5 DE SEPTIEMBRE – MIÉRCOLES –
22ª – SEMANA
DEL T. O. – B –
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(3,1-9):
Hermanos,
no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente carnal, como a
niños en Cristo. Por eso os alimenté con leche, no con comida, porque no
estabais para más. Por supuesto, tampoco ahora, que seguís los instintos
carnales. Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, es que os guían
los instintos carnales y que procedéis según lo humano.
Cuando uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no
estáis procediendo según lo humano? En fin, de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es
Pablo? Ministros que os llevaron a la fe, cada uno como le encargó el Señor. Yo
planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; por tanto, el que planta
no significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea,
Dios. El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno
recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores
de Dios, y vosotros campo de Dios, edificio de Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 32,12-13.14-15.20-21
R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
Dichosa la
nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo
que él se escogió como heredad.
El Señor
mira desde el cielo,
se fija
en todos los hombres. R/.
Desde su
morada observa
a todos
los habitantes de la tierra:
él modeló
cada corazón,
y
comprende todas sus acciones. R/.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es
nuestro auxilio y escudo;
con él se
alegra nuestro corazón,
en su
santo nombre confiamos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):
En aquel
tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de
Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él,
de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en
seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el
mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba
curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios.»
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era
el Mesías.
Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo
andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo:
«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de
Dios, para eso me han enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Palabra del Señor
1. Este
evangelio, continuación del que se leyó ayer, es un resumen de lo que era la
actividad de Jesús durante un día cualquiera, concretamente en un sábado. Ante
todo, enseñaba en la sinagoga. Enseñanza que impresiona a la gente. Porque no
se limitaba a repetir lo que venían enseñando los letrados, sino que decía cosas que aquellos sencillos galileos no
podían imaginar.
Hablar del Evangelio y aburrir a la gente es lo
mismo que no hablar del Evangelio.
Cuando se explica el Evangelio, el Evangelio produce admiración y
entusiasmo. Si no se produce eso, hay que preguntarse qué es lo que se predica.
2. La
otra actividad de Jesús era sanar a los enfermos, expulsar demonios, acoger a
los que sufrían penas y desgracias. A veces, los sacerdotes no entusiasman,
sino que atemorizan, infunden no sé qué respeto o cierto miedo. Y hay casos en
los que el clero produce rechazo o recelo. Si la presencia de Jesús era
motivo
de atracción precisamente para todos los que sufrían, eso quiere decir que la
humanidad, la bondad, la acogida de Jesús superaba toda ponderación.
3. Pero
antes que ninguna otra cosa, Jesús se
levantaba temprano y se retiraba a sitios solitarios. ¿Reflexión? ¿Oración? ¿Búsqueda de sosiego y paz
interior?
Seguramente todo eso. Lo necesitamos todos los
humanos y Jesús lo necesitaba como todos.
Precisamente porque vivía a fondo la
existencia, por eso, porque no fue un hombre superficial, tenía la fuerza que
siempre tuvo en su palabra y la acogida para todo achaque y toda dolencia.
Santa Teresa de
Calcuta
Macedonia, 1910 - Calcuta, 1997
(Agnes Gonxha Bojaxhiu; Skopje, actual Macedonia,
1910 - Calcuta, 1997) Religiosa albanesa nacionalizada india, premio Nobel
de la Paz en 1979. Cuando en 1997 falleció la Madre Teresa de Calcuta, la
congregación de las Misioneras de la Caridad contaba ya con más de quinientos
centros en un centenar de países. Pero quizá la orden que fundó, cuyo objetivo
es ayudar a "los más pobres de los pobres", es la parte menor de su
legado; la mayor fue erigirse en un ejemplo inspirador reciente, en la prueba
palpable y viva de cómo la generosidad, la abnegación y la entrega a los demás
también tienen sentido en tiempos modernos.
Nacida en el seno de una familia católica albanesa, la profunda
religiosidad de su madre despertó en Agnes la vocación de misionera a los doce
años. Siendo aún una niña ingresó en la Congregación Mariana de las Hijas de
María, donde inició su actividad de asistencia a los necesitados. Conmovida por
las crónicas de un misionero cristiano en Bengala, a los dieciocho años
abandonó para siempre su ciudad natal y viajó hasta Dublín para profesar en la
Congregación de Nuestra Señora de Loreto. Como quería ser misionera en la
India, embarcó hacia Bengala, donde cursó estudios de magisterio y eligió el
nombre de Teresa para profesar.
Apenas hechos los votos pasó a Calcuta, la ciudad con la que habría
de identificar su vida y su vocación de entrega a los más necesitados. Durante
casi veinte años ejerció como maestra en la St. Mary's High School de Calcuta.
