18 de Julio – JUEVES –
15ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro del Éxodo (3,13-20):
En aquellos días, Moisés, después de oír la voz del Señor desde
la zarza ardiendo, le replicó:
«Mira,
yo iré a los israelitas y les diré: "El Dios de vuestros padres me ha
enviado a vosotros." Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les
respondo?»
Dios
dijo a Moisés:
«"Soy el que soy"; esto dirás a los
israelitas: "Yo-soy me envía a vosotros."»
Dios
añadió:
«Esto
dirás a los israelitas: "Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de
Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre
para siempre: así me llamaréis de generación en generación."
Vete,
reúne a los ancianos de Israel y diles:
"El
Señor, Dios de vuestros padres, de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me ha
aparecido y me ha dicho: 'Os tengo presentes y veo cómo os tratan los egipcios.
He decidido sacaros de la opresión egipcia y llevaros al país de los cananeos,
hititas, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y
miel'."
Ellos
te harán caso, y tú, con los ancianos de Israel, te presentarás al rey de
Egipto y le diréis:
"El
Señor Dios de los hebreos nos ha encontrado, y nosotros tenemos que hacer un
viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor,
nuestro Dios."
Yo
sé que el rey de Egipto no os dejará marchar si no es a la fuerza; pero yo
extenderé la mano, heriré a Egipto con prodigios que haré en el país, y
entonces os dejará marchar.»
Palabra
de Dios
Salmo:
104,1.5.8-9.24-25.26-27
R/.
El Señor se acuerda de su alianza eternamente
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus
hazañas a los pueblos.
Recordad las maravillas
que hizo,
sus prodigios, las
sentencias de su boca. R/.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por
mil generaciones;
de la alianza sellada
con Abrahán,
del juramento hecho a
Isaac. R/.
Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus
enemigos.
A éstos les cambió el
corazón
para que odiasen a su
pueblo,
y usaran malas artes con
sus siervos. R/.
Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra
ellos sus signos,
prodigios en la tierra
de Cam. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (11,28-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
«Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad
con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis vuestro descanso.
Porque
mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra
del Señor
1.
El Dios humanizado, que se nos da a conocer en el hombre Jesús de
Nazaret, es demasiado distinto del que invoca la liturgia oficial utilizando la
expresión "Nuestro Señor Jesucristo", un título que nadie ni nunca se
le aplica a Jesús en los evangelios. Ni siquiera al Resucitado se le denomina
así.
A fuerza de religiosidad y culto,
hemos deformado a Jesús de Nazaret. Eso nos indica hasta qué punto la religión
se ha superpuesto al Evangelio.
2.
El Jesús del Evangelio llama a los seres humanos, los busca, los quiere
junto a él. No les llama para imponerles carga alguna. Ni para amenazarles. Ni
para exigirles. Y, menos aún, para recordarles que es nuestro juez y conoce
nuestras conductas y nuestras
debilidades, fallos y contradicciones. Nada de eso.
Ocurre con frecuencia que los llamados
"representantes de Dios", para fortalecer sus pretensiones de poder,
insisten en el poder de Dios, en el juicio y la justicia de Dios, en los
posibles castigos que Dios impone y con los que nos amenaza. Con lo cual, lo que consiguen no pocos
funcionarios del estamento eclesiástico es alejar a mucha gente de la religión
y hacer más difícil la fe en Jesús y su Evangelio.
3.
Jesús llama a los "cansados y agobiados". Por tanto, Jesús llama a todos los castigados
por la crisis actual: los parados, los desahuciados, los inmigrantes, los
jóvenes sin futuro, los enfermos... A todos los que se ven obligados a vivir
las duras condiciones actuales de injusticia y humillación, el Dios de Jesús los
llama.
Llama, por tanto, a quienes se ven sin
fuerzas, sin futuro, sin esperanza.
- ¿Para qué los llama?
4.
Para quitarles de encima el peso de un yugo insoportable. "El
"yugo" de la Ley suprema, la Ley del Dios Trascendente y Absoluto.
Es, en el fondo, el "yugo" que justifica a los poderes que nos quitan cada semana los derechos
que, durante siglos, habíamos conquistado.
Jesús nos da la libertad y la valentía
que necesitamos para enfrentarnos a un atropello masivo, mundial, que cada día
que pasa nos aplasta más y más.
En una situación, como la que estamos
soportando, necesitamos fortaleza, esperanza, una fe íntegra y, sobre
todo, unirnos en la resistencia, la protesta,
la responsabilidad de personas
honradas que saben estar en su sitio. Y, sobre
todo, Jesús nos quita de encima
el "yugo" del miedo.
El miedo creciente que hace posible la
sumisión de la gente al peso de tanto dolor como nos están echando encima.
BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.
18 de Julio – JUEVES –
15ª – SEMANA DEL T. O. – C –
BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.
