10 de Septiembre – Lunes
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23ª – Semana del T. O. –
B – 10
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,1-8):
Se sabe de buena tinta
que hay un caso de unión ilegítima en vuestra comunidad, y tan grave que ni los
gentiles la toleran: me refiero a ése que vive con la mujer de su padre. ¿Y
todavía tenéis humos? Estaría mejor ponerse de luto y pidiendo que el que ha hecho
eso desaparezca de vuestro grupo. Lo que es yo, ausente en el cuerpo, pero
presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente:
reunidos vosotros en nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu,
con el poder de nuestro Señor Jesús, entregar al que ha hecho eso en manos del
diablo; humanamente quedará destrozado, pero así la persona se salvará en el
día del Señor.
Ese
orgullo vuestro no tiene razón de ser. ¿No sabéis que un poco de levadura
fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que
sois panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así
pues, celebramos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de
maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.
Palabra
de Dios
Salmo:
5
R/.
Señor, guíame con tu justicia
Tú no eres un Dios que
ame la maldad,
ni el malvado es tu
huésped,
ni el arrogante se
mantiene en tu presencia. R/.
Detestas a los
malhechores,
destruyes a los
mentirosos;
al hombre sanguinario y
traicionero
lo aborrece el Señor. R/.
Que se alegren los que se
acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se
llenen de gozo
los que aman tu nombre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (6,6-11):
Un sábado, entró Jesús en
la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo
derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en
sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero
él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
«Levántate y ponte ahí en medio.»
Él
se levantó y se quedó en pie.
Jesús
les dijo:
«Os
voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el
mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y,
echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
«Extiende el brazo.»
Él
lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían
qué había que hacer con Jesús.
Palabra
del Señor
1.- Hay estudiosos de los
evangelios que consideran "razonable que los fariseos se opusieran a esta
acción (la curación) cuando la vida no estaba en
peligro"
(Geza Vermes).
En cualquier caso, parece razonable decir que las
agresiones del
sábado, que se cuentan en los evangelios, no son importes (R. Pesch).
Este caso del manco es muy claro en ese sentido.
2.- Pero es que el problema
serio, que se plantea en estos relatos, no está en saber si Jesús transgredió o
no la Ley de Moisés y sus interpretaciones oficiales. El problema está en saber
qué era importante para Jesús y qué cosas no tenían importancia para él.
Es importante tener esto en cuenta. Por
más que las historias, que se relaten, sean cosas de poca importancia. En la vida diaria, lo que hace felices o
desgraciados, son muchas veces cosas (aparentemente) de poca importancia.
3.- Planteado así el
problema, lo que está claro es que para Jesús era más importante la felicidad
de los seres humanos que la observancia de los rituales religiosos. Como también
está claro que para los observantes fariseos era más importante el fiel
cumplimiento de las normas religiosas que la salud y el
bienestar de las
personas. Por eso Jesús desplazó el centro de la religión.
Jesús descolocó a la gente religiosa. Porque hizo que el centro de
la acción religiosa pasara del ritual (fielmente observado) a la conducta
(honradamente vivida).
San Nicolás de Tolentino
Año 1305
Obra santa y piadosa es orar
por los difuntos,
para que descansen de sus
penas (2 Macab.)
El nombre Nicolás significa:
"Victorioso con el pueblo" (Nico = victorioso. Laos = pueblo).
El sobrenombre Tolentino le
vino de la ciudad italiana donde trabajó y murió.
Sus papás después de muchos
años de matrimonio no tenían hijos, y para conseguir del cielo la gracia de que
les llegara algún heredero, hicieron una peregrinación al santuario de San
Nicolás de Bari. Al año siguiente nació este niño y en agradecimiento al santo
que les había conseguido el regalo del cielo, le pusieron por nombre Nicolás.
Ya desde muy pequeño le
gustaba alejarse del pueblo e irse a una cueva a orar. Cuando ya era joven, un
día entró a un templo y allí estaba predicado un famoso fraile agustino, el
Padre Reginaldo, el cual repetía aquellas palabras de San Juan: "No amen
demasiado el mundo ni las cosas del mundo. Todo lo que es del mundo
pasará". Estas palabras lo conmovieron y se propuso hacerse religioso.
