miércoles, 20 de enero de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 DE ENERO – VIERNES – 2ª – SEMANA DEL T.O. – B – SAN VICENTE

 

 


22 DE ENERO – VIERNES –

2ª – SEMANA DEL T.O. – B –

SAN  VICENTE

 

Lectura de la carta a los Hebreos (8,6-13):

 

HERMANOS:

Ahora a nuestro sumo Sacerdote, Cristo, le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.

Si la primera hubiera sido perfecta, no habría lugar para una segunda.

Pero les reprocha:

«Mirad que llegan días —oráculo del Señor—

en que haré

con la casa de Israel y con la casa de Judá

una alianza nueva;

no como la alianza que hice con sus padres,

cuando los tomé de la mano

para sacarlos de Egipto.

Ellos fueron infieles a mi alianza

y yo me desentendí de ellos —oráculo del Señor—.

Así será la alianza que haré con la casa de Israel

después de aquellos días —oráculo del Señor—:

pondré mis leyes en su mente

y las escribiré en sus corazones;

yo seré su Dios

y ellos serán mi pueblo.

Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo,

el otro a su hermano, diciendo:

“Conoce al Señor”,

porque todos me conocerán,

del menor al mayor,

pues perdonaré sus delitos

y no me acordaré ya de sus pecados».

Al decir alianza “nueva”, declaró antigua la anterior; y lo que envejece y queda anticuado, está para desaparecer.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 84,8.10.11-12.13-14

 

R/. La misericordia y la fidelidad se encuentran.

 

V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia

y danos tu salvación.

La salvación está cerca de los que lo teman

y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.

 

V/. La misericordia y la fidelidad se encuentran,

la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra

y la justicia mira desde el cielo. R/.

 

V/. El Señor nos dará la lluvia,

y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,

la salvación seguirá sus pasos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,13-19):


EN aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.

E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios:

Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.

 

Palabra del Señor

 

1.  Los acontecimientos importantes, que nos relata la Biblia, tienen algún tipo de relación con una montaña. Aquí, Jesús sube a la montaña. Como, Moisés subió al Sinaí, antes de la Alianza. En el Pentateuco, esta referencia al ascenso a la montaña es importante (Ex 19, 24-34; Nm 27; Dt 9-10. 32) (Marcus Joel). Prueba de ello es que la misma expresión se repite hasta 24 veces en la traducción de los LXX (D. C. Allison). La proximidad a Dios (expresada en la altura) es el anuncio de algo decisivo. En este caso, lo decisivo va a ser la elección de los Doce. Algo que llama la atención.

Antes de la venida del Espíritu, se pensaba que el grupo de los Doce tenía que estar completo. Por eso cuando faltó Judas, se suplió su ausencia con la elección de Matías (Hch 1, 15-26). Pero después, cuando fueron desapareciendo los Doce, nadie sintió la necesidad de perpetuar aquel grupo, tal como aparece estructurado en los evangelios.

2.  Y es que la finalidad de aquellos primeros Doce era:

1) Estar con Jesús consistió no solamente en orar y tener una intensa espiritualidad, sino además en llevar una vida lo más parecida (que fue posible) a la vida que llevó Jesús.

2) Predicar, o sea comunicar lo que enseñaba Jesús y hacer eso como lo hacía Jesús, con la humanidad, la sencillez y la libertad con que siempre habló Jesús. En cuanto a expulsar demonios, se trataba, en aquel tiempo, de curar enfermos, ya que algunas enfermedades se atribuían a los malos espíritus.

3.  Los doce hombres que escogió Jesús eran muy distintos. Por ejemplo, Mateo había sido publicano, es decir, de los que colaboraban con el régimen. Por el contrario, hay quienes piensan que Simón Cananeo era de los revolucionarios que más tarde fueron llamados "fanáticos" (del partido zelota). Y Judas Iscariote, parece que perteneció a los "sicarios", la banda armada de los subversivos contra el poder romano, aunque esto es puesto en duda por algunos exegetas. 

En todo caso, lo que quiso Jesús es que fueran hombres serios y entregados, sin importarle las ideas o la opción política de cada cual. Lo verdaderamente importante era (y es) vivir el Evangelio.

 

SAN  VICENTE


 

Vicente, diácono de la Iglesia de Zaragoza, sufrió un atroz martirio en Valencia, durante la persecución de Diocleciano (284-305). Su culto se difundió enseguida por toda la Iglesia.

Por orden del emperador romano Diocleciano (284-305), llega a Hispania el prefecto (gobernador) de la Cartaginense, Daciano (de origen griego), con la orden de reprimir a los cristianos. Diocleciano había firmado un edicto por el cual todos los habitantes del imperio deben adorar al emperador como si de un Dios se tratara.