Lectura
del libro del Éxodo (3,13-20):
En aquellos días, Moisés, después de oír la voz del Señor desde
la zarza ardiendo, le replicó:
«Mira,
yo iré a los israelitas y les diré: "El Dios de vuestros padres me ha
enviado a vosotros." Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les
respondo?»
Dios
dijo a Moisés:
«"Soy el que soy"; esto dirás a los
israelitas: "Yo-soy me envía a vosotros."»
Dios
añadió:
«Esto
dirás a los israelitas: "Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de
Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre
para siempre: así me llamaréis de generación en generación."
Vete,
reúne a los ancianos de Israel y diles:
"El
Señor, Dios de vuestros padres, de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me ha
aparecido y me ha dicho: 'Os tengo presentes y veo cómo os tratan los egipcios.
He decidido sacaros de la opresión egipcia y llevaros al país de los cananeos,
hititas, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y
miel'."
Ellos
te harán caso, y tú, con los ancianos de Israel, te presentarás al rey de
Egipto y le diréis:
"El
Señor Dios de los hebreos nos ha encontrado, y nosotros tenemos que hacer un
viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor,
nuestro Dios."
Yo
sé que el rey de Egipto no os dejará marchar si no es a la fuerza; pero yo
extenderé la mano, heriré a Egipto con prodigios que haré en el país, y
entonces os dejará marchar.»
Palabra
de Dios
Salmo:
104,1.5.8-9.24-25.26-27
R/.
El Señor se acuerda de su alianza eternamente
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus
hazañas a los pueblos.
Recordad las maravillas
que hizo,
sus prodigios, las
sentencias de su boca. R/.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por
mil generaciones;
de la alianza sellada
con Abrahán,
del juramento hecho a
Isaac. R/.
Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
más poderoso que sus
enemigos.
A éstos les cambió el
corazón
para que odiasen a su
pueblo,
y usaran malas artes con
sus siervos. R/.
Pero envió a Moisés, su siervo,
y a Aarón, su escogido,
que hicieron contra
ellos sus signos,
prodigios en la tierra
de Cam. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (11,28-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
«Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad
con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis vuestro descanso.
Porque
mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra
del Señor
1.
El Dios humanizado, que se nos da a conocer en el hombre Jesús de
Nazaret, es demasiado distinto del que invoca la liturgia oficial utilizando la
expresión "Nuestro Señor Jesucristo", un título que nadie ni nunca se
le aplica a Jesús en los evangelios. Ni siquiera al Resucitado se le denomina
así.
A fuerza de religiosidad y culto,
hemos deformado a Jesús de Nazaret. Eso nos indica hasta qué punto la religión
se ha superpuesto al Evangelio.
2.
El Jesús del Evangelio llama a los seres humanos, los busca, los quiere
junto a él. No les llama para imponerles carga alguna. Ni para amenazarles. Ni
para exigirles. Y, menos aún, para recordarles que es nuestro juez y conoce
nuestras conductas y nuestras
debilidades, fallos y contradicciones. Nada de eso.
Ocurre con frecuencia que los llamados
"representantes de Dios", para fortalecer sus pretensiones de poder,
insisten en el poder de Dios, en el juicio y la justicia de Dios, en los
posibles castigos que Dios impone y con los que nos amenaza. Con lo cual, lo que consiguen no pocos
funcionarios del estamento eclesiástico es alejar a mucha gente de la religión
y hacer más difícil la fe en Jesús y su Evangelio.
3.
Jesús llama a los "cansados y agobiados". Por tanto, Jesús llama a todos los castigados
por la crisis actual: los parados, los desahuciados, los inmigrantes, los
jóvenes sin futuro, los enfermos... A todos los que se ven obligados a vivir
las duras condiciones actuales de injusticia y humillación, el Dios de Jesús los
llama.
Llama, por tanto, a quienes se ven sin
fuerzas, sin futuro, sin esperanza.
- ¿Para qué los llama?
4.
Para quitarles de encima el peso de un yugo insoportable. "El
"yugo" de la Ley suprema, la Ley del Dios Trascendente y Absoluto.
Es, en el fondo, el "yugo" que justifica a los poderes que nos quitan cada semana los derechos
que, durante siglos, habíamos conquistado.
Jesús nos da la libertad y la valentía
que necesitamos para enfrentarnos a un atropello masivo, mundial, que cada día
que pasa nos aplasta más y más.
En una situación, como la que estamos
soportando, necesitamos fortaleza, esperanza, una fe íntegra y, sobre
todo, unirnos en la resistencia, la protesta,
la responsabilidad de personas
honradas que saben estar en su sitio. Y, sobre
todo, Jesús nos quita de encima
el "yugo" del miedo.
El miedo creciente que hace posible la
sumisión de la gente al peso de tanto dolor como nos están echando encima.
BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.
Tiburcio Arnaiz Muñoz nació en Valladolid
el 11 de agosto de 1865, en el seno de una modesta familia de tejedores. Dos
días después, sus cristianos padres, Ezequiel y Romualda, lo llevaron a
bautizar a la iglesia parroquial de San Andrés, imponiéndole el nombre del
santo del día.
