miércoles, 13 de enero de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 DE ENERO – JUEVES – 1ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Félix de Nola

 

 

 


14  DE ENERO – JUEVES –

1ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San Félix de Nola

Lectura de la carta a los Hebreos (3,7-14):

HERMANOS:

Dice el Espíritu Santo:

«Si escucháis hoy su voz,

no endurezcáis vuestros corazones

como cuando la rebelión,

en el día de la prueba en el desierto,

cuando me pusieron a prueba vuestros padres, y me provocaron,

a pesar de haber visto mis obras

cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Siempre tienen el corazón extraviado; no reconocieron mis caminos,

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso».

¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo.

Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.

En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 94,6-7.8-9.10-11

 

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:

«No endurezcáis vuestro corazón».

 

V/. Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía. R/.

 

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masa en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.

 

V/. Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

«Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso». R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):

 

EN aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:

«Si quieres, puedes limpiarme».

Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:

«Quiero: queda limpio».

La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente:

«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

 

Palabra del Señor

 

1.  Literalmente, lo que el texto de Marcos dice es que la enfermedad, que padecía el hombre del que aquí se habla, era la "enfermedad de las escamas" (lepros) (J. Milgrom, Joel Marcus).

En realidad, era una enfermedad de la piel, que, en algunos casos, era muy contagiosa. De esta enfermedad se tienen noticias desde unos 600 años antes de Cristo.

En la Biblia, se le concede especial importancia, de forma que el libro del Levítico le dedica íntegramente dos capítulos, el 13 y el 14. Lo más llamativo es que, en las religiones antiguas, se hacía un trasvase de la "enfermedad" a la "culpa". Y, de ahí, a la "impureza".

Esto lo analizó Robert Parker, en su notable estudio Miasma.  Estudios que recientemente ha completado y difundido Walter Burkert.

 

2.  El problema de fondo, que se esconde debajo de estos hechos, estos procesos y estos fenómenos, es el fenómeno que consiste en la relación, establecida ya en la antigua Grecia, cuando se relacionó la "Cultura de la

Vergüenza" con la "Cultura de la Culpa".

Los chamanes, los escritores y los dirigentes religiosos establecieron una conexión, muy peligrosa para el equilibrio emocional de la persona, que asocia lo que nos avergüenza con hechos de los que nos sentimos culpables.  Lo que motivó, tanto en las "culturas primitivas", como en la "alta cultura", a dar el paso decisivo: relacionar determinadas conductas humanas con un "diagnóstico trascendente".  Y entonces, cuando nos sentimos así, nos sentimos "avergonzados", "culpables", "leprosos" y, por tanto, "impuros".

 

3. ¿Remedio? Los hombres de la religión dicen: "el ritual sagrado". Jesús afirma: la solución es ser profundamente humano, en la honradez, la bondad, la misericordia, el buen corazón. Hasta llegar, si es preciso, a reproducir la suerte y el destino de Jesús, que se quedó como "un excluido", fuera del pueblo, de la ciudad, de la convivencia. 

Cuando estamos dispuestos a correr la misma suerte de los excluidos, asociando nuestra vida a la de ellos, entonces es cuando de verdad empezamos a limpiar este mundo y esta repugnante cultura de todas las marginaciones, muros de separación y de exclusión.


San Félix de Nola


En la ciudad de Nola, en la Campania (hoy Italia), san Félix, presbítero, el cual, según cuenta san Paulino, mientras arreciaba la persecución fue encarcelado y sometido a crueles sevicias. Restablecida la paz, pudo volver entre los suyos y vivió en la pobreza hasta una venerable ancianidad, como invicto confesor de la fe (s. III/IV).

 

Nola es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20 kilómetros de Nápoles. Allí vio la luz san Félix, cuyo nombre significa "feliz", en el siglo III. Su padre Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en cambio, prefirió ser soldado de Cristo.

Poco sabemos de su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias carecemos de actas que hubieran podido proporcionar noticias precisas. Los rasgos más exactos que conocemos a través de san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien escribió su biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo protector. También escribieron sobre él Beda, san Agustín y Gregorio Turonense. El papa san Dámaso le dedicó un poema.

Para destruir la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos. Gobernaba entonces la grey de Nola el obispo Máximo, cargado de años, quien se refugió en las montañas de los Apeninos. Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para vigilar y proteger a los fieles.

No duró mucho tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña ciudad donde todos se conocían y él no disimuló su condición de cristiano. Arrestado y conducido a la cárcel, lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses. Por su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre, frío, tristeza y dolor.

Félix fue un ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo gravísimos riesgos y compartió con él la dura experiencia de la persecución.

Habiendo escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las disposiciones que contra los cristianos dictó el emperador Valeriano, entre los años 256 y 257.

Al morir Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal, pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como presbítero su misión evangelizadora. Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Fue enterrado en Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue consagrada una basílica.

Los campesinos de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de los ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los numerosos milagros operados junto a su tumba.

 

https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Felix_de_Nola.htm

 

 

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