9 DE ABRIL –
JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA
Santo(s) del día : San Lorenzo de Irlanda
Lc 24,35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo
que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de
ellos y les dice: “Paz a vosotros’~ Llenos de miedo por la sorpresa, creían
vera un fantasma. Él les dijo: ‘¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en
vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palparme y daos
cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la
alegría, y seguían atónitos, les dijo: ‘¿Tenéis ahí algo que comer?” Ellos le
ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les
dijo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo
escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que
cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los
muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de
los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois
testigos de esto”.
1. Los relatos de las apariciones quieren
destacar la identidad entre el
Crucificado
y el Resucitado. El que murió en la cruz y el que resucitó del sepulcro es el
mismo. Por eso el Resucitado muestra, como señas de su identidad, sus manos y
sus pies. Pide que le palpen. Insiste en que un fantasma no tiene carne ni
huesos. Y hasta se pone a comer delante de ellos.
Lo
importante aquí está en que las señas de identidad que da el Resucitado son
todas señas de identidad humana: manos, pies, carne, huesos, comer...
2. Por tanto, el que ha sido exaltado a la
Gloria, no solo sigue identificado con lo humano, sino que es precisamente en
lo humano en lo que puede ser identificado. El Cristo glorificado no se
identifica por su poder, su gloria, su dignidad, su divinidad, sino por su
humanidad. Un Dios que se desentiende de nuestra condición de carne y hueso, de
lo que vemos y palpamos, de nuestra necesidad de comer y beber, es un Dios
deshumanizado. Y por eso mismo, semejante “Dios” ya no es el Dios que se nos ha
comunicado en Jesús, el Crucificado y el Resucitado.
3. En la enseñanza religiosa, que se nos ha
dado, se ha insistido mucho en la divinidad de Cristo. Pero se ha insistido
menos en la humanidad de Jesús. Y jamás se ha hablado de la humanización de
Dios. Los hombres de la religión se manejan bien con “lo divino”. Como nadie lo
ha visto..., en nombre de “lo divino” se manda y se gobierna con poder
indiscutible El problema está en que, si tomamos en serio que Dios se
identifica con lo humano, no iremos por la vida sacrificando o excluyendo “lo
humano” porque así estamos más cerca de “lo divino”.
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