3 DE SEPTIEMBRE – LUNES
–
22ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(2,1-5):
Yo,
hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice
con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de
saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a
vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con
persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu,
para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el
poder de Dios.
Palabra de Dios
Salmo:118,97.98.99.100.101.102
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
¡Cuánto amo
tu voluntad!:
todo el
día estoy meditando. R/.
Tu mandato
me hace más sabio que mis enemigos,
siempre
me acompaña. R/.
Soy más
docto que todos mis maestros,
porque
medito tus preceptos. R/.
Soy más
sagaz que los ancianos,
porque
cumplo tus leyes. R/.
Aparto mi
pie de toda senda mala,
para
guardar tu palabra. R/.
No me
aparto de tus mandamientos,
porque tú
me has instruido. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,16-30):
En aquel
tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como
era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le
entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje
donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me
ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los
cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los
oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se
sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las
palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían:
«¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo:
«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti
mismo"; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en
Cafarnaún.»
Y añadió:
«Os aseguro que ningún
profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas
viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis
meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas
fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y
muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Elíseo; sin embargo,
ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y,
levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en
donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió
paso entre ellos y se alejaba.
Palabra del Señor
1.
Jesús fue un hombre como los demás hombres, "perfecto en la
humanidad" (conc. Calcedonia: Definic. - a. 451), que tuvo la misión de
revelar a Dios, en y desde su condición humana. El Jesús histórico nos da a conocer la
humanidad de Dios. Más aún, que Dios es
irreconocible si lo desligamos de lo más humano de nuestra condición mortal.
Por eso el Espíritu de Dios envió a Jesús a anunciar a los pobres, cautivos,
ciegos y esclavos la Buena Noticia de la liberación.
Desligado de los últimos entre los humanos, el
Dios de Jesús pierde su identidad.
Semejante "dios" no sería Dios, el Padre de Jesús.
2. Se
discute si la traducción correcta es que los oyentes de la sinagoga de Nazaret
se declararon a favor o en contra de Jesús (J. A. Fitzmyer). Lo cierto es que
se pusieron furiosos contra Jesús porque destacó los privilegios que se habían
concedido a unos extranjeros, por encima de todos los israelitas. Jesús no
quería nacionalismos. Porque los
nacionalismos producen y reproducen
sentimientos y convicciones de "privilegiados".
3. Pero
ocurre que los que se ven a sí mismos y se sienten como
"privilegiados", por eso mismo tienen una mentalidad "excluyente". Es decir,
los privilegiados y los excluyentes establecen fronteras, se separan de
los demás, se distancian y producen
rivalidades, odios, enfrentamientos.
Jesús se llevó bien con los samaritanos, con los extranjeros, con los pecadores...
Tener mentalidad evangélica es tener un corazón
tolerante, respetuoso y bondadoso con todos y siempre.
San Gregorio I Magno papa
(Roma, c. 540 - id., 604) Papa (590-604).
Miembro de una familia de patricios romanos, fue praefectus urbis de
Justino II (572-574). Convirtió su palacio del monte Celio en el monasterio de
San Andrés y abrazó la regla de San Benito. Nuncio en Constantinopla (579-586),
fue nombrado papa a la muerte de Pelayo II (590). Negoció una tregua con los
lombardos (592), afirmó la primacía de la iglesia de Roma y envió al monje
Agustín a evangelizar Inglaterra. Autorizó el culto de los hebreos y superó el
cisma del norte de Italia originado por la supresión de los Tres Capítulos.
Adoptó el título Servus servorum Dei (servidor de los siervos de Dios), que se
convirtió en oficial de los futuros pontífices. Soberano temporal de la ciudad
de Roma, hizo de ella la capital espiritual del mundo latino y puso las bases
del poder territorial del papado.
De noble familia senatorial, estaba destinado a la carrera política,
y todavía joven (en 573) desempeñó el cargo de praefectus urbis (prefecto de
Roma); pero, conmovido por el espectáculo de las miserias de Roma y de Italia
entera, que agudizaron en él el sentimiento de la inanidad de las cosas
terrenas, entregó, a la muerte de su padre, su inmenso patrimonio a los pobres
y a la Iglesia, fundando seis monasterios en sus tierras de Sicilia y otro en
su palacio del Celio, que dedicó a San Andrés y donde él mismo vistió el hábito
benedictino.
Su fuerte personalidad y su práctica en la política, preciosa en
aquellos tiempos de adversidades excepcionales, movieron, sin embargo, a
Benedicto I a sacarlo de su soledad nombrándolo diaconus regionarius en 577, y
a Pelagio II, el año siguiente, a servirse de él como legado en Constantinopla,
donde tuvo ocasión en su larga estancia (579-585) de formarse una rica
experiencia política y humana.
