1 de AGOSTO – JUEVES –
17ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro del Éxodo (40,16-21.34-38):
En aquellos días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor
le había mandado. El día uno del mes primero del segundo año fue construido el
santuario.
Moisés
construyó el santuario, colocó las bases, puso los tablones con sus trancas y
plantó las columnas; montó la tienda sobre el santuario y puso la cubierta
sobre la tienda; como el Señor se lo había ordenado a Moisés.
Colocó
el documento de la alianza en el arca, sujetó al arca los varales y la cubrió
con la placa. Después la metió en el santuario y colocó la cortina de modo que
tapase el arca de la alianza; como el Señor se lo había ordenado a Moisés.
Entonces
la nube cubrió la tienda del encuentro, y la gloria del Señor llenó el
santuario. Moisés no pudo entrar en la tienda del encuentro, porque la nube se
había posado sobre ella, y la gloria del Señor llenaba el santuario. Cuando la
nube se alzaba del santuario, los israelitas levantaban el campamento, en todas
las etapas. Pero, cuando la nube no se alzaba, los israelitas esperaban hasta
que se alzase. De día la nube del Señor se posaba sobre el santuario, y de
noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel.
Palabra
de Dios
Salmo:
83,3.4.5-6a.8a.11
R/.
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume
y anhela los atrios del
Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios
vivo. R/.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de
los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R/.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que
encuentran en ti su fuerza;
caminan de baluarte en
baluarte. R/.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de
la casa de Dios
a vivir con los
malvados. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (13,47-53):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El
reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge
toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y
reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo
mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos
de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el
rechinar de dientes.
¿Entendéis
bien todo esto?»
Ellos
les contestaron:
«Sí.»
Él
les dijo:
«Ya
veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de
familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando
Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
Palabra
del Señor
1.
En un mundo en el que no sabemos ni lo que nos pasa, ni a dónde vamos
tiene que existir un juicio que haga justicia. Nos resistimos a aceptar que,
las víctimas tengan, en definitiva, el mismo destino que los verdugos. Este,
mundo -si Dios es Dios- no puede ser un mundo tan injusto y tan desquiciado. A
no ser que nos resignemos a tener que aceptar que este mundo es inevitablemente
injusto, de forma que en él siempre habrá vencedores y vencidos.
- ¿Es que el mundo y la vida tienen
que ser así, sin más remedio?
2.
Como primera respuesta a este
enorme problema, sería necesario decir
que, antes de quejarnos de que Dios no viene a
condenar a los malos, tendríamos que recapacitar sobre la siguiente cuestión: hemos construido y desarrollado el
"poder" de los que mandan, pero no hemos construido y desarrollado
paralelamente la "justicia".
El poder del capital se ha
globalizado. Lo que no se ha globalizado ha sido la justicia, ni un tribunal
penal internacional que haga justicia en el mundo.
Nos quejamos de que Dios no hace
justicia.
- ¿Por qué no tomamos en serio nuestra
responsabilidad de exigir a las instituciones de ámbito mundial que se proteja
a los débiles y se castigue a los canallas?
No pidamos a Dios que arregle lo que
nosotros tendríamos que arreglar.
3.
Pero también es cierto que la justicia humana tiene sus límites. De forma
que existen zonas de la intimidad de la vida que se escapan a toda justicia de
los hombres.
He aquí el motivo que nos lleva a
pensar que o este mundo y esta vida carecen de sentido o tiene que existir una
instancia superior y última, que haga justicia de tantas atrocidades que se
cometen en esta tierra.
Otra cosa es determinar cómo se hará
esa justicia.
Los creyentes sabemos que Dios es justo,
pero ignoramos cómo ejerce su justicia. Eso se sitúa más allá del umbral de la esperanza.
En todo caso, lo que sí conviene aclarar
es que las metáforas del "fuego" y el "rechinar de dientes"
no pasan de eso, son meras metáforas, que nunca podemos interpretar en un
sentido literal, ni es aplicable a realidad que nos trascienden y que, por
tanto, nunca podremos conocer.
San Alfonso María de Ligorio
Memoria de san Alfonso María de
Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, que insigne por el celo de las almas,
por sus escritos, por su palabra y ejemplo, trabajó infatigablemente predicando
y escribiendo libros, en especial sobre teología moral, en la que es
considerado maestro, para fomentar la vida cristiana en el pueblo. Entre
grandes dificultades fundó la Congregación del Santísimo Redentor, para
evangelizar a la gente iletrada. Elegido obispo de santa Águeda de los Godos,
se entregó de modo excepcional a esta misión, que dejaría quince años después,
aquejado de graves enfermedades, y pasó el resto de su vida en Nocera
de’Pagani, en la Campania, aceptando grandes trabajos y dificultades.
