20 DE SEPTIEMBRE – JUEVES –
24ª – SEMANA DEL
T.O. – B –
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(15,1-11):
Os
recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y
en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el
Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a
la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue
esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue
sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le
apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de
quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han
muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por
último, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y
no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en
mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la
gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que
predicamos; esto es lo que habéis creído.
Palabra de Dios
Salmo: 117,1-2.16ab-17.28
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno
Dad
gracias al Señor porque es bueno,
porque es
eterna su misericordia.
Diga la casa
de Israel:
eterna es
su misericordia. R/.
«La diestra
del Señor es poderosa,
la
diestra del Señor es excelsa.»
No he de
morir, viviré para contar
las
hazañas del Señor. R/.
Tú eres mi
Dios, te doy gracias;
Dios mío,
yo te ensalzo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,36-50):
En aquel
tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en
casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora,
al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de
perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los
pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y
se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está
tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo:
«Simón, tengo algo que
decirte.»
Él respondió:
«Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos
denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los
dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó:
«Supongo que aquel a
quien le perdonó más.»
Jesús le dijo:
«Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste
agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y
me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que
entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con
ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo:
sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco
se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo:
«Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es
éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer:
«Tu fe te ha salvado,
vete en paz.»
Palabra del Señor
1. Este
relato es de los más provocativos que hay en el Evangelio. Jesús es invitado a un simposio, un
banquete. Hay que saber que el "simposio"
era una de las costumbres más determinantes de la sociedad y de la cultura
antigua greco-romana. Baste recordar el
Banquete de Jenofonte o el de Platón.
Advirtiendo que Jesús hizo saltar por los aires
las tradiciones más intocables de aquella cultura. Al comer y al admitir en los
banquetes a pecadores y personas de
mala fama, Jesús trastornó el
"orden social" más
radicalmente que con todos sus sermones y discursos (Dennis E. Smith, J. D. Crossan).
2. En
este relato, el hecho fue mucho más provocativo. Porque el que invitó fue un fariseo (modelo
de observante). El invitado fue Jesús (modelo
de inobservante: Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8;
Lc 5, 21; Jn 10, 33; Mt 27, 63; Lc 23, 2. 14).
Y el personaje central, una mujer, que tenía
tan mala fama, que resultaba
escandaloso admitirla en aquella casa y dejar que se acercase a aquella mesa.
Pero
el episodio se desarrolla de forma que, al final, fue la mala mujer la que
Jesús propone como ejemplo de amor a imitar, mientras que el observante y
piadoso anfitrión queda por los suelos, como ejemplo de lo que jamás se debe
hacer.
3. Jesús
es el hombre de la bondad, la libertad y la sinceridad. Acepta las manifestaciones de afecto de
aquella mujer. Le dice al fariseo, con delicadeza y firmeza, lo que le tiene
que decir, delante de todos. No esperó a decírselo en privado. Y, sobre todo,
afirmó que quien se siente justo y
ejemplar, ese es el que no tiene capacidad de amor y de bondad. O sea: en la medida en que uno se considera
mejor que los demás, en esa misma medida se incapacita para amar.
Por eso, aquella mujer, que se veía como la
peor de todos, es la que tuvo más amor que nadie. Para Jesús, la condición,
para ser buena persona, no es la autoestima y confianza en sí mismo, sino la
necesidad de cariño de quienes se ven usados, abusados y despreciados.
San Andrés Kim Taegön y
compañeros
Memoria de los santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng
Hasang y compañeros, mártires en Corea.Se veneran este día en común celebración
todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la
fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos y después
alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por
medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho
presbíteros, y los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—,
unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la
Iglesia en Corea (1839-1867).
Fecha de canonización:
Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6
de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
Andrés Kim Tae-Gon
Nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe (Corea). Sus padres eran
Ignacio Kim Chejun y Ursula Ko. Era niño cuando la familia se trasladó a
Kolbaemasil para huir de las persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de
septiembre de 1839. También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en
el año 1814, después de diez años de prisión. Tenía quince años de edad cuando
el padre Maubant lo invitó a ingresar al seminario.
Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó
regresar a Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados.
Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15
de enero de 1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas; ni
siquiera vio a su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la comida. En
una pequeña embarcación de madera guió, a los misioneros franceses hasta
Shangai, a la que arribaron soportando peligrosas tormentas.
Ordenación sacerdotal
En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor
Ferréol el 17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote coreano.
Hacia fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con el obispo y el padre
Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del mismo año, arribaron a
Kanggyong donde pudo ver a su madre.
El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras
trataba con los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros
franceses que estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la prisión central
de Seúl. El rey y algunos de sus ministros no lo querían condenar por sus
vastos conocimientos y dominar varios idiomas. Otros ministros insistieron en
que se le aplicara la pena de muerte. Después de tres meses de cárcel fue
decapitado en Saenamt´õ el 16 de septiembre de 1846, a la edad de veintiséis
años.
Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad! y con
serenidad y valentía se acercó al martirio.
Pablo Chong Ha-Sang
Nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo miembro de una
noble familia tradicional. Después del martirio de su padre, Agustín Chong
Yakjong, y de su hermano mayor Carlos, ocurridos en el año 1801, la familia
sufrió mucho. Pablo tenía siete años. Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo
confiscaban sus bienes y les dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los
cuidados de su devota madre.
A los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia
católica en Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para
solicitar al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció antes
de llegar a Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para que enviara
misioneros. Finalmente gracias a los ruegos de los católicos, el 9 de
septiembre de 1831 se estableció el vicariato apostólico de Corea y se nombró
su primer obispo encargando a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París
la evangelización de Corea.
Pablo introdujo al obispo Ímbert en Corea
Lo recibió en su casa y lo ayudó durante su ministerio. Monseñor
Ímbert pensó que Pablo podía ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología...
Mientras tanto brotó una nueva persecución. El obispo pudo escapar a Suwon.
Pablo, su mamá y su hermana Isabel fueron arrestados en el año 1839.
Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de
Seúl el 22 de septiembre. Poco después también su madre y su hermana sufrieron
el martirio.
Los dos forman parte de 103 mártires canonizados por S.S. Juan
Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
Fuente: https://www.es.catholic.net/
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