Con sólo cinco años quedó huérfano de padre, y su madre hubo de
ingeniárselas para educar y sacar adelante a los dos hijos: Gregoria y
Tiburcio.
“Tenía talento”, pero
“era un calavera de estudiante”
SEMINARISTA Y
SACERDOTE
Era un joven vivo, alegre y de buen corazón, cuando entró en el
seminario con trece años. Sacó los estudios con bastante aprovechamiento y
brillantez porque “tenía talento”, pero advierte un compañero suyo que “era un
calavera de estudiante, en el buen sentido de la palabra; no cogía un libro de
texto en casa, si acaso lo que pescaba en los claustros del Seminario antes de
la clase”.
Para ayudar algo a la
precaria economía de su casa ejerció las funciones de sacristán, en el convento
de Dominicas de S. Felipe de la Penitencia en el mismo Valladolid. A veces
llegaba tarde y las religiosas tenían que avisar a la recadera del convento; la
pobre mujer abría, pero después regañaba severamente al seminarista. Tiburcio
no protestaba ni contestaba; callado, escuchaba la reprimenda y reconocía su
falta, dejando admiradas a las religiosas que comenzaron a vislumbrar su
virtud.
Al acercarse la fecha de su Ordenación Sacerdotal, lo notaban
serio y encerrado en sí, llegando a preocupar a su madre y hermana. Un día se
sinceró con una de las monjas diciéndole: “Piensan en casa que no tengo
vocación. Pero lo que me sucede es que cuanto más Ejercicios hago, más temor
tengo, porque veo más la dignidad sacerdotal y mi indignidad. Pero cada vez me
siento con más vocación”.
Fue ordenado sacerdote
el 20 de abril de 1890. Se le confió primero, durante tres años, la parroquia
de Villanueva de Duero, en Valladolid, y después, durante nueve, la de Poyales
del Hoyo, en Ávila. Las atendió siempre con amorosa solicitud. Cuando hubo de
dejar Poyales para entrar en la Compañía de Jesús decía conmovido: “Amo tanto a
mi pueblo que no le cambiaría por una mitra; sólo la voz de Dios tiene poder
para arrancarme de mi parroquia”.
En estos años había
obtenido la licenciatura y el doctorado en Teología, en la ciudad primada de
Toledo.
Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un obstáculo
CONVERSIÓN
Como párroco iba pasando los días y los años, trabajando en la
viña de Señor y al abrigo de su familia. Sin embargo, Dios lo iba espoleando a
mayor entrega, pues en cierta ocasión confesó: “Yo vivía muy a gusto y me daba
muy buena vida, pero temía condenarme”. Su pensamiento volaba a la vida
religiosa pero veía un obstáculo insuperable en su anciana madre, a quien amaba
y veneraba, y él era el único amparo de su vejez. Hasta que un buen día,
dispuso Dios llevársela al cielo; la separación le causó tanta pena que su
corazón quedó destrozado: “Fue tanto lo que sufrí, que me dije: ya no se me
vuelve a morir a mí nadie, porque voy a morir yo a todo lo que no sea Dios”.
Su hermana Gregoria, una
noche después de leer el “Año Cristiano”, exclamó derramando lágrimas: “¡Ay
Tiburcio, cuántas cosas hicieron los santos por Dios y nosotros qué poco
hacemos! ¿Vamos a pasarnos la vida sin hacer nada por Él?, deberíamos irnos
cada uno a un convento y allí servir a Dios con perfección lo que nos queda de
vida”… Así quedó libre el camino para seguir, cada cual, su particular
vocación: ella entró en las Dominicas de S. Felipe, y D. Tiburcio, después de
cerciorarse que quedaba “contenta”, con un: “Pues entonces, ¡hasta el cielo!”,
la despidió y marchó gozoso a pedir su admisión en la Compañía de Jesús.
En Málaga tuvo lugar su
incorporación definitiva a la Compañía de Jesús
ENTRA EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Corría el año 1902 cuando entró en el noviciado de la Compañía en
Granada; Tiburcio tenía 37 años. Desde un principio se dispuso a la práctica de
toda virtud. Dos propósitos hizo en este tiempo y los cumplió con exactitud:
“No pedir nunca nada y contentarme con lo que me den”, “Nunca me negaré a
ningún trabajo, bajo ningún pretexto”. La idea del tiempo perdido y de la edad
avanzada, lo espoleaban a buscar ansiosamente la perfección.
Hizo sus primeros votos
el 3 de abril de 1904. Durante este tiempo asimiló admirablemente la
espiritualidad ignaciana y comenzó a dirigir tandas de Ejercicios Espirituales;
además, se inició en el difícil ministerio de las Misiones Populares.
