17 de Septiembre – Lunes –
24ª – Semana del T.O. – B –
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(11,17-26.33):
Al
recomendaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que
provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra Iglesia os
dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber
entre vosotros, para que se vea quiénes resisten a la prueba. Así, cuando os
reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada
uno se adelanta a comerse su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro
está borracho.
¿No tenéis casas donde comer y beber? - ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios
que humilláis a los pobres? - ¿Qué
queréis que os diga? - ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo. Porque yo he
recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y,
pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz,
después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi
sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez
que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva. Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaros unos a otros.
Palabra de Dios
Salmo: 39,7-8a.8b-9.10.17
R/. Proclamad la muerte del Señor,
hasta que vuelva
Tú no
quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en
cambio, me abriste el oído;
no pides
sacrificio expiatorio,
entonces
yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está
escrito en mi libro
para
hacer tu voluntad.»
Dios mío,
lo quiero,
y llevo
tu ley en las entrañas. R/.
He
proclamado tu salvación
ante la
gran asamblea;
no he
cerrado los labios:
Señor, tú
lo sabes. R/.
Alégrense
y gocen contigo
todos los
que te buscan;
digan
siempre: «Grande es el Señor»
los que
desean tu salvación. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,1-10):
En aquel
tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un
centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho.
Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que
fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban
encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo
y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el
centurión le envió unos amigos a decirle:
«Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi
techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y
mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados
a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven",
y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace.»
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que
lo seguía, dijo:
«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a
casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra del Señor
1. Conviene
dejar claro que, en este
relato (que se
encuentra también en Mc 15 y en Mt 8), el personaje central es un "centurión", que se expresa
con el
latinismo vulgar de kentyrion (Mc 15, 39. 44-45), y con el término helenís-
tico
ekatontárches, frecuente en Lc 7, 2. 6;
23, 47; Hch 10, 1. 22; 21, 32; 22, 26; etc.
(F. G. Untergassnnair). En todo caso, está fuera de duda que, en tiempo de Jesús,
había militares romanos de alta graduación y al servicio de Herodes (U.
Wegner). Estos militares tenían que
reconocer, mediante juramento,
la debida sumisión al Emperador como Hijo de Dios (título divino).
2. Pues
bien, lo llamativo de este
episodio es que Jesús
afirma que este "pagano" y "jefe de las fuerzas de
ocupación" de Roma, sobre el territorio y el
pueblo de Israel, este hombre tenía una fe más grande que ninguna
otra persona en Israel, el
pueblo de la religión bíblica, la verdadera. Pues así -y todo-,
resulta que, a juicio de Jesús, este "infiel" tenía más fe que
cualquiera de los
verdaderos "fieles". ¿Por qué? Por una sola razón: porque un "esclavo" (doúlos),
que tenía en su casa, sufría mucho y estaba a punto de morir. La fe del centurión aquel no era solo ni principalmente un asunto religioso, en relación a
Dios. Era una experiencia humana, en
relación a un esclavo que sufría hasta el
límite del dolor. El centurión no soportaba
ver aquello, tanto dolor en un desgraciado.
3. Al llegar a este punto y a este momento, estamos tocando el fondo: ¿qué es
el cristianismo? ¿Qué es el Evangelio? ¿Dónde y en qué está lo que más
le preocupa y le interesa a Jesús? Todo se centra en una
sola cosa: en nuestra sensibilidad
(o nuestra insensibilidad) ante el sufrimiento ajeno. Esto es lo que va a decidir nuestro destino
eterno (Mt 25, 31-46). ¿Creemos realmente en Jesús?
San Roberto Belarmino
(1542-1621)
Roberto significa: "el que brilla por su buena fama". (Ro: buena
fama. Bert: brillar).
Belarmino quiere decir:
"guerrero bien armado". (Bel: guerrero. Armin: armado).
Este santo ha sido uno de los más valientes defensores de la Iglesia
Católica contra los errores de los protestantes. Sus libros son tan sabios y
llenos de argumentos convencedores, que uno de los más famosos jefes
protestantes exclamó al leer uno de ellos: "Con escritores como éste,
estamos perdidos. No hay cómo responderle".
San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su
madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer una
inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Recitaba
de memoria muchas páginas en latín, del poeta Virgilio, como si las estuviera
leyendo. En las academias y discusiones públicas dejaba admirados a todos los
que lo escuchaban. El rector del colegio de los jesuitas en Montepulciano dejó
escrito: "Es el más inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de
grandes éxitos para el futuro".
Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos
puestos y a ello aspiraba, pero su santa madre lo fue convenciendo de que el
orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos y cuenta él en sus
memorias: "De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir cargos
honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan
los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios,
y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad donde no fuera posible
ser elegido obispo ni cardenal. Y esa comunidad era la de los padres
jesuitas". Y así lo hizo. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560, y
detalles de los misterios de Dios: él entraba a esa comunidad para no ser
elegido ni obispo ni cardenal (porque los reglamentos de los jesuitas les
prohibían aceptar esos cargos) y fue el único obispo y cardenal de los Jesuitas
en ese tiempo.
Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida
fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando decía:
"Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para que logren
comprender a los débiles y enfermos". Cada par de meses tenían que enviar
a Roberto a las montañas a descansar, porque sus condiciones de salud eran muy
defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y de prepararse.
Ya de joven seminarista y profesor, y luego como sacerdote, Roberto
Belarmino atraía multitudes con sus conferencias, por su pasmosa sabiduría y
por la facilidad de palabra que tenía y sus cualidades para convencer a los
oyentes. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día.
Los oyentes decían que su rostro brillaba mientras predicaba y que sus palabras
parecían inspiradas desde lo alto.
Belarmino era un verdadero ídolo para sus numerosos oyentes. Un
superior enviado desde Roma para que le oyera los sermones que predicaba en
Lovaina, escribía luego: "Nunca en mi vida había oído hablar a un hombre
tan extraordinariamente bien, como habla el padre Roberto".
Era el predicador preferido por los universitarios
en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación
junto al sitio donde él iba a predicar. Los templos se llenaban totalmente
cuando se anunciaba que era el Padre Belarmino el que iba a predicar. Hasta se
subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo.
Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de
autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y
literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle
anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso
hacer esa predicación únicamente con frases de la S. Biblia (la cual
prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante. Aquel día
consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito bíblico, que las que
había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde ese día cambió
totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con
argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino
transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.
Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en
varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser rector
del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y el Sumo
Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para hacerlo aprender a
la gente sencilla. Escribió entonces el Catecismo Resumido, el cual ha sido
traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300 ediciones en 300 años (una por año)
éxito únicamente superado por la S. Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego
redactó el Catecismo Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las
manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su
vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.
Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual
cada contenedor va presentando los argumentos que tiene contra el otro y los
argumentos que defienden lo que él dice.
Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían
sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo
defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se encargara
en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a los enemigos de
la religión. El fundó una clase que se llamaba "Las controversias",
para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios. Y pronto publicó su
primer tomo titulado así: "Controversias". En ese libro con admirable
sabiduría, pulverizaba lo que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito
fue rotundo. Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y
los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los
argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo equivocados
que están los que atacan nuestra religión. San Francisco de Sales cuando iba a
discutir con un protestante llevaba siempre dos libros: La S. Biblia y un tomo
de las Controversias de Belarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones estos sus
famosos libros. Un librero de Londres exclamaba: "Este libro me sacó de
pobre. Son tantos los que he vendido, que ya se me arregló mi situación
económica".
Los protestantes, admirados de encontrar tanta sabiduría en esas
publicaciones, decían que eso no lo había escrito Belarmino solo, sino que era
obra de un equipo de muchos sabios que le ayudaban. Pero cada libro lo
redactaba él únicamente, de su propio cerebro.
El Santo
Padre, el Papa, lo nombró obispo y cardenal y puso como razón para ello lo
siguiente: "Este es el sacerdote más sabio de la actualidad".
Belarmino se negaba a aceptar tan alto cargo, diciendo que los
reglamentos de la Compañía de Jesús prohíben aceptar títulos elevados en la
Iglesia. El Papa le respondió que él tenía poder para dispensarlo de ese
reglamento, y al fin le mandó, bajo pena de pecado mortal, aceptar el
cardenalato. Tuvo que aceptarlo, pero siguió viviendo tan sencillamente y sin
ostentación como lo había venido haciendo cuando era un simple sacerdote.
Al llegar a las habitaciones de Cardenal en el Vaticano, quitó las
cortinas lujosas que había en las paredes y las mandó repartir entre las gentes
pobres, diciendo: "Las paredes no sufren de frío".
Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la
dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte
de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después cuando Belarmino se
muera dejará como petición que lo entierren junto a la tumba de San Luis,
diciendo: "Es que fue mi discípulo".
En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar
semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a rezar y a
obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.
En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo
14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no le eligieron por ser Jesuita (pues
estos padres tenían muchos enemigos). El rezaba y fervorosamente a Dios para
que lo librara de semejante cargo tan difícil, y fue escuchado.
Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía
se repartiera entre los pobres (lo que dejó no alcanzó sino para costear los
gastos de su entierro). Que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera
tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a pesar de que se le obedeció
haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban
convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo.
Murió el 17 de septiembre de 1621. Su canonización se demoró mucho
porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar.
Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia
en 1931.
No hay comentarios:
Publicar un comentario