Sin embargo, la profunda impresión que le causó la miseria que observaba en las
calles de la ciudad la movió a solicitar a Pío XII la licencia para abandonar
la orden y entregarse por completo a la causa de los menesterosos. Enérgica y
decidida en sus propósitos, Santa Teresa de Calcuta pronunció por entonces el
que sería el principio fundamental de su mensaje y de su acción: "Quiero
llevar el amor de Dios a los pobres más pobres; quiero demostrarles que Dios
ama el mundo y que les ama a ellos".
En 1947, como culminación de aquella dilatada lucha liderada por
Gandhi, la India alcanzó la independencia. Un año después, Teresa de Calcuta
obtuvo la autorización de Roma para dedicarse al apostolado en favor de los
pobres. Mientras estudiaba enfermería con las Hermanas Misioneras Médicas de
Patna, Teresa de Calcuta abrió su primer centro de acogida de niños. En 1950,
año en que adoptó también la nacionalidad india, fundó la congregación de las
Misioneras de la Caridad, cuyo pleno reconocimiento encontraría numerosos
obstáculos antes de que Pablo VI lo hiciera efectivo en 1965.
Al tiempo que su congregación, cuyas integrantes debían sumar a los
votos tradicionales el de dedicarse totalmente a los necesitados, abría centros
en diversas ciudades del mundo, ella atendía a miles de desheredados y
moribundos sin importarle si profesaban el cristianismo u otra religión:
"Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que profesan las
personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda no son las
creencias, sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje de nosotras
sin sentirse mejor y más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza peor que la
material: el desprecio que los marginados reciben de la sociedad, que es la más
insoportable de las pobrezas."
En concordancia con estas palabras, Santa Teresa de Calcuta convirtió
en el premio de una rifa un coche descapotable que le dio el papa Pablo VI
durante su visita a la India en 1964 (regalo a su vez de la comunidad católica)
y destinó los fondos recaudados a la creación de una leprosería en Bengala;
posteriormente convencería al papa Juan Pablo II de abrir un albergue para
indigentes en el mismo Vaticano.
El enorme prestigio moral que la Madre Teresa de Calcuta supo
acreditar con su labor en favor de "los pobres más pobres" llevó a la
Santa Sede a designarla representante ante la Conferencia Mundial de las
Naciones Unidas celebrada en México en 1975 con ocasión del Año Internacional
de la Mujer, donde formuló su ideario basado en la acción por encima de las
organizaciones. Cuatro años más tarde, santificada no sólo por aquellos a
quienes ayudaba sino también por gobiernos, instituciones internacionales y
poderosos personajes, recibió el premio Nobel de la Paz.
Teresa de Calcuta: "El trabajo que hacemos no tiene nada de
heroico. Cualquiera que tenga la gracia de Dios puede hacerlo."
Consciente del respeto que inspiraba, el papa Juan Pablo II la
designó en 1982 para mediar en el conflicto del Líbano, si bien su intervención
se vio dificultada por la complejidad de los intereses políticos y geoestratégicos
del área. Desde posiciones que algunos sectores de opinión consideraron
excesivamente conservadoras, participó vivamente en el debate sobre las
cuestiones más cruciales de su tiempo, a las que no fue nunca ajena. Así, en
mayo de 1983, durante el Primer Encuentro Internacional de Defensa de la Vida,
defendió con vehemencia la doctrina de la Iglesia, conceptiva, antiabortista y
contraria al divorcio.
En 1986 recibió la visita de Juan Pablo II en la Nirmal Hidray o Casa
del Corazón Puro, fundada por ella y más conocida en Calcuta como la Casa del
Moribundo. En el curso de los años siguientes, aunque mantuvo su mismo
dinamismo en la lucha para paliar el dolor ajeno, su salud comenzó a declinar y
su corazón a debilitarse. En 1989 fue intervenida quirúrgicamente para
implantarle un marcapasos, y en 1993, tras ser objeto de otras intervenciones,
contrajo la malaria en Nueva Delhi, enfermedad que se complicó con sus
dolencias cardíacas y pulmonares.
Finalmente, tras superar varias crisis, cedió su puesto de superiora
a sor Nirmala, una hindú convertida al cristianismo. Pocos días después de
celebrar sus 87 años ingresó en la unidad de cuidados intensivos del asilo de
Woodlands, en Calcuta, donde falleció. Miles de personas de todo el mundo se
congregaron en la India para despedir a la Santa de las Cloacas. Seis años
después de su muerte, en octubre de 2003, y coincidiendo con la celebración del
25º aniversario del pontificado de Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta
fue beatificada en una multitudinaria misa a la que acudieron fieles de todas
partes del mundo. A finales de 2015, el Vaticano aprobó su canonización; el 4
de septiembre de 2016, ante más de cien mil fieles congregados en la plaza de
San Pedro, el papa Francisco ofició la ceremonia que elevaba a los altares a
Santa Teresa de Calcuta, cuya festividad (5 de septiembre), incorporada al
santoral católico, se celebró por primera vez al día siguiente.
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