30 de Julio – MARTES –
17ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro del Éxodo (33,7-11;34,5b-9.28):
En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó
fuera, a distancia del campamento, y la llamó «tienda del encuentro».
El
que tenía que visitar al Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la
tienda del encuentro. Cuando Moisés salía en dirección a la tienda, todo el
pueblo se levantaba y esperaba a la entrada de sus tiendas, mirando a Moisés
hasta que éste entraba en la tienda; en cuanto él entraba, la columna de nube
bajaba y se quedaba a la entrada de la tienda, mientras él hablaba con el
Señor, y el Señor hablaba con Moisés.
Cuando
el pueblo vela la columna de nube a la puerta de la tienda, se levantaba y se
prosternaba, cada uno a la entrada de su tienda. El Señor hablaba con Moisés
cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después él volvia al
campamento, mientras Josué, hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba de
la tienda. Y Moisés pronunció el nombre del Señor.
El
Señor pasó ante él, proclamando:
«Señor,
Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y
lealtad. Misericordioso hasta la milésima generación, que perdona culpa, delito
y pecado, pero no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos y
nietos, hasta la tercera y cuarta generación.»
Moisés,
al momento, se inclinó y se echó por tierra.
Y le dijo:
«Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya
con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y
pecados y tómanos como heredad tuya.»
Moisés
estuvo allí con el Señor cuarenta días con sus cuarenta noches: no comió pan ni
bebió agua; y escribió en las tablas las cláusulas del pacto, los diez
mandamientos.
Palabra
de Dios
Salmo:
102,6-7.8-9.10-11.12-13
R/.
El Señor es compasivo y misericordioso
El Señor hace justicia
y defiende a todos los
oprimidos;
enseñó sus caminos a
Moisés
y sus hazañas a los
hijos de Israel. R/.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en
clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor
perpetuo. R/.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según
nuestras culpas.
Como se levanta el cielo
sobre la tierra,
se levanta su bondad
sobre sus fieles. R/.
Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros
nuestros delitos.
Como un padre siente
ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura
por sus fieles. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (13,36-43):
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los
discípulos se le acercaron a decirle:
«Acláranos
la parábola de la cizaña en el campo.»
Él
les contestó:
«El
que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la
buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del
Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del
tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo
mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo
del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los
corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto
y el rechinar de dientes.
Entonces
los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre.
El
que tenga oídos, que oiga.»
Palabra
del Señor
1.
Si algo hay claro, en esta explicación de la parábola de la cizaña, es
que el juicio sobre la conducta humana, sobre quién merece premio o castigo,
eso corresponde exclusivamente a Dios.
Nadie, por tanto, tiene derecho a
hacer juicios o dictar sentencias sobre lo que hacen o dejan de hacer los
demás. Eso lo harán los ángeles de Dios,
lo cual es una forma de decir que ningún ser humano se debe considerar con derecho a hacer lo
que no le corresponde
2.
Esto quiere decir que, mientras
estemos en este mundo, tenemos que acostumbrarnos a saber convivir con
toda clase de personas, de mentalidades, de creencias, de usos y costumbres,
y también de formas de pensar.
No juzgando nunca a nadie.
No despreciando nunca a nadie.
Respetando a todos.
Estimando a todos.
Recordando siempre aquel aforismo de
la sabiduría sufí: "Un día visito una iglesia, otro día visito una
mezquita. Yendo de templo en templo, no te busco más que a ti".
3.
¿Es esto un relativismo cómodo e irresponsable?
No se trata de renunciar cada cual a
sus propias convicciones. Se trata de tener muy claro que la primera de todas
las convicciones debe ser el respeto y la tolerancia que nos unen más a todos,
y nos unen más a Dios. Más que todas las ortodoxias y las fidelidades a lo que
aprendimos de nuestros mayores. Ellos no
vivieron en esta sociedad, esta cultura y este tiempo. Ahora es el momento de vivir la parábola de
la cizaña.
San Pedro Crisólogo
San Pedro, “Crisólogo” de
sobrenombre, obispo de Ravena y doctor de la Iglesia, que, habiendo recibido el
nombre del santo apóstol, desempeñó su oficio tan perfectamente que consiguió
capturar a multitudes en la red de su celestial doctrina, saciándolas con la
dulzura de su palabra. Su tránsito tuvo lugar el día treinta y uno de este mes
en Imola, en la región de la Emilia Romagna (c. 450).
San Pedro, quien fue uno de los oradores más famosos de la
Iglesia Católica, nació en Imola, Italia y fue formado por el Obispo de esa
ciudad Cornelio, por el cual conservó siempre una gran veneración. El Obispo
Cornelio convenció a San Pedro de que en el dominio de las propias pasiones y
en el rechazar los malos deseos reside la verdadera grandeza, y que este es un
medio seguro para conseguir las bendiciones de Dios.
San Pedro gozó de la amistad del emperador Valentiniano y de la
madre de éste, Plácida, y por recomendación de los dos, fue nombrado Arzobispo
de Ravena. También gozó de la amistad del Papa San León Magno.
Cuando empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un
gran número de paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que
cuando él murió ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en este lugar.
A la gente le agradaba mucho sus sermones, y por eso le pusieron
el sobrenombre de Crisólogo, que quiere decir, el que habla muy bien. Su modo
de hablar era conciso, sencillo y práctico. La gente se admiraba de que, en
predicaciones bastante breves, era capaz de resumir las verdades más
importantes de la fe. Se conservan de él, 176 sermones, muy bien preparados y
cuidadosamente redactados. Por su gran sabiduría al predicar y escribir, fue
nombrado Doctor de la Iglesia, por el Papa Benedicto XIII.
Recomendaba mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes
a convertir la Sagrada Eucaristía en su alimento de todas las semanas.
Murió el 30 de julio del año 451.
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