19 de Julio – VIERNES –
15ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro del Éxodo (11,10-12.14):
En aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en
presencia del Faraón; pero el Señor hizo que el Faraón se empeñara en no dejar
marchar a los israelitas de su territorio.
Dijo
el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este
mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer
mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada
uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es
demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta
completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será
un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta
el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer.
Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo
hayáis comido.
Esa
noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras
amargas. No comeréis de ella nada crudo ni cocido en agua, sino asado a fuego:
con cabeza, patas y entrañas. No dejaréis restos para la mañana siguiente; y,
si sobra algo, lo quemaréis. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las
sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa,
porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta
noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos,
de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy
el Señor.
La
sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la sangre,
pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a
Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del
Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»
Palabra
de Dios
Salmo:
115,12-13.15-16be.17-18
R/.
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del
Señor
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Siervo tuyo soy, hijo de
tu esclava:
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre,
Señor.
Cumpliré al Señor mis
votos
en presencia de todo el
pueblo. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (12,1-8):
Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los
discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los
fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira,
tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.»
Les
replicó:
«¿No
habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró
en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba
permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes.
¿Y
no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el
templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el
templo.
Si
comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no
sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del
hombre es señor del sábado.»
Palabra
del Señor
1.
En la religión de Israel, en su cultura y en sus costumbres, la observancia
escrupulosa del sábado era -y sigue siendo- para los israelitas piadosos el
precepto determinante, el paradigma de la fidelidad a Dios.
Lo chocante, sin embargo, es que Jesús
no se sometió a este precepto en muchos
casos y en muchas cosas. Hasta el extremo de que, con toda razón, hay que
asegurar que, para Jesús, por encima de las observancias religiosas están las
necesidades humanas.
2.
Pero, en este episodio -tal como lo relata Mateo-, lo más importante no
es
el hecho de la inobservancia del sábado, sino
la argumentación que da Jesús para justificar por qué él y sus discípulos no se
sometían al cumplimiento exacto y fiel del "sabbat". Tal
argumentación se basa en la conducta del rey David, cuando sintió hambre (1 Sam
21, 1 ss).
Lo que Jesús propone, al recordar este
ejemplo de David, es que la necesidad de comer está antes que la obligación de
rezar. De forma que, cuando se siente hambre, los deberes religiosos tienen que
ceder a una necesidad humana elemental.
3.
Jesús revolucionó la religión, la modificó en su raíz misma. Porque puso
el
centro del hecho religioso, no en "lo
sagrado" y sus observancias, sino en "lo
humano" y sus necesidades.
A mucha gente esto le parece una
barbaridad y no le entra en la cabeza. Por eso son muchos los que se
escandalizan cuando alguien toma en
serio el Evangelio. Y es que lo sagrado comporta experiencias y sentimientos
tan profundos, que mucha gente prefiere soportar todos los yugos legales que
les echen encima, con tal de tener siempre la tranquilidad de conciencia que
produce la sumisión al mandato bien
cumplido.
La consecuencia histórica de este
sentimiento religioso ha sido, con
demasiada frecuencia, anteponer el respeto a las catedrales, las
iglesias y los conventos al respeto que merecen las cuevas y las chabolas donde
viven los seres humanos tantas veces.
- ¿Puede haber mayor deformación
humana que eso?
Y si es deformación humana, es (por
eso mismo) una deformación religiosa que al Dios y Padre de los seres humanos
le provoca rechazo y le resulta insoportable.
Santa Áurea de Córdoba
En Córdoba, en la provincia
hispánica de Andalucía, santa Áurea, virgen, hermana de los santos mártires
Adolfo y Juan, la cual, en una de las persecuciones realizadas por los
musulmanes fue llevada ante el juez y, asustada, negó la fe, pero luego,
arrepentida, se presentó de nuevo ante el mismo juez y, repetido el juicio, se mantuvo
firme, venciendo al enemigo al derramar su sangre por Cristo.
Vida de Santa Áurea
Santa Áurea nació en Sevilla, en una
acomodada y noble familia en la que la mayor parte eran mahometanos, pero su
madre Artemia, era cristiana de probada virtud, fue ella quien la educó en las
santas verdades de los Evangelios, más tarde Áurea demostraría con su vida y
gloriosa muerte el ser digna de gozar de la eterna gracia. Sus hermanos Adulfo
y Juan, también alcanzaron el triunfo del martirio, en aquellos días Áurea
vivía en el monasterio de Cuteclara (Córdoba) dando ejemplo de devoción y
caridad.
Su elevada alcurnia y la dado que muchos de sus parientes seguían
la religión de Mahoma, fueron los motivos por los que nadie se había atrevido a
delatarla; pero habiendo llegado la noticia de su fe a oídos de sus allegados
en Sevilla, usando como subterfugio su parentesco, fueron a visitarla para
comprobar lo que habían escuchado.
Gobernaba por entonces el Califato de Occidente, Mahomet, hijo de
Abdrrahman, célebre por la terrible persecución que había emprendido contra los
cristianos. Los parientes Áurea descubrieron que ella no solo era cristiana
sino una ferviente religiosa, y apasionados por la doctrina de sus creencias,
procuraron convencerla de convertirse en seguidora del falso profeta.
Fue fútil todos sus intentos, sus palabras chocaban contra la
inamovible fe que Áurea tan sinceramente profesaba. Fue tal su enojo que
tomaron la decisión de delatarla al cadi. El juez ordenó la llevasen al
tribunal, y al verla vestida con el hábito religioso se irritó de tal modo que
la amenazó con los más terribles castigos. Invocó, el juez, la noble sangre
mahometana que circulaba en sus venas y lo que su familia sufriría por culpa de
ella. Le prometió en cambio que si aceptaba las creencias familiares borraría
la mancha que afectaba su ilustre estirpe y se salvaría de los duros tormentos
que la esperaban si no aceptaba.
Áurea guardó silencio un momento dejándose llevar tal vez por el
miedo, o bien de la idea de disimular su fe lo que no es lícito ni permitido a los cristianos en caso semejante, y el juez
juzgándola vencida le concedió la libertad.
Recapacitó Áurea sobre lo que había acontecido, y avergonzada por
su debilidad decidió no regresar al monasterio prefiriendo quedarse en una
casa, posiblemente de alguno de sus parientes cristianos, donde sumergida en
tiernas lágrimas confesó su pecado. Pidió a sus hermanos intercedieran ante el
Señor a fin de tener una posibilidad de demostrar al mundo cuan profunda era su
fe en Cristo.
No tuvo que esperar mucho para que su místico anhelo se hiciera
realidad, fue delatada nuevamente, y conducida por segunda vez ante el cadi, en
esta ocasión ella respondió, con un valor y una fortaleza inspiradas por el
Espíritu Santo. La firmeza de Áurea encendió el colérico corazón de su juez,
ordenando la encerraran en la más lóbrega prisión y que al día siguiente fuera
conducida al suplicio. Áurea fue decapitada y luego su cuerpo colgado de los
pies en un palo donde, pocos días antes había sido ajusticiado un reo de
homicidio, luego sus restos fueron arrojados, junto con los de varios
malhechores, al Guadalquivir.
fuente: Suplemento á la
última edición del Año Christiano
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