11 DE SEPTIEMBRE –
MARTES –
23ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
San Pafnucio de Egipto
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6,1-11):
Cuando uno de vosotros
está en pleito con otro, ¿cómo tiene el descaro de llevarlo a un tribunal
pagano y no ante los santos? ¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el
universo? Pues si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no estaréis a la altura de
juzgar minucias? Recordad que juzgaremos a ángeles: cuánto más asuntos de la
vida ordinaria. De manera que para juzgar los asuntos ordinarios dais
jurisdicción a ésos que en la Iglesia no pintan nada.
¿No
os da vergüenza? ¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz
de arbitrar entre dos hermanos? No señor, un hermano tiene que estar en pleito
con otro, y además entre no creyentes. Desde cualquier punto de vista ya es un
fallo que haya pleitos entre vosotros. ¿No estaría mejor sufrir la injusticia?
¿No estaría mejor dejarse robar? En cambio, sois vosotros los injustos y los
ladrones, y eso con hermanos vuestros. Sabéis muy bien que la gente injusta no
heredará el reino de Dios. No os llaméis a engaño: los inmorales, idólatras,
adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores
o estafadores no heredarán el reino de Dios. Así erais algunos antes. Pero os
lavaron, os consagraron, os perdonaron en el nombre de nuestro Señor Jesucristo
y por Espíritu de nuestro Dios.
Palabra
de Dios
Salmo:
149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/. El
Señor ama a su pueblo
Cantad al Señor un cántico
nuevo,
resuene su alabanza en
la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por
su Creador,
los hijos de Sión por su
Rey. R/.
Alabad su nombre con
danzas,
cantadle con tambores y
cítaras;
porque el Señor ama a su
pueblo
y adorna con la victoria
a los humildes. R/.
Que los fieles festejen
su gloria
y canten jubilosos en
filas:
con vítores a Dios en la
boca;
es un honor para todos
sus fieles. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (6,12-19):
En aquel tiempo, subió
Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de
día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles:
Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de
Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Bajó
del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y
de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de
Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados
por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque
salta de él una fuerza que los curaba a todos.
Palabra
del Señor
1. Antes de la elección de
los Apóstoles, Jesús se retira solo a la montaña para pasar la noche entera en
oración. Era su costumbre, sobre todo cuando estaba ante acontecimientos de
consecuencias importantes.
Lo que era un ejemplo para los cristianos (Lc 11,5-13; 18, 1-14;
etc.) y para las comunidades creyentes (Hch 1, 14; 4, 24-31...) (F. Bovon).
Es importante la acción, la gente, la organización. Pero, más importante que todo eso, es la
oración. Que es
concentración total
en lo que más importa: ser cada cual "uno mismo', no lo que la sociedad,
el dinero, la política o los demás quieren que yo sea.
2. La idea del evangelio de Lucas, al relatar el hecho de la
designación de "Doce" y sus nombres, expresa el convencimiento de la
Iglesia naciente, convicción capital: no puede haber comunidades sin
dirigentes, pero estos no se sitúan frente a la comunidad o sobre la comunidad,
sino que están en,
viven con la
gente y como vive la gente.
No son hombres de estudios, títulos, nombres distinguidos. Ni
Jesús pensó en que todos tenían que ser de la misma ideología o tener la misma
formación. Lo determinante es que eran "seguidores" de Jesús, que
vivieron con Jesús y cómo vivió Jesús.
En esto, sobre en esto último, están las raíces y la clave del
apostolado.
3. Ser apóstol no es básica
ni esencialmente, un poder, una autoridad y menos aún es una dignidad.
Ser apóstol es, antes que nada, ser una persona que reproduce y
hace presente hoy lo que fue la vida de Jesús.
Por eso el relato termina haciendo referencia, una vez más, a las
curaciones que hizo Jesús, a su interés por los que sufren, a su empeño por
remediar las desgracias de los desgraciados.
Si los obispos de ahora son verdaderamente sucesores de los
Apóstoles, se tendrían que distinguir por su fiel "seguimiento de Jesús en
todo, con todos y siempre.
Obispo de Tebaida
Martirologio Romano: Conmemoración
de san Pafnucio, obispo en Egipto, que fue uno de aquellos confesores que, en
tiempo del emperador Galerio Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho y
desjarretado la pantorrilla izquierda, fueron condenados a las minas, y
después, asistiendo al Concilio de Nicea, luchó denodadamente por la fe
católica contra el arrianismo (s. IV).
Fecha de canonización: Información
no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para
archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano,
han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos
que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los
Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Breve Biografía
Fue uno de los anacoretas de
su época. Vivía de las verduras que daba la tierra, agua, un poco de sal y poco
más. Compartía consigo mismo la soledad del desierto. La oración y la
penitencia eran su principal modo de emplear el tiempo. A su cueva acudían las
gentes a recibir consejo, escuchar lo que aprendía del Espíritu con sus rezos y
a contrastar la vida con el estilo del Evangelio.
Se vio obligado a dejar la
soledad contra su gusto porque fue nombrado obispo de Tebaida. Por defender a
Cristo sufrió persecución, le amputaron una pierna y le vaciaron un ojo cuya
órbita desocupada, según cuenta la historia, gustaba besar con respeto y
veneración el convertido emperador Constantino.
Estuvo presente en el
Concilio de Nicea, donde se defendió la divinidad de Cristo y se condenó el
arrianismo.
En esa ocasión, al tratarse
otros temas de Iglesia, tuvo el obispo Pafnucio la ocasión de dar muestras de
profunda humanidad. El hombre que venia del más duro rigor del desierto y podía
exhibir en su cuerpo la marca de la persecución se mostró con un talante más
amplio, abierto, moderado y transigente que los padres que no conocían la
dureza de la Tebaida ni los horrores de la amenaza, ni la vejación.
Numerosos padres conciliares
pretendieron imponer que los obispos, presbíteros y diáconos casados dejaran a sus
esposas para ejercer el ministerio. El obispo curtido en la dura ascesis
anacoreta se opuso a tal determinación haciendo que se fuera respetuoso con la
disciplina de la época: autorizar el ejercicio del Orden Sacerdotal a los ya
casados y no permitir casarse después de la Ordenación.
Fuente: Archidiócesis de Madrid
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