Antes de marchar a Loyola en 1911, donde hizo lo que se llama la
“Tercera Probación” (experiencia con la cual la Compañía de Jesús culminaba la
formación de sus miembros), fue destinado a Murcia. Pasó en esta ciudad dos
años, entregado a las almas y dirigiéndolas con admirable acierto. “Este Padre
es un santo y hace santos”, decían cuantos lo trataban. Allí descubrió la
necesidad de acoger a las jóvenes de los campos y pueblecitos inmediatos que
venían a servir y que estaban expuestas a mil peligros. Para ellas buscó una
casa donde tuvieran, además de albergue y amparo, quien las enseñase a conocer
y amar a Dios.
Pasada su estancia de
formación en Loyola, y tras unos breves ministerios durante la cuaresma en
Canarias y Cádiz, marchó a Málaga donde tuvo lugar su incorporación definitiva
a la Compañía de Jesús, pronunciando sus últimos votos el 15 de agosto de 1912,
en la capilla del colegio de S. Estanislao del Palo.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento
humano no conocía límites
MINISTERIOS
Su incansable apostolado como misionero popular, director de
Ejercicios Espirituales, confesor y director de almas, aunque se extendió por
varios puntos de España, se multiplicó en Andalucía: Cádiz, Córdoba, Sevilla,
Granada…, y principalmente por toda la diócesis de Málaga, donde tuvo su
residencia habitual y desplegó un celo incansable.
Al terminar las misiones volvía el P. Arnaiz a su casa de Málaga
y a veces ni subía a la habitación, dejaba el maletín en la portería y “volaba”
a visitar enfermos, así, literalmente, porque ocasión hubo en que quisieron
seguirlo y no pudieron.
Acudía a las salas de
los hospitales, pero también a las casas particulares. En estos encuentros
personales la caridad del Padre se desbordaba. Una vez una buena señora que
pedía limosna en las puertas de las iglesias, al llegar a casa sorprendió al
Padre atendiendo a su madre que estaba enferma y repetía admirada: “Es un
santo, es un santo. ¡Si le hubieran visto ustedes preparando una yema a mi
madre, y con la gracia y agrado con que lo hacía!”.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento
humano no conocía límites. En la calle Cañaveral, de la misma ciudad, impulsó
la construcción de una casa de acogida para señoras con pocos recursos, con más
de treinta viviendas unipersonales. Promovió la apertura de la Librería
Católica de Málaga y atendió con sumo interés algunas escuelitas y talleres de
gente humilde. También las cárceles eran objeto de sus desvelos; allí, a su
paso, “tocaba” el Señor con su predicación y caridad muchos corazones
destrozados, algunos de los cuales, al salir, buscaban al Padre para seguir sus
consejos y su guía espiritual.
Su influencia benéfica
se multiplicaba gracias a un plantel de incondicionales colaboradores que tenía
ocupados en los diversos apostolados que se le ocurrían, unos en la ciudad y
otros incluso preparándole misiones en los pueblos.
En sus visitas por los barrios marginales, se hizo idea cabal del
espíritu hostil a la religión que en ellos reinaba (una vez le llegaron a tirar
una rata), y fiel al Evangelio y lleno de compasión por tanta ignorancia, que
veía ser la causa de tal animadversión, se dispuso a remediarla.
Los famosos “corralones”
eran casas de vecinos donde cada familia únicamente disponía, para su
intimidad, de una habitación o dos, alrededor de un gran patio. El Padre
alquilaba, o pedía, una de estas estancias y mandaba a algunas de sus dirigidas
para tener allí una escuela improvisada; enseñaban a leer y escribir a aquellas
gentes, nociones de cultura general, y lo más elemental de nuestra fe: que hay
Dios y que nos ama hasta el extremo de dar la vida por nosotros, que tenemos
alma, la vida eterna… El Padre se presentaba al cabo de un mes o dos y les
predicaba a todos como una Misión; se los ganaba pronto y se hacía sentir la
influencia de su santidad, por lo que casi todos se ponían en gracia. Después,
solía dejar a alguna mujer piadosa al frente de esta singular escuelita llamada
“miga”, para que siguiese enseñando a los niños y sostuviese el fruto logrado.
Durante su vida se trabajó así en unos veinte corralones, y el cambio obrado en
ellos redundó en beneficio de la vida social de Málaga.
Esta misma forma de
evangelización, desarrollada por señoritas que se instalaran temporalmente en
los pueblos y cortijadas, fue la Obra más propiamente original del P. Arnaiz y
que continua hasta nuestros días: LA OBRA DE LAS DOCTRINAS RURALES.
