martes, 11 de septiembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 de Septiembre – Miercoles – 23ª – Semana del T.O. – B – Dulce Nombre de María



12 de Septiembre – Miercoles –
23ª – Semana del T.O. – B –
Dulce Nombre de María

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (7,25-31):
Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mi parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así. ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones.
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

Palabra de Dios

Salmo: 44,11-12.14-15.16-17

R/. Escucha, hija, mira: inclina el oído

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R/.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R/.
Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,20-26):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
 Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor

1.  Como es sabido, el evangelio de Mateo, en el   Sermón del Monte (5, 1), recuerda ocho bienaventuranzas (5, 3-10), mientras que el evangelio   de Lucas, en el Sermón de la Llanura (6, 17), menciona   solo cuatro bienaventuranzas (6, 20-23).
Se discute entre los expertos en el estudio de los evangelios cuál de estas dos redacciones de las    bienaventuranzas es la más original. Parece lo más probable que las tres primeras del evangelio de Lucas (6, 20b. 21) son las más originales, tal como fueron transmitidas por la fuente Q (U. Luz). 
También es de resaltar que la redacción de Mateo   parece aludir a la subida de Moisés al monte Sinaí (Ex 19, 3. 12; 24, 15. 18; 34, 1 s. 4).
El "monte" tiene en la Biblia una referencia casi "sagrada", mientras que la "llanura" suprime tal referencia.
Lucas piensa en la tierra donde trabajamos y vive la gente, sin más.

2.  Según la redacción más antigua y original que ha llegado a nosotros, Jesús no habló de "pobres de espíritu", sino de pobres, sin más. Jesús, por tanto, no
habla de los que "espiritualmente están desprendidos"    de las riquezas que poseen. Jesús se refiere a los pobres, sin más. 
Los pobres eran la inmensa mayoría de los ciudadanos de la Palestina del tiempo de Jesús. Como    son ahora también la inmensa mayoría de los habitantes del planeta Tierra. 
Teniendo en cuenta que la brecha entre ricos y pobres se va haciendo más grande a medida que va pasando el tiempo. Y es que la economía mundial está pensada y organizada para que produzca ese resultado. Así, el poder y el dominio de unos pocos se impone sobre todos los demás. ¿Tiene esto solución?

3.  La solución de este aterrador problema no va a venir del sistema (económico y político) que está   causando el problema.  La solución solo puede venir
de otras convicciones. El Evangelio las propone. 
El Reino de Dios es de los pobres porque el Reino de Dios es la fuerza que puede cambiar este mundo.
Ahora bien, esa fuerza no la tienen los ricos. Sencillamente porque a los ricos les interesa que esto siga como está y como va.
Los pobres son los que están abajo en la historia. Y, desde abajo, la vida se ve de manera completamente
distinta a como se ve desde arriba.  Los que están abajo ven la política, la economía, la religión..., desde los que solo tienen su humanidad.   Los que están abajo luchan   por defender lo mínimamente humano. El Reino de Dios, antes de darnos el cielo, tiene que hacer este mundo más humano. Y eso, solamente los pobres lo pueden hacer.  Si las convicciones del Evangelio rigen   nuestras vidas. Así se crea el dinamismo de la "bondad"  y de la "justicia".


Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo "Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.
Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.
En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.

EL NOMBRE Y LA MISION
En la Historia de la Salvación es Dios quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión importante. A Simón, Jesús le dice: "Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia". María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.

Jesús Marí Ballester

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