Daciano ante la negativa de Vicente y Valero de adorar al emperador se los lleva arrestados a la colonia romana de "Valentia" (Valencia), ya que no se atrevía a juzgarlos en Zaragoza ante la gran simpatía que levantaban ambos. Valentia por aquel entonces era una ciudad todavía poco o nada cristianizada.

      Columna donde fue atado San Vicente Martir de camino a Valencia Azulejo existente en la parte superior de la columna Vienen a Valencia arrestados y a pie y en condiciones lamentables. Antes de entrar en la ciudad, los romanos quisieron pasar la noche en una posada, dejando a Vicente atado a una columna en el patio. Derribada aquella posada, la columna se conserva en la Iglesia de Santa Mónica, donde es venerada por los fieles.

En el juicio el obispo Valerio que tenía dificultad en el habla (se cree que era tartamudo) encarga a Vicente que hable por ambos. Durante el mismo Valerio es desterrado, mientras que a Vicente lo somete a tortura para provocar su apostasía (potro o ecúleo, garfios, tenazas y fuego).

Dice Vicente "Hay dentro de mi Otro a quien nada ni nadie pueden dañar; hay un Ser sereno y libre, integro y exento de dolor. ¡Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve rompería. Esfuérzate, en castigar y en torturar a Aquel que está dentro de mi, que tiene debajo de sus pies tu tiránica insania. A este, a éste, hostígale; ataca a éste, invicto, invencible, no sujeto a tempestad alguna y sumiso a sólo Dios"

Daciano dijo: Sacad de aquí al obispo, pues es justo que sufra la pena del destierro, por haber despreciado el edicto imperial. Más a este rebelde hay que someterle a más duros tormentos. Sujetadle al potro, y allí descoyuntadle los miembros y desgarradle todo el cuerpo. Que pase a la tortura de ley y recorra los más dolorosos tormentos y, si tanto tiempo dura su alma, por lo menos que se rinda su cuerpo entre los suplicios. Mientras viva no puede ése vencerme a mí. Bajado entonces Vicente del caballete, fue llevado por los verdugos al suplicio del fuego. Pero Vicente, con más pertinaz confesión que de principio seguía confesando a Cristo Señor.

Vicente, vuelto hacia Daciano, dijo: "Hasta ahora todo tu discurso se ha dirigido a invitarnos a renegar de la fe; pero has de saber que nosotros profesamos el culto de la religión cristiana y nos declaramos servidores y testigos del único Dios verdadero, que permanece por los siglos".

Por último es enviado a prisión, a una celda llena de vidrios rotos. Allí recibe una aparición evangélica, narrada en las "Actas de su Pasión" así como por el poeta hispano Aurelio Prudencio. "Un coro de ángeles vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores y alegran las tinieblas con sus armonías (Prudencio)

 

Ya no quedaba parte alguna entera del cuerpo de Vicente, una llaga renueva a otra llaga. Pero el siervo de Dios, firme en la fe, levantados los ojos al cielo, oraba al Señor. Enterado Daciano de esto exclamó: "Estamos vencidos. Sin embargo, un suplicio queda todavía: buscad un lugar tenebroso, separado de toda luz, condenado a eterna noche, una cárcel dentro de la propia cárcel. Esparcid por el suelo pedazos de puntiagudas tejas, a fin de que cualquier parte que toque su cuerpo, se clave en las ásperas puntas. Dejadle encerrado en las tinieblas, a fin de que ni con los ojos respire a la luz. No quede allí hombre alguno, para que no se anime ni con la compañía de palabra alguna. Todo esté cerrado y con los cerrojos echados".

Pero la noche de aquella cárcel es invadida de eterna luz, más radiante que el sol. La horrible soledad queda poblada por la multitud de ángeles, que le rodean como una muralla, y le consuelan en su tribulación.

Dice Prudencio describiendo la cárcel de San Vicente "Hay en lo más hondo del calabozo un lugar más negro que las mismas tinieblas, cerrado y ahogado por las piedras de una bóveda baja y estrecha. Reina allí una noche eterna, que jamás disipa el astro del día; allí tiene su infierno la prisión horrible. Pero Cristo no abandona a su siervo y se apresura a otorgarle el premio prometido a la paciencia, puesta a prueba en tantos y tan duros combates". "Guirnaldas de ángeles ciñen con su vuelo la tenebrosa mazmorra".

¿Qué más podemos hacer? Estamos vencidos. LLevadle a un lecho de blandos colchones. No quiero hacerlo más glorioso, si le hago morir entre los tormentos. Que tras curar sus heridas sea de nuevo torturado.