Suscitó conversiones realmente extraordinarias
LAS MISIONES POPULARES
La predicación de Misiones Populares fue uno de sus principales
ministerios. Su íntimo amigo D. Antonio Membibre, lo acompañó en una de ellas y
relataba sus impresiones a la hermana del P. Arnaiz, ya religiosa:
“Tuve el consuelo de
pasar diez días con tu hermano que es un misionero santo, mortificado y
penitente, pues no suele dormir en la cama, se tira en el suelo y en paz; a las
cuatro se levanta, hace la hora de oración, me llamaba a las cinco e íbamos a
la iglesia; él solía tocar, pues el sacristán nunca estaba a tiempo;
confesábamos, a las seis Rosario de la aurora. Esta carta tenla como si fuera
de tu hermano pues él no tiene tiempo, ni para un solo día, siempre misionando
y no quiere más que trabajar y salvar almas; terminado el Rosario, yo me vestía
en el altar y Tiburcio desde el pulpito explicando los misterios de la Santa
Misa, los ornamentos sagrados, etc. Terminaba a las siete y se iban los hombres
a sus ocupaciones. A las diez doctrina para los niños y a la tarde a las tres…
Restableció el Apostolado de la Oración; no conoces a tu hermano, está
rejuvenecido, todo le gusta, todo le asienta, no tiene comodidades ni pereza ni
necesidades, una gran voz, potente, incansable, predicando todo el día y toda
la noche, vida de penitencias, sacrificios y humillaciones, en verdad atraen
sobre él las gracias que por su ministerio Dios derrama a torrentes”.
Como bien decía su amigo
D. Antonio, el Señor, por su medio, derramaba gracias a torrentes y los tibios
volvían al fervor de la vida cristiana, los justos se convertían en apóstoles y
los alejados volvían al redil de Cristo, contándose casos de conversiones
realmente extraordinarias.
Leyendo la lista de las ocupaciones simultáneas que tenía,
parecía imposible que las pudiese llevar a cabo, dándose casos como el de
Chiclana, pueblo de Cádiz en el que además de predicar una misión en las dos
parroquias, a la vez dio ejercicios a religiosas, visitó la cárcel y tenía
reuniones con diversas asociaciones piadosas.
En los pueblos por él
misionados, reorganizaba o fundaba asociaciones para mantener la vida de
piedad, como Congregaciones Marianas, las Conferencias de San Vicente de Paúl,
el Apostolado de la Oración o la Adoración Nocturna, y si había algún convento,
ya fuese de vida activa o contemplativa, siempre encontraba un “hueco” para
atender a las religiosas. En Ronda (Málaga) incluso promovió la fundación de un
Carmelo, obra que cuidó con especial esmero en todos sus detalles hasta la
inauguración que, por especial disposición del Señor, resultó ser el mismo día
de su entierro.
Detrás de la
construcción o arreglo de varias iglesias y escuelas, también estuvo la
iniciativa del P. Arnaiz y su colaboración incansable.
A su muerte, su cuerpo fue llevado por las calles de la ciudad
MUERTE Y ENTIERRO
A principios de julio de 1926 estaba el P. Arnaiz en Algodonales
(Cadiz), predicando una Misión, cuando se encontró extraordinariamente mal
dispuesto. El médico diagnosticó bronquitis y pleuritis. Él murmuró expresivo:
“Me entrego”.
Fue trasladado a Málaga,
y cuando se supo que el P. Arnaiz había llegado en esas condiciones, la ciudad
se movilizó, incluso hubo que poner, en sitio visible, el parte médico de cada
día.
El 10 de julio le
administraron los últimos Sacramentos quedando desde entonces alegre y ansioso
por irse al cielo; no podía hablar de otra cosa. “¡Qué hermosísimo es el
Corazón de Jesús!… ya le veré pronto… ¡y me hartaré! ¡Qué bueno es! ¡Cuánto nos
quiere!… Y la Virgen, ¡vaya si es amable y me quiere!”.
A las 10 de la noche del
18 de julio de 1926, entregaba su alma a Dios.
El duelo por su pérdida
fue general. Lo lloraron los humildes y también los de condición económica
elevada. Se obtuvo licencia de Roma y del Ministerio de Gobernación para que
pudiese ser enterrado en la iglesia del Corazón de Jesús.
Su cadáver fue expuesto a la veneración pública durante tres
días. Y todavía, antes de ser inhumado en el crucero derecho del templo, fue
llevado por las calles de la ciudad, por donde durante años, había dirigido él
la procesión del Corazón de Jesús. Cerró el comercio y el cortejo fúnebre fue
presidido por las autoridades religiosas, civiles y militares. Había muerto en
olor de santidad.
El santo Obispo de
Málaga, D. Manuel González, que lo conocía bien, y presidió la oración fúnebre,
definió con gran acierto su personalidad, diciendo del P. Arnaiz que era “un
persuadido, un enamorado, un loco de Jesús”.
El P. Arnaiz desde el cielo continúa su labor apostólica y sigue
haciendo el bien entre sus devotos, y son muchos los favores y hechos
milagrosos que se atribuyen a su intercesión, y numerosas las personas que,
diariamente, visitan su sepultura confiándole sus sufrimientos y anhelos.