Vida de San Alfonso María de Ligorio
Nació en Nápoles el año 1696; obtuvo el doctorado en ambos
derechos recibió la ordenación sacerdotal e instituyó la Congregación llamada
del Santísimo Redentor. Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó
a la predicación y a la publicación de diversas obras, sobre todo de teología
moral, materia en la que es considerado un auténtico maestro. Fue elegido
obispo de Sant’ Agata de’ Goti, pero algunos años después renunció a dicho
cargo y murió entre los suyos, en Pagami, cerca de Nápoles, el año 1787.
BIOGRAFIA
San Alfonso nació en Nápoles el 27 de Septiembre de 1696. Sus
padres Don José de Liguori y Doña Ana Cavalieri eran de familias nobles y
distinguidas.
Era un "niño prodigio" con gran facilidad para los
idiomas, ciencias, arte, música y demás disciplinas. Empezó a estudiar leyes a
los 13 años y a los 16 años presentó el examen de doctorado en derecho civil y
canónico en la Universidad de Nápoles. A los 19 años ya era un abogado famoso.
Conversión
Según se cuenta, en su profesión como abogado no perdió ningún
caso en 8 años, hasta que un día después de su brillante defensa, un documento
demostró que él había apoyado (aunque sin saberlo), lo que era falso. Eso
cambió su vida radicalmente.
Hizo un retiro en el convento de los lazaristas y se confirmó en
la cuaresma de 1722. Estos dos eventos reavivaron su fervor. Al año siguiente,
en dos ocasiones oyó una voz que le decía: "abandona el mundo y entrégate
a mí". Hizo voto de celibato y abandonó completamente su profesión. Muy
pronto Dios le confirmó cuál era su voluntad.
Se fue a la iglesia Nuestra Señora de la Misericordia a pedir ser
admitido en el oratorio. Su padre trató de impedirlo, pero al verlo tan
decidido le dio permiso de hacerse sacerdote, pero con la condición de que se
fuese a vivir a su casa. Alfonso aceptó, siguiendo el consejo de su director
espiritual que era oratoriano.
Hizo los estudios sacerdotales en su casa. Fue ordenado sacerdote
en 1726 a los 30 años. Los dos años siguientes se dedicó a los
"vagos" de los barrios de las afueras de Nápoles.
La predica sencilla desde el corazón
En los comienzos del siglo XVIII combatió la prédica muy florida
y el rigorismo jansenista en los confesionarios. El predicaba con sencillez. El
santo decía a sus misioneros: "Emplead un estilo sencillo, pero trabajad a
fondo vuestros sermones. Un sermón sin lógica resulta disperso y falto de
gusto. Un sermón pomposo no llega a la masa. Por mi parte, puedo deciros que
jamás he predicado un sermón que no pudiese entender la mujer más
sencilla".
San Alfonso abandonó su casa paterna en 1729, a los 33 años y se
fue de capellán a un seminario donde se preparaban misioneros para la China.
En 1730 el Obispo de Castellamare, el Monseñor Falcoia, invita a
Alfonso a predicar unos ejercicios en un convento religioso en Scala. Este
hecho tuvo grandes consecuencias, porque ayudó a discernir a las religiosas una
revelación que tuvo la hermana María Celeste. El día de la transfiguración de
1731, las religiosas vistieron el nuevo hábito y empezaron la estricta clausura
y vida de penitencia. Así comienza la Congregación de las Redentoristas.
En 1732 se despide de sus padres y vuelve a Scala, y con la ayuda
y colaboración de un grupo de laicos, a los 36 años funda la Congregación del
Santísimo Redentor, cuya primera casa perteneció al convento de las religiosas.
San Alfonso era el superior inmediato y Monseñor Falcoia era el director
general.
Grandes pruebas
Al poco tiempo comenzaron los problemas. La congregación se
dividió entre los dos superiores. Al poco tiempo la hermana María Celeste se va
a fundar otra congregación. A los 5 meses el santo se quedó solo con un
hermano, pero más tarde se presentaron nuevos candidatos y se estableció en una
casa más grande.
En 1734 funda otra casa en Villa degli Schiavi y se dedica a
misionar allí. Su confesionario estaba siempre lleno. Trataba a sus penitentes
como almas que era necesario salvar.
En 1737, se divulgan rumores sobre la casa de Villa degli Schiavi
y San Alfonso decide suprimir esa fundación. Al año siguiente también cierra la
casa de Scala.
Organizó misiones en Nápoles por 2 años a pedido del Cardenal
Spinelli, arzobispo.
En 1743, al morir Mons. Falcoia, San Alfonso vuelve a ocuparse de
su congregación como superior general y se encarga de redactar las
constituciones. A pesar de la oposición de las autoridades españolas, los
misioneros reorganizados fundan varias casas.
En 1748 San Alfonso publica en Nápoles la primera edición de su
"Teología Moral". La segunda edición apareció entre los años 1753 y
1755.
En 1749 el papa Benedicto XIV aprobó la congregación y a partir
de eso, el éxito fue enorme.
