yo soy el pan
de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí
no pasará nunca sed; pero como os he dicho, habéis visto y no
creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a
mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer
mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la
voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de
mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida
eterna, y yo
lo resucitaré en el último día".
1. Jesús es el
pan de vida. Aquí Jesús no habla todavía de la eucaristía. El
“pan de vida", según se pensaba entonces, es la ley
religiosa dada por Moisés a Israel. Jesús, por tanto, al decir que
él es el “pan de vida’, lo que en realidad afirma es que, con
su venida al mundo, se acabó la religión basada en el cumplimiento
de leyes y normas, y empezó otra forma de entender y vivir la
religión. Es la religión que consiste en vivir como vivió Jesús,
pensar, como pensó él y tener las costumbres y preferencias que él
tuvo.
2. Al proponer
este proyecto de religión, Jesús no pide un imposible. Ni se trata
de un proyecto de renuncias y sacrificios heroicos. Todo lo
contrario. Lo que Jesús promete es que quien tome en serio su
proyecto no pasará ni hambre ni sed. Es decir, encontrará la
satisfacción de sus apetencias más básicas. Lo que es tanto como
asegurar que, en cualquier caso, la religión tiene que ser un
proyecto de satisfacción, es decir, de felicidad.
3. El problema,
a juicio de Jesús, está en que la fe se conecta, no con “lo que
se oye”, sino con “lo que se ve”. Lo que se oye es doctrina,
teorías...; lo que se ve son hechos de vida. Y aquí es donde
tropezamos con la dificultad. Los que vieron a Jesús, lo lógico es
que creyeran en él. Nuestra dificultad radica en que no vemos a
Jesús, sino cosas y conductas que, muchas veces, poco o nada tienen
que ver con Jesús. Por eso, el recurso al Evangelio, a la “memoria”
de su vida y su palabra, eso es lo que podrá fortalecer la fe que
sacia nuestras apetencias más legítimas.
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