Tiburcio Arnaiz Muñoz nació en Valladolid
el 11 de agosto de 1865, en el seno de una modesta familia de tejedores. Dos
días después, sus cristianos padres, Ezequiel y Romualda, lo llevaron a
bautizar a la iglesia parroquial de San Andrés, imponiéndole el nombre del
santo del día.
Con sólo cinco años quedó huérfano de padre, y su madre hubo de
ingeniárselas para educar y sacar adelante a los dos hijos: Gregoria y
Tiburcio.
“Tenía talento”, pero
“era un calavera de estudiante”
SEMINARISTA Y
SACERDOTE
Era un joven vivo, alegre y de buen corazón, cuando entró en el
seminario con trece años. Sacó los estudios con bastante aprovechamiento y
brillantez porque “tenía talento”, pero advierte un compañero suyo que “era un
calavera de estudiante, en el buen sentido de la palabra; no cogía un libro de
texto en casa, si acaso lo que pescaba en los claustros del Seminario antes de
la clase”.
Para ayudar algo a la
precaria economía de su casa ejerció las funciones de sacristán, en el convento
de Dominicas de S. Felipe de la Penitencia en el mismo Valladolid. A veces
llegaba tarde y las religiosas tenían que avisar a la recadera del convento; la
pobre mujer abría, pero después regañaba severamente al seminarista. Tiburcio
no protestaba ni contestaba; callado, escuchaba la reprimenda y reconocía su
falta, dejando admiradas a las religiosas que comenzaron a vislumbrar su
virtud.
Al acercarse la fecha de su Ordenación Sacerdotal, lo notaban
serio y encerrado en sí, llegando a preocupar a su madre y hermana. Un día se
sinceró con una de las monjas diciéndole: “Piensan en casa que no tengo
vocación. Pero lo que me sucede es que cuanto más Ejercicios hago, más temor
tengo, porque veo más la dignidad sacerdotal y mi indignidad. Pero cada vez me
siento con más vocación”.
Fue ordenado sacerdote
el 20 de abril de 1890. Se le confió primero, durante tres años, la parroquia
de Villanueva de Duero, en Valladolid, y después, durante nueve, la de Poyales
del Hoyo, en Ávila. Las atendió siempre con amorosa solicitud. Cuando hubo de
dejar Poyales para entrar en la Compañía de Jesús decía conmovido: “Amo tanto a
mi pueblo que no le cambiaría por una mitra; sólo la voz de Dios tiene poder
para arrancarme de mi parroquia”.
En estos años había
obtenido la licenciatura y el doctorado en Teología, en la ciudad primada de
Toledo.
Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un obstáculo
CONVERSIÓN
Como párroco iba pasando los días y los años, trabajando en la
viña de Señor y al abrigo de su familia. Sin embargo, Dios lo iba espoleando a
mayor entrega, pues en cierta ocasión confesó: “Yo vivía muy a gusto y me daba
muy buena vida, pero temía condenarme”. Su pensamiento volaba a la vida
religiosa pero veía un obstáculo insuperable en su anciana madre, a quien amaba
y veneraba, y él era el único amparo de su vejez. Hasta que un buen día,
dispuso Dios llevársela al cielo; la separación le causó tanta pena que su
corazón quedó destrozado: “Fue tanto lo que sufrí, que me dije: ya no se me
vuelve a morir a mí nadie, porque voy a morir yo a todo lo que no sea Dios”.
Su hermana Gregoria, una
noche después de leer el “Año Cristiano”, exclamó derramando lágrimas: “¡Ay
Tiburcio, cuántas cosas hicieron los santos por Dios y nosotros qué poco
hacemos! ¿Vamos a pasarnos la vida sin hacer nada por Él?, deberíamos irnos
cada uno a un convento y allí servir a Dios con perfección lo que nos queda de
vida”… Así quedó libre el camino para seguir, cada cual, su particular
vocación: ella entró en las Dominicas de S. Felipe, y D. Tiburcio, después de
cerciorarse que quedaba “contenta”, con un: “Pues entonces, ¡hasta el cielo!”,
la despidió y marchó gozoso a pedir su admisión en la Compañía de Jesús.
En Málaga tuvo lugar su
incorporación definitiva a la Compañía de Jesús
ENTRA EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Corría el año 1902 cuando entró en el noviciado de la Compañía en
Granada; Tiburcio tenía 37 años. Desde un principio se dispuso a la práctica de
toda virtud. Dos propósitos hizo en este tiempo y los cumplió con exactitud:
“No pedir nunca nada y contentarme con lo que me den”, “Nunca me negaré a
ningún trabajo, bajo ningún pretexto”. La idea del tiempo perdido y de la edad
avanzada, lo espoleaban a buscar ansiosamente la perfección.
Hizo sus primeros votos
el 3 de abril de 1904. Durante este tiempo asimiló admirablemente la
espiritualidad ignaciana y comenzó a dirigir tandas de Ejercicios Espirituales;
además, se inició en el difícil ministerio de las Misiones Populares.