Pidió ser admitido como agustino, y bajo la dirección del Padre Reginaldo hizo su
noviciado en esa comunidad.
Ya religioso lo enviaron a
hacer sus estudios de teología y en el seminario lo encargaron de repartir
limosna a los pobres en la puerta del convento. Y era tan exagerado en repartir
que fue acusado ante sus superiores. Pero antes de que le llegara la orden de
destitución de ese oficio, sucedió que impuso sus manos sobre la cabeza de un
niño que estaba gravemente enfermo diciéndole: "Dios te sanará", y el
niño quedó instantáneamente curado. Desde entonces los superiores empezaron a
pesar de que sería de este joven religioso en el futuro.
Ordenado de sacerdote en el
año 1270, se hizo famoso porque colocó sus manos sobre la cabeza de una mujer
ciega y le dijo las mismas palabras que había dicho al niño, y la mujer recobró
la vista inmediatamente.
Fue a visitar un convento de
su comunidad y le pareció muy hermoso y muy confortable y dispuso pedir que lo
dejaran allí, pero al llegar a la capilla oyó una voz que le decía: "A
Tolentino, a Tolentino, allí perseverarás". Comunicó esta noticia a sus
superiores, y a esa ciudad lo mandaron.
Al llegar a Tolentino se dio
cuenta de que la ciudad estaba arruinada moralmente por una especie de guerra
civil entre dos partidos políticos, lo güelfos y los gibelinos, que se odiaban
a muerte. Y se propuso dedicarse a predicar como recomienda San Pablo. Oportuna
e inoportunamente". Y a los que no iban al templo, les predicaba en las
calles.
A Nicolás no le interesaba
nada aparecer como sabio ni como gran orador, ni atraerse los aplausos de los
oyentes. Lo que le interesaba era entusiasmarlos por Dios y obtener que cesara
las rivalidades y que reinara la paz. El Arzobispo San Antonino, al oírlo
exclamó: "Este sacerdote habla como quien trae mensajes del cielo. Predica
con dulzura y amabilidad, pero los oyentes estallan en lágrimas al oírle. Sus
palabras penetran en el corazón y parecen quedar escritas en el cerebro del que
escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se arrepienten de su mala ida
pasada".
Los que no deseaban dejar su
antigua vida de pecado hacían todo lo posible por no escuchar a este predicador
que les traía remordimientos de conciencia.
Uno de esos señores se
propuso irse a la puerta del templo con un grupo de sus amigos a boicotearle
con sus gritos y desórdenes un sermón al Padre Nicolás. Este siguió predicando
como si nada especial estuviera sucediendo. Y de un momento a otro el jefe del
desorden hizo una señal a sus seguidores y entró con ellos al templo y empezó a
rezar llorando, de rodillas, muy arrepentido. Dios le había cambiado el
corazón. La conversión de este antiguo escandaloso produjo una gran impresión
en la ciudad, y pronto ya San Nicolás empezó a tener que pasar horas y horas en
el confesionario, absolviendo a los que se arrepentían al escuchar sus
sermones.
Nuestro santo recorría los
barrios más pobres de la ciudad consolando a los afligidos, llevando los
sacramentos a los moribundos, tratando de convertir a los pecadores, y llevando
la paz a los hogares desunidos.
En las indagatorias para su
beatificación, una mujer declaró bajo juramento que su esposo la golpeaba
brutalmente, pero que desde que empezó a oír al Padre Nicolás, cambió
totalmente y nunca la volvió a tratar mal. Y otros testigos confirmaron tres
milagros obrados por el santo, el cual cuando conseguía una curación
maravillosa les decía: "No digan nada a nadie". "Den gracias a
Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra. Un pobre pecador".
Murió el 10 de septiembre de
1305, y cuarenta años después de su muerte fue encontrado su cuerpo incorrupto.
En esa ocasión le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De
esos brazos, conservados en relicarios, ha salido periódicamente mucha sangre.
Esto ha hecho más popular a nuestro santo.
San Nicolás de Tolentino vio
en un sueño que un gran número de almas del purgatorio le suplicaban que
ofreciera oraciones y misas por ellas. Desde entonces se dedicó a ofrecer
muchas santas misas por el descanso de las benditas almas. Quizás a nosotros
nos quieran pedir también ese mismo favor las almas de los difuntos.
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