Abad de San Andrés, fue elegido papa a la muerte de Pelagio con el
asentimiento general y consagrado el 3 de septiembre de 590. Le esperaban la
peste, la expansión lombarda y el sitio de Roma (593), el empeoramiento del
cisma de los Tres Capítulos y los pleitos con Bizancio. En los catorce años de
su pontificado hubo de medirse con estos problemas objetivos y con otros que él
mismo se planteó libremente: pacificación de la península, unificación católica
de Occidente mediante una vasta obra de evangelización y una vasta toma de
contactos más operantes con los pueblos convertidos.
Así, mientras socorría con ayudas materiales y con su alto magisterio
a las poblaciones más próximas, organizaba, reemplazando la impotente autoridad
imperial, la defensa de Italia central, de Roma y del mismo Nápoles; favoreció
la instauración de mejores relaciones con los invasores; apoyó la conversión de
Teodolinda; promovió la misión de Agustín en Inglaterra (596); organizó una más
estrecha colaboración con el episcopado y con los reyes francos y animó en
España la acción del neófito Recaredo.
Obras de San Gregorio Magno
Dotado de viva sensibilidad y de excepcional equilibrio para
conllevar las exigencias místicas del monje con el respeto y la simpatía hacia
la humanidad doliente, su obra literaria, de estilo sencillo, a veces humilde,
a menudo elocuente, constituye el más luminoso comentario a su obra de
pontífice que no vacila en enfrentarse con los desidiosos y con los potentados,
como puede apreciarse en sus Epístolas. Dirigidas a los más diversos
destinatarios, las cartas de San Gregorio tratan de variadas cuestiones y son
un testimonio fundamental para el conocimiento de su actividad y de su
personalidad. Sobresalen las epístolas dirigidas contra los herejes y los
cismáticos, como los maniqueos de Sicilia o los donatistas en África, y las que
se refieren a los judíos, a los que San Gregorio concedió libertad de culto y
tratamiento benévolo (I, 1, 47), porque "sólo con la mansedumbre, la
bondad, las sabias y persuasivas admoniciones, se puede obtener la unidad de la
fe".
Gregorio Magno mostró su preocupación por la formación de los pastores
de almas en obras como Regla pastoral (591), en que expuso los objetivos y
reglas de la vida sacerdotal. Dedicada a Juan de Constantinopla, con quien se
justifica de haber dudado en asumir el cargo de obispo de Roma, San Gregorio
muestra en este libro lo arduo que es el oficio de pastor y las reglas de vida
que debe seguir; describe el tipo ideal del obispo, que ha de ser siempre un
médico de las almas y encontrar el tono justo para dirigirse a los hombres de
las diversas clases sociales, ejerciendo sobre sus almas el máximo ascendente
posible y teniendo siempre presente su propia debilidad para no caer en una
excesiva confianza en sí mismo. Esta breve obra ejerció gran influencia y fue
durante largo tiempo considerada como el texto de las reglas episcopales.
De su tarea de consolador y maestro de espiritualidad hallamos una
excelente ilustración en las Homilías sobre el Evangelio o sobre Ezequiel,
pronunciadas en Roma en 590-593, cuando todo parecía derrumbarse. En Moralia
llevó a cabo una exégesis del libro bíblico de Job. Presenta a Job como figura
del Redentor; en su mujer ve simbolizada la vida carnal, y en sus amigos, a los
herejes, orientando siempre la interpretación hacia las lecciones morales y
teológicas.
Los Diálogos, escritos entre los años 593 y 594, fueron probablemente
su obra más difundida. Habiéndose retirado por algún tiempo, cansado de las
preocupaciones y responsabilidades de su cargo, a un lugar apartado, Gregorio
expresa al diácono Pedro su disgusto por no haber podido dedicarse a la vida
ascética, con la que tantos hombres pudieron alcanzar la perfección. Accediendo
a los ruegos de Pedro, pasa luego a mostrar con ejemplos concretos la verdad de
tal aserto, describiendo la vida y enumerando los milagros de santos italianos,
tal como los aprendió de testimonios seguros o de su personal experiencia. La
forma dialogada, usada ya desde antiguo en obras de este género, por ejemplo
por Sulpicio Severo, constituye para el autor un simple medio para dar
vivacidad a la narración y facilitar las transiciones; la forma
intencionadamente simple y clara favoreció la grandísima difusión de la obra,
pronto traducida a diversas lenguas y celebrada por escritores contemporáneos y
posteriores.
Si la actividad política del papa Gregorio Magno tuvo una importancia
excepcional para el equilibrio político-religioso de la Europa medieval, su
obra literaria constituyó hasta el siglo XII una incomparable fuente de
meditación y de luz espiritual para todo el Occidente. A él se le atribuye
también la compilación del Antifonario gregoriano, gran colección de cantos de
la Iglesia romana.
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