Antes de marchar a Loyola en 1911, donde hizo lo que se llama la
“Tercera Probación” (experiencia con la cual la Compañía de Jesús culminaba la
formación de sus miembros), fue destinado a Murcia. Pasó en esta ciudad dos
años, entregado a las almas y dirigiéndolas con admirable acierto. “Este Padre
es un santo y hace santos”, decían cuantos lo trataban. Allí descubrió la
necesidad de acoger a las jóvenes de los campos y pueblecitos inmediatos que
venían a servir y que estaban expuestas a mil peligros. Para ellas buscó una
casa donde tuvieran, además de albergue y amparo, quien las enseñase a conocer
y amar a Dios.
Pasada su estancia de
formación en Loyola, y tras unos breves ministerios durante la cuaresma en
Canarias y Cádiz, marchó a Málaga donde tuvo lugar su incorporación definitiva
a la Compañía de Jesús, pronunciando sus últimos votos el 15 de agosto de 1912,
en la capilla del colegio de S. Estanislao del Palo.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento
humano no conocía límites
MINISTERIOS
Su incansable apostolado como misionero popular, director de
Ejercicios Espirituales, confesor y director de almas, aunque se extendió por
varios puntos de España, se multiplicó en Andalucía: Cádiz, Córdoba, Sevilla,
Granada…, y principalmente por toda la diócesis de Málaga, donde tuvo su
residencia habitual y desplegó un celo incansable.
Al terminar las misiones volvía el P. Arnaiz a su casa de Málaga
y a veces ni subía a la habitación, dejaba el maletín en la portería y “volaba”
a visitar enfermos, así, literalmente, porque ocasión hubo en que quisieron
seguirlo y no pudieron.
Acudía a las salas de
los hospitales, pero también a las casas particulares. En estos encuentros
personales la caridad del Padre se desbordaba. Una vez una buena señora que
pedía limosna en las puertas de las iglesias, al llegar a casa sorprendió al
Padre atendiendo a su madre que estaba enferma y repetía admirada: “Es un
santo, es un santo. ¡Si le hubieran visto ustedes preparando una yema a mi
madre, y con la gracia y agrado con que lo hacía!”.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento
humano no conocía límites. En la calle Cañaveral, de la misma ciudad, impulsó
la construcción de una casa de acogida para señoras con pocos recursos, con más
de treinta viviendas unipersonales. Promovió la apertura de la Librería
Católica de Málaga y atendió con sumo interés algunas escuelitas y talleres de
gente humilde. También las cárceles eran objeto de sus desvelos; allí, a su
paso, “tocaba” el Señor con su predicación y caridad muchos corazones
destrozados, algunos de los cuales, al salir, buscaban al Padre para seguir sus
consejos y su guía espiritual.
Su influencia benéfica
se multiplicaba gracias a un plantel de incondicionales colaboradores que tenía
ocupados en los diversos apostolados que se le ocurrían, unos en la ciudad y
otros incluso preparándole misiones en los pueblos.
En sus visitas por los barrios marginales, se hizo idea cabal del
espíritu hostil a la religión que en ellos reinaba (una vez le llegaron a tirar
una rata), y fiel al Evangelio y lleno de compasión por tanta ignorancia, que
veía ser la causa de tal animadversión, se dispuso a remediarla.
Los famosos “corralones”
eran casas de vecinos donde cada familia únicamente disponía, para su
intimidad, de una habitación o dos, alrededor de un gran patio. El Padre
alquilaba, o pedía, una de estas estancias y mandaba a algunas de sus dirigidas
para tener allí una escuela improvisada; enseñaban a leer y escribir a aquellas
gentes, nociones de cultura general, y lo más elemental de nuestra fe: que hay
Dios y que nos ama hasta el extremo de dar la vida por nosotros, que tenemos
alma, la vida eterna… El Padre se presentaba al cabo de un mes o dos y les
predicaba a todos como una Misión; se los ganaba pronto y se hacía sentir la
influencia de su santidad, por lo que casi todos se ponían en gracia. Después,
solía dejar a alguna mujer piadosa al frente de esta singular escuelita llamada
“miga”, para que siguiese enseñando a los niños y sostuviese el fruto logrado.
Durante su vida se trabajó así en unos veinte corralones, y el cambio obrado en
ellos redundó en beneficio de la vida social de Málaga.
Esta misma forma de
evangelización, desarrollada por señoritas que se instalaran temporalmente en
los pueblos y cortijadas, fue la Obra más propiamente original del P. Arnaiz y
que continua hasta nuestros días: LA OBRA DE LAS DOCTRINAS RURALES.
