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DE ABRIL
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JUEVES - 3ª SEMANA DE PASCUA
Jn
6,44-51
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: “Nadie puede venir a mi,
si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el
último día”. Está escrito en los profetas: “Serán todos
discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y
aprende, viene a mí. No es que nadie ha visto al Padre, a no ser el
que viene de Dios: ese ha visto al Padre. Os aseguro: el que cree
tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron
en el desierto el maná, y murieron: este es el pan que baja del
cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo
que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para
siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”.
1. En
este texto del discurso en Cafarnaún, Jesús avanza en su propuesta.
Y da un paso decisivo. Hasta ahora ha dicho algo fundamental, que
repite una vez más: “Yo soy el pande/a vida”. La propuesta
religiosa, que Jesús hace, es propuesta de pan que sacia apetencias
y que da vida. Vida “eterna”, es decir, una vida sin limitación
alguna, sin principio ni fin. Decir “eterna” no es hablar de
duración, sino de plenitud. Tomar en serio a Jesús es tomar en
serio la vida, la propia y la de los demás.
2. Esto
supuesto, el paso decisivo que ahora da Jesús es asegurar algo
sorprendente: “el pan que yo daré es mi carne”. Ya no se trata
del pan que representa a Jesús en cuanto que sustituye a la Ley y
pone en marcha una nueva forma de entender y vivir la religión.
Ahora se trata de que Jesús mismo se da como pan. La palabra “carne”
(sarx) tiene en el griego antiguo, entre otros significados, también
el de “persona”, es decir, el ser humano en su totalidad. Por
eso, cuando Jesús dice: “el pan que yo daré es mi carne”,
quiere decir: “el pan que yo daré, no es
solo el proyecto y el ejemplo de mi vida, sino que soy yo mismo.
Jesús está presente en la vida del que cree en él. Jesús está
en el creyente y acompaña en su vida.
3. Jesús
hace esto “para la vida del mundo”, es decir, para que en mundo
haya vida. Jesús no habla aquí de la vida “religiosa”, ni de
la vida “sobrenatural”, “espiritual” o “eterna”. Jesús
habla de la vida sin adjetivo. Es lo más elemental y lo central que
todos apetecemos: vivir. Y vivir bien, con seguridad, con salud, con
dignidad. Esto es lo que, ante todo sobre todo, quiere y propone
Jesús.
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