En 1750, los Jansenistas comienzan a divulgar que la devoción a
la Santísima Virgen era una superstición. San Alfonso defiende a Nuestra
Señora, publicando "Las Glorias de María".
San Alfonso era estricto, pero a la vez tierno y compasivo.
En el proceso de beatificación el P. Cajone dijo: "A mi modo
de ver, su virtud característica era la pureza de intención. Trabajaba siempre
y en todo, por Dios, olvidado de si mismo. En cierta ocasión nos dijo: 'Por la
gracia de Dios, jamás he tenido que confesarme de haber obrado por pasión. Tal
vez sea porque no soy capaz de ver a fondo en mi conciencia, pero, en todo
caso, nunca me he descubierto ese pecado con claridad suficiente para tener que
confesarlo' ". Esto es realmente admirable, teniendo en cuenta que San
Alfonso era un Napolitano de temperamento apasionado y violento, que podía
haber sido presa fácil de la ira, el orgullo y de la precipitación.
Obispo
A los 60 años fue elegido obispo de Sant' Agata de' Goti,
diócesis pequeña con 30,000 habitantes, diecisiete casas religiosas y
cuatrocientos sacerdotes entre los cuales había varios que no practicaban su ministerio
sacerdotal o llevaban mala vida. Algunos celebraban la misa en 15 minutos. San
Alfonso los suspendió "ipso facto", a no ser que se corrigiesen, y
escribió un tratado sobre ese punto: "En el altar el sacerdote representa
a Jesucristo, como dice San Cipriano. Pero muchos sacerdotes actuales, al
celebrar la misa, parecen mas bien saltimbanquis que se ganan la vida en la
plaza pública. Lo más lamentable es que aun los religiosos de ordenes
reformadas, celebran la misa con tal prisa y mutilando tanto los ritos, que los
mismos paganos quedarían escandalizados….Ver celebrar así el Santo Sacrificio
es para perder la fe".
Poco tiempo después se desata en su diócesis una terrible
epidemia que San Alfonso había profetizado 2 años antes. Se morían por
millares. El santo, para ayudar a las víctimas, vendió todo lo que tenía y La
Santa Sede le autoriza a usar fondos de la diócesis y contrae grandes deudas.
Sus esfuerzos por reformar la moralidad pública le trajo
numerosos enemigos que lo amenazaron de muerte. Solía decir: "Cada obispo
está obligado a velar por su propia diócesis. Cuando los que infringen la ley
se vean en desgracia, arrojados de todas partes, sin techo y sin medios de
subsistencia, entraran en razón y abandonaran su vida de pecado".
Dirigió la diócesis de Santa Agata por 19 años.
Y mas pruebas...
En Junio de 1767, sufre un terrible ataque de reumatismo que casi
lo lleva a la muerte.
Al terminar de celebrar la misa el 21 de septiembre de 1774, San
Alfonso se desmayó y quedó inconsciente por 24 horas. Cuando regresó en sí,
dijo a los presentes: "Fui a asistir al Papa, que acaba de morir". El
Papa Clemente XIV muere el 22 de Septiembre de 1774.
En 1775 San Alfonso pidió a Pío VI que le permitiera renunciar al
gobierno de su sede. El Papa le concede teniendo en cuenta su enfermedad. San
Alfonso se retiró ciego y sordo. Fue a pedir hospitalidad a sus hijos
espirituales, en Nocera, cerca de Nápoles, pensando así acabar tranquilamente
sus días.
En 1777, los Redentoristas son atacados de nuevo. El Santo sufre
con paciencia muchas humillaciones a causa de la traición de Monseñor Testa que
era Capellán del Rey. El Santo se vio excluido de la congregación que había
fundado.
Dios le reservaba una prueba aún más dura. Entre 1784 y 1785, el
santo atraviesa por un terrible periodo de "noche obscura del alma",
sufre tentaciones sobre su fe y sus virtudes. Se ve abrumado por sus
escrúpulos, temores y alucinaciones diabólicas. Le duró 18 meses, con
intervalos de luz y reposo. A esto le siguió un periodo de éxtasis, profecías y
milagros.
Gran escritor
Sus últimos 12 años de vida se dedicó a escribir, aumentando así
sus obras ascéticas y teológicas. Sus más conocidos libros son: La Practica de
amar a Jesucristo, la Preparación para la muerte, las Glorias de María.
La Teología Moralis fue una obra que influyó en la formación del
clero hasta hace pocos años.
El santo murió 2 meses antes de cumplir 91 años, la noche del 31
de julio al 1 de agosto de 1787.
El Papa Pío VI en 1796 decreta la introducción de la causa de
beatificación de Alfonso María Ligorio. La beatificación se da en 1816. Fue
canonizado en 1839.
En 1871 fue declarado Doctor de la Iglesia y propuesto como
patrono de los confesores y de los teólogos de moral.
(Fuente: corazones.org)