Suscitó conversiones realmente extraordinarias
LAS MISIONES POPULARES
La predicación de Misiones Populares fue uno de sus principales
ministerios. Su íntimo amigo D. Antonio Membibre, lo acompañó en una de ellas y
relataba sus impresiones a la hermana del P. Arnaiz, ya religiosa:
“Tuve el consuelo de
pasar diez días con tu hermano que es un misionero santo, mortificado y
penitente, pues no suele dormir en la cama, se tira en el suelo y en paz; a las
cuatro se levanta, hace la hora de oración, me llamaba a las cinco e íbamos a
la iglesia; él solía tocar, pues el sacristán nunca estaba a tiempo;
confesábamos, a las seis Rosario de la aurora. Esta carta tenla como si fuera
de tu hermano pues él no tiene tiempo, ni para un solo día, siempre misionando
y no quiere más que trabajar y salvar almas; terminado el Rosario, yo me vestía
en el altar y Tiburcio desde el pulpito explicando los misterios de la Santa
Misa, los ornamentos sagrados, etc. Terminaba a las siete y se iban los hombres
a sus ocupaciones. A las diez doctrina para los niños y a la tarde a las tres…
Restableció el Apostolado de la Oración; no conoces a tu hermano, está
rejuvenecido, todo le gusta, todo le asienta, no tiene comodidades ni pereza ni
necesidades, una gran voz, potente, incansable, predicando todo el día y toda
la noche, vida de penitencias, sacrificios y humillaciones, en verdad atraen
sobre él las gracias que por su ministerio Dios derrama a torrentes”.
Como bien decía su amigo
D. Antonio, el Señor, por su medio, derramaba gracias a torrentes y los tibios
volvían al fervor de la vida cristiana, los justos se convertían en apóstoles y
los alejados volvían al redil de Cristo, contándose casos de conversiones
realmente extraordinarias.
Leyendo la lista de las ocupaciones simultáneas que tenía,
parecía imposible que las pudiese llevar a cabo, dándose casos como el de
Chiclana, pueblo de Cádiz en el que además de predicar una misión en las dos
parroquias, a la vez dio ejercicios a religiosas, visitó la cárcel y tenía
reuniones con diversas asociaciones piadosas.
En los pueblos por él
misionados, reorganizaba o fundaba asociaciones para mantener la vida de
piedad, como Congregaciones Marianas, las Conferencias de San Vicente de Paúl,
el Apostolado de la Oración o la Adoración Nocturna, y si había algún convento,
ya fuese de vida activa o contemplativa, siempre encontraba un “hueco” para
atender a las religiosas. En Ronda (Málaga) incluso promovió la fundación de un
Carmelo, obra que cuidó con especial esmero en todos sus detalles hasta la
inauguración que, por especial disposición del Señor, resultó ser el mismo día
de su entierro.
Detrás de la
construcción o arreglo de varias iglesias y escuelas, también estuvo la
iniciativa del P. Arnaiz y su colaboración incansable.
A su muerte, su cuerpo fue llevado por las calles de la ciudad
MUERTE Y ENTIERRO
A principios de julio de 1926 estaba el P. Arnaiz en Algodonales
(Cadiz), predicando una Misión, cuando se encontró extraordinariamente mal
dispuesto. El médico diagnosticó bronquitis y pleuritis. Él murmuró expresivo:
“Me entrego”.
Fue trasladado a Málaga,
y cuando se supo que el P. Arnaiz había llegado en esas condiciones, la ciudad
se movilizó, incluso hubo que poner, en sitio visible, el parte médico de cada
día.
El 10 de julio le
administraron los últimos Sacramentos quedando desde entonces alegre y ansioso
por irse al cielo; no podía hablar de otra cosa. “¡Qué hermosísimo es el
Corazón de Jesús!… ya le veré pronto… ¡y me hartaré! ¡Qué bueno es! ¡Cuánto nos
quiere!… Y la Virgen, ¡vaya si es amable y me quiere!”.
A las 10 de la noche del
18 de julio de 1926, entregaba su alma a Dios.
El duelo por su pérdida
fue general. Lo lloraron los humildes y también los de condición económica
elevada. Se obtuvo licencia de Roma y del Ministerio de Gobernación para que
pudiese ser enterrado en la iglesia del Corazón de Jesús.
Su cadáver fue expuesto a la veneración pública durante tres
días. Y todavía, antes de ser inhumado en el crucero derecho del templo, fue
llevado por las calles de la ciudad, por donde durante años, había dirigido él
la procesión del Corazón de Jesús. Cerró el comercio y el cortejo fúnebre fue
presidido por las autoridades religiosas, civiles y militares. Había muerto en
olor de santidad.
El santo Obispo de
Málaga, D. Manuel González, que lo conocía bien, y presidió la oración fúnebre,
definió con gran acierto su personalidad, diciendo del P. Arnaiz que era “un
persuadido, un enamorado, un loco de Jesús”.
El P. Arnaiz desde el cielo continúa su labor apostólica y sigue
haciendo el bien entre sus devotos, y son muchos los favores y hechos
milagrosos que se atribuyen a su intercesión, y numerosas las personas que,
diariamente, visitan su sepultura confiándole sus sufrimientos y anhelos.
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