Si no puedo vencerle vivo, le castigaré, por lo menos, muerto. Arrojadle a un campo raso, sin nada delante que lo defienda, para que el cadáver consumido por fieras y aves, no deje rastro de sí, no sea que los cristianos, recogiendo sus reliquias, lo veneren como mártir.

Pienso que ya ni muerto le podré vencer. Ya que en tierra no pudo consumirse, sea sumergido en alta mar. Que por lo menos los mares encubran su victoria.

 

En prisión encuentra la muerte el 22 de enero del 304.

Lugares vicentinos, son aquellos que guardan relación con la pasión y martirio del santo, así en Valencia contamos con San Vicente de la Roqueta (lugar donde fue enterrado), la Cripta o Cárcel de San Vicente (lugar donde según la tradición sufrió martirio) y la Cárcel de San Vicente (donde estuvo encerrado). También la Iglesia de Santa Mónica donde se encuentra la columna donde fue atado el santo antes de entrar en Valencia proveniente de Zaragoza. Según la tradición esta columna se encontraba en un mesón que llevaba por nombre de las Dos Puertas y se encontraba en la calle Sagunto. Derribado el edificio la columna pasó a la Iglesia de Santa Mónica donde permanece hasta el día de hoy. Otro lugar vicentino es la Iglesia de San Vicente Mártir en la calle de la Ermita construida sobre el lugar que según la tradición se encontraba el mudalar donde fue arrojado el cadáver del santo. En esta iglesia se encuentra una cripta donde se venera el "llit de Sant Vicent". Otro lugar vicentino en la ciudad de Valencia es la conocida como Cárcel de Santa Tecla, que es otra de las cárceles donde según la tradición estuvo preso San Vicente Mártir.

Durante la dominación musulmana San Vicente de la Roqueta era lugar de peregrinación de la población mozárabe de Valencia, pero en tiempos de Abderraman I (755-788), ante la posibilidad de que los restos del santo fueran profanados, fueron llevados en secreto al Cabo de San Vicente, en Portugal donde se pierde su memoria histórica o legendaria. O tal vez sencillamente fueron ocultados en algún lugar secreto de la ciudad o alrededores donde con el paso del tiempo se ha perdido la memoria.

Cuando el rey Jaime I el Conquistador puso sitio a la ciudad de Valencia, estableció su campamento en Ruzafa, y uno de los primeros lugares que ocupó militarmente fue la iglesia de San Vicente de la Roqueta (extramuros de la ciudad musulmana). Suyas son las palabras que dicen que San Vicente es el santo protector de la reconquista de Valencia.

En un documento fechado el 16 de junio de 1263 y conservado en el Archivo de la Corona de Aragón se dice: Estamos firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones, especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos".

Junto a la iglesia de San Vicente de la Roqueta, el rey mandaría construir un hospital de peregrinos, pondría bajo su protección el templo y mandaría que el estandarte o pendon (penó de la conquesta) que hicieron ondear los musulmanes sobre las murallas de la ciudad en señal de rendición quedara depositado en este templo.

 

Martirio

Vicente fue colocado en una cruz en aspa y torturado en el potro, después en la catasta donde le rompieron los huesos, le azotaron, le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Luego fue desollado y colocado en una parrilla en ascuas. Más tarde arrojado a prisión donde falleció.

Tirado a un muladar (basurero) fue defendido por un cuervo, por lo que Daciano ordenó que fuera arrojado al mar en el interior de un odre y con una piedra de molino, pero milagrosamente fue devuelto a la orilla en una playa cercana a Portus Sucronis (actual Cullera), donde una mujer llamada Jónica (Ionicia) lo escondió hasta que en el año 313 Constantino el Grande promulgó el Edicto de Milán, pudiendo recibir entonces sepultura en una pequeña iglesia situada en las afueras de Valencia que recibirá el nombre de San Vicente de la Roqueta. Sobre el lugar donde según la tradición las olas del mar devolvieron el cuerpo de san Vicente a tierra, se levanta una ermita conocida con el nombre de Ermita de San Lorenzo.

En la Catedral de Valencia se conserva el brazo izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri de la diócesis de Padua (Venecia) el 22 de enero de 1970. La reliquia se encuentra en la Capilla de la Resurrección situada detrás del Altar Mayor.

El camino que realizó San Vicente Mártir desde Zaragoza (Caesaraugusta) pasa por Cariñena, Daroca, Forcall, Morella, Traiguera, donde enlaza con la Via Augusta hacia Sagunto y Valencia y se supone que se realizó a finales de diciembre del 303 o primeros de enero del 304. En total entre 750 y 800 kilómetros hechos a pies en pleno invierno.